El recital del Indio Solari en Olavarría, la muerte de Javier León y Juan Francisco Bulacio, y las responsabilidades compartidas entre funcionarios y empresarios. Un debate sobre una problemática social recurrente que pide a gritos una solución radical.
Miércoles 15 de marzo de 2017 20:51
“Apunten contra la juventud”
4 días pasaron de la “misa” que terminó en desastre. Dos muertos confirmados (sin contar el accidente en la ruta), decenas de heridos, y otros tantos que aún no aparecen. El fiscal declara que no hay un listado de los desaparecidos y no descarta más muertos.
Negocios millonarios, desidia estatal y empresarial. Pero la mira está puesta en los “ricoteros”. Como en Cromañón o en Time Warp, se quiere convertir a las víctimas en victimarios. Cualquier oportunidad sirve para estigmatizar a la juventud.
Cientos de miles se acercaron a la ciudad bonaerense de Olavarría a vivir un ansiado momento de ruptura con la rutina. Un momento que no se limitaba a escuchar al Indio. Para ese montón de jóvenes (y no tanto), de hermanos, amigos, conocidos, compañeros de trabajo o de estudio, la “misa ricotera”, así como otros grandes shows y eventos culturales masivos, implican un corte con la cotidianidad. Un pequeño grito contra el reloj, el calendario, el jefe, las obligaciones propias reclamadas por ajenos. Entre esa masa que llenó “La Colmena”, había cientos de miles que por un instante intentaron olvidar sus trabajos precarios, sus barrios sin asfaltar, el miedo a perder el laburo o los aumentos que golpean todos los días. Juntando moneda por moneda para ver a su músico preferido en el que se palpitaba sería su último recital.
Y sin embargo, cuando todavía estaban identificándose los fallecidos, las potenciales víctimas se convertirían en los responsables del terrible final.
Galli, Vidal y “En Vivo S.A.”, son responsables
El intendente PRO de Olavarría, Ezequiel Galli, fue quien gestionó ante una jueza el alquiler de “La Colmena”, poniendo al municipio como fiador, y mostrándose como “socio” de la empresa productora. Todo por $300.000 (menos de un peso por espectador). Fue él quien dijo que “acondicionaría” un predio que de ninguna manera podía albergar a 400 o 500 mil personas. Fueron el gobierno municipal de Galli y el provincial de María Eugenia Vidal los que especularon con el rédito político de un evento masivo, pero no garantizaron las condiciones mínimas sanitarias y de seguridad para evitar lo peor. Si tomamos como ciertas las declaraciones del intendente, quien afirmó que hubo 400.000 personas (y no las de los peritos que hablan de 550.000), el convenio entre la empresa y el municipio resultó en: 1 ambulancia cada 40.000, 1 médico cada 13.333, 1 enfermero cada 21.052, y 1 socorrista cada 2.500. Imposible asistir a tiempo a cualquier descompensado. Así, llegaron muertos al hospital.
El ministro Ritondo y el gobierno de Vidal, intentan soltarle la mano a Galli.¿Pero acaso ellos podían ignorar los riesgos de un evento de esta magnitud? ¿Por qué en vez de 1.100 policías no enviaron 1.100 médicos?
El Estado actuó como cómplice de la productora, “En Vivo S.A.” (ex - Chacal Producciones). Esta empresa, cuenta con el nefasto antecedente de la muerte de Miguel Ramírez en 2011, en un recital de La Renga organizado en el autódromo de La Plata. Al lector/a le podrá gustar más o menos la música del Indio, o la obra general de los Redondos, que dejaron una enorme huella en la música y cultura del rock. Pero es necesario separar la obra, del artista. Porque a veces el artista también es empresario. Es sabido que el Indio produce sus propios espectáculos, y la empresa a nombre de los hermanos Peuscovich era su elegida desde hace años. Optaron por la forma más barata. Hoy se llaman a silencio, como lo hizo el Indio tras el asesinato de Walter Bulacio a manos de la policía.
Un crimen social
Cuando un individuo mata a otro, se habla de un homicidio. Pero cuando se expone a miles de personas a un riesgo inminente, a condiciones extremas, a muertes potenciales, el crimen es “más disimulado, más pérfido, un crimen contra el cual nadie puede defenderse, que no parece un crimen porque no se ve al asesino, porque el asesino es todo el mundo y nadie a la vez, porque la muerte de la víctima parece natural, y que es pecar menos por comisión que por omisión. Pero no por ello es menos un crimen.” Eso es lo que el revolucionario y colaborador de Marx, Federico Engels, denominó “crimen social”, en su libro sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra. Y es a lo que la sed de ganancias capitalista expone a las grandes mayorías. No sólo cuando van a trabajar, cuando entran a una fábrica, cuando se inunda una ciudad, cuando se incendia otra, cuando se toman un tren, cuando no reciben atención médica en tiempo y forma, sino incluso cuando quieren divertirse, disfrutar la música, la cultura.
En una sociedad donde se privatizan las ganancias y socializan las pérdidas, el pueblo trabajador, los jóvenes, ponen los muertos, mientras empresarios y funcionarios cuentan billetes. Así sucedió con los jóvenes de Kheyvis, los de Cromañón, los de Time Warp, los de Beara, todos víctimas de los negociados corruptos. Y así sucedió también con Walter Bulacio o Rubén Carballo, asesinados por la policía por querer divertirse.
Que no quede impune
El crimen social de Olavarría exige una reflexión en frío, fuera de todo fanatismo, ya que como se dijo, no es necesario reivindicar al artista / empresario millonario, para apreciar su obra.
Sólo una comisión investigadora independiente, conformada por familiares de las víctimas, espectadores del recital, organismos de derechos humanos, organizaciones estudiantiles y trabajadores, empezando por los del hospital y de los servicios médicos que vieron y padecieron en carne propia el caos vivido, puede llegar a la verdad de lo sucedido, sin condicionamientos económicos ni políticos. Los responsables, Galli, Vidal y “En Vivo S.A.”, no pueden quedar impunes, como sucedió siempre en estos casos (Ibarra, sin ir más lejos). Exigimos el castigo a los responsables políticos y empresariales del fallecimiento de Javier León y Juan Francisco Bulacio. ¡Walter Bulacio, presente!
Al mismo tiempo planteamos la necesidad de recitales y eventos gratuitos, financiados por el Estado, en lugares acondicionados para la cantidad de público prevista. Con la asistencia sanitaria que haga falta, la provisión de agua, primeros auxilios, etc. Y que sean sin policía. La policía mata y no resuelve nada. No puede ser que la solución sean más represores y patovicas privados. Ahí están los ejemplos de los “recitales sin policía” en la fábrica Zanon bajo gestión obrera, donde “la seguridad la hacemos entre todos” y nunca se registraron mayores incidentes.
Porque a la juventud, cuando se la trata con respeto y no como ganado, responde con responsabilidad. En vez de milicos, las condiciones de seguridad deben ser controladas por trabajadores estatales, de la cultura, sindicatos y centros de estudiantes. Son medidas elementales mientras reforzamos la voluntad de lucha por una sociedad donde acabemos con la precarización laboral que afecta a la mayoría de la juventud y que impide disfrutar del ocio. Donde se repartan las horas de trabajo sin afectar el salario, para trabajar menos horas, y que toda la población tenga acceso cotidiano al esparcimiento, a la cultura, a un arte que no esté regido por el lucro capitalista. Porque nuestras vidas valen más que sus ganancias.
Leo Améndola
Trabaja en el MTEySS y es delegado de ATE-Trabajo. Miembro de Izquierda Diario y militante del PTS