El domingo Sharon (16) se quitó la vida. Sus amigas y amigos movilizaron en la calle para hacerse visibles y gritar su dolor. Desde el Municipio hablaron de suicidio por “falta de contención social”, como si gobernara otro. Y algunos medios locales indignados por los pibes en la calle titularon “descontrol” y “temor de los vecinos”. Compartimos las palabras de un docente de la escuela a la que asistía, sobre ella y las políticas de abandono y estigmatización hacia la juventud.
Viernes 29 de noviembre 21:10
Hace apenas unos días la comunidad berissense amaneció con una noticia de las que duelen en lo más hondo: el fallecimiento de Sharon, una piba de 16 años que vivía en el barrio Villa Paula y cursaba el 4° año en el turno vespertino de la Escuela de Educación Secundaria N° 1, "La Media 1", en la que doy clases.
Sus amigas y amigos la describen como una chica llena de sueños, que contagiaba alegría a pesar de los problemas que la atravesaban; sus amigos, que son parte de la comunidad del barrio que viene subsistiendo y padeciendo la precarización y el olvido de los políticos de turno que entre actos políticos y micrófonos les hablan de inclusión mientras se los estigmatiza, discrimina y judicializa.
A propósito de su muerte, un funcionario de la gestión actual del Municipio dijo a la prensa que "la adolescente vivía en una situación de vulnerabilidad emocional" y que "estos hechos no están vinculados a la inseguridad, pero reflejan la violencia generalizada que atraviesa nuestra sociedad. Los jóvenes hoy se sienten desamparados, y la falta de contención social y recursos agrava esta problemática." También la relacionó con "droga y violencia” y con la falta de presupuesto para prevención del delito y otras cuestiones. La indignación crece cuando advertimos que el que habla es un funcionario.
Los graves problemas que refiere ya estarían resueltos si hubiera voluntad política de hacerlo, porque suceden en lo que los gobernantes llaman "zonas calientes", es decir barrios y asentamientos donde lo que sobra es pobreza desde hace décadas. En un país rico, con todos los recursos, la mitad de la población está bajo de la línea de la pobreza y otro gran porcentaje subsiste con trabajos mal pagos y changas.
La miseria a la que arrojan a nuestra juventud, expulsándolos de todo, que sufre los efectos del hambre, la droga, el alcohol, la violencia y el deterioro en salud mental no es culpa de ellos mismos, ni se salda con un patrullero y una cámara de vigilancia por metro cuadrado.
Hace meses que Sharon dormía en la plaza Almafuerte, acompañada de sus amigos que le "hacían el aguante" expuesta a todo tipo de peligros. Ninguno de los funcionarios y el periodismo que hablan inconmovibles sobre el caso se acercaron jamás para saber que hacían esos adolescentes todas las noches en una plaza. Escucharlos, enterarse de sus necesidades y por supuesto acercarse a sus familias nunca estuvo en agenda.
En nuestra escuela, como en muchas, hay Equipos de Orientación Escolar pero en proporción a la cantidad y complejidad de situaciones que se presentan a diario, no dan abasto. La comunidad educativa reclama hace mucho por más personal especializado para intervenir en las problemáticas que afectan a nuestros adolescentes y sus familias.
Hace menos de un mes el centro de estudiantes de La Media llamó a asambleas donde participaron los estudiantes y muchos docentes y auxiliares en los tres turnos. El debate fue en torno a la falta de insumos, el deterioro en infraestructura y la necesidad de más EOE. Pero también pusieron en tema la lucha universitaria contra el desfinanciamiento del gobierno nacional. Recuerdo que una profe, Cecilia, les propuso que levanten la mano quienes pensaban continuar una carrera universitaria luego de egresar de secundaria. La imagen fue elocuente con todos levantando sus manos. No sé si Sharon estaba ahí ya que a causa de los difíciles días que venía soportando se ausentaba seguido, pero si estuvo, seguramente hubiera levantado su mano como lo hicieron todos pensando en su futuro, en un futuro mejor.
Hoy ella ya no está. Un día después de su muerte, entre el dolor y la bronca, sus amigos decidieron despedirla movilizándose desde "la Bajadita" hasta su casa e ir a la Plaza Almafuerte con sus motos haciendo "cortes" y mucho ruido, a pesar de las molestias ocasionadas a los vecinos y que cierto medio local se encargó de titular como "descontrol" y “vecinos atemorizados”. Espero que se entere todo el mundo que esos cortes no solo fueron una despedida, sino un grito que dice ¡acá estamos!
Desde ese día los pibes se encuentran en el monumento de la plaza Almafuerte honrando los días vividos juntos, evocando sueños a pesar del patrullero siempre cerca e intimidante.
Ojalá que sigan haciendo ruido, mucho ruido, hasta que se torne ensordecedor, y que ya hartos -como lo están- se levanten, porque el futuro les pertenece.