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Red Internacional
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CINISMO EMPRESARIAL. Jari Jones, la contracara de las mujeres explotadas por Calvin Klein

Este sábado 27, en Nueva York apareció un anuncio enorme de Calvin Klein con la imagen de Jari Jones, una mujer trans, lesbiana, activista y negra, la intención de la empresa por aparecer como “amiga” del movimiento negro y de la diversidad sexual, contrasta drásticamente con las fábricas en los países pobres donde millones de mujeres laboran en condiciones de semiesclavitud.

Lunes 29 de junio de 2020

El enorme espectacular que apareció en las calles de la ciudad estadunidense, forman parte de la campaña “Proud of my Calvins” (Orgullosa de mis Calvins), que Calvin Klein sacó este fin de semana con motivo del día del orgullo, que se celebra en conmemoración de la revuelta de Stonewall.

No han faltado los comentarios retrógradas y tranfóbicos en redes sociales, atacando su físico, llamando a Jari “hombre biológico” o diciendo que esta publicidad pretende implantar la “ideología de género”. Pero también han habido diversos comentarios que celebraban la decisión de Calvin Klein de elegir a una modela que rompe los parámetros de la belleza femenina.

De entre los comentarios en twitter que generaron mayor polémica, está el de la cantante venezolana Kiara, que dijo que la nueva imagen de Calvin Klein le parecía “espantosa”, ante los cuestionamientos que tacharon su twitt de transfóbico, la cantante aclaró que no se trataba de fuera una mujer trans, sino que le parecía “fea”.

Y es que hay múltiples razones por las cuales Jari Jones hace que las y los defensores de la estética heteropatriarcal -que no sólo responde a si las modelos son cis o trans, si no a si cumplen con la lista de cualidades que conforman a una mujer “bella”- se retuercen con esta imagen. Si no les molesta su color de piel, lo que les molesta es que no sea una “mujer biológica” y si no es ninguna de esas dos, entonces lo que es un terrible insulto para sus ojos, es que está pasada de peso o simplemente que “está fea”.

La industria del modelaje ha sido criticada desde hace décadas por enaltecer una figura de lo femenino que se ajusta únicamente a aquellas mujeres blancas, con narices respingadas, delgadas y heterosexuales, estereotipo con el que la gran mayoría de mujeres no encajamos. Las empresas de ropa, cosméticos y demás productos que se venden en el “mercado femenino”, utilizan como herramienta de marketing a modelos que cumplen con estas características.

Con el paso del tiempo los estándares de belleza han ido cambiando, pues las empresas de modelaje han tenido que adaptarse a un espíritu de época que cada vez cuestiona más profundamente los estereotipos de género. Winnie Harlow, Madeline Stuart, Candice Huffine y Carmen Dell son algunas de las modelos que en los últimos años han aparecido como símbolos de una belleza que escapa de lo reglamentario. Aparentando que ciertos cuerpos son aceptados por la sociedad, reforzando la idea de la individualidad, mientras millones siguen viviendo opresiones por género, raza, etnia.

No es casual que el enorme espectacular de Jari Jones aparezca en el marco de las enormes movilizaciones desatadas tras el asesinato de George Floyd y el regreso del #BlackLivesMatters, esta nueva campaña es un "reconocimiento" de las demandas de una juventud que se levanta contra las opresiones, pero también resulta en una cooptación de las mismas.

No es nuevo que las empresas se apropien de los discursos de movimientos que cuestionan la estructura heteropatriarcal y racista, son muchas las empresas que el 28 de junio y el mes del orgullo se llenan de arcoíris. Pero no lo hacen para aportar a la lucha contra el sistema que hace uso de nuestras diferencias de género, orientación sexual, raza o etnia, por el contrario les sirve como una herramienta para incrementar el público al que le venden y que los ve con buenos ojos porque ahora son “progres”. ¿Pero quién puede costearse los productos de estas marcas y en qué condiciones las producen sus trabajadores?

Explotación velada con un discurso "inclusivo"

El año pasado Calvin Klein obtuvo una ganancia de 9.4 mil millones de dólares. Desde el 2003 es propiedad de PVH Corporation, que a su vez es dueña de Tomy Hilfiger y Heritage Brands, en total la corporación tuvo una ganancia de 21.9 mmd. Aún así el sueldo de sus trabajadores en México va de 3,500 a 7,000 pesos al mes.

Las condiciones de las obreras y obreros textiles de Calvin Klein son aún peores. Una de sus más grandes fábricas está en Etiopía, donde trabajan miles de mujeres y hombres negros que cobran 26 euros al mes, uno de los salarios más bajos del mundo. Otra es la empresa textil Elim que fabrica prendas también para Calvin Klein en Guatemala.

Entonces mientras en la mayor potencia capitalista del mundo, Calvin Klein presume ser una empresa amiga de los negros y de les trans, en los países pobres explota a miles de negras y latinas, ya que la industria textil tiene una alta composición femenina.

El intento de la industria del modelaje de reconocer la diversidad de cuerpos que existe, resulta en nada para las millones que viven la explotación. Si su intención fuera combatir las estructuras de opresión y dominación no harían uso del mandato patriarcal que en el mundo entero norma que el trabajo de las mujeres es completamente desechable -y ni hablar del de las mujeres trans y negras- para seguirse enriqueciendo a costa de sus vidas.

El movimiento negro, de mujeres y de la comunidad LGTB+ necesita ir más allá del mero cuestionamiento a la opresión, sin cuestionar que estas estructuras de dominación se mantienen sobre la base de un sistema capitalista que hace uso de nuestras diferencias para explotarnos aún más, los empresarios seguirán apropiándose de nuestros discursos para desviar las luchas mientras millones de mujeres y hombres dejan sus vidas en las líneas de producción.

Es necesario que el conjunto de movimientos reivindicativos apunten a luchar por una sociedad en la que no haya opresión, pero tampoco explotación.