De cara a las elecciones francesas del 23 de abril, en el que compiten 11 candidatos, entre ellos, Philippe Poutou del NPA. Analizamos las propuestas de Jean-Luc Mélenchon y su espacio France Insoumise.
Miércoles 12 de abril de 2017
Jean-Luc Mélenchon, eurodiputado del Front de Gauche (alianza de izquierda con el Partido Comunista Francés), miembro durante 4 décadas del Partido Socialista, hoy es el candidato a las elecciones presidenciales francesas que más creció en las encuestas y, a menos de dos semanas de las elecciones, está tercero en intención de voto, detrás de Le Pen y Macron, dejando sorprendidos a propios y ajenos.
El crecimiento acelerado en las encuestas
Jean-Luc Mélenchon está tercero con un 19% de intención de voto, a cuatro puntos Emmanuel Macron, que tiene el 23%, según el instituto demoscópico Ifop, lo que supone un aumento de 7 puntos con respecto a su medición a mediados de marzo. Le Pen, que sigue siendo la que más intención de voto tiene de cara a esa primera vuelta con un 24 %, perdió, al igual que Macron 2,5%. Además, Mélenchon supera por primera vez, al candidato conservador François Fillon, que se mantiene con el 18,5 % de los votos.
El avance en las encuestas que tiene el candidato de la Francia Insumisa (7 puntos en 3 semanas, el más importante de todos los candidatos) es inversamente proporcional a la caída del socialista Benoît Hamon, que perdió 6 puntos hasta caer al 8 % de intención de voto. Pero también, le resta votos a Le Pen entre los jóvenes y los obreros, según afirma el instituto Elabe. Son varios los sondeos que estos últimos días muestran la tendencia al alza de Mélenchon, mientras Le Pen y Macron se estancan o descienden. Este sondeo pronostica una victoria de Macron en la segunda vuelta del 7 de mayo, con un 61% de votos para él y 39% para Le Pen.
El avance de Mélenchon puede explicarse, en parte, por la crisis enorme que atraviesa el socialismo francés. Su candidato Benoît Hamon, aunque en un comienzo, cuando derrotó sorpresivamente a Manuel Valls en las primarias del partido, tuvo su momento de gloria, este no duró más que un suspiro. E incluso, en un último manotazo de ahogado, Hamon intentó conformar una alianza con el líder de Francia Insumisa, sobre todo, luego de la anunciada ¿traición? de Valls y gran parte del PS que decidió apoyar a Macron. Sin embargo, Mélenchon no aceptó.
Los años de gobierno de François Hollande llevaron al Partido Socialista a un camino de no retorno con iniciativas legislativas como la Ley Macron para desregular la economía o la Ley Kohmri, resistida por centenares de miles en las calles. Desde la llegada de Hollande al poder, el PS ha perdido todas las elecciones intermedias, municipales, europeas y regionales. Las chances del socialismo, ya no de triunfo sino de hacer una buena elección, son nulas.
Mélenchon viene capitalizando sus apariciones públicas, tanto en los debates presidenciales como un los mitines con decenas de miles de personas, en especial, la marcha por la VI República del 18 de marzo pasado, que reunió a casi 80 mil personas.
“El futuro en común:” ¿Qué propone el candidato de la “revolución ciudadana?
El programa de France Insoumise llamado “L´Avenir en Commun” (“El futuro en común”) comienza con su conocido planteo de fundar la VI República, convocando una Asamblea Constituyente por referéndum (avalado por el artículo 11 de la actual Constitución nacional). Y una vez aprobada la nueva Constitución, el “hipotético” presidente Mélenchon, dimitirá para “permitir las nuevas reglas de la vida democrática”. De esta manera, Mélenchon se presenta como una “ruptura radical” con el actual sistema de gobierno francés.
Además, se pueden leer medidas que generan simpatía y apoyo en un sectores importantes de la sociedad francesa, como eliminar la Ley de reforma laboral de 2016, crear 3,5 millones de puestos de trabajo y establecer una semana laboral de 32 horas, bajar la edad jubilatoria a los 60 años, salir de la OTAN, sancionar a las empresas que no cumplan con la igualdad salarial entre hombres y mujeres, establecer un impuesto universal contra las ganancias de las finanzas, realizar una inversión masiva de 500.000 millones de euros para mejorar los servicios públicos y reindustrializar el país. Incluso amenaza con abandonar la Unión Europea si no logra “negociar una refundación democrática, social y ecológica de la UE”.
Sin embargo, en el mismo programa, se evidencian los límites de esa “gran transformación” que sería la VI República. Si observamos que las principales propuestas radican en “más impuestos a los ricos”, “limitar el poder de los accionistas”, “hacer entrar a la ciudadanía a las empresas”, por no hablar de su idea de “refundar las policías” y desarrollar una “policía republicana"(sic), nos damos cuenta que el punto de vista estratégico para el candidato de la France Insoumise no es ni de cerca revolucionario. Sólo será a través de las instituciones, sus leyes y las elecciones que advendría el gran cambio.
Mélenchon defiende una estrategia de reforma del sistema capitalista, con un programa cuyo eje central radica en cómo obtener algunas migajas del gran capital. Las proposiciones del eurodiputado están dirigidas a “regular” los derechos en el propio terreno de los explotadores.
Como todo reformismo, busca un canal para el descontento de las masas que, como el mismo afirma, sufren el desempleo masivo (1 de cada 10 franceses no tiene trabajo), los bajos salarios o la represión policial, pero siempre el cambio que propone es dentro de los estrechos márgenes de una democracia imperialista degradada, como es la francesa.
Esa estrechez de horizonte, marcada por el nacionalismo, lo llevó a hacer declaraciones contra los inmigrantes “que le roban el pan a los franceses”, reconociendo literalmente que su “internacionalismo no es un internacionalismo abstracto, como el de la extrema izquierda”. No es necesario echar agua…
Mientras afirma esto, propone “refundar la política europea de control de las fronteras rechazando la militarización y crear una organización mundial de migraciones ligada a la ONU”. Esto es, deja en manos de un organismo internacional auspiciado por las grandes potencias y el imperialismo norteamericano el futuro de los cientos de miles de refugiados que llegan a las costas europeas escapando de guerras que esas mismas potencias llevan adelante.
A tono con su internacionalismo “concreto”, su programa plantea “rechazar toda intervención militar…”, pero “sin mandato de la ONU” que es el “único órgano legítimo que garantiza la seguridad colectiva”. O sea, el internacionalismo de Mélenchon supone intervenciones militares (eso si, con el visto bueno de la ONU) nada más ni nada menos que de una potencia imperialista como es Francia. A la vez que propone “construir la paz en Siria e Irak” también bajo la égida de la ONU, y apoya la reaccionaria solución de dos Estados, que coexistan “pacíficamente” para la causa palestina, que promueve Naciones Unidas y Estados Unidos.
El coqueteo con el neoreformismo de Podemos y el populismo de izquierda
Con lo ya dicho, no sorprende la simpatía de Mélenchon por Podemos, que ya le otorgó su apoyo oficial, y el mismo Pablo Iglesias confirmó que varios miembros de la organización española estarán en Francia para apoyar a France Insoumise durante la elección del día 23.
En una entrevista en 2015 con Pablo Iglesias en su programa La Tuerka decía Mélenchon que "Si quieren llamarme populista, bueno, a mí no me importa, porque veo que el populismo no quiere decir nada. Tú eres populista, yo soy populista, Le Pen es populista, todo el mundo es populista si no está en el círculo de la razón de la gente de la izquierda oficial y de la derecha oficial".
Frente a la “izquierda oficial”, Mélenchon se acomoda bajo el ala del populismo de izquierda. Incluso la directora de comunicación de la campaña de Mélenchon, Sophia Chikirou, participó de la campaña de Bernie Sanders para las primarias del partido demócrata en las elecciones norteamericanas. A lo que se suma que los referentes políticos del eurodiputado son los líderes de los gobiernos latinoamericanos llamados “posneoliberales”, como Lula, el fallecido Hugo Chávez y, sobre todo, Rafael Correa, que no enfrentaron en lo más mínimo la propiedad capitalista. Sólo repartieron algunas migajas con algunas reformas, pero sin modificar un ápice la estructura social y económica de esos países.
En el viejo debate entre reforma o revolución, los marxistas no nos oponemos a las reformas progresivas, pero esas conquistas, siempre parciales, deben ser parte de una lucha por una trasformación radical de la sociedad capitalista.
En una entrevista en Diario.es en 2016, el dirigente de Podemos afirmó que “El objetivo de la transformación social es a partir de reformas”. Eso mismo es lo que “admira” y propone el líder de France Insoumise.
Frente a la revolución ciudadana, la revolución proletaria
Los planteos del candidato de la “revolución ciudadana”, que propone un reparto igualitario de la riqueza, que presenta una agenda ecológica y un “altermundialismo para la paz”, están muy lejos de las propuestas del candidato anticapitalista del Nuevo Partido Anticapitalista, Philippe Poutou, cuya candidatura se presenta como un punto de apoyo a las luchas por venir.
Poutou parte de un programa anticapitalista y de lucha para terminar con el desempleo, la precariedad laboral y los salarios de miseria, contra la xenofobia, la violencia policial y la violencia hacia las mujeres. Pero se trata de un programa de combate, para unificar a los trabajadores sobre la base de las lecciones de las grandes movilizaciones de los últimos años. Algunas medidas transitorias que propone el NPA son exigir el fin del desempleo y la precariedad, prohibir los despidos y repartir las horas de trabajo entre todos, y que los políticos tengan un salario igual al de un trabajador. Pero en tanto medidas ligadas a una estrategia de destrucción del sistema capitalista, no de su maquillaje.
Y además, expresando un internacionalismo real, como lo expresó el mismo Poutou: “La única frontera que hay que poner es entre los explotadores y los explotados (...) Hay que luchar contra todos estos prejuicios y reflejos proteccionistas. Nosotros tenemos que tener una política de clase en este sentido y defender la solidaridad y cooperación entre los pueblos (...)”, rechazando toda expresión de racismo, xenofobia y discurso antiinmigratorio que tanto lugar tienen en la mayoría de los discursos (y prácticas) de los candidatos franceses.
Parece que el internacionalismo “nada abstracto” de Mélenchon implica abandonar las banderas del internacionalismo proletario y dar lugar a un soberanismo de izquierda. En este sentido, muy ilustrativo resulta que, durante su último mitin el domingo pasado en la ciudad de Marsella, por primera vez, concluyó el acto, no con La Internacional sino con La Marsellesa.
Se puede leer el programa completo de France Insoumise en: LAEC.FR
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