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Red Internacional
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Cambio climático. La Amazonia en el tablero internacional y las contradicciones del Gobierno de Lula

La semana pasada se celebró en Belém la Cumbre Amazónica convocada por Lula como preparación para la COP 2025 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) que tendrá lugar en la misma ciudad. Con la asistencia de ocho países, la reunión puso de manifiesto la demagogia del Gobierno de Lula-Alckmin en materia medioambiental, al tiempo que reforzó la Amazonía como moneda de cambio y regateo internacional.

Martes 15 de agosto de 2023 15:08

Con ocho países que comparten territorio de la Amazonia, siendo Brasil el mayor poseedor de bosques con 60% del área total, además de representantes de países que poseen bosques tropicales, la cumbre tuvo como objetivo declarado un acuerdo común para la preservación de la Amazonia para evitar que llegue a un punto de no retorno, y la selva pueda convertirse en una sabana. A pesar de la propaganda respecto a la protección de los bosques, la preservación ambiental encontró como obstáculo la conciliación de clases y la demagogia reformista (con pocas reformas en realidad), transformando el objetivo de la preservación ambiental en moneda de cambio para el regateo internacional.

El objetivo de la cumbre era que Lula se pudiera proyectar como una ruptura de su gobierno en relación a Bolsonaro, en más de un sentido: postura de coordinación de la región, cambio de política ambiental. Con ese objetivo (no declarado), ubicar a Brasil como "gran actor" de la política internacional, al mismo tiempo que se mostraba como un fiel agente del orden local, que avale los intereses imperialistas. Muestra de eso fue su postura frente al golpe en Perú, y el abrazo a la golpista y represora de los pueblos indígenas y trabajadores, Dina Boluarte.

El Día D de la Amazonia y las disputas geopolíticas a su alrededor

Con años de creciente deforestación, especialmente en los últimos años con Bolsonaro, resultado del agronegocio, la minería ilegal y la producción de madera, la región amazónica se ha convertido en noticia mundial y en un hecho geopolítico internacional.

La agricultura es el principal motor de la deforestación en la Amazonia, con el 65% de la deforestación destinada a la ganadería, que a su vez ya es responsable de casi el 2% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Las restricciones internacionales a las exportaciones de soja debido a la deforestación están convirtiendo los pastos del centro-oeste en soja y algodón y desplazando la agricultura deforestadora aún más hacia la Amazonia.

Con la disminución de la superficie total de la Amazonia, la contaminación de los ríos, con el mercurio de la minería ilegal, el aumento de la temperatura global (julio siendo el mes más caluroso jamás registrado en el planeta) agravado por El Niño, el mecanismo de las lluvias puede verse permanentemente afectado, aumentando la sequía y los incendios forestales en todo el continente y no sólo en la Amazonia. Sin poder mantener una cubierta vegetal suficiente que garantice la cantidad de lluvia necesaria para mantener la propia selva, el bioma empezaría a transformarse en una especie de sabana.

El impacto de este escenario sería enorme. Empezando por la producción de lluvias en la propia Sudamérica, que se vería gravemente afectada. "Cada día, la selva pone en la atmósfera una cantidad de vapor de agua que influye directamente en el clima y garantiza las precipitaciones del cuadrilátero delimitado por Cuiabá al norte, São Paulo al este, Buenos Aires al sur y los Andes al oeste. Esta zona concentra el 70% del PIB de Sudamérica", según datos oficiales La región también representa la mayor cuenca hidrográfica del mundo, con el 20% de toda el agua dulce del planeta.

Un estudio elaborado por científicos y líderes indígenas apunta a este colapso para 2029, una situación que ya sería irreversible para recuperar la Amazonia tal y como la conocemos hoy. Un impacto para todo el mundo, que ya suscita preocupación internacional. Varias inversiones han sido anunciadas para el Fondo Amazonia, como la más reciente de los EE.UU., y por otro lado en una escala minúscula las contribuciones de Alemania, Francia, Noruega, el Reino Unido, entre otros, cada uno con sus intereses particulares.

En el caso de EE. UU., el anuncio se produjo poco después de la visita de Lula a China con la promesa de alianzas globales y en la que Lula habló de "cambiar la gobernanza global". En su progresiva pérdida del papel hegemónico, Biden tuvo que aumentar lo que hasta entonces habían sido sólo 50 millones de dólares al fondo, basándose en el chantaje de Lula de la promesa de acuerdos con China. Lejos de representar una hábil maniobra para atraer inversiones, sólo demostró, por un lado, la doble dependencia en la que Lula tiene que balancearse, tanto con EE. UU. como con China, pero también la Amazonia como factor de negociación de interés geopolítico internacional para Brasil.

Otro ejemplo de las disputas geopolíticas en torno a la Amazonia está en las negociaciones para el acuerdo Mercosur-Unión Europea, estancado desde hace décadas, y que según el ministro francés de Medio Ambiente, François de Rugy, "sólo será ratificado si Brasil respeta sus compromisos", fomentando la deforestación cero y la continuidad del país en el tratado de París. Sin caer en una visión "Macron ambientalista", el discurso sirve para zanjar otras diferencias de fondo, derivadas de las disputas aduaneras entre las potencias mundiales y las incertidumbres sobre la influencia o pérdida de la misma en Sudamérica, que tendría Francia con la firma del acuerdo. Aun así, apelar a cuestiones medioambientales para la resistencia de Francia a firmar el acuerdo se hace más difícil ahora con la firma de la declaración de Belem sacada de la cumbre amazónica.

Los periódicos franceses criticaron a Macron por no asistir al evento, algo que podría haber aportado más prestigio y capital político a Lula, dado que Francia, a través de la Guayana Francesa, es un país con territorios amazónicos. Coincidencia o no, la cumbre organizada apresuradamente ayuda a la retórica de Lula para la firma del acuerdo Mercosur-UE, debilitando el discurso francés sobre la deforestación amazónica. A su vez, aparece como un articulador clave en América Latina, pero no de forma consensuada como demostró el presidente de Colombia, Gustavo Petro. Por otro lado, en una señal a los EE. UU., con su postura hacia el gobierno de la golpista Dina Boluarte de Perú.

Declaración de Belem, "negacionismo de izquierdas" y exploraciones petrolíferas en la desembocadura del río Amazonas

A pesar de la gran repercusión mediática de la cumbre, el acuerdo alcanzado en la Declaración de Belem establece una serie de objetivos sin mencionar cómo alcanzarlos. Los expertos comentaron la Declaración: "Es una lista de promesas que no aborda ninguna respuesta real al mundo en que vivimos. El planeta se está derritiendo", afirmó Márcio Astrini, secretario ejecutivo del Observatorio del Clima.

Alicia Guzmán, coordinadora del programa Amazonia de la ONG Stand.earth, comentó sobre la declaración "un largo documento centrado en la OTCA (Organización del Tratado de Cooperación Amazónica) que no aborda la urgencia de las acciones necesarias para detener la degradación y la deforestación en todos sus vectores."

Entre las promesas contenidas en la Declaración de Belém está el objetivo de deforestación cero en la Amazonia para 2030, sin ninguna propuesta concreta sobre cómo alcanzar este objetivo (ni qué se hará de aquí al cambio de década). Sobre la cuestión de los hidrocarburos y la minería, el texto se limita a decir "iniciar un diálogo entre los Estados Partes sobre la sostenibilidad de sectores como la minería y los hidrocarburos en la Región Amazónica, en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus políticas nacionales soberanas", es decir, absolutamente nada sobre uno de los puntos de mayor atención en la Amazonía como es la minería que contamina los ríos con mercurio, destruye y mata a las poblaciones indígenas y sus tierras.

"No hay objetivos ni plazos para detener la deforestación, ni se menciona el fin de las prospecciones petrolíferas en la región. Sin estas medidas, los países amazónicos no podrán cambiar la actual relación depredadora con la selva, su biodiversidad y sus pueblos. Peor aún, los compromisos asumidos en la declaración no dan una señal clara de cómo los gobiernos amazónicos pretenden actuar juntos para responder a la crisis climática, que ya es una realidad para la población amazónica, especialmente para los que viven en las periferias de las ciudades de la región" , evaluó el director de Greenpeace, Leandro Ramos.

El tema de la exploración petrolera en la región fue el fantasma que rondó la cumbre. Gustavo Petro, presidente de Colombia, en su declaración quiso hablar del disenso entre los países y propuso el fin de la exploración petrolera en la Amazonia, Petro también tiene sus intereses geopolíticos detrás. Hoy el tema es uno de los puntos más frágiles para el gobierno de Lula, ya que existe una disputa entre las empresas Ibama y Petrobras por la exploración en la desembocadura del río Amazonas. Como ya se ha explicado en este texto, la cuestión pone en jaque todo el discurso ambiental de Lula.

Lo que Gustavo Petro llamó "negacionismo de izquierda" al referirse al discurso de la "transición energética" (conciliación que Petro también lleva a cabo en Colombia, habiendo ya reprimido a los pueblos indígenas en su gobierno) podría llamarse también los límites de la conciliación de clases para resolver los problemas ambientales. Ya que, no sólo es falaz hablar de "transición energética" proyectando nuevos puntos de exploración petrolera precisamente en la Amazonia, con grandes riesgos ambientales, como el derrame de petróleo ocurrido en el Golfo de México en 2010, sino porque el petróleo allí generado contribuirá al aumento de la liberación de dióxido de carbono a la atmósfera y consecuentemente al aumento de la temperatura global, afectando directamente a la Amazonia.

Aunque la explotación de la Desembocadura Amazónica, o Margen Ecuatorial como prefiere Petrobras, sea en alta mar, es innegable que un emprendimiento de esta envergadura afectaría a innumerables pueblos ribereños e indígenas y también contribuiría a generar más gases de efecto invernadero. El negacionismo de la conciliación de clases es tal que dirigentes políticos del PT, o de asociaciones de ingenieros de Petrobras, se han declarado acríticamente en defensa de la empresa, sin aceptar siquiera las limitadísimas preguntas del IBAMA (Instituto Brasileño de Medio Ambiente) de cómo quedarían las comunidades indígenas con un aumento del 5000% en la frecuencia de vuelos en la región, o de los evidentes riesgos ambientales de un plan de Petrobras que prevé la lucha contra las fugas desde una base en Belém do Pará hasta una exploración en Amapá, en la frontera con Guyana, a más de 48 horas en barco. Los intereses capitalistas con los dividendos del petróleo, con los royalties para Amapá, chocan con el discurso ambiental y con todos los derechos de los pueblos indígenas.

Estos son los límites representados por un gobierno del Frente Amplio, que al mismo tiempo tiene que diferenciarse del negacionismo científico de la extrema derecha, pero depende directamente de la exportación de commodities y productos primarios a los países imperialistas. A pesar del aparente discurso progresista, dentro del capitalismo es imposible romper la dependencia económica estructural de Brasil, y tienen que utilizar el tema ambiental para lograr mejores negociaciones internacionales.

Los proyectos antiambientales de Lula

No sólo la exploración de petróleo en la desembocadura del río Amazonas es el talón de Aquiles del gobierno Lula en el frente medioambiental, sino que otros proyectos también ponen de manifiesto el doble juego del "discurso verde" del gobierno. Ellos son:

  •  Extracción de potasa en la Amazonia directamente en territorio indígena no demarcado en Autazes (AM), para la industria de fertilizantes. Suely Araújo, especialista en políticas del Observatorio del Clima, dijo sobre el proyecto: "Tengo la impresión de que sólo se busca potasa cerca o dentro de tierras indígenas". La explotación ni siquiera tiene licencia ambiental y la producción tiene lugar cerca del territorio del pueblo Mura, afectando directamente a estos pueblos.
  •  La construcción de Ferrogrão: el ferrocarril que atravesaría la Amazonia con una longitud de 933 km también es objeto de impasse. El proyecto conectaría Sinop (MT) con el puerto de Miritituba, en Pará, y es criticado precisamente por ser un importante vector de deforestación. Además, está el propio Plan Safra, el mayor de la historia del país, que beneficiará a los terratenientes, incluidos los del centro-oeste, que son los más interesados en construir la carretera y deforestar para la producción agrícola.
  •  La pavimentación de la carretera BR-319 construida durante la dictadura militar para conectar Porto Velho a Manaus. Sólo con la expectativa de la obra, la deforestación alrededor de la carretera creció 122% y su pavimentación podría significar mayor facilidad para la destrucción de la floresta a partir de la creación de un efecto "espina de pez", que tendría la carretera como columna principal para el avance de la deforestación.
  •  Otro tema delicado es el Tucuruí Linhão, el proyecto de transmisión eléctrica que conectaría Boa Vista (RR) al Sistema Interconectado Nacional en el estado de Amazonas. Cuando se lanzó el proyecto en 2011, la línea atravesaba directamente el territorio indígena Waimiri Atroari, y la Funai fue criticada por aprobar el proyecto sin consultar a los pueblos de la región.

    Intereses capitalistas en la Amazonia: el frente amplio no puede responder a la devastación ambiental

    La extrema derecha, con Bolsonaro, tenía su programa para la Amazonía y el medio ambiente, que pasaba por deforestar sin más y "pasar el ganado" por encima de todo, como hemos visto con la crisis humanitaria en tierras indígenas yanomami, fruto de la minería y la tala ilegales. Pero hay que destacar los intereses capitalistas que hay detrás de la explotación amazónica.

    Por un lado, tenemos a los gigantes del agronegocio, uno de los sectores económicos más dinámicos del país, que se beneficia precisamente del aumento de la destrucción de los bosques y de la expulsión de los pueblos indígenas de sus tierras. No es de extrañar que el sector ruralista presionara tanto para la aprobación del marco temporal, que incluso fue aprobado con el voto de 100 diputados de los partidos que componen el gobierno Lula-Alckmin. Este sector, también fortalecido por el multimillonario Plan Safra destinado por el gobierno a los grandes agricultores, que sólo refuerza los aspecto más coloniales de Brasil, y muestra que el Frente Amplio y su conciliación sólo fortalecen a la derecha, tampoco representan una salida a la crisis ambiental.

    Además de éstas, hay varias empresas internacionales que encuentran en la Amazonia un terreno fértil para la investigación tecnológica, expropiando el bioma natural brasileño para la producción de cosméticos, medicamentos, etc. Es alarmante pensar que empresas norteamericanas, francesas y japonesas, entre otras, registran patentes de productos como cupuaçu, andiroba, copaiba en sus países, y se convierten en titulares del derecho de comercialización de un producto genuinamente brasileño. Es el caso de empresas como The Body Shop, que posee los derechos en su país de cualquier composición cosmética que incluya extracto de cupuaçu. Rocher Yves Biolog también ha registrado en varios países la patente de cualquier producto que contenga extracto de andiroba.

    No menos importante es el caso del Starlink de Elon Musk, que en 2022 anunció que llevaría internet a la región amazónica, habiéndose vendido las antenas de la empresa incluso a mineros ilegales, facilitando la explotación y deforestación de la zona.

    Los intereses capitalistas en la rica área que representa la Amazonia son enormes. El plan de Bolsonaro era venderlo todo a precio de saldo. Pero no menos importante es la conciliación con las empresas capitalistas y el agronegocio, que imposibilitan cualquier respuesta coherente a la crisis que invade la región.

    Una política coherente para la Amazonia implicaría en primer lugar a las comunidades y pueblos indígenas, a las poblaciones ribereñas y a todos los trabajadores de la región, pensando en la preservación y en la producción sostenible en la mayor selva tropical del planeta. Algo imposible para un gobierno que se reconcilia con la bancada ruralista.

    La crisis medioambiental también pone de manifiesto la crisis capitalista mundial. Con los récords de temperatura, el cambio de los biomas en todo el mundo, la cuestión medioambiental se hace cada vez más urgente. Implica directamente pensar en la relación entre el ser humano y la naturaleza, el "metabolismo" creado por el sistema capitalista en esta relación es precisamente el de la explotación sin fin para obtener beneficios. Necesitamos reconfigurar de manera urgente la relación metabólica ser humano-naturaleza. La propia transición energética que es propagandizada, se apoya en la demagogia de las potencias imperialistas que promueven la destrucción medioambiental en todo el planeta, por eso, cualquier salida a la crisis medioambiental dentro del capitalismo demuestra ser defectuosa ya que sigue estando basada en la explotación con fines de lucro.

    La política de rapiña de las grandes potencias sólo puede enfrentarse si la devastación medioambiental se contempla desde un punto de vista antiimperialista. Tal política podría ser llevada a cabo alentando a los sindicatos a unir fuerzas con empresas como la propia Petrobras, a partir del control de la empresa por los propios trabajadores para una producción que no esté guiada por el lucro, sino por el objetivo de poner fin a la quema de combustibles fósiles. En alianza con los pueblos originarios y los movimientos sociales que luchan contra la devastación ambiental y los ajustes que precarizan la vida de la población.

    Esta lucha sólo puede darse superando el programa de conciliación de clases del Frente Amplio, allanando el camino para que se fortalezca la unión de estos diferentes sectores para una crítica radical y superadora del capitalismo. Ningún "capitalismo verde" o transición energética dentro de este sistema es capaz de salvar la Amazonia. Por lo tanto, un programa que pretende establecer otra relación entre los seres humanos y la naturaleza, un programa comunista. La misma humanidad que desarrolla tecnologías de inteligencia artificial, para explotar petróleo en el fondo del mar, para poner seres humanos en el espacio puede aspirar a mucho más que a tener su país y su mundo destruidos por la barbarie del capital.