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Red Internacional
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APUNTES MILITANTES. La Matanza: trabajadores y pobres urbanos

En esta tercera entrega, una primera aproximación a la actual fisonomía de la clase obrera, sus sectores precarizados e informales. Nuevas organizaciones de este universo. La política obrera.

Lunes 29 de agosto de 2016 11:05

Nueva clase obrera

La clase trabajadora cambió su fisonomía como consecuencia de la ofensiva neoliberal, que provocó una profunda fragmentación en sus filas y en términos ideológicos, un cuestionamiento a su rol social y político. En la actualidad, los interrogantes son otros. ¿Pueden considerarse los “pobres urbanos” parte de la clase obrera? ¿Cuáles son sus vínculos con los sectores “acomodados”? ¿Qué implicancias políticas se desprenden?

Comencemos por lo los datos oficiales que publica La Nación (13/3/15) del Indec, que señalan que: "En 2014 empeoró el número de trabajadores ’en negro’. El 34,3 % de los empleados del país no está registrado y por lo tanto no goza de todos los derechos laborales […] Con una población económicamente activa de 18 millones de personas y una desocupación de 6,9 %, la cantidad de trabajadores asalariados es de unos 12.800.000. Sobre este total, cerca de 4.390.000 no están registrados".

¿Quiénes integran la clase trabajadora?

La nueva modalidad que se impuso en los ’90 combina en un extremo, trabajo calificado y en el otro, precarización. Una combinación que permite, desde el punto de vista de la relación capital – trabajo, profundizar la división de las filas obreras, combinando la extracción de masvalía relativa junto a la absoluta como dos aspectos inseparables.

Es válido preguntarse si además de los asalariados precarizados sin derechos que, obviamente, integran la clase trabajadora, los trabajadores informales (vendedores ambulantes, los que trabajan por cuenta propia), que no venden su fuerza de trabajo y no reciben salario, pueden ser considerados parte de la clase trabajadora. La discusión excede este artículo, sólo señalaremos algunas premisas básicas para incluirlos en una definición amplia, como trabajadores/pobres urbanos.

Re-examinar las categorías de Marx sobre la superpoblación relativa puede contribuir a plantear algunas ideas. En El Capital (Siglo XXI, Tomo I, Volumen 3, pág. 798) señala tres formas: fluctuante, latente e intermitente.

En el primer caso “nos encontramos con que la producción tan pronto repele como vuelve a atraer contingentes obreros en gran cantidad, por donde el número de obreros activos aumenta en términos generales, aunque siempre en proporción decreciente a la escala de producción”.

Si bien Marx se refiere aquí al conjunto de la clase obrera sujeta a las necesidades fluctuantes de la producción capitalista, en la actualidad esta categoría, junto al plantel de obreros efectivos, parece hacerse particularmente patente al considerar a los trabajadores contratados por tiempo determinado y los pertenecientes a empresas tercerizadas que trabajan para otras empresas, cumpliendo servicios “temporales” dentro de una cadena de producción.

En el segundo caso se refiere a “Una parte de la población rural que se encuentra constantemente avocada a verse absorbida por el proletariado urbano o manufacturero […] que el obrero agrícola se vea constantemente reducido al salario mínimo y viva siempre con un pie en el pantano del pauperismo.

Marx se refiere aquí a la circunstancia de que en el campo las necesidades de mano de obra disminuyen más rápidamente que el requerimiento en las ciudades. En la actualidad podemos incluir en esta categoría a los trabajadores inmigrantes, condenados sistemáticamente al “pantano del pauperismo”.

La última categoría […] forma parte del ejército obrero en activo, pero con una base de trabajo muy irregular. […] Su nivel de vida desciende por debajo del nivel normal medio de la clase obrera […] Sus características son: Máxima jornada de trabajo y salario mínimo, y el trabajo domiciliario es su manifestación fundamental”.

Marx asocia esta categoría a la del “pauperismo” y la divide en tres subsectores: personas aptas para trabajar, los hijos de indigentes y las personas degradadas, incapacitadas para trabajar frecuentemente víctimas de la industria y la maquinaria peligrosa e incluso personas que viven más que la edad promedio. En la actualidad podría incluirse en los dos primeras subsectores a los trabajadores contratados en los programas de gobierno “Argentina Trabaja” (10.000 en La Matanza); o “primer empleo” del gobierno nacional para jóvenes, súper-explotados en los McDonald’s; o la juventud universitaria asalariada pero contratada como monotributista. La UNLaM es un claro ejemplo de los acuerdos con las empresas y hasta con los ministerios nacionales (Desarrollo Social y Energía) y las pasantías gratuitas que ofrecen las autoridades con la excusa de “formarse” en las carreras. Podría incluirse también a los trabajos femeninos, con salarios degradados que cumplen, según Marx, el otro requisito: ser un instrumento dócil de explotación del capital.

Por último, dice Marx refiriéndose al tercer subsector que “El pauperismo es el asilo de los inválidos del ejército obrero en activo y el peso muerto del ejército industrial de reserva.” Mantiene actualidad la definición de Trotsky que, refiriéndose a “los desocupados crónicos”, los considera como una subclase ya que no tiene condiciones de incorporarse al mercado de trabajo.

La "globalización” avanzó en una gran urbanización del mundo, generó millones de asalariados pero lo hizo “a su manera”, es decir, profundizando y ampliando la precarización y la informalidad. En este panorama de estratificación de los trabajadores, las categorías mencionadas puestas en la nueva realidad son herramientas para definir la política de la clase obrera. Para nosotros, los contratados y tercerizados, como los asalariados precarizados no registrados y sin derechos como los trabajadores inmigrantes súper explotados, son parte fundamental de la clase trabajadora, pero también lo son los trabajadores informales que sin ser asalariados viven de su trabajo y no explotan sistemáticamente trabajo ajeno.

Nuevas organizaciones: la CTEP

En esta nueva realidad de la clase trabajadora surgen también nuevas organizaciones para representar a estos sectores postergados a los que nos referimos en la entrega anterior. La CTEP se propone organizar a los trabajadores que están en las márgenes del circuito productivo, las primeras tres categoría de la superpoblación relativa considerada por Marx.

¿Qué es la Confederación de Trabajadores de le Economía Popular [CTEP]? Si en los ’90 con una desocupación de dos dígitos emergieron los movimientos piqueteros, hoy estos cedieron su lugar a las organizaciones de los asalariados precarios y los excluidos que –aunque en la forma toman como ejemplo el modelo sindical de nuestro país– tienen un fuerte arraigo territorial. Así surge la CTEP, un sindicato o Central de trabajadores pobres que por su condición social y su “identidad” territorial son considerados “pobres urbanos”. El sitio Resumen plantea: es, podría decirse, la CGT de los Excluidos. La CTEP agrupa cartoneros, campesinos, artesanos, vendedores ambulantes, feriantes, costureros, limpiavidrios, cuida-coches, constructores, gasistas, cerrajeros, trabajadores de empresas recuperadas, del transporte informal, de cooperativas populares, […] de acción comunitaria (cuidadores, cocineros, educadores) o de pequeños talleres y unidades productivas (mecánica, carpintería, alimentos). E, institucionalmente por resolución 1727/15 Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social reconoce el derecho de la CTEP a sindicalizar y por lo tanto el carácter de trabajadores de sus afiliados.

¿Qué corrientes la influencian?

Revista Panamá la llama la “franciscana CTEP” (De la batalla cultural a la fractura social, 28/01/2016), una justa síntesis. Integra el EMMP [Encuentro Mundial de los Movimientos Populares] que, según informa en su página es una alternativa popular a la globalización excluyente a la luz del pensamiento social del Papa Francisco. El mismo medio en otra nota (La caravana de la dignidad -sobre la marcha del 7 de agosto-, 05/08/2016) plantea: "[…] este 7 de agosto, fecha de conmemoración de San Cayetano […] Patrono del Pan y del Trabajo, la CTEP convocó a una marcha entre la Iglesia […] y la Plaza de Mayo. […]La demanda “Techo, tierra y trabajo” condensa otras concretas: la conversión de los subsidios que reciben los trabajadores de la economía popular en un Salario Complementario Universal y la sanción de una Ley de Emergencia Social por el Congreso de la Nación".

La Política Online presenta así a uno de sus fundadores: "De perfil bajo y trato directo con el Papa Francisco –lo visita seguido en el Vaticano-, Juan Grabois es un abogado católico que se propone organizar a los trabajadores precarios y llevarlos a discutir paritarias en el Ministerio de Trabajo".

Sobre ¿qué es la CTEP?, la revista Resumen señala: "Organizaciones sociales procedentes de diversas corrientes ideológicas y partidarias confluyen en la reivindicación de los derechos de los trabajadores excluidos. […] los kirchneristas del Movimiento Evita […] Patria Grande, la Dignidad, Seamos Libres, el Darío Santillán, […] la CTD y el MTD Aníbal Verón, los Misioneros de Francisco, la Carlos Mujica […] marchando juntos sobre el Ministerio de Trabajo […] con los mismos reclamos, centralmente el reconocimiento del sindicato de los excluidos".

Sintetizando. Se trata de una organización reformista que pelea por mejoras y asistencia del Estado dentro del sistema para los más pobres, hegemonizada por el peronismo vinculado a la Iglesia, con un contenido claramente policlasista. La preocupación de la Iglesia por el crecimiento de la pobreza y la desigualdad social, promueve estas organizaciones como contenedoras de posibles estallidos sociales.

El programa de la clase trabajadora

La burocracia sindical es la principal responsable desde las organizaciones obreras de la fragmentación de sus filas. Primero por dejar pasar las privatizaciones con miles de despidos en los ’90 y luego, la precarización de la fuerza de trabajo. La burocracia sindical sólo reconoce como trabajadores a los sectores efectivos y registrados, por eso es legítimo que los trabajadores sin ningún derecho se organicen para pelear por sus demandas. Pero así como desde los ’90 desde las posiciones conquistadas en la clase obrera luchábamos por la unidad de ocupados y desocupados y le exigíamos esta política a la dirección de los sindicatos y los movimientos piqueteros, hoy se vuelve a plantear esta pelea con estas nuevas organizaciones que, aunque en la forma reconocen el carácter de trabajadores de sus afiliados, ponen todo el peso en la identidad territorial, como pobres urbanos.

La política de unidad de las filas obreras ha sido una constante en el PTS, que hemos peleado en las experiencias de Zanon y ya en la crisis del 2001 fue una política consecuente de unidad hacia los movimientos piqueteros, desde el fenómeno de las fábricas ocupadas que nosotros influenciábamos. Esta política contra la fragmentación social y sindical también tenía su expresión en la orientación para hermanarnos con las cooperativas influenciadas por el peronismo del MNER, que sintetizábamos en la consigna “si tocan a una tocan a todas”. A izquierda y derecha peleábamos por la unidad de las filas obreras, contra estas direcciones que hacían una defensa corporativa de sus propios movimientos.

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La clase trabajadora tiene que recomponer sus filas y fortalecerse en la perspectiva liderar la alianza con el pueblo laborioso. Los trabajadores efectivos registrados tienen que pelear el frente único con los sindicatos de otras ramas y con las centrales y estas nuevas organizaciones como la CTEP, defendiendo un programa común. Por el pase a planta permanente de los contratados, tercerizados y de todas las modalidades de contratación precaria. Hoy, junto al trabajo precario existe entre los efectivos, un gran porcentaje de obreros obligados a trabajar extenuantes jornadas laborales. Por eso junto a la demanda de trabajo genuino es necesario pelear por el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos disponibles, ocupados, desocupados, en negro y los trabajadores informales, con un salario igual a la canasta familiar. Los avances tecnológicos permitirían -como planteamos los socialistas- reducir la jornada laboral y ampliar el tiempo para el ocio creativo pero esto es imposible en el capitalismo, movido sólo por la sed de ganancia, hay que imponerlo con la lucha: “trabajar menos, trabajar todos, sin rebaja salarial”. La clase obrera como líder de la alianza obrera y popular tiene que levantar la demanda de viviendas populares, escuelas, hospitales, redes de agua y gas exigiendo un verdadero plan de obras públicas –controlado por los trabajadores-, en el camino de imponer su propio gobierno.