También conocida como Enero rojo, la Semana Trágica, fue uno de los hitos más importantes del ascenso de la lucha de clases del movimiento obrero argentino. Los metalúrgicos de los Talleres Vasena, ubicado en el barrio de Pompeya, fueron quienes encabezaron una feroz lucha que había comenzado como un conflicto de fábrica y terminó desencadenando una huelga general histórica que conmovió no sólo a la Capital sino que paralizó al país entero durante la semana del 7 al 14 de enero de 1919*.
Claudia Ferri @clau.ferriok
Sábado 9 de enero de 2016 13:58
La Semana Trágica - YouTube
Las calles de Buenos Aires se convirtieron en un campo de batalla en el que los trabajadores debieron enfrentarse a la feroz represión policial amparada por el Estado y por la burguesía nacional e internacional. Estos sectores venían siguiendo atentamente las novedades rusas luego de que en 1917 triunfara una revolución proletaria dirigida por los bolcheviques.
Finalizada la Guerra mundial imperialista en 1918, las novedades que llegaban de Europa hacían referencia sobre todo a los levantamientos que se producían en distintas regiones encabezadas por obreros y campesinos. La Revolución Rusa le dio un susto de muerte a la burguesía sobre todo porque generó una oleada revolucionaria que tuvo alcance mundial. La Semana trágica fue parte de este proceso, aportando elementos semi-insurreccionales, movilizaciones masivas, fuertes enfrentamientos con las fuerzas represivas, un grado importante de espontaneidad y solidaridad obrera e incluso dio los primeros pasos hacia una autodefensa obrera.
Mucho se ha escrito sobre el tema, sin embargo es fundamental retomar la tradición de la clase trabajadora a lo largo de sus 130 años de historia para fortalecer las luchas del futuro y romper con el discurso del peronismo que continúa sosteniendo que el movimiento obrero argentino es “naturalmente” peronista.
Los hechos y sus protagonistas
El italiano Pedro Vasena, antecesor del ministro de Economía de Onganía, Krieger Vasena, llegó a Buenos Aires en 1865. Años después comenzaba a funcionar en Buenos Aires los Talleres Pedro Vasena e Hijos en el cruce de las calles La Rioja y Cochabamba. La gigantesca empresa llegó a albergar a 2.500 trabajadores que realizaban tareas de metalurgia, herrería, fundición y mecánica. Muchos de ellos inmigrantes que habían llegado al país en busca de mejores condiciones de vida se encontraron con una de las fábricas más explotadoras y hostiles a la organización de los trabajadores. Sin ir más lejos, Vasena padre permaneció como gerente del establecimiento a pesar de haberle vendido la empresa a inversores ingleses. Su fama como patrón antiobrero y burgués acomodado había ganado terreno entre las filas obreras. Las 11 horas de trabajo en condiciones insalubres provocó el estallido del conflicto a fines del año 1918.
El 2 de diciembre, más de 800 trabajadores se declararon en huelga reclamando la jornada laboral de 8 horas (ya varios gremios habían conquistado esta demanda), descanso dominical y pago de horas extras, la abolición del trabajo a destajo y la reincorporación de los compañeros que habían sido despedidos por su trabajo gremial. Ellos eran los "agitadores maximalistas [bolcheviques]" que los medios burgueses como La Nación o La Razón exaltaban desde sus páginas demonizando el rol de los activistas obreros. Los patrones rechazaron categóricamente el petitorio: no recibieron al comité de huelga y contrataron carneros y rompehuelgas buscando salvar la producción del mes. Los huelguistas se habían instalado con piquetes en la entrada de la fábrica para paralizar la distribución.
La empresa fue amparada por la Asociación Nacional del trabajo presidida por Joaquín S. de Anchorena, junto a los empresarios más prósperos de la época. Todos íntimos amigos del embajador inglés en el país. Mientras presionaban al gobierno para que actúe enfrentando la protesta, le entregaron las armas a los rompehuelgas quienes dispararon a mansalva sobre los huelguistas –acompañados por la policía que se acercó al lugar para hacer frente único con las bandas armadas– provocando las primeras bajas entre los obreros el 7 de enero. Este hecho aceleró la radicalización del conflicto expandiendo la protesta a otros gremios más organizados. Decenas de miles de hombres, mujeres y niños fueron a acompañar al cortejo fúnebre el día 9 de enero marcando el momento de mayor virulencia en el conflicto. Un ejemplo ocurrió cuando se marchaba hacía la Chacarita. Desde una Iglesia ubicada en la calle Corrientes (que aún permanece en pie) se escucharon disparos que estaban dirigidos a la multitud. La línea de autodefensa que habían organizado los trabajadores no pudo superar a los más de 10.000 policías y militares apostados en las esquinas de la ciudad reprimiendo al cortejo que como pudo continuó su camino. Pero fue en el cementerio donde se produjo la mayor represión. Asesinaron a una gran cantidad de obreros provocando nuevamente el recrudecimiento de los combates en la puerta de la fábrica. La Razón de ese día titula: “La ciudad bajo el imperio de la Huelga General”, mientras que los piquetes se multiplican continuando los enfrentamientos durante toda la noche.
Si bien en un principio, los trabajadores superaron a sus direcciones sindicales, las centrales obreras trataron de imponer su línea política cuando comenzaron a verse sobrepasados por la situación. La FORA IX° Congreso –influenciada por socialistas y sindicalistas-revolucionarios– trató desde el comienzo del conflicto de limitar la huelga y negociar una salida rápida con el Estado, incluso boicoteando la participación de los medios de transporte en el paro, mientras que la FORA V° Congreso –anarquista– no tenía un claro proyecto político que le permitiera llevar la huelga a un triunfo mayor, a pesar de su enorme combatividad.
Los garantes del orden
El gobierno de presidente radical, Hipólito Yrigoyen actuó velozmente velando por los intereses de la clase que representaba. Encabezó un mayor nivel de represión policial y parapolicial, incluso fomentando la creación de la Liga Patriótica Argentina creada por el radical Manuel Carlés e integrada por centenares de “jóvenes bien” –en su mayoría también radicales– que se dedicaban a cazar “judíos rusos y marxistas” apelando a niveles de violencia insospechados. Como era de esperarse actuaban amparados por la Asociación Nacional del Trabajo y la Iglesia católica que alertaba desde sus sermones dominicales la llegada de la revolución judeomarxista a la Argentina.
Como en muchos otros momentos de la historia la Iglesia se alió a lo más recalcitrante del capital y el Estado para aplastar la organización de los trabajadores. La Liga Patriótica argentina fue la primera banda nacionalista y xenófoba que actúo orgánicamente en el país, persiguiendo y asesinando a todo “elemento extranjerizante”. Fue en este momento que se produjo un pogrom en Buenos Aires. El periodista Pinie Wald del Avangard, uno de los diarios más populares entre los socialdemócratas, fue perseguido y apresado luego de un ataque de los nacionalistas al local del periódico. Lo acusaron de querer convertirse en el presidente del soviet en Argentina. Fue torturado en la comisaría y finalmente dejado en libertad por la presión social y el revuelo por la detención. Nuevamente la paranoia burguesa estaba a la orden del día alentada por los medios de información. Pesadilla, la crónica que escribió Wald en 1929, es parte fundamental de la literatura de la Semana Trágica, escrito en Ydish recién fue traducido al castellano en el año 1987.
El rol de los periódicos obreros
La “Semana Trágica” extendió la huelga a Rosario, Santa Fe, Bahía Blanca, Entre Ríos y a otras regiones abriendo una crisis en el gobierno. Así cayó el velo que cubría la farsa populista del gobierno de Irigoyen, quien se reunió con Vasena. Finalmente tuvieron que reincorporar a los despedidos y reducir efectivamente la jornada a 8 horas de trabajo a costa de centenares de muertos (según las fuentes los muertos oscilan entre 700 y 1.300), miles de heridos y 2.000 detenidos que con el tiempo fueron recobrando su libertad gracias a la presión de los trabajadores que a pesar de los altibajos continuó organizado sindicalmente.
Es fundamental destacar el rol de los periódicos obreros que en este tipo de conflictos difundieron las luchas y denunciaron el accionar represivo del Estado, acelerando el descontento y la solidaridad de clase. Algunos de ellos como La Protesta (anarquista) y La Vanguardia (socialista) y otros de menor llegada, expresaban diariamente las malas condiciones de vida de los trabajadores llamándolos a organizarse. La Protesta llega a tener tiradas de entre 15.000 y 20.000 periódicos en 1919 que para ese momento era un número importante. Pero a pesar del potencial que puede tener un órgano de prensa para la construcción de un partido y para la militancia activa de los trabajadores, estos periódicos, al igual que sus organizaciones se limitaron a pelear en el terreno sindical limitando la intervención política de los trabajadores.
Tradición peronista vs. tradición clasista
Muchos años después, los Talleres Vasena fueron demolidos dejando apenas dos pequeñas paredes en pie que recuerdan aquel enero rojo. El proyecto de construir una plaza llamada "mártires de la Semana Trágica" a modo de homenaje se vio truncado ante la insistencia del histórico burócrata sindical peronista Augusto Vandor que presentó un contraproyecto para que la plaza sea llamada Martín Fierro, logrando finalmente imponerse. El discurso peronista tendió siempre a anular la tradición y la experiencia obrera anterior a 1945 para darle una mayor mística a la construcción de su propio movimiento político como algo "natural" a la clase trabajadora. Incluso muchos desconocen que el propio Perón participó de la Semana Trágica –reconociéndolo él mismo en numerosos discursos– como teniente encargado del Arsenal de Guerra en los momentos de mayor tensión de los enfrentamientos. Milciades Peña, intelectual marxista, escribió años después que "frente a la fábrica donde se había iniciado la huelga (los Talleres Vasena), un destacamento del ejército ametralla a los obreros. Lo comanda un joven teniente, llamado Juan Domingo Perón”.
La Semana Trágica es uno de los tantos ejemplos donde las instituciones de la burguesía cobran un rol fundamental para enfrentar la organización de los trabajadores. La Iglesia, el Estado y los empresarios trabajan unidos para mantener el control del régimen utilizando como método la represión legal (e ilegal). Sin embargo la experiencia y la tradición del movimiento obrero, con sus derrotas y sus triunfos, ha logrado resistir la avanzada del capital a través de la organización política y sindical. La combatividad social de aquellos años y la heroica resistencia de los mártires metalúrgicos siguen siendo hoy parte fundamental de la historia de nuestra clase.
* Este artículo fue publicado en LID el 9 de enero de 2015.
Claudia Ferri
Historiadora, UBA. Columnista de la sección Historia de La Izquierda diario.