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Red Internacional
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Universidad y pandemia. La Universidad en pandemia: tendencias, desigualdades y ataque en curso

Analizamos el impacto de la pandemia en las Universidades del país y cómo esto se transformó en excusa para profundizar el ataque a la educación pública. Los desafíos de los estudiantes y jóvenes precarios para pelear por otra orientación de la Universidad.

Viernes 7 de mayo de 2021

Ilustración: @mataciccolella.

Ilustración: @mataciccolella.

Se profundiza la crisis, ¿Qué cambios sufrió la universidad a un año de la pandemia?

La pandemia profundizó los índices de desigualdad social, sobre todo en la juventud, donde el 50% de jóvenes están por debajo de la línea de pobreza y la desocupación trepó al 25%, llegando al 29% hasta los 29 años. Sabemos que esta situación va a continuar agravándose con la segunda ola de Covid-19 si no se toman medidas de emergencia acordes a la situación económica y social. Además, si bien era insuficiente, el gobierno decidió quitar el IFE para millones de jóvenes y familias que se quedaron sin trabajo.

Esto tuvo un impacto grande en las universidades expresándose en dos tendencias de forma contradictoria. Por un lado, la profundización de la crisis impactó en un sector de los estudiantes que perdió el trabajo que le permitía sostener sus estudios. En otros casos, obligó a dedicarle más horas a su trabajo y disponer de menos tiempo para estudiar. Pero además, el paso a la educación virtual y la falta de acceso a dispositivos y conectividad sin que las autoridades y el gobierno garanticen el acceso y la permanencia, incrementaron notablemente los índices de deserción. Durante el 2020, en lugares como La Plata se alcanzó el 40% y el 50% en Rosario duplicando el número de quienes quedaron afuera.

Pero por otro lado, abrió el camino a que sectores de estudiantes puedan avanzar en sus carreras, ya que con la virtualidad pudieron acomodar su tiempo fuera de los horarios de trabajo, quienes tienen familiares a cargo, y quienes empezaron a “ahorrarse” tiempos de viaje, costos de transporte o hasta alquileres al poder cursar de forma remota desde su localidad o municipio.

Por estas razones se explica un aumento en la cantidad de matrículas en varias de las universidades este 2021. Esto se puede ver con los nuevos inscriptos en la UBA por ejemplo, que pasaron de 61 mil en 2019 a 65 mil en 2021. También en la Universidad de Rosario, Mar del Plata, UNCo, y a lo largo del conurbano crecieron alrededor de un 50% o más. En algunas Universidades este incremento está ligado a un “efecto pandemia” donde se produce un salto en las carreras ligadas a la salud. Medicina, pasó de tener 18 mil ingresantes, a 20 mil en Buenos Aires. Lo mismo en la UNR donde ,la facultad de Ciencias médicas pasó de 5775 inscriptos en 2019 a 7590 en 2021. La carrera de Enfermería tuvo un aumento similar en la Universidad Autónoma de Entre Ríos.

Al mismo tiempo, el aumento de las matrículas expresa la necesidad de obtener un título como vía para poder conseguir un trabajo que permita salir de la crisis. En este sentido es que por ejemplo la Escuela de Oficios de la UNLP pasó de tener 6.000 estudiantes, a este año cerrar su inscripción debido a que en pocos días ya contaban con 40.000 inscriptos, de los cuales el 70% son mujeres .

Este factor también se expresa en la composición del alumnado, donde cada vez son más los estudiantes que tienen que trabajar o que están desocupados buscando trabajo. Existen universidades donde la composición de estudiantes que trabajan es muy alta, como en la UNSAM donde el 60% de los inscriptos trabaja, el 19% no trabaja pero busca, y solo el 21% no trabaja ni busca trabajo. Para dar otro ejemplo, en la UNC, el porcentaje de estudiantes que trabaja es de un 39% y el que busca trabajo es un 22%, mientras que en la UNR los estudiantes que trabajan ronda en un 32%.

Las políticas universitarias bajo el régimen del FMI

¿Cuál es la política de la Universidad ante este nuevo contexto? Más que dar respuesta a esta situación de crisis la orientación de la Universidad, por parte de las autoridades y el gobierno, está dirigida a que entren muchos pero que salgan pocos. Sabemos bien que esta orientación es previa a la pandemia, pero aun así, las autoridades aprovecharon para profundizarla. Esto explica la desproporción histórica entre ingresantes y egresados por año, donde en los datos que proporciona el propio Ministerio de Educación en el 2018 se reciben 2 de cada 10 estudiantes.

En el presupuesto universitario, también encontramos que desde los últimos 15 años se viene produciendo una desfinanciación constante a la Universidad pública, contrario a proponerse saldar esa brecha. Pero con el país atado a la orientación de pagar la deuda ilegal exponenciada con el macrismo, la universidad pública no es un sector a financiar, sino una variable de ajuste. Vale recordar que el presupuesto 2020 y 2021 ya con la modalidad virtual instalada, se votó a medida del Fondo Monetario Internacional. “Recibase quien pueda” parece ser el lema de la universidad pública.

Estas tendencias se profundizan con la excusa de la pandemia. Las máximas autoridades de la universidad, el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), han llegado a plantear que durante la pandemia se “permitió ampliar las oportunidades de inclusión de diversos sectores de la población”. Estos dichos ocultan y contrastan con la realidad, donde no hubo ninguna inversión ni políticas de contención desde las autoridades ni desde el gobierno nacional para quienes fueron expulsados de las aulas. Incluso los órganos de cogobierno de las universidades funcionaron como simples correas de transmisión de la decisión de rectores y decanos durante el 2020. Muchos ni siquiera funcionaron durante meses. Garantizar la permanencia de todos los nuevos inscriptos y el retorno de quienes tuvieron que dejar implica una orientación opuesta a la que viene teniendo actualmente la universidad.

Un primer aspecto para abordar a partir de la virtualidad es el poder garantizar la conexión y dispositivos para estudiantes y docentes que lo necesiten. Esta debería haber sido una política elemental desde un primer momento para garantizar el acceso a cualquier nivel educativo junto a becas de emergencia. Por ejemplo según datos relevados de la UNQ, un 64% de los estudiantes cursa con el celular. En este contexto, mínimamente deberían garantizarse dispositivos adecuados y conectividad, afectando los intereses de las empresas de telecomunicaciones si fuese necesario para garantizar este servicio. Lejos de esto, las becas de conectividad fueron mínimas e incluso meritocráticas: en la UNLP te exigen un promedio de 8 y no recibir ninguna otra beca para poder acceder a la “Beca Tu PC”.

Un segundo aspecto a pensar, refiere a que muchos estudiantes disponían de las distintas becas que brinda la Universidad desde “bienestar estudiantil” para poder llevar adelante sus estudios. Sin embargo, en la mayoría de las universidades lejos de aumentar la cantidad de becas debido a la situación crítica que estamos viviendo, estas se recortaron o continúan siendo las mismas. En la UBA, las únicas becas existentes son de una mísera “ayuda económica” de 4.400 pesos. ¿Quién vive hoy con este monto? Además, en 2015, esta beca solo la recibieron 230 estudiantes. Lamentablemente, ni siquiera hay acceso a datos actuales, pero si consideramos sólo a los 65 mil nuevos inscriptos equivale al 0,003% del estudiantado.

Pero no sólo no tomaron medidas de emergencia, sino que también profundizaron las dificultades de acceso quitando derechos estudiantiles básicos que existían antes de la pandemia. La primera en el ranking de ajuste al bienestar estudiantil fue la UNLP, de las pocas universidades del país que contaba con un albergue universitario que fue cerrado en 2020 por “cuestiones sanitarias”, sin garantizar un lugar para todos aquellos estudiantes que vivían allí. También se cerró el comedor universitario, donde comían 7 mil estudiantes. Reabrieron esta beca entregando bolsones y viandas, pero solo para 2000 estudiantes. Los comedores de todas las universidades tendrían que estar al servicio de garantizar el alimento a las millones de familias que están pasando hambre en esta crisis.

Entonces, ¿A dónde se destinan esos recursos de “bienestar universitario”? ¿Cuántos estudiantes solicitan becas y cuántos efectivamente acceden a una? Nadie sabe, de la misma manera que no existen relevamientos en las unidades académicas para determinar qué realidad atraviesan hoy los estudiantes. En muchas facultades fueron éstos los que crearon sus propias herramientas para poder acceder a esta información.

El ataque de la Universidad en el acceso a la educación también se profundizó por los filtros en las cursadas y restricciones en los ingresos. Como denuncian muchos en la UNLa, de los 8000 nuevos inscriptos bocharon a un 80%. Lo mismo sucedió en la UTN de Bahía Blanca, donde la cantidad de inscriptos aumentó en un 90%, pero un 70% quedó afuera.

Además de los ingresos, en diversas facultades el problema de las correlatividades y condicionalidades para avanzar en las cursadas llevó a los estudiantes a organizarse para exigir la extensión de estos plazos. En las facultad de Psicología de la UNLP se realizó una asamblea de 180 estudiantes por este problema, procesos similares se dieron en la facultad de Naturales y Medicina de esta misma universidad. Otro ejemplo fue el de la UNSL, donde se atacó la posibilidad de promocionar a quienes se encontraban por fuera del plazo en las condicionalidades.

En medio de la crisis social, las autoridades usan la excusa de la pandemia para avasallar nuestros derechos estudiantiles y restringir las condiciones de cursada, que vuelve imposible para miles de estudiantes la permanencia en la universidad. No queremos cupos, ni que saquen promociones, queremos que se extiendan y suspendan las correlatividades y condicionalidades. Queremos un plan de emergencia para hacerle frente a la crítica situación económica y sanitaria, un plan de becas para garantizar la conectividad y dispositivos, aumento y reapertura de comedores, albergues y de ayudas económicas, IFE de $40.000 para los trabajadores que perdieron su empleo. No queremos estudiantes afuera de las aulas ni sin trabajo, queremos una universidad que sea para los jóvenes trabajadores y desocupados.

¿Qué pasa con los docentes y con la calidad educativa?

Es importante también remarcar que la Universidad utilizó la virtualidad para hacer un avance en la precarización del trabajo docente. El conjunto de la enseñanza virtual se apoyó en el trabajo de las y los docentes, que en muchos casos implicó que se multiplicaran por 2 o por 3 las horas de trabajo. Tienen que dar clases a una cantidad mucho mayor de alumnos, sin los aumentos salariales correspondientes, que vienen por debajo de la inflación.

Tampoco fueron brindadas las herramientas necesarias, cada docente tuvo que garantizar su dispositivo y su conectividad pagando de su propio salario estos instrumentos de trabajo y su reparación en caso de rotura. Sucedió también con el “espacio de trabajo”, ya que muchos dispositivos son compartidos por la familia y a la vez debieron aumentar el trabajo doméstico sobre todo las docentes mujeres. Frente a toda esta situación los docentes se vienen organizando a nivel nacional con medidas de fuerza llamando a un paro de 48hs.

La Universidad pretende utilizar como excusa esta realidad para poner filtros con las correlatividades y condicionalidades, usando como argumento que están “ayudando” a los docentes como declararon algunos decanos y rectores, como por ejemplo el decano de Psicología UNLP Xavier Oñativia. Pero ¿No sería mejor destinar recursos para generar nuevos cargos docentes? La Universidad tendría que crearlos partiendo de todos los trabajadores ad honorem que tienen las universidades para que no haya sobreexplotación docente ni queden estudiantes por fuera de las aulas.
Otro aspecto importante se trata de la calidad educativa. Alberto Fernandez anunció en la apertura de las sesiones legislativas que iba a enviar un nuevo proyecto de Ley de Educación Superior. En la misma sintonía en las declaraciones del presidente del CIN, se presenta la necesidad de esta nueva Ley para hacer un sistema universitario más “eficiente”. Plantea que : “se necesita una reformulación del sistema de créditos académicos: tenemos que discutir para pasar a un sistema más clásico que permita cursar asignaturas en distintas universidades, luego acreditarlas y finalmente obtener un título” .

Rechazamos este modelo de universidad basada en la “acreditación” de materias donde el tránsito por la carrera sea mediante la estandarización de los conocimientos. Es decir, un sistema que se base en “meter” materias por fuera de todo tipo de intercambios, “reproduciendo” los conocimientos necesarios para aprobar. Esto implicaría un retroceso de ámbitos de intercambio, discusión y reflexión colectiva entre los claustros, tanto en cuestiones académicas, intelectuales, sociales e ideológicas. Queremos una universidad donde prime la reflexión y el pensamiento crítico.

Históricamente la universidad es un espacio de organización para miles de estudiantes y docentes que quieren transformar esta sociedad. La “virtualidad como nueva normalidad“ que piensan las autoridades del CIN en la post pandemia también pretende erosionar este aspecto revulsivo del movimiento estudiantil y su unidad con los docentes como sujeto político.

¿Con qué fuerza social podemos pelear por una Universidad para las grandes mayorías?

¿No se podría pensar y pelear por otra orientación en la Universidad? Es nuestra tarea organizarnos por una Universidad para las grandes mayorías, y por un plan de emergencia para que no se queden estudiantes fuera de las aulas. Pero también para que la Universidad cumpla un rol en esta crisis que es sanitaria y social. Que se destinen los recursos técnicos, de infraestructura y científicos para enfrentar la segunda ola de COVID y la crisis social. Que la universidad tenga voluntariados pagos para todos los estudiantes que quieran jugar un rol en esta crisis. Que los comedores universitarios estén a disposición, no solo de los estudiantes sino para franjas enteras de la población que está pasando hambre y miseria, administrados democráticamente por estudiantes, docentes y no docentes. Es imposible pensar esto sin una enorme inversión presupuestaria que se conquiste de la pelea y organización por recuperar derechos estudiantiles y docentes que con la pandemia se atacaron, sin romper con el régimen que impone el FMI para destinar esos recursos al fortalecimiento del sistema sanitario, a la educación, al trabajo y al acceso a la vivienda de la sociedad.

En el último mes empezamos a ver cómo el hartazgo empieza a aparecer en miles de estudiantes que comienzan a organizarse contra las políticas de las autoridades de cada facultad. Se comenzaron a poner en pie espacios como comités y asambleas en exigencia a los Centros de estudiantes dirigidos por el peronismo y los radicales para que se pongan a la cabeza de esta pelea. Ya se mostraron los límites de la política de las corrientes radicales, kirchneristas y peronistas (desde la Franja Morada pasando por La Cámpora, la Juventud Peronista y Patria Grande) totalmente integradas a las autoridades para arreglar “por arriba” con las autoridades los derechos estudiantiles. Estas agrupaciones forman parte de los engranajes del régimen universitario, que se propone sostener la universidad tal cual es, sin cuestionar su aspecto de clase ni su potencial como transformadora social. La única forma de arrancarle algo es con la organización por abajo de miles de estudiantes.
Desde esta perspectiva también tenemos en la izquierda un debate aún abierto, como con la UJS-PO, alrededor de la autoorganización como vía para la construcción de espacios realmente democráticos. La pelea por la unidad de ocupados, desocupados, estudiantes junto a los sectores de la clase trabajadora que hoy están en lucha es una tarea de primer orden para la izquierda que tenemos que afrontar sin ningún tipo de divisionismo. El PO realiza un llamado a la unidad, pero por fuera de los propios centros de estudiantes que dirige. Los Centros de estudiantes son la herramienta a través de la cual pueden organizarse los estudiantes y es nuestra tarea ponerlo al servicio de esta unidad y estas luchas. Por esto invitamos al PO que ponga en acción sus espacios conquistados (Centros de Veterinaria y Farmacia de la UBA) con asambleas para poder organizarnos desde abajo y democráticamente junto a los trabajadores y desocupados para conseguir todas nuestra demandas.

Los estudiantes comienzan a organizarse. Así lo hicieron en el CEHUMA en Neuquén, donde impulsaron un comité para apoyar la lucha de los trabajadores de la salud, que viene de un triunfo histórico. También en la Facultad de Filosofía y Letras (CEFyL) de la UBA donde frente a la falta de espacios de organización de base impulsados por la conducción peronista del CEFyL, desde la Secretaría General, la Secretaría Ecosocialista y la Secretaría Internacional del CEFyL organizaron un espacio de base para discutir el problema ambiental. En la UNC donde se puso de pié un “Encuentro por la Absolución” de los 27 estudiantes llevados a juicio por la justicia por defender la educación pública del ajuste macrista en 2018. También en la UNGS donde se impulsó una comisión de solidaridad por el Hospital Larcade, en FADU donde se organizaron en apoyo a los trabajadores del Puerto y LATAM. En en la Facultad de Psicología de la Plata se realizó una asamblea masiva contra los filtros que imponen las correlatividades, unificando la pelea con los trabajadores de la salud. Y en la Facultad de Humanidades donde desde la Secretaría Obrero Estudiantil se puso en pie el comité “Ni Un Estudiante Afuera” para organizar nuestro reclamo por la reapertura de las becas. Con la secretaria de género y disidencias de humanidades en la UNR organizando las peleas del movimiento de mujeres y luchas de Magaldi y Hey Latam. Los ejemplos de este tipo se multiplican a lo largo y ancho del país.

Este es el camino de organización que tenemos que impulsar en común con los sectores en lucha, trabajadores y desocupados incluso contra las conducciones peronistas y radicales que se vuelvan una traba para la autoorganización, en unidad con los sectores de izquierda e independientes para pelear por todas nuestras demandas, y para que triunfen todas las luchas. Para que surja un sector de estudiantes que se prepare para enfrentar esta crisis y pelear por una salida a favor de las mayorías y por una Universidad a la que puedan acceder todxs lxs hijxs de lxs trabajadorxs, pero también para construir una fuerza social enorme que pueda dar una salida a la crisis donde no la paguemos les estudiantes, los trabajadores y las grandes mayorías populares!


Nicolás Vazquez

Es estudiante de profesorado de Física en el Olga Cossettini en Rosario.