La obsolescencia programada de una lista puramente electoral y desgarrada por los intereses de clases. La necesidad de construir una alternativa anticapitalista de la clase trabajadora que no se subordine al Acuerdo por la Paz.
Jueves 19 de agosto de 2021
La crisis
La carrera electoral hacia noviembre sacó a luz una serie de confusiones, tensiones y quiebres en la agrupación, que amenazan con desmoronar a la Lista del Pueblo. Tras la derrota de Jadue en las primarias presidenciales de Apruebo Dignidad, se abrió un amplio espacio electoral a la izquierda de Boric y del Frente Amplio, los que firmaron el Acuerdo por la Paz con la derecha y que votaron a favor de la Ley Antiprotestas. Sonaron entonces varios nombres de posibles candidaturas de la Lista del Pueblo: Jorge Sharp, Gabriel Salazar, Julio César Rodríguez, etc. La lista realizó un congreso para definir si participaría en las próximas elecciones de los poderes constituidos. Esto generó división. Los convencionales decidieron autonomizarse respecto al resto de la lista, la cual resolvió ir a las elecciones haciendo una plataforma abierta para levantar propuestas de candidaturas y ciertos criterios.
El 5 de agosto filtran una votación interna de la Lista del Pueblo, donde proclamaban a Cristián Cuevas como carta presidencial. Se trata del ex dirigente sindical de la CTC, ex-funcionario de Bachelet, ex militante de varios partidos tradicionales y ahora de Victoria Popular, agrupación que integra el bloque Chile Digno junto al PC, FRVS, AH, Igualdad, Izquierda Libertaria, etc. Esto provocó un quiebre en el comité central de esta lista, que tiene una orgánica como cualquier partido, aunque poco transparente, pese a que se reivindica no partidaria y de independientes políticos. Al día siguiente señalaron por Twitter que no se ha proclamado a nadie aún, a pesar de que ya se encontraba Cuevas inscrito en el Servel. Sectores de la lista acusaron en redes sociales y medios de una maniobra por parte de un sector de la lista para acercarse a Chile Digno. Después de varias "aclaraciones" y acusaciones cruzadas de boicot en el interior, finalmente lanzan tres precandidaturas presidenciales a consulta, sin Cuevas. Por si fuera poco, a esta crisis se sumó hace unos días una denuncia por boletas abultadas y pagos a familiares en los gastos de campaña, que involucra a una de las nuevas precandidatas.
Esto aceleró el desmoronamiento del colectivo, que comenzó silenciosamente el mismo día en que se inició la Convención hace un mes. Ya van 8 de los 27 convencionales que han renunciado públicamente a la Lista del Pueblo, sin contar los quiebres silenciosos o a la Tía Pikachu, quien dijo que “congelará” su participación. Hasta el momento (a excepción del quiebre reciente de Rivera) ninguno de estos quiebres y distanciamientos ha puesto de manifiesto diferencias importantes con el resto del grupo. Pero ¿cuáles son las razones de fondo de esta crisis?
Los motivos en la superficie
El domingo pasado en una entrevista en la revista ROSA, uno de los ex-dirigentes de la LDP que, siendo parte de quienes impulsaron la candidatura de Cuevas y rompió luego con la lista, saca conclusiones sobre esta crisis. El entrevistado, en anonimato, califica a la LDP como un “paraguas nacional” de las diferentes demandas del movimiento que estalló en Octubre 2019. “Es un paraguas, una marca”, “una identidad”, que tiene “un aspecto de marketing”, “no hay partido, no hay propuesta de país” remarca. Nos dice que “la LdP mezcla mundos”. Hay, por una parte “gente dentro que tiene un ascendiente en el PC, en el FA”, “desencantados” o que “se les cayó la candidatura” de esos partidos. De paso añade que, al interior de la lista, “quienes son los voceros más grandes del antipartidismo son quienes más tiempo han estado en partidos” y que “algunos candidatos recibieron apoyo de militantes partidistas y mantuvieron contacto activo con sectores del PC y del FA”. Por otro lado también hay gente “en coordinadoras sociales, en movimientos locales, de los cabildos, de la Primera Línea, en asambleas territoriales”. “Hay una mezcla de intereses” señala, y nos da una muestra gráfica de ello:
«En el equipo que impulsa la cosa, había un compañero más tipo autónomo, había un grupo de activistas agitadores de la Plaza Dignidad que después deviene en “piño”, y un grupo de ex-compañeros que han estado en otras experiencias de construir cosas electorales en la izquierda, tipo ME-O o Marcel Claude. Se da una mezcla de gente de Primera Línea activa que quiere ser candidata, mezclado con este tipo de activistas más tipo PyME -más bien, productores de eventos ligados a los dineros electorales-, con un grupo de gente autonomista y otros con experiencias de logística electoral”.»
El entrevistado considera que es una “mezcla virtuosa” entre “gente que era expresión clara de una organización o movimiento, pero también algunos sueltos” y lo que fue “derivando en microemprendimientos electorales”, “tribus del mundo PyME”. Sin embargo, va contándonos también los conflictos. No ahonda en los problemas de las definiciones políticas ni repara en los intereses sociales en pugna que representan. En vez de aquello pone el centro lo más manifiesto: la pelea por los cupos electorales donde o “se llegaban a acuerdos y, si no era posible, se resolvía por competencia por respaldos”. Según él, la crisis de la lista llega como consecuencia de su gran triunfo electoral:
«[Provocó] una reacción violenta, especialmente de parte del mundo progresista, que hoy tiene grandes niveles de influencia en las cúpulas del FA y también en algunos sectores más tecnócratas del PC. Ahí es donde esto produjo un dolor radical, miedo incluso, y dónde las tesis que salieron fueron cómo destruirnos, cómo desarticularnos, y, otras, cómo absorbernos. Rápidamente, estas orgánicas, estos grupos, este nuevo partido transversal del progresismo, que antes estaba ubicado al interior de la Concertación y que ahora ha desembarcado en otros lados, empieza a ejercer un nivel de influencia y de presiones a través de sus arcos de influencia que también estaban en la misma Lista...»
La acelerada adaptación de la lista al régimen, según el ex-dirigente, sucede así: «Por un rato, logramos que un sector de pueblo irrumpiera en la Convención Constitucional, pero por ahí también pasa que un sector de pueblo es capturado por la lógica de la Convención, que es parlamentaria. Ahí se pone en evidencia las dificultades de organización, de proyecto, las debilidades orgánicas y de expresiones sociales que existen detrás de cada uno de estos convencionales y de la propia LdP. Este escenario de muchos constituyentes -ahora capturado o sometido a un proceso de captura progresiva por parte de las lógicas estatales promovidas por otros partidos, particularmente por partidos de izquierda y progresistas- va construyendo una cerca.”»
Los motivos de fondo
Pero la crisis de la Lista del Pueblo no es solo el producto de maniobras personalistas o de camarillas interesadas en hacer su propia agenda política o de ligarla a uno u otro grupo político, como se acusa internamente, por no decir de quienes en la LDP “le agarraron el gustito, que no creen que es “tan malo” entregar boletas familiares por millones”, como señala el ex-dirigente entrevistado. No fue tampoco solo un resultado de la burocratización del colectivo en base a la cooptación del régimen (bajo las reglas impuestas por el Acuerdo de Paz del 15N) y el reflujo de la lucha de clases y de la actividad política de las masas. Todo eso hubo. Pero con o sin su ayuda, el debacle de la Lista del Pueblo estaba previsto desde su nacimiento, a corto plazo, que se aceleró con las presidenciales. ¿Por qué? Por el mismo motivo que logró su rápido y masivo apoyo: el hecho de ser una lista puramente electoral y de "independientes". Esto conlleva una heterogeneidad de visiones programáticas y estratégicas, sin una cohesión sólida ni en lo ideológico como tampoco en lo orgánico.
La base de la Lista del Pueblo, que le permitió su gran triunfo electoral, fue el odio popular contra los partidos del régimen burgués y sus prácticas corruptas y burocráticas (o antidemocráticas), la desconfianza en su “pata izquierda” parlamentaria, cierto movimiento activo en sectores de vanguardia de lucha que resistió el desvío del Acuerdo por la Paz, y la identificación de masas con un discurso más plebeyo que el del FA-PC. Es con esta base de la lista donde, desde La Izquierda Diario y el Partido de Trabajadores Revolucionarios, hemos confluido en algunas comunas para realizar campañas para la unidad de acción contra la represión o por la libertad de los presos políticos. Pero lo que aglutinó a las candidaturas de la Lista del Pueblo fue nada más que un acuerdo electoral entre distintas figuras excluidas a la izquierda de los partidos de los 30 años: dirigentes y ex-militantes de partidos y colectivos (desde ex concertas, autonomistas, populistas, etc), direcciones de asambleas territoriales con mayor o menor organicidad real, y activistas de la revuelta.
Desde el comienzo una lista así, electoralista por definición, sin delimitación de clase social y con programas contradictorios, tenía obsolescencia programada cuando se instalara la convención. Porque apenas comenzaran las discusiones de fondo en la CC o las diferencias que la propia lucha de clases les presentase, se desgarraría pronto un grupo cuyas contradicciones internas pretendió resolver dándoles la espalda.
Como decimos en otra parte, a un mes de la Convención, hemos visto que el respeto a las reglas del acuerdo por la paz y el ánimo de conciliación con otros sectores de la constituyente moderó la perspectiva de los propios constituyentes de la Lista del Pueblo. De pelear por la libertad de los presos políticos se pasó a declaraciones de “buenas intenciones”. De pretender la deliberación popular o “ciudadana” (dependiendo del sector) se pasó a audiencias públicas.
El desmoronamiento de la lista se aceleró cuando se metieron en la carrera electoral de los poderes constituidos. Porque aquel programa que llevaron para redactar la constitución no sirve en estas nuevas elecciones. Ahora se ven en la necesidad de levantar un programa de gobierno que los obliga a resolver, en pocos días, propuestas unitarias, concretas y coherentes respecto al modo de aplicar aquellos principios con que fueron a la CC. Y definir un programa así es imposible para esta lista. Eso no puede hacer objetivamente más que dividirlos. Porque, como veremos, la lista está tironeada por todas partes, por los intereses de todas las clases que componen el "pueblo" y por sus diversos programas. Esto sin tener aun en cuenta a las agrupaciones y figuras que vieron desde el comienzo al grupo como una oportunidad de renovarse en la carrera electoral, y llegando a la meta se preparaban silenciosamente a separarlo por camino propio.
¿Una lista de “independientes”?
La Lista del Pueblo, nos decían en su proclama fundacional, “lo integran ciudadanos independientes, movimientos sociales y organizaciones ciudadanas que han sido parte de la lucha por la dignidad iniciada en octubre de 2019 y en algunos casos, desde mucho antes. Aquí, sólo los métodos, las prácticas y los defensores [del] sistema de partidos políticos tradicionales no tienen cabida.”
Entre sus candidaturas convencionales vimos a algunas figuras conocidas por su activo apoyo a la lucha que estalló el 18-O, como el Pelao Vade o la Tía Pikachu de Plaza Dignidad, junto a otras figuras no tan conocidas. La lista también la integraron personajes menos llamativos, pero con mayor historial político: ex-concejales municipales, ex-presidentes de federaciones estudiantiles, varios dirigentes de federaciones gremiales y sindicales, etc. Uno de los fundadores de la Lista del Pueblo, Rafael Montecinos, ahora precandidato parlamentario, quien hace unos días negaba tajantemente cualquier quiebre en su organización y que esta está “más unida que nunca”, también afirmaba en mayo a El Mercurio que en su lista: “no hablamos con partidos políticos”. Pero la verdad es que sí hablan con militantes y ex-militantes de partidos y no solo no tradicionales.
Su lista llevó incluso candidaturas a la CC de ex candidatos o autoridades públicas de partidos del régimen, como uno que salió concejal por el PPD dos veces después del 2000 o un candidato “independiente” que fue por el PRO en la elección municipal pasada. En la Lista del pueblo también hay militancia histórica y actual de la izquierda. Hay candidaturas que fueron militantes de la SurDa de Carlos Ruiz, y otras que son continuadoras de la política de esta izquierda frenteamplista, como la candidata Nicole Cornejo, militante del autonomismo que dirigió Boric hasta fines del 2019. Convivieron con la convencional María Rivera militante del MIT, agrupación que se referencia en el trotskismo, corriente que tiene en su centro la perspectiva de construcción de un partido -aunque hayan archivado dar esa batalla en un debate aislado, para en los hechos subordinarse al paraguas electoralista y contribuir al populismo de la Lista del Pueblo, ante cuyo anticipable resquebrajamiento rehuyen todavía concluir que fue un error haberlo integrado [1]-. Hay también cercanías con importantes ex-dirigentes políticos. El mismo Montecinos no descartaba hace un tiempo lanzar como candidato presidencial por la Lista del Pueblo al alcalde ex frenteamplista Jorge Sharp, también cercano a la constituyente Tania Madriaga que asegura “en ningún caso esto se va a transformar en un partido político”. Es cierto, tal como la conocemos, la Lista del Pueblo no será nunca más que una lista electoral. Una plataforma menos que un partido, con objetivos más estrechos, únicamente institucionales o electorales. Pero sin duda se construyen partidos en ella o con ella y de la manera menos abierta.
No podemos llamarla una lista de “independientes”, a menos que entendamos por “independiente” otra cosa que sin militancia ni compromiso partidario [2]. En realidad, es el caso de muchas otras listas de “independientes”. Hasta Marcela Cubillos o Mariana Aylwin se tiraron como “independientes”. La mayoría de las candidaturas en la campaña de convencionales se declaró como “independientes”. ¿Por qué? Porque después de octubre ha quedado claro que a los políticos de siempre cada vez son menos los que los quieren, la población apenas los tolera, cuando no directamente los odian.
Nosotros también sentimos odio por los enemigos del pueblo. Sin embargo, para nosotros ese odio debe traducirse en militancia revolucionaria, en el compromiso con la construcción de un partido diferente a todos los demás. ¿Acaso todo partido tiene que ser como uno de los 30 años, condenado a convertirse “una casta con intereses propios” como dice la Lista del Pueblo? ¿Acaso el ser “independiente” es garantía contra estos intereses y no, en realidad, menos, al propiciar el caudillismo y la inconsistencia en las ideas? ¿Acaso en la historia de luchas contra la explotación y opresión no han habido millones de militantes de partido que han luchado por conquistar nuestras demandas que hoy continuamos defendiendo?
Populismo y conciliación de clases
La Lista del Pueblo fue a elecciones con un programa basal [3]. Se trató de un programa para redactar una constitución que instaure un "estado garante de derechos sociales”, en extremo parecido al propuesto por la izquierda tradicional que integró la lista Apruebo Dignidad, y en particular al programa presentado por el Partido Comunista. La mayoría de sus candidaturas, en sus campañas, puso al frente las ideas ahí plasmadas. Sin embargo, algunas de estas candidaturas, incluido algunas que fueron electas, no se apegaron por entero al programa nacional. Encontramos entre ellas diferencias muy relevantes o propuestas nuevas que en ocasiones se oponen unas a otras, especialmente en lo que resulta fundamental para cualquier proyecto político: las bases económicas. Aunque ya podíamos apreciar algunas de estas diferencias en la campaña electoral, no resultaban tan claras ni evidentes, porque no aparecían muy transparentes en el debate público. Pero ahora con el peso logrado por esta lista en la Convención, comenzarán poco a poco a volverse más notorias y, lo que es seguro, en el camino del proceso constituyente se podrá apreciar mucho más que no toda la lista coincide en ir en la misma dirección.
Un ejemplo de estas diferencias. Rafael Montecinos en la entrevista en El Mercurio fue tajante al decir "nosotros nunca vamos a conversar con la derecha (...) La derecha está con el neoliberalismo y el capitalismo. Y detrás de ella está el empresariado". En cambio, Francisco Caamaño, quien fue electo por el distrito 14, obteniendo la mayor votación de la lista a nivel nacional, afirma que “la Lista del Pueblo dijo que no iba a transar con la derecha, pero no sé qué tan cierto sea eso, porque por lo menos hay que llegar a mínimos comunes”. Otro ejemplo. Este mismo constituyente propone que “el Estado debe aumentar su participación en las empresas mineras (...) no estoy hablando que el Estado sea como lo hace Nicolás Maduro y que comience a intervenir todo el mercado, sino que por lo menos en los servicios básicos que tenga directivos y cierta participación como lo era antes”. En cambio, María Rivera, convencional electa por el distrito 8, decía en otra entrevista a El Mercurio que impulsará la "expropiación sin indemnización a la gran empresa" y que “Venezuela es lo mismo que Chile, un país capitalista”. Otro ejemplo. Esta misma constituyente es parte de una agrupación que, al menos de palabra, tiene la perspectiva de una economía de transición socialista, centralmente planificada por un estado basado en la democracia obrera, en miras a romper con todas las barreras nacionales que impiden el desarrollo de la socialización de la industria y la economía internacional. En cambio, Camila Zarate, electa por el distrito 7, propone todo lo contrario en su propio programa, una especie de autarquía local con principios en la “economía campesina de subsistencia”, “un tipo de economía basada en productos extraídos o elaborados localmente, donde se genera un mercado interno y una baja o nula exportación-importación, ya que la circulación (producción, distribución y consumo) se produce en la misma localidad”. Como se ve, no son detalles. Diferencias como estas se ven entre sus candidaturas, electas o no. Sin embargo, eso no impidió que se presentaran todos juntos y que sumaran sus votos para obtener escaños.
En sus materiales centrales (“Somos”, “Proclama y Declaración de Principios” y “Propuesta al País”) La Lista del Pueblo no señala en ninguna parte la explotación social ni propone en ninguna parte un cambio al modo de producción explotador del capitalismo. Tampoco oponen en ninguna parte intereses de clase, entre explotados y explotadores, sino entre el Pueblo y los "políticos". Esta oposición es la operación clásica de un tipo de política para la cual los viejos marxistas rusos acuñaron el concepto de "populismo", que deriva precisamente de la palabra “pueblo”. Para la Lista del Pueblo, al igual que para el PC y FA, el problema de hoy es solo "modelo neoliberal", la forma que tomó el capitalismo durante las últimas tres décadas, pero no el capitalismo en general.
A pesar de que hay dirigentes como Montecinos o Rivera que hablan contra el capitalismo, en los documentos programáticos nacionales de la Lista del Pueblo, la palabra “capitalismo” simplemente no existe. Tampoco hay aquí una sola mención a la lucha contra la clase capitalista, ni siquiera por acercamiento conceptual: en ninguna parte de su programa nacional aparecen los “grandes empresarios”, “burgueses”, “millonarios”, “dueños del país”, etc. Tampoco vimos nada de esto en sus 8 capítulos de la franja televisiva de su campaña.
Todo lo que encontramos es una invocación de las furias del pueblo contra “los partidos” en general, sin molestarse en hacer demasiadas distinciones. Cuando se animan a ser más específicos, se lanzan contra “los políticos”, “los corruptos”, “los vendidos”, “la derecha”, “los amarillos”, “la elite patriarcal que ha secuestrado la democracia” y definiciones por el estilo.
Lo más próximo a una ubicación de clase en su programa general, son sus pasajeras denuncias al “abuso de los oligopolios y monopolios”, “las injusticias de la concentración del poder económico” o en su propuesta del “fin al sistema de AFP que ha enriquecido a sus dueños a costa de pensiones miserables”. Cuestiones tan indignantes que hasta Ximena Rincón, actual senadora y figura de la DC, ex-ministra de Bachelet, ex-directora de la AFP Provida de la financiera multinacional MetLife, también repudia este brutal saqueo [4]. Es que no hace falta ser de izquierda, ni siquiera antineoliberal, para criticar los aspectos más brutales del capitalismo ni a los grandes millonarios. Contra los abusos y desigualdades, con mayor o menor sinceridad -o hipocresía-, levantan alarmas prácticamente todos los políticos burgueses y moralistas de todo tipo, incluyendo los "independientes".
La crisis de la Lista del Pueblo se debe a que no se ancló en un programa, en los hechos, con un soporte estable de clase. Sino que se trató de un fenómeno electoral que, siguiendo el curso del desvío restaurador de la Convención, expresó políticamente los límites del desarrollo de la lucha de clases en la revuelta. Límites que se expresaron en paradojas. Como por ejemplo reivindicándose la Lista del Pueblo como grupo "anticocina" que denunció el Acuerdo por la Paz, se lanzó electoralmente en la estrechísima perspectiva de acordar la escritura de un único texto constitucional en la Convención, en la cocina de esta tercera cámara redactora que el pacto parlamentario creó. O como plantearse ser "antipolíticos" de los 30 años, pero para -como decían ellos en su programa base- "transformar el Poder del Movimiento Social en Poder Electoral Constituyente", es decir al revés de lo que sería usar las elecciones como tribuna de la lucha e impulsar el movimiento, ellos se disponen a hacer una versión de la vieja costumbre de la politica institucional: el electoralismo. Como lo dijo el convencional Helmuth Martínez “si bien formé parte de una fusión de listas independientes (...) ello fue únicamente con fines electorales”.
Independientes ¿de qué?
“Somos el Pueblo”, declamaba la Lista del Pueblo en su programa que lleva el mismo título. Podríamos conceder como una licencia retórica el llamar al Pueblo con la mayúscula metafísica de un nombre propio, y hasta dejar pasar que una lista electoral se arrogue el serlo, algo que en verdad ningún partido político osaría. Sin embargo esta manera de presentarse es muy apropiada de una concepción que ve como contradicción central no la lucha de clases, sino la lucha entre el pueblo, los “independientes”, contra los partidos políticos. Si de ello se deriva que es posible y deseable prescindir de todos los partidos, se está entonces a pocos pasos de llegar a considerar que no hacen falta en absoluto ningún tipo de mediación política: el pueblo puede representarse directamente a sí mismo siendo el mismo una lista electoral [5].
De hecho lo proponían: “Ante el hecho evidente de que los partidos políticos han devenido en una casta que no representan los intereses de la sociedad (...) surge la necesidad de buscar una representación directa y participativa de la ciudadanía”. Sin embargo, en su Propuesta al País, decían otra cosa: “Nuestro objetivo es claro, crear una lista única independiente a nivel nacional (...) para crear lazos y presionar al gobierno y al sistema político para que dejen de privilegiar a los partidos”.
Si hay representación directa, entonces ¿por qué habría que presionar a nadie? Si no se quiere más el gobierno de una "casta", ¿por qué no derrocarla en vez de limitarse a cuestionar solo sus "privilegios"?
Más abajo agregaban a la confusión: "Los partidos políticos deben ser regulados constitucionalmente, exigiendo una organización democrática y participativa..." No hay nada más antidemocrático que esta propuesta. Una cosa es exigir la más plena democracia y transparencia del estado burgués. Otra cosa opuesta es querer que el gobierno controle y vigile la organización política, normado lo que pueden hacer y cómo hacerlo. Los partidos del orden han propuesto leyes que avanzan peligrosamente en este sentido. Lo democrático es combatir toda injerencia estatal sobre las organizaciones del pueblo trabajador y mucho más sobre sus partidos, en particular los que se proponen luchar contra las instituciones que lo oprimen.
La Lista del Pueblo denuncia en todas partes a “los partidos” en general. Nosotros sabemos que lo hacen para dirigirse a los millones que ya no creen en los partidos políticos de siempre. Pero se pasan en esto varios paraderos. Favorecen una concepción de democracia que apunta a anular todo tipo de organización política partidaria del pueblo trabajador y popular, como si fuera posible y deseable prescindir de todo partido político para lograr “una representación directa y participativa de la ciudadanía”. Y plantean, paradójicamente, reformar los partidos de los 30 años democratizándolos mediante la regulación estatal. Seguramente al interior de la lista hay quienes no piensan así y por eso, de hecho, militan o tienen relaciones partidarias, incluso con la izquierda del régimen. Pero ceden o se ocultan, de manera oportunista para “cazar votos”, ante la corriente de “antipartidismo político” que su Lista agita por todas partes.
Un partido para vencer
Todas las listas electorales a la CC, excepto una, fueron hacia la Convención proponiendo únicamente ideas para ser incluidas en la redacción de la nueva constitución. La Lista de Trabajadores Revolucionarios, en cambio, a contracorriente de esta ilusión, denunció desde el comienzo que no hay nada que esperar de una Constitución que salga de una Convención redactora impuesta por el régimen, sino a lo más cambios para que nada fundamental cambie. Fue la única lista que no renunció a agitar la necesidad actual de retomar la lucha por una verdadera Asamblea Constituyente Libre y Soberana, sin Piñera, solo posible de conquistar con la autoorganización de la clase trabajadora junto al pueblo y métodos como la Huelga General del 12N. Fue la única lista que llevó un programa de emergencia no subordinado al itinerario constituyente del régimen, para resolver las demandas más urgentes de pan, salud, trabajo y enfrentar la represión. Por eso esta lista fue a las elecciones no para llevar redactores constitucionales, sino para hacerla una tribuna para difundir y agitar las luchas del pueblo trabajador. Atentos a cada acción, huelga o denuncia, la lista impulsó campañas unitarias de apoyo a las movilizaciones de las y los trabajadores de la salud, de las profesoras de los jardines infantiles, de la huelga de la multimillonaria AFP Cuprum, de las y los trabajadores del metro, etc.
Instalada la Convención, un sector de la Lista del Pueblo agrupado en la Vocería de los Pueblos se comprometió a luchar por la soberanía de la Convención, para romper con el "limitarse a la redacción de una nueva constitución bajo reglas inamovibles" y así poder decidir por sobre los viejos poderes y "poner fin a la prisión política en Chile, liberando todas las y los presos de la revuelta y mapuche". Una exigencia muy necesaria de impulsar y para la cual nos pusimos a su disposición. Sin embargo, como hemos dicho más arriba, esto se quedó en las palabras: la LDP se ha subordinado a las reglas del 15N [6].
Lejos de toda idealización actual de listas de "independientes", creemos que la principal tarea de hoy para el pueblo trabajador es construir su propio partido, uno totalmente distinto a los demás: un partido socialista y revolucionario internacional, independiente de toda variante patronal, que se construya en la lucha contra la clase capitalista por un mundo sin explotación ni opresión.
Es por esto que en el último congreso del PTR votamos llamar a construir un “Frente de la izquierda anticapitalista de las y los trabajadores” para las próximas elecciones. Hemos convocado a diversas organizaciones de la izquierda anticapitalista como el Movimiento Socialista de las y los Trabajadores (MST), El Porteño, Socialismo Revolucionario, Frente Unidad y Lucha, además de dirigentes sindicales y sociales independientes, quienes han acordado con los principales lineamientos del llamado que hicimos. Extendemos este llamado a debatir y a participar a las bases de la Lista del Pueblo y a todas y todos junto a quienes hemos confluido en la lucha, a los activistas de la revuelta, a los movimientos sociales, territoriales y ambientalistas, a las agrupaciones de mujeres y de diversidad sexual, a los pueblos originarios y a toda la juventud harta de la opresión y explotación del Chile patronal.
[1] El MIT, que quebró públicamente con la LDP este martes, concluye que: “La dirección de la Lista del Pueblo perdió la posibilidad de utilizar el enorme triunfo electoral para organizar a los trabajadores y la juventud para profundizar la lucha por reales cambios sociales. Esto es así porque nunca hubo claridad, al interior de la Lista del Pueblo, de que no bastaba hablar fuerte contra “los partidos políticos” si al mismo tiempo no se presentaba un programa distinto y una real organización democrática por abajo. La Lista del Pueblo tanto criticó a los partidos tradicionales que terminó intentando transformarse en uno de esos.” Sin embargo, el mismo MIT, con María Rivera, se mantuvo hasta ahora de manera electoralista en la lista, contribuyendo en generar ilusiones en ella, de las que no se hacen cargo. Como ellos mismos señalan en su declaración, hace meses dejaron de participar en sus espacios, pero ¿entonces porque rompen recién ahora? Durante todo este tiempo solo hemos visto tímidas declaraciones de "independencia programática" en su página web, mientras han renunciado a usar activamente la tribuna de la convención para desenmascarar el oportunismo de la LDP, del resto de la izquierda y al engaño de la convención misma, como sería partir por hacer campañas públicas de exigencias y denuncias a estos. ¿Qué hicieron, por ejemplo, cuando hace unas semanas Rivera llevó a la CC una moción que planteaba decretar la libertad de los presos políticos por luchar y ningún convencional de la LDP la respaldó? ¿cuando no solo no la apoyaron, sino que incluso le negaron antidemocráticamente su derecho a presentar la propuesta? El MIT se limitó entonces a preguntarles a los convencionales “¿qué pasó?”.
[2] Hay intentos de desdibujar el concepto. Por ejemplo el ex-dirigente de LDP entrevistado por ROSA plantea que “nos vamos dando cuenta de que el concepto de “independiente” no era el de antaño, es decir, aquella persona a la que no le gusta la política o que solamente critica el Estado. También es un concepto de resistencia a la instrumentalización del sistema de partidos y control político. Es un rechazo a las formas antidemocráticas para dirimir problemas y elegir gente. Un rechazo a esa burocracia y su discurso vacío”. Nos parece que ese esfuerzo de resignificar el concepto “independiente”, pasa por alto que no todos los partidos políticos son necesariamente antidemocráticos y que una lista electoral no partidaria, como la misma LDP, puede ser aún más burocrática que cualquier partido.
[3] Desarrollamos una crítica a este programa en Debate con la Lista del Pueblo (parte 1).
[4] Por ejemplo, el 28 de noviembre del 2019 escribía en su Twitter: “Presidente, los saqueos NO son solo los q han ocurrido estos últimos días, sino q lo hemos visto a lo largo de muchos años, de los cuales nuestra sociedad se resintió... Debemos parar el saqueo de los fondos de pensiones de AFP. Subamos un 40% las pensiones AHORA para todos!”
[5] El representante ad hoc para este tipo de organismo social sería una especie de ser oportunista ad absurdum: abandonando todo posicionamiento personal o de partido particular, no se compromete con ninguna idea o principio, sino sólo a llevar el mandato de la base, siguiendo pasivamente la corriente de las masas y adaptándose a los cambios de su signo político.
[6] Sobre esta subordinación de LDP a las reglas del Acuerdo por la Paz, recomendamos la nota de Rafaella Ruilova: Convención constitucional: cerca de la cocina, lejos de la soberanía. La encrucijada de la Lista del Pueblo.