Millones de personas tuvieron que dejar su hogar en busca de seguridad y trabajo, pero las políticas xenófobas del imperialismo y los gobiernos subordinados a éste resultaron en un enorme retroceso en el tema migratorio.
Martes 21 de diciembre de 2021 09:57
Fuente: El nuevo diario
Las fronteras de EE. UU., Alemania, Italia, Francia, entre otras más de la Unión Europea (UE), se han visto rebasadas por el volumen de personas que intentan cruzar hacia su territorio, personas de diversas nacionalidades que están dispuestas a cruzar varias fronteras para llegar a su destino: países imperialistas o llamados de “primer mundo”. En la actualidad hay 280.6 millones de migrantes internacionales, según datos de las Naciones Unidas, que siguen desplazándose en buscar de mejores condiciones de vida, libres de violencia y de pobreza.
Cabe destacar que Estados Unidos es el principal país receptor con 20 % de inmigrantes, seguido de Alemania con 5 % y Arabia Saudita con 4 %. Pero esto no es casual, ya que la acumulación del capital se realiza a costa del saqueo de los recursos de los países subordinados económica y políticamente, por lo que se sostiene en la pobreza y la violencia, profundizadas en la crisis sanitaria actual por la pandemia.
Todo esto, aunado a los fenómenos naturales que conllevan a desastres sociales y las guerras, que han forzado el desplazamiento de millones a lugares como EE. UU. y la UE, que aprovechan las necesidades de los éxodos naturalizando la superexplotación como una forma de trabajo.
Migraciones en Latinoamérica y subordinación al imperialismo estadounidense
En América Latina existe la idea del “sueño americano” que lleva a miles de migrantes al cruce de la frontera entre México y EE. UU., pero para las personas provenientes, principalmente, de Centro y Sudamérica, así como del Caribe, Asia y África, se encuentran otros tres puntos clave en el continente: Tapachula, en el sur de México; la ruta entre Necoclí en Colombia y Bajo Chiquito en Panamá a través de la selva de Darién; y, mucho más al sur, en la ciudad chilena de Iquique.
La crisis migratoria comenzó y terminó este año con tragedias encabezadas por la frontera entre México y EE. UU., reconocida por ser la “más letal del mundo” como reflejo de las políticas xenófobas y antimigrantes mandatadas por la Casa Blanca, con más militarización en ambos lados de la frontera, además de persecuciones, detenciones y deportaciones en contra de las y los trabajadores migrantes internacionales que son pobres.
Nunca, por ejemplo, las autoridades mexicanas habían detenido brutalmente a tantos migrantes –más de 228 mil hasta octubre y 82 mil deportaciones– con agentes de la Guardia Nacional (GN) y funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM), Marina, Ejército, encargados de frenar los éxodos a como dé lugar, lo que ha dado como resultado 64 % más que todas las detenciones de 2020.
La mano dura del gobierno mexicano se ha visto en la frontera sur, sobre todo, donde la COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados) mantiene a miles de migrantes varados hasta que resuelvan su situación de manera legal, pero sus trámites se perpetúan de manera indefinida, por lo que sus peticiones de asilo político o refugio se estancan sin solución, usando el agotamiento para que desistan de seguir adelante. La COMAR los obliga a permanecer por seis, ocho meses y hasta un año, en lugares donde no tienen oportunidades de trabajo para su simple supervivencia.
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La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca dio falsas esperanzas motivando migraciones intensivas hacia su país; sin embargo, en EE. UU. la política antimigrante se profundizó con la detención de 1.7 millones de inmigrantes, tres veces más que las cifras del año anterior. La respuesta de los gobiernos de Biden y su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha sido resucitar el programa “Quédate en México” de Donald Trump, que obliga a permanecer en México a los solicitantes de asilo en Estados Unidos hasta que se resuelva su caso.
Mucho antes de llegar a México, miles de migrantes haitianos y venezolanos transitan por la temible ruta entre la localidad colombiana de Necoclí y la aldea panameña de Bajo Chiquito, debido a que atraviesan el golfo de Urabá, donde operan grupos criminales como el Clan del Golfo para controlar el “microtráfico”, y la peligrosísima selva de Darién. Se detectaron unos 20 mil migrantes en esta zona de 575 mil hectáreas de vegetación que separan a Colombia de Panamá; otra de las rutas más peligrosas del mundo, según la UNICEF. Pero ésta es sólo una de tantas etapas, pues los migrantes generalmente ya pasaron por Brasil, Perú, Ecuador o Chile.
Las reaccionarias políticas antimigrantes de los gobiernos subordinados al imperialismo estadounidense han dado como fruto el repudio social en contra de las y los trabajadores migrantes; un ejemplo es el que aconteció en Chile donde, de manera brutal, inmigrantes venezolanos y haitianos fueron desalojados del campamento donde se encontraban.
Este estallido de odio fue cumbre de la tensión creciente generada por el discurso y hechos de franca xenofobia del gobierno saliente de Sebastián Piñera ante la crisis migratoria, quien incentivó los actos violentos producto de las políticas antimigratorias desde que ordenó el desalojo de un campamento de venezolanos, pero sin reubicarlos y sin un lugar a dónde ir, causando que grupos antimigrantes quemaran las pocas pertenencias de los migrantes.
Haití, El Salvador, Guatemala, Honduras, de los países más pobres en Latinoamérica, siguen bombeando migrantes a todos lados del mundo, pero los rostros del fenómeno son cada vez más diversos y no es raro encontrarse también con asiáticos y africanos en estos éxodos.
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Migraciones hacia Europa desde Medio Oriente
Las fronteras europeas han tenido una estrategia similar a la del imperialismo estadounidense ante la creciente llegada de inmigrantes de Medio Oriente que desean cruzar hacia su territorio.
La frontera de la UE con Rusia es de unos 1 250 km, de los cuales 398 corresponden a Polonia, 679 a Lituania y 173 a Letonia. Hasta noviembre, se estima que son más de 4 mil migrantes y refugiados quienes se encuentran cerca de este cruce y que hay quienes viven en los bosques en condiciones extremadamente precarias ante un clima helado. Hasta ahora se registraron 7 personas migrantes que fallecieron a causa de las bajas temperaturas.
Un aspecto central a analizar es el flujo de migrantes por la ruta del Mediterráneo Central hacia Italia, Malta, Francia y Alemania, cuyas consecuencias políticas, sociales y económicas han traído enormes conflictos a los países europeos. Ante esto, la Unión Europea (UE) ha diseñado diversas políticas antimigratorias consideradas como instrumentos de superexplotación en las fronteras, orquestadas con el discurso de securitización de las migraciones, quienes son vistos como una amenaza; discurso xenófobo y racista que se repite en los países imperialistas y gobiernos subordinados en el marco del capitalismo.
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Cabe destacar que, el 4 de diciembre de 2021, la Comisión Europea propuso activar el mecanismo de estados de emergencia que permita dejar a los solicitantes de asilo hasta 16 semanas en los centros de detención en Polonia, Lituania y Letonia, cuando son cuatro semanas en la actualidad. La respuesta de estos países es sellar sus fronteras, manteniéndolas vigiladas y han llevado adelante operaciones militares para impedir el paso de refugiados e inmigrantes.
El presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, pidió en noviembre pasado a Alemania que acoja los 2 mil migrantes varados en la frontera bielorrusa-polaca, ya que Ángela Merkel prometió estudiar las causas de las migraciones masivas a nivel Unión Europea, pero sin resultados aún.
Una solución desde la izquierda para la crisis migratoria
Así como el imperialismo y los gobiernos subordinados éste se organizan por arriba para naturalizar la superexplotación laboral e impiden el paso de los migrantes usando las fuerzas represivas del Estado, de la misma manera resulta imperiosa la unidad encabezada por la clase obrera de todos los países, en primer lugar de los imperialistas, junto a las y los campesinos e indígenas pobres, lxs jóvenes, el movimiento de mujeres, las organizaciones defensoras de derechos humanos y democráticas, junto a los migrantes internacionales para exigir el paso libre, plenos derechos políticos y sociales y apertura de todas las fronteras del mundo. ¡Ningún ser humano es ilegal!
Diana Palacios
Profesora egresada de la Normal Superior, colaboradora en IdZMx