Desde que tengo uso de razón, recuerdo la palabra “peronismo” en el seno familiar. Años nuevos y navidades, cumpleaños donde siempre se habló de política durante la comida y en la sobremesa. Perón era la estrella. Sí, aquel hombre que “fue el único que hizo algo en la Argentina del 46’ por los pobres”, sin embargo, hoy levanto el puño y voto al Frente de Izquierda Unidad.
Miércoles 3 de noviembre de 2021 17:02
Mi abuelo, trabajador metalúrgico y mi abuela, trabajando con su máquina de coser, habían logrado hacerse la casa, con horas extras pagas y también, se iban de vacaciones. Mi viejo, siempre habló sobre su padre y hermanos de su padre, refiriéndose a la época anterior al gobierno de Perón, cuando caminaban con zapatos agujereados para ver si conseguían alguna changa y volvían con centavos a sus casas.
Desde chicos, a mis hermanos y a mí, mi papá nos habló de ese hombre que nos había dado tanto a los argentinos. Básicamente, él junto a su mujer Eva, le habían devuelto la felicidad a la clase trabajadora. Y claro, eso no es para menos, “la felicidad”.
No podía ser de otra manera que yo, con una personalidad inclinada hacia el rechazo absoluto a la injusticia, no sea peronista. Sabía de pe a pa toda la historia gloriosa que vivió la clase trabajadora desde el 43’ hasta el 55’, momento de la mal llamada, para mí, Revolución Libertadora. Claro, escuché esa frase por mi abuelo y mi viejo desde chica, para mí no era una revolución, sino la fuerza impuesta por una minoría (los del Barrio Norte y la Sociedad Rural, la oligarquía), sobre los que menos tenían, sobre “los negros”, ese sector de gente humilde, del cual me sentía parte.
Cuando fui pre adolescente, durante el gobierno de Menem, tenía pegada en mi carpeta del colegio una figura con su rostro, recuerdo que era redonda. Recuerdo también, que un maestro desalineado, me dijo: “¿Te gusta?” y yo le dije que sí, a la par con su sonrisa. Pienso ahora, si ese maestro, se habrá dado cuenta que Menem no había venido a devolver la famosa “justicia social”.
Pasé mis años de adolescencia dentro de una sociedad totalmente despolitizada, a mis amigos y amigas no les importaban esos temas, al menos es la experiencia que tuve con mi entorno. Algunas veces levantaba algún folleto de izquierda tirado por ahí que llevaba a mi casa para reírnos con mi viejo (aunque cuando lo leía, me llamaba la atención) y seguía predicando la doctrina peronista fervientemente.
Un día, llegó la hora de trabajar para mí, y la verdad es que no se conseguía nada estable, en la facultad aprendí a hacer artesanías. Apareció un fenómeno que no nos llamaba la atención en general, pero era muy importante, “los cartoneros”. Trabajé en ventas de todo tipo donde solo perdía el tiempo. Y sí, no había laburo para nuestra generación y muchas y muchos jefas y jefes de familia habían perdido el suyo. Hacía falta que vuelva “el peronismo de verdad”, el que acunaba a su pueblo como a un bebé dándole todo lo que necesitara.
Llegaron las elecciones, en las que se postulaban para una nueva presidencia en el país. Entre los que se postulaban estaba nuevamente Menem (traidor, para los verdaderos peronistas como yo) y un tal Kirchner, a quien nadie conocía y resultó ser el ganador.
Recuerdo que una de las primeras cosas que hizo, fue bajar el cuadro de Videla. “¡Dios!”, pensé, “este tipo es lo más”; “Mirá lo que se atrevió a hacer”. Después usó las reservas del Banco Central para pagar la deuda externa. Ya estaba, no dependíamos más de EEUU, ni del FMI. Mi inocencia era tan grande, pienso ahora. No tenía idea que esa deuda no debía pagarse, solo pensaba que ya éramos libres y eso hacía a la “soberanía del pueblo”.
Poco tiempo después, conseguí un trabajo estable, como cajera de un supermercado. No fue fácil igualmente, primero estuve trabajando por intermedio de una agencia laboral de la que luego de 6 meses me dieron la baja. Estuve un mes para conseguir otro laburo, pero resultó que volvieron a llamarme para trabajar de manera efectiva en ese mismo lugar.
Me pude independizar de mis viejos, me fui a alquilar, me mantenía sola. La historia se volvía a repetir, el peronismo había vuelto. O por lo menos eso creía yo y así estaba bien. Empecé a consumir “678”, programa oficialista y escuchaba simplemente solo lo que quería escuchar. Lo que mi viejo me había dicho toda mi vida, ahora era mucho mejor porque lo estaba experimentando en carne propia.
Pasé muchos años defendiendo el Gobierno kirchnerista, un peronismo que tenía tintes de izquierda. ¿Y la izquierda?, porque me gustaban esos tintes, pero seguía siendo peronista. Bueno, estaba claro, la izquierda, según lo que yo creía y todos los peronistas/kirchneristas también, “solo decían lo que estaba mal, pero no cómo hacerlo bien”.
Aunque no había nada claro sobre la izquierda en mi cabeza, era algo imposible, una utopía, algo de joven. Recuerdo que un amigo me dijo irónicamente: “Es así, pensás así porque cuanto más grande sos, te volvés más conservadora” y yo pensaba, “no, no es así, es que lo que plantean ustedes no se puede hacer, hay que ser cautelosos con las decisiones políticas, todo no se puede”. Bueno, mi amigo finalmente, tenía razón, ahora lo sé, era una reformista, negociadora. ¿Y con quiénes?, con los que pisan las cabezas de la clase trabajadora.
Después de la presidencia de Néstor Kirchner, se postula su compañera Cristina Fernández (avanti morocha), quien también resulta ganadora y a la que muy convencida voté. Claro que la voté, sino, ¿a quién? Antes que a esos oligarcas que solo querían defender sus intereses, me decidí por Cristina. A mí ya me habían echado de la empresa donde trabajaba, el sindicato no hizo nada, nunca más conseguí un laburo estable, todas las condiciones eran paupérrimas y yo renunciaba, no me resignaba a lo mal que la estaba pasando. Me revelaba contra todo tipo de “autoridad”, crecía la bronca.
Pase lo años del gobierno de Cristina mirando la televisión y dedicando tiempo completo a mi primer hijo. Pronto llegaría el tiempo de elecciones otra vez. La cosa venía mal con el Gobierno, pero estaba convencida que los aliados al Fondo no iban a ganar, me reía de solo pensarlo. Hubo un momento, cuando sale Cristina Fernández de Kichner de votar, que observé su cara y pensé que no se reflejaba en ella la victoria. Empecé a dudar y cuando dieron los números, no lo podía creer, había ganado un empresario. Teníamos como presidente a uno de los corruptos más grandes de la Argentina, Mauricio Macri. Derechista acérrimo que vació todos los organismos estatales.
Esperaba con ansias un reportaje exclusivo que el periodista Navarro de C5N le iba a hacer a Cristina Fernández de Kirchner. Y pensaba, “ahora se va a saber toda la verdad, Cristina tiene que decir por qué pasó esto, que estaba amenazada, que tuvo que dejar que hubiera fraude, que era toda una estafa y que ella sola no podía hacer nada”. En ese reportaje ella iba a decir todo, fue lo que pensé. Recuerdo que cuando terminó la entrevista, me invadió una sensación de vacío, de desconcierto, claro, no dijo nada, absolutamente nada.
Durante los 4 años del gobierno de Macri, mientras le daba con un caño por facebook, pensaba que todo iba cada vez peor y que los que yo pensaba que tenían que hacer algo no lo hacían. Era momento de levantar la voz en contra de las aberraciones que estaba haciendo este tipo, pero La Cámpora no aparecía por ningún lado. No estaban ni en los hospitales vaciados, no estaban con la protesta de los docentes, no estaban en las protestas de las y los trabajadores cada vez más explotados y desvinculados de sus lugares de trabajo. Pero ví con mis propios ojos, una bandera del PTS en la puerta del hospital Posadas, ¿qué hacían ahí? Estaban apoyando la lucha por evitar los despidos, pidiendo reincorporaciones. El PTS, donde militaba mi hermana y con la que discutía mucho por eso.
Mientras ellos recibían palos, gases en diferentes protestas, Cristina se había escondido, La Cámpora no aparecía, sino solo para ir a apoyar la gran mentira que era Cristina Fernández de Kirchner y amiga de Bergoglio. El movimiento feminista, en pleno auge, me partió la cabeza. También Cristina lo hizo, pero en el sentido contrario, cuando dijo que verdes y celestes debían unirse.
Ella estaba tejiendo su nuevo salto al poder, junto a Massa, Alberto Fernández, etc. Ya no soportaba tanta hipocresía. Mi decisión fue rotunda a partir de ese momento. Me había dado cuenta que tenía mucha bronca, sentía una gran decepción y ese sentimiento no estaba equivocado.
Cuando logra llegar de nuevo al poder, de la mano de Alberto Fernández, yo ya había votado a quienes sí se ocupaban de los más necesitados, había votado a la izquierda. Ellos denunciaban lo que se hacía por debajo de la mesa, recuerdo a Nicolas del Caño diciendo en diputados que mientras se votaba la ley por el aborto seguro, legal y gratuito, en el senado se estaban preparando para otro ajuste brutal a los jubilados. Totalmente cierto.
Me di cuenta que todos los gobiernos, el de Macri, el de Cristina Fernández, el de Néstor Kirchner y ahora, el de Alberto Fernández, absolutamente todos, negociaban y negocian con los grandes capitales, todo el tiempo. En pandemia las empresas habían ganado como nunca, mientras la clase trabajadora perdía empleos o dejaba de cobrar por no poder ir a trabajar durante la cuarentena. Hoy en día se sigue ajustando para volver a pagar una deuda fraudulenta e ilegítima que ni siquiera es investigada. Cada vez hay más precarización.
Los únicos que denunciaban estos hechos y continúan denunciando hoy en día, son los referentes del Frente de Izquierda Unidad. El FITU, logró unificar sus votos en más de un 80%. Son los únicos que plantean propuestas para solucionar de manera estructural los problemas sociales, tanto en el sector salud, educación, por vivienda y para la clase trabajadora en general. Los único que se comen las represiones, no solo por parte del gobierno de Macri, sino también, por parte de este Gobierno peronista.
Luego del reciente golpe que recibió el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en las votaciones de las PASO, se volcaron más a la derecha, poniendo a Manzur como jefe de gabinete, Aníbal Fernández como ministro de seguridad, a quien no le tiembla la mano a la hora de mandar a reprimir una protesta y al ex menemista y duhaldista Julián Domínguez.
Me basta para reivindicarme de Izquierda por Julio López, por Kosteki y Santillán, por Facundo Castro, por las familias desalojadas brutalmente de Guernica y de la Villa 31 reclamando por una vivienda para no dormir en la calle, por Rafael Nahuel, por Santiago Maldonado, por la salud pública, por la educación pública, por Sandra y Rubén que murieron por una explosión en la escuela por falta de mantenimiento edilicio como pasa en todas las escuelas públicas, por todos los fallecidos por covid, por los que luchan todos los días por trabajo y derechos que son nuestros y nos lo niegan, contra el ajuste a los jubilados, por la separación de la iglesia del estado y porque creo en la lucha de clases. La clase obrera es la que debería ganar el poder político y como dije antes, al comenzar este escrito, hoy levanto el puño y voto al Frente de Izquierda Unidad, por un gobierno de las y los trabajadores.