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Red Internacional
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Cine. “La fiaca”, la película argentina que cuestionó la obligación del trabajo

Estrenada en 1969 y protagonizada por Norman Briski y Norma Aleandro con música de Astor Piazzolla, esta comedia se atrevió a preguntarse por qué tenemos que perder voluntariamente nuestro tiempo libre a costa de tener que ir a trabajar todos los días. ¿Qué harías si pudieras tener las horas del día para hacer lo que realmente quieras?

Meke Paradela

Meke Paradela @mekepa

Viernes 23 de septiembre de 2022

Norman Briski y Norma Aleandro en un fotograma de "La fiaca"

Norman Briski y Norma Aleandro en un fotograma de "La fiaca"

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“No me levanto, no tengo ganas de ir a trabajar”, responde Néstor Vignale ante la pregunta de su esposa, ya que sonó la alarma y su marido no se movió de la cama. “¿Ganas? Dale Néstor, me estás cargando, ¿querés levantarte de una vez?”, vuelve a insistir ella. “No, en serio. No voy a la oficina porque tengo fiaca”. La cara interrogante de Norma Aleandro lo dice todo ante la respuesta de su marido, interpretado por un joven Norman Briski quien, como si fuera lo más normal del mundo, le responde que “no tengo ganas de ir y no voy”. De esta sencilla manera es que comienza “La fiaca”, la historia de un hombre común que un día cualquiera decide no ir a trabajar. Y no es porque esté enfermo o tenga algún problema ni nada. Simplemente tiene “fiaca”.

1969

¿Cuántas veces vos o yo pensamos lo mismo? ¿Es normal tener que deliberadamente ceder nuestro tiempo libre y la posibilidad de relajarnos por el hecho de trabajar cada día y volver con más cansancio, más agotamiento, con menos energía y por lo tanto con menos ganas de hacer lo que realmente queremos? Esta es la premisa central de esta película dirigida por Fernando Ayala y basada en la obra teatral homónima de Ricardo Talesnik. Para contextualizarla, la comedia se estrenó en una época donde los cuestionamientos políticos y sociales a nivel local y mundial estaban a la orden del día. Sin ir más lejos, 1969 fue el año del Cordobazo, un año después del Mayo Francés y donde absolutamente toda la normalidad estaba puesta en duda. Y claro, el hecho de tener que ir a laburar cada día y todos los días a costa del derecho al ocio y al libre esparcimiento, también.

La reacción de su esposa es el periplo inicial de las explicaciones que Vignale tendrá que darle a una sociedad personificada por su madre, su jefe y sus compañeros de trabajo que no puede entender los motivos por los cuales decide no ir a trabajar. La posibilidad del despido es el argumento de peso central, pero al protagonista no le importa. Nada lo puede persuadir de la posibilidad de poder dormir un poco más, de bañarse largamente, de desayunar en la cama, de leer el diario y hacer cada una de estas actividades con todo el tiempo del mundo. Sin prisas, sin nadie ni nada que lo espere. Simplemente disfrutando de las pequeñas cosas de la vida.

Tragedia griega

Lo interesante de “La fiaca” es que con el paso del tiempo, aumentan las pretensiones de ocio de su protagonista. Si bien al principio toma como una revancha personal hacer esas cosas cotidianas mientras todo su mundo alrededor está trabajando, al poco tiempo su mejor amigo de la oficina vence el miedo, se entusiasma con la idea de Vignale y juntos se deciden a hacer fiaca. Deciden practicar los juegos de la infancia, hacen uso de su tiempo y deambulan por ahí sin rumbo como dos flâneur, esos paseantes callejeros que observaba Walter Benjamin en París, pero acá en Buenos Aires.

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En ese contexto, la empresa no sabe si se encuentra ante la crisis psicológica de un empleado o ante una “medida de fuerza” diferente, y comenzará una pelea para doblegarlos. A la vez, es interesante destacar que en distintos momentos los electrodomésticos parecen cobrar vida y avisar que deberán ser pagados como una espada que los empuja a sus obligaciones. Porque claro, ese concepto llamado plusvalía es el que también le permite vivir una vida acorde a sus necesidades y es el que en última instancia y con gran pesar, hace reflexionar a su personaje de la obligación de tener que trabajar. La tragedia llega a su final y la cara de Norman Briski, programando la alarma para el día siguiente tal como lo vimos al principio de su historia, es la que nos identifica a todas, todos y todes.

Es el capitalismo

Fue este mismo actor el que, con ese mismo espíritu de cuestionamiento, participó hace dos años de una conferencia de prensa en el Obelisco junto a organizaciones sociales, sindicales y la izquierda en apoyo y solidaridad a las familias sin techo de Guernica que habían sido desalojadas con topadoras en esa localidad del sur del conurbano bonaerense: “es inaudito que haya gente que no tenga donde vivir, sobran razones para apoyar la toma de Guernica. La tierra es de quién la trabaja, de quien está necesitando de ella, es un principio olvidado donde la propiedad es la manera de expulsar privada. Esta gente es mi gente. Cuando hablo con ellos siento que estamos en una causa contra el capitalismo. El Gobierno no permite que la gente no tenga donde vivir, echarle la culpa a la pandemia es injusto porque esto viene de antes”.

El tiempo, el ocio, el derecho al arte, a la cultura y todas esas cosas que haríamos en caso de tener tiempo son conceptos prácticamente hoy revolucionarios que con el paso de las décadas no solamente no perdieron su vigencia sino que son más actuales que nunca. La precarización laboral, fuera del estereotipo del oficinista que es Vignale, es una realidad presente que naturaliza todavía más esas preguntas que se hace el protagonista. Nuevamente, ¿y vos, qué harías?.


Meke Paradela

Nació en Capital Federal en 1985.

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