En el centro de la última catástrofe del cambio climático está la larga y continua lucha por los derechos al agua y a la tierra de los nativos hawaianos.
Martes 22 de agosto de 2023 12:49
El 8 de agosto comenzó un incendio forestal en Lahaina, Maui, que se propagó hasta afectar a más de 3.200 acres de la isla (aproximadamente 13.000 metros cuadrados). Como antigua capital del reino hawaiano, Lahaina es un importante lugar histórico y cultural para los nativos hawaianos (Kanaka Maoli). Hasta el momento, más de 110 personas han muerto a causa de los incendios, al menos 20 han resultado heridas y más de mil siguen desaparecidas. En el centro de esta catástrofe está la larga y constante lucha por los derechos al agua y a la tierra de los nativos hawaianos.
Estos incendios son la última catástrofe provocada por el cambio climático y agravada por generaciones de mala gestión ecológica. En estas condiciones, los incendios forestales como el de Lahaina son cada vez más mortíferos y comunes, lo que agrava el impacto en las comunidades indígenas que tienen profundos vínculos con las tierras afectadas.
El cambio climático y otros desastres están directamente relacionados con el capitalismo en general y con las particularidades de la colonización y el imperialismo en Hawai.
En los primeros cien años de contacto con el mundo occidental, empezando por los británicos a finales del siglo XVIII, la población de Hawai sufrió las consecuencias brutales de las enfermedades que traían los colonizadores; la violencia y la degradación medioambiental causada por la explotación de los bienes comunes naturales de las islas. Llegaron misioneros de Nueva Inglaterra para intentar convertir a la población nativa al cristianismo, suprimir las prácticas culturales tradicionales, abrir escuelas religiosas y afirmar su influencia política occidental en el gobierno. En 1840, los registros del censo estimaban que al menos el 84% de la población nativa había sido aniquilada o había abandonado las islas.
A lo largo del siglo XIX, Estados Unidos se interesó considerablemente por Hawai por sus bienes comunes naturales y su estratégica ubicación geográfica para los intereses imperialistas y militares estadounidenses en el Pacífico. La caña de azúcar se convirtió en un recurso primordial, especialmente durante la Guerra Civil, cuando los estados del Norte quedaron aislados del azúcar que se cultivaba en el Sur. Los capitalistas de Estados Unidos establecieron plantaciones e ingenios azucareros y enviaron sus productos para venderlos en Estados Unidos. En la década de 1870, Estados Unidos y el Reino de Hawai firmaron un tratado que eliminaba los aranceles estadounidenses sobre el azúcar y el arroz, allanando el camino para que los beneficios de las plantaciones llegaran casi a duplicarse.
A medida que disminuía la población nativa, las empresas azucareras necesitaban cada vez más mano de obra para atender las plantaciones, lo que hizo que llegaran a la isla trabajadores chinos, japoneses y portugueses en busca de trabajo. Mientras tanto, el ejército trajo más estadounidenses blancos y sus familias.
En 1893, la "Liga Hawaiana", una sociedad secreta de hombres de negocios blancos ayudados por la marina estadounidense, derrocó y encarceló a la reina Liliuokalani, jefa del gobierno soberano hawaiano, y Estados Unidos anexionó oficialmente las islas como colonia en 1898.
A medida que la base militar y las industrias crecían, también lo hacía el colonialismo de los colonos; con el tiempo, tantos ciudadanos estadounidenses vivían en las islas (aproximadamente el 90% de sus residentes) que se concedió al territorio la condición de estado en 1959. Para los nativos hawaianos, esta condición de Estado nunca ha sido bienvenida; representaba los intereses corporativos y el bastión colonial de los colonos en su propia tierra, lo que generaba rápidos cambios.
Estos intereses corporativos también provocaron la crisis del agua en Hawai, que preparó el terreno para la tragedia de Lahaina. Antes de la intervención occidental, los nativos hawaianos mantenían extensos sistemas de agricultura regenerativa y acuicultura que nutrían a su población y mantenían el entorno natural.
Según Uahikea Maile, que es Kanaka Maoli de Maunawili, Oʻahu (nativos de Hawaii), y profesor adjunto de política indígena en el departamento de ciencias políticas de la Universidad de Toronto, "Lahaina precolonial era un ecosistema de humedales abundante en vida... Pero... a finales del siglo XIX y principios del XX las plantaciones azucareras de propiedad blanca en Maui empezaron a desviar ilegalmente el agua para sus cultivos, secando los humedales. ... Estas plantaciones también introdujeron especies vegetales no autóctonas para el pastoreo de animales que han contribuido a avivar los incendios de Maui".
Incluso mucho después de que la industria abandonara la isla, los capitalistas que las construyeron dejaron abandonadas las presas, que siguen representando un peligro para las comunidades locales.
El ejército estadounidense también ha sido una de las principales causas de la crisis del agua en Hawai, desde hace más de cien años. La base naval de Pearl Harbor se construyó en lo que antes había sido un próspero estanque piscícola sostenible que, combinado con los otros casi 360 estanques piscícolas de Hawai, alimentaba a cerca de medio millón de personas. En 1985, sólo quedaban siete de esos estanques. En la actualidad, la base naval de Pearl Harbor está incluida en una lista federal de zonas contaminadas cuya limpieza es prioritaria.
En los últimos años se ha agravado la crisis del agua en Hawai. Aunque el ejército ha intentado encubrirlo, la contaminación del combustible de los reactores de la Marina por el depósito de combustible a granel de Red Hill, construido durante la Segunda Guerra Mundial en Honolulu, ha amenazado el suministro de agua y ha planteado riesgos para la salud de la población local. Estas injusticias se han topado con la resistencia de los protectores locales del agua, que exigieron a la Marina el cierre de los tanques de almacenamiento de combustible, y ganaron. Sin embargo, menos de un mes después, la Marina incumplió su promesa de cerrar la instalación de combustible y la lucha se ha reanudado. El nocivo impacto social y medioambiental de las fuerzas armadas no se deja sentir únicamente en Hawai: el ejército estadounidense está provocando el colapso medioambiental en todo el planeta.
Además de los militares, la industria turística consume agua a un ritmo insostenible mientras mantiene bajos los salarios de los trabajadores hawaianos. Es el pueblo hawaiano el que paga más cara la crisis del agua. El año pasado, se impusieron restricciones obligatorias de agua en Maui Occidental y Upcountry para los habitantes locales, con multas de hasta 500 dólares, mientras que no se impusieron tales restricciones a la industria turística, a pesar de que representa casi la mitad del consumo de agua de la Gran Isla. Las injusticias son palpables, y muchos nativos hawaianos han estado instando a los turistas a elegir otros lugares como destino de sus vacaciones a medida que la crisis se ha ido agravando. El cambio climático está agravando aún más la situación, y las condiciones de sequía derivadas de años de mala gestión capitalista del agua y el aumento de las temperaturas sentaron las bases para los incendios de Lahaina.
Además del proceso de reconstrucción, rescate de desaparecidos y recuperación, los residentes de Lahaina tienen ahora otras dinámicas de las que preocuparse: lo que investigadores y activistas como Naomi Klein y Kapuaʻala Sproat llaman "plantation disaster capitalism" (Capitalismo del desastre). En medio del proceso de búsqueda y rescate en curso, los promotores inmobiliarios y los inversores ya se están abalanzando para tratar de sacar provecho de la devastación.
Se teme que los incendios provoquen un éxodo de la población nativa de Lahaina, muchos de los cuales ya están siendo contactados por promotores inmobiliarios para que compren sus casas para el turismo. Desde la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial hasta el huracán Katrina, la burguesía utiliza la catástrofe de la clase trabajadora como una fuente fértil de "regeneración" para sus propios beneficios.
El presidente Biden, que quiere posicionarse favorablemente en cuestiones de cambio climático y derechos indígenas de cara a las próximas elecciones, viajó a Maui para reunirse con las comunidades afectadas por los incendios forestales. Pero para la mayoría de los nativos hawaianos, que no se consideran estadounidenses y no se identifican con el país imperialista que ha arrasado su población y sus bienes comunes naturales y violado la soberanía de su nación, esta visita no es bienvenida.
Como parte de su respuesta a los incendios forestales de Maui, Biden prometió un pago único de 700 dólares por familia a los solicitantes desplazados de sus hogares, una cantidad que dista mucho de ser suficiente para cubrir las necesidades de los residentes tras la catástrofe. Mientras tanto, el gobierno estadounidense ha enviado casi cien mil millones de dólares para participar en la guerra de Ucrania.
Aunque Biden prometió ser un "presidente del clima", ha estado lejos de serlo, aprobando proyectos de perforación petrolífera, como el proyecto Willow en Alaska, y subastando proyectos de perforación en el Golfo de México. Estos proyectos continúan la quema de combustibles fósiles, contribuyen directamente al cambio climático, amenazan el agua y la tierra, y socavan la soberanía y la autodeterminación indígenas. Pero esto no es una aberración: Biden responde en última instancia a los capitalistas y al mercado, que exigen que se sigan quemando combustibles fósiles para asegurarse beneficios.
Tras este desastre, es esencial plantear una perspectiva de autodeterminación para el pueblo nativo hawaiano, cuyos derechos laborales, culturales, territoriales e hídricos han sido degradados durante mucho tiempo en aras de los beneficios capitalistas. Lahaina debe reconstruirse bajo el liderazgo de los hawaianos nativos y la clase trabajadora, no de los capitalistas del desastre que esperan continuar el ciclo de explotación de los ricos bienes comunes naturales y el trabajo humano de las islas. Una primera exigencia clara debe ser poner fin a la militarización de Hawai exigiendo la salida de las tropas y bases estadounidenses de Hawai y restaurar el entorno natural bajo el liderazgo de los propios hawaianos.
Este artículo fue publicado originalmente en Left Voice parte de la Red Internacional de La Izquierda Diario.
Traducción: Gloria Grinberg