El dirigente del FITU es “noticia” por su muy buena elección en las PASO, pero expresa un proceso de militancia y construcción política de más de 20 años del que también son parte figuras obreras como Chopper Egüez, Natalia Morales, Julio Mamaní y Gastón Remy. Semblanza de quien puede convertirse en el primer trotskista diputado nacional en la historia de su provincia.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Miércoles 22 de septiembre de 2021 13:36
Para los grandes medios nacionales, Alejandro Vilca fue “noticia” dos veces. La primera, en 2017, hito de la épica del Frente de Izquierda en Jujuy: tras unas sorpresivas PASO, se arrimaron al 20 por ciento en las generales y le dieron un susto al peronismo local.
Vilca quedó a un pelo de una de las tres bancas que la provincia tiene en el Congreso de la Nación, pero igualmente los resultados le permitieron a él y a tres compañeros más ingresar en la legislatura jujeña. Una gran elección en la que el frente, además, entró por primera vez a los concejos deliberantes de San Salvador, Palpalá, Ledesma, tres de los cinco distritos más grandes de la provincia. De mantenerse los resultados de las PASO, con apenas 400 votos más Vilca llegaría al Congreso nacional.
La segunda vez, en cambio, está transcurriendo en este mismo momento. Entre la buena performance electoral de la extrema derecha sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires y las internas palaciegas de la coalición gobernante, el FITU emerge como tercera fuerza nacional gracias a su presencia electoral en todo el país. Y la candidatura de Alejandro Vilca se pone en el eje de los auspiciosos resultados en el núcleo CABA-GBA con el 24 por ciento de los votos en Jujuy, la performance más alta del frente en su historia.
Tercero como en 2017, esta vez Vilca se vería beneficiado por la misma aritmética que le fue esquiva al FITU jujeño apenas dos meses atrás. El gobernador Gerardo Morales decidió desdoblar las elecciones y adelantó las provinciales para despegarse de lo que pudiera ocurrir después. Y, entonces, jugó con sus reglas: para ingresar en el D’Hondt que reparte las bancas de la legislatura, es necesario obtener, de mínima, un piso de votos del 5 por ciento en base al padrón general, independientemente de cuánta gente vaya a votar. Y, en un contexto pandémico, la baja concurrencia casi que duplicó de hecho la base electoral. Así y todo, el FITU quedó a décimas de ese porcentaje. La diferencia estuvo en unas urnas que pidieron reabrir. Algo que la Justicia alineada con el gobernador naturalmente rechazó.
Pero el fin de semana pasado ocurrió algo que superó incluso las expectativas propias. “Manejábamos encuestas que nos daban el 15 por ciento, lo cual no era poco”, reflexiona Alejandro. Sin embargo, en la noche del domingo, cuando empezaron a publicarse los resultados, la lista jujeña del FITU para Diputados Nacionales alcanzaba el 24 por ciento, a sólo cuatro del Frente de Todos, segunda fuerza según el acumulado de sus listas internas. Y, a diferencia de lo que pasó en 2017, cuando Cambiemos encajó dos diputados y Unidad Ciudadana el restante, ahora la nueva relación de porcentajes obligaría a repartir las bancas de manera equitativa entre Juntos, el Frente de Todos y el Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad. Un escenario que vuelve a poner a Vilca en el centro de la atención nacional.
Su historia es tentadora para cualquier narrador o cronista: un tipo de sangre coya que baja del norte profundo con su pasado como recolector de basura, abriéndole al frente gran espacio de representación obrera en una de las provincias más desiguales e injustas del país. Un negro proponiendo la revolución. ¿Quién se perdería semejante título? Algunos, sin embargo, prefieren llamarlo “fenómeno Vilca”. Una denominación que reduce al “formato noticia” de un proceso mucho más complejo. Y que acaba de cumplir diez años expandiéndose entre personas y territorios, luchas y proclamas.
Inmediatamente después de las PASO, Alejandro Vilca viene unos días a Buenos Aires. Nacido el 5 de julio de 1976 en San Salvador, Vilca siempre vivió en Jujuy, salvo cuando se fue a estudiar Arquitectura a San Juan. Pero conoce CABA muy bien. Especialmente desde que integra el frente: salvo en cuarentena, viaja con frecuencia a la capital para participar de reuniones, encuentros, asambleas o actividades varias. En su agenda, por ejemplo, aparece un acto junto a Myriam Bregman en Parque Centenario. Caballito, Comuna 6, cerca de barrios donde mejor le fue al FITU en Capital.
En su primera sobremesa porteña, Vilca intenta leer lo que pasa en CABA, donde la expansión de la extrema derecha obliga a atender este -ahora sí- fenómeno. Y lo hace con la sapiencia de quien curtió la ciudad, pero con la perspectiva de su lugar de lucha y origen. “A pesar de las crisis, Buenos Aires es una ciudad de clase media. Es decir: sus índices están por encima del resto del país. Eso ‘acolchona’ los conflictos sociales, que existen y son graves, pero a la vez invisibilizados desde los relatos hegemónicos. En Jujuy pasa exactamente lo contrario: las diferencias son notables y alevosas; tan obscenas, que resulta imposible ocultarlas. ¿Con qué discurso entrarían esas propuestas de potencia porteña en una provincia donde el poder político, el judicial y el empresarial están en las mismas manos? Y en una provincia donde pudimos demostrar que las soluciones a las desigualdades están en la lucha colectiva y organizada”.
Desde la primera participación electoral, en 2011, hasta las últimas PASO, Vilca lideró un proceso que comenzó con el PTS, abrevó en el FIT y devino en el FITU. Pero su militancia comenzó mucho más atrás, cuando estudiaba en San Juan. Digamos que su primer golpe de horno fue en el ámbito universitario. Pero, en simultáneo, el país se encandilaba con los focos piqueteros. Entonces decidió volver a Jujuy. “Me iba bien en la facultad, pero ese día decidí abandonar todo para buscar la manera de involucrarme en eso que se estaba generando”, recordó.
Al poco tiempo se produjeron las puebladas de Tartagal y Mosconi, que Alejandro cubrió para La Verdad Obrera, el periódico de su partido. Luego entró a trabajar en la Municipalidad de San Salvador, en la parte de planos. Un destino lógico: había estudiado Arquitectura y era idóneo en la materia. Sin embargo, sus constantes reclamos lo convertían en un tipo “peligroso”: la precarización laboral a la que eran sometidos él y sus compañeros lo llevó a armar la Coordinadora de Trabajadores en Negro. Y, al cabo de huelgas, acampes y la toma de alguna plaza, obtuvieron el pase a planta. Pero a Vilca le cobraron la audacia: fue reubicado como recolector de residuos en Alto Comedero, el barrio más poblado del Gran San Salvador, a diez kilómetros de la capital.
Lejos de intimidarlo, Alejandro guardó en el placard la camisa de la oficina de planos y se calzó el traje de grafa. Y, mientras corría y recorría el Alto Comedero al ritmo del camión de basura, también avispaba a sus compañeros. Persuasión, militancia y organización. Para el proyecto político, fue necesario agregarle a esos valores un despliegue territorial. Y lo hicieron involucrándose en colectivos de trabajadores. Pero, fundamentalmente, comprometiéndose con causas ásperas de la provincia, que no suelen estar en la “agenda nacional”. Como las de la Mina El Aguilar o el Ingenio Ledesma, por ejemplo. Vilca y el frente se expandieron como auténtica representación obrera de una provincia en la que los dos partidos históricos son un sello de goma al servicio de los mismos intereses.
El batacazo de las PASO en Jujuy deja sorpresas. Y envalentona un proyecto de largo acervo social en la provincia. Si se replican en las elecciones generales estos resultados y esta relación de porcentajes, Alejandro Vilca podría convertirse en el primer diputado nacional trotskista de la historia de su provincia. Una basa política de mucha significancia en el parlamento: la voz obrera del interior profundo en tiempos donde se presagian debates álgidos sobre nuevas (des)regulaciones laborales, por citar una. Y en tiempos donde, a la vez, germinan extraños discursos antipolítica… dentro la propia política. “Algunos hablan de la ‘casta política’. Yo entré como diputado provincial hace cuatro años, en las elecciones de julio pasado no nos fue como esperábamos y eso hace que en diciembre termine mi mandato. Entonces iba a irme al mismo lugar desde el que vine: recolectando basura en Alto Comedero. Ese fue mi trabajo antes de asumir una banca, y ese volverá a serlo si en diciembre no asumo otra”.