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Tolerancia y reacción. ¿La homofobia está en la cabeza de la izquierda?

Sobre los discursos de inclusión y homofobia de la alcaldesa de Madrid Isabel Díaz Ayuso. El fenómeno Milei. Entre la integración de las demandas de LGBTIQ+ en el neoliberalismo y las políticas de odio que promueven chivos expiatorios ante las penurias sociales.

Pablo Herón

Pablo Herón @PhabloHeron

Lunes 27 de septiembre de 2021 12:44

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, hace diez días decía en una Asamblea (parlamento) que “la homofobia está en la cabeza de la izquierda”. Para argumentarlo señalaba que Madrid “es segura, abierta, plural y respetuosa”.

Sus dichos provocadores se replicaron en portales y medios. No es para menos, el asesinato homofóbico de Samuel en A Coruña (Galicia) el pasado julio, conmocionó al país, desató movilizaciones masivas en múltiples ciudades contra la discriminación y abrió un debate nacional.

España vive una fuerte polarización social y política, que también se expresa por derecha en el surgimiento de Vox, un partido que sostiene políticas xenófobas y anti “ideología de género” llegando a proponer derogar leyes contra la violencia de género. Las declaraciones de Díaz Ayuso, líder del histórico Partido Popular, negando la discriminación hacia homosexuales como si Madrid fuese un faro de inclusión para el resto del mundo, son parte de esa escena.

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Pocos días después, una manifestación de 200 neonazis recorrió Chueca, un barrio emblema de las personas LGBTIQ+, con consignas como "fuera maricas de nuestros barrios" y "fuera sidosos de Madrid". El argumento de la pluralidad y la respetuosidad está flojo de papeles, según esta nota de Josefina Martínez, en España “las agresiones por orientación sexual o contra el colectivo LGTBI han aumentado hasta un 43% solo en el primer semestre del año”.

Sin embargo, en abril Ayuso se paseaba por ese mismo barrio haciendo campaña electoral con una entrevista para el diario El mundo. Ahí se la podía ver paseando por bares LGBTIQ+, vociferando frases como “a mí me da igual cómo configure cada uno su vida en su cama" o “cualquier homosexual quiere ser respetado, vivir en libertad y alcanzar sus sueños”.

Escuchando esas declaraciones probablemente nadie opine que promueve políticas reaccionarias que van contra las personas LGBTIQ+ o que niegue la discriminación estructural que atravesamos. Ese armado discursivo que sostienen algunos sectores de derecha sobre libertad individual, aplicado a mujeres y LGBTIQ+, busca darles una máscara progresista.

Integración, discursos de odio y la necesidad de chivos expiatorios

No es nuevo que las derechas levanten discursos de odio para dar respuestas sencillas a grandes problemas de la realidad como las crisis económicas. Son clásicos los que van contra los inmigrantes que “roban el trabajo” o degradan la cultura nacional, muy de moda hoy en Europa. Así buscan que los medios los levanten como si fueran una novedad disruptiva, captar atención, y ganar apoyo social y votos.

Esto se puede ver en el fenómeno local de Javier Milei. En entrevistas, aunque no fue el eje de su campaña ni tampoco parte importante de las preguntas que le hicieron en los medios (qué casualidad), hizo definiciones que apuntaron contra el movimiento de mujeres: se volvió a posicionar contra el aborto (lo considera asesinato) y negó la brecha salarial. Ya era conocido su discurso para nada original contra la “ideología de género” y sobre el "adoctrinamiento" que comparte con Agustín Laje.

Myriam Bregman lo resumió en una buena frase, es "una reacción a la enorme marea verde". En esa misma línea no parecen casuales los dichos de Ayuso negando la homofobia tras manifestaciones masivas que podrían ser el puntapié para cuestionamientos más profundos entre tanto malestar social.

En otra entrevista, Ernesto Tenembaum le pregunta a Milei sobre el de matrimonio igualitario, donde cuidadosamente evita referirse a la ley en sí y plantea que la homosexualidad es una “elección de cada uno”.

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Estas escenas donde se enarbola un discurso de “libertad individual" con un aura de tolerancia e inclusión, mientras a la par se sostienen políticas que profundizan la desigualdad para la amplia mayoría podrían parecer contradictorias. Sin embargo, fueron la norma durante el neoliberalismo. Una operación que inclusive ahora realizan sectores de la extrema derecha europea utilizando discursos gayfriendly para culpar a los inmigrantes sobre las grandes penurias sociales, erigiendo “enemigos internos”.

En las últimas décadas, el grueso del feminismo y el activismo LGBTIQ+ en occidente, se ancló en la estrategia de obtener algunos derechos dentro de las democracias capitalistas. En el caso de la diversidad sexual el eje central fue conquistar la tolerancia y el respeto. Todo eso sin cuestionar que los Estados, los grandes empresarios y sus partidos, atacaron múltiples conquistas sociales poniendo como prioridad la rentabilidad y las ganancias de una pequeña minoría. La precarización masiva que vive la juventud no surgió de un repollo.

La implementación de las leyes conquistadas en Argentina, si se las compara con su ejecución, dan cuenta de esto. Para la Educación Sexual Integral el Gobierno nacional destina $ 10,70 por cada estudiante. En Buenos Aires, a mayo de 2021 habían ingresado 176 personas travestis y trans a trabajar en la administración pública por el cupo laboral provincial. La ley fue aprobada en 2015 y tras 6 años no se cumple, un 1% de la planta estatal equivaldría a 1790 personas. También se ve en que el presupuesto del Ministerio de Mujeres equivale 100 veces a lo que se gasta en pagar la deuda.

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El saldo actual tras décadas de neoliberalismo terminó siendo la sobrerrepresentación de las mujeres en los índices de pobreza y precarización. También la fractura de las identidades LGBTIQ+ con realidades económicas que van desde un pequeño puñado de empresarios ricos o de profesionales que pueden disfrutar plenamente los beneficios de los derechos conquistados, hasta una mayoría de sectores de la diversidad que viven desposeídos o sobreviven con trabajos precarios.

Conviene volver entonces sobre esa división aparente entre las demandas de género y sexualidad, con las diferencias de clase. No vaya a ser que nos intenten vender supuestas agendas de minorías y mayorías como si fueran contrapuestas, alimentando divisiones ficticias entre sectores oprimidos y explotados, con esa idea donde hay algunos "privilegiados" que terminan transformándose en chivos expiatorios de esas políticas económicas que en realidad están destinadas para beneficiar un pequeño sector empresario que lo tiene todo.


Pablo Herón

Columnista de la sección Género y Sexualidades de La Izquierda Diario.

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