Sin la veracidad de una biopic ni la rigurosidad de una docuserie, Netflix vuelve a sorprender con un estreno realizado con calidad, que además entretiene, sobre la vida de la primera mujer que consiguió su título de abogada en Italia.
Andrea D’Atri @andreadatri
Miércoles 22 de febrero de 2023 14:15
La vida de la abogada Lidia Poët, a fines del siglo XIX, inspira está producción italiana, donde la victimización no tiene lugar. En cambio, la audacia y persistencia de una mujer que desafía los límites de su época construyen un personaje atractivo y sorprendente aún para el siglo XXI.
Lo que sabemos por la serie es que Lidia, en la piel de Matilde De Angelis, tuvo una excelente educación y se recibió de abogada, como su hermano. Pero por un reclamo del fiscal general, se le impidió el ejercicio de su profesión por ser mujer. Entonces, acosada por las deudas mientras apela a la cámara de Casación para que revise la decisión del tribunal, decide trabajar en el estudio de su hermano.
La serie comienza en noviembre de 1883, cuando el tribunal de Turín rechaza su inscripción profesional. A partir de allí, se adivina una vida desprejuiciada, libre y autónoma, a pesar de las condiciones hostiles, mientras va resolviendo los casos que llegan a sus manos: la defensa de un joven pobre, un opiómano, una doctora en química hija de una prostituta y la del joven periodista libertario que es cuñado de su hermano, todos acusados de homicidios.
Como en Las combatientes se trata de una ficción, ambientada claramente en una época histórica con excelentes locaciones, vestuario y detalles de la vida cotidiana. Pero, aunque centrales en el relato, son apenas unos pocos elementos de la vida real los que inspiraron a sus guionistas. Con mujeres como Lidia que no llora, Netflix factura.
Quién fue Lidia Poët
Lidia Poët nació el 26 de agosto de 1855 en un pequeño pueblo del norte de Italia, siendo la menor de siete hermanos en una familia de terratenientes cultos y educados. Se recibió de maestra y, a los 17 años, cuando murió su padre, ya hablaba cuatro idiomas, además de latín y griego, y mostraba su inclinación por el estudio de Humanidades. Así que su madre la apoyó para que continuara estudiando y se graduó como abogada a los 26 años, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Turín, con una tesis que tituló "Estudio sobre la condición de la mujer respecto del derecho constitucional y el derecho administrativo en las elecciones".
En 1883, después de rendir un examen fue admitida en el Colegio de Abogados de Turín por 8 votos a favor y 4 en contra, convirtiéndose en la primera abogada italiana en ejercicio. Sin embargo, el nombramiento fue impugnado por el fiscal general del tribunal de apelación de Turín, que pidió su anulación. En su impugnación se alega que la profesión de abogado solo puede ser ejercida por varones, que las mujeres "no deben entrometerse" en los juicios públicos porque sería "indecoroso y feo" verlas allí, donde suelen tratarse temas que no son aptos "para mujeres honestas". También hay otros fundamentos más insólitos, como por ejemplo que la toga no se vería bien sobre "la vestimenta extraña y bizarra que suelen usar las mujeres". El tribunal se permite un consejo a las mujeres, pidiendo que no compitan con los hombres para convertirse en sus iguales, sino que se limiten a ser sus compañeras.
El rechazo a la admisión de Lidia Poët en el Colegio de Abogados encendió el debate público, en diarios, revistas, círculos intelectuales y políticos. Lidia presentó un recurso que fue rechazado por la Cámara de Casación. Por este motivo, como se ve en la serie de Netflix, Lidia Poët ejerció la profesión de manera no oficial, presentándose como colaboradora de su hermano abogado.
Pero lo que no está en el guión tan explícitamente es que, al mismo tiempo, Lidia desarrolló una intensa actividad en defensa de los derechos y el trato digno a las personas privadas de la libertad, convirtiéndose en una de las creadoras del derecho penitenciario moderno. En 1883, participó en el primer Congreso Penitenciario Internacional, defendiendo una posición antipunitivista y poniendo el acento en la educación y el trabajo de los detenidos. También, fue por su lucha política que se establecieron juzgados de menores, con el objetivo que los niños recibieran un trato especial que facilitara su reinserción social.
Además, fue una activa feminista, que participó en conferencias y congresos por la plena emancipación femenina, la igualdad y el derecho al voto. En 1908 participó del Primer Congreso de Mujeres Italianas, en Roma; en 1914 presidió el Consejo Internacional de Mujeres que se celebró también en la capital italiana, donde aporta especialmente sobre la asistencia moral y jurídica a los menores. Lidia consideraba inapropiados los sistemas coercitivos y punitivos, como las prisiones y los reformatorios y defiende la educación escolar para mejorar la situación de la infancia en Italia.
Durante la Primera Guerra Mundial se alistó como enfermera voluntaria de la sección italiana de la Cruz Roja. Al calor de la guerra, que trastocó los roles sociales de hombres y mujeres, como también por las repercusiones internacionales de la Revolución Rusa, el 17 de julio de 1919 se aprueba una ley en Italia que le otorga a las mujeres el derecho a acceder a todos los cargos públicos, excepto en el poder judicial, la política o el ejército. A pesar de las limitaciones de la ley, Lidia la aprovecha para seguir dando su batalla y, apoyándose en esta conquista parcial, avanza nuevamente por su derecho a inscribirse en el Colegio de Abogados de Turín, lo que consigue en 1920.
Nunca se casó ni tuvo hijos. Dedicó toda su vida a su profesión y a la lucha política por los derechos de las infancias, los privados de libertad y la emancipación de las mujeres. Murió el 25 de febrero de 1949, hace ya 74 años. ¿Cuáles serían las batallas que emprendería Lidia en la actualidad, con esa mentalidad tan avanzada para su época y su decidida lucha contra las injusticias? Quizás encontremos argumentos que inspiren una nueva serie futurista, de ficción, donde Lidia siga empujándonos hacia la libertad.
Andrea D’Atri
Nació en Buenos Aires. Se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Con una reconocida militancia en el movimiento de mujeres, en 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el (...)