La lucha de los trabajadores de Catalunya Caixa contra 1607 despidos es una muestra de los mecanismos para hacer pagar la crisis a los trabajadores. Rescatada con 14.000 millones de dinero público y vendida a precio de saldo al BBVA, ahora arremete contra los trabajadores absorbidos.
Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Viernes 31 de julio de 2015
Fotografía : Twitter / CGTCatalunya
Después de siete largos años de crisis no estamos descubriendo la pólvora si decimos que se ha salvado a la banca con dinero público, que se han transferido sus agujeros contables a las cuentas del Estado y que la crisis la estamos pagando los trabajadores. Sin embargo cada día que pasa encontramos ejemplos, a cada cual más indignante, que ilustran este perverso mecanismo.
En estos días el conflicto emprendido por los trabajadores de Catalunya Caixa, o más bien de sus directivos -ahora absorbidos por el BBVA- contra sus trabajadores, lo desnuda meridianamente.
Estamos hablando de la segunda caja de ahorro de Catalunya antes de la crisis. Un gigante financiero que sirvió para financiar a bajo coste la burbuja inmobiliaria y los pelotazos y negocios de muchos empresarios catalanes y españoles con las administraciones públicas.
En el segundo gran rescate del sistema financiero español -el primero lo llevó adelante Zapatero con el apoyo de hasta la burocracia sindical de CCOO y UGT- esta caja resultó de las más caras. El Estado desembolsó 14.000 millones de euros en 2013. Una millonada que era parte de los 40.000 millones dedicados por el FROB -Fondo de reestructuración ordenada bancaria- a rescatar diversas cajas.
En el mismo momento que se aplicaban tijeretazos en la sanidad, la educación, el empleo público, o se mantenían las pensiones en práctica congelación,... ¿De dónde salió el dinero? Mientras el Gobierno central del PP, y todos los autonómicos incluidos los del PSOE, mantenían políticas de austeridad, se solicitaba el rescate europeo para el sistema financiero. Una excelente manera de que las pérdidas millonarias se convirtieran por arte de decreto en deuda pública, esa que no puede no pagarse como sostiene el PP, el PSOE... y hasta Podemos.
Una vez saneadas las cuentas esta mega-entidad se vendió a precio de saldo. El BBVA, la segunda entidad financiera más importante del país, la compró por la mísera cantidad de 1165 millones en abril de este año, justo cuando la entidad empezaba a dar beneficios. Negocio redondo, para el BBVA claro. Las pérdidas de 12.835 millones se apuntaron en el balance del Estado. ¿Cuantas camas de hospital habrá que cerrar para pagarlo?
Pero los banqueros de su majestad no debieron quedar muy conformes con la operación. Y es que claro, absorbían una entidad que le añadía un 13% de cuota de mercado catalán por un precio de risa, pero también traía la “pesada carga” para estos buitres de más de 4.000 trabajadores. ¿Solución? Nada más indignante que el despido que proponen de 1607 trabajadores.
La indignación se ha extendido entre los trabajadores. Más de un tercio se ven en la calle en cuestión de semanas. Y todo después de que el BBVA haya realizado un pelotazo histórico sufragado con el dinero público y el aval del gobierno central y autonómico.
El miércoles realizaron una jornada de huelga y una nutrida manifestación entre la sede del BBVA y la Plaza Catalunya de Barcelona. Más de 2.000 trabajadores marcharon para denunciar no solamente su caso particular, sino cómo su conflicto es expresión del mecanismo establecido entre los grandes capitalistas y el régimen político para hacernos paganos de su crisis a los trabajadores.
El sistema financiero español, y en especial sus gigantes como el BBVA, Santander, Bankia o La Caixa, están saliendo reforzadísimos de esta crisis. Mientras desahucian a miles de familias y despiden a miles de trabajadores del sector, los beneficios de estas multinacionales vuelven a marcar récords históricos gracias a los rescates y medidas de apoyo de los distintos gobiernos.
Lamentablemente la burocracia sindical de CCOO y UGT -inmersa también en casos de corrupción y soborno por parte de la patronal bancaria- ha mantenido una política de contención para imponer la resignación entre los trabajadores. Son cerca de 20.000 los que han perdido su empleo desde que empezó la crisis. Y lo que es peor han dejado pasar los rescates de la banca -incluso apoyando la primera tanda del “rescate socialista”- que está detrás de las políticas de ajuste.
Contra esta política criminal es necesario rodear de solidaridad todas las luchas de los trabajadores del sector y vincular sus demandas a un sentir que se viene haciendo notar desde el 2011 entre muchos de trabajadores y sectores populares: no queremos que se socialicen las pérdidas y se privaticen las ganancias. En contra de la política de las burocracias sindicales que vienen reduciendo estos conflictos al ámbito laboral, hay que tomarlos como punta de lanza para un movimiento en contra de los rescates a la banca a costa de nuestra salud, educación y servicios sociales.
Contra estos pulpos y los políticos a su servicio no cabe otra salida que luchar por una total nacionalización del sistema financiero, empezando por las entidades con pingües beneficios, bajo el control de los trabajadores y pequeños ahorradores, como única forma realista de poder empezar a dar una solución a los graves problemas de vivienda, falta de crédito para los autónomos, inversiones en salud, educación... Un programa así es el único realista para empezar a invertir la ecuación y que la crisis empiecen a pagarla los capitalistas. Expropiar a los expropiadores que nos llevan expropiando durante décadas, y especialmente desde 2008, es una demanda que la gravedad de la crisis social la convierte en demanda de supervivencia para los sectores populares.
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.