×
×
Red Internacional
lid bot

A 50 años de Trelew. La patria fusilada y la memoria estratégica de las luchas

A 50 años de la masacre de Trelew la lectura de “La patria fusilada” de Francisco “Paco” Urondo, se vuelve un ejercicio indispensable para entender los acontecimientos en la voz de sus protagonistas.

Facundo Aguirre

Facundo Aguirre @facuaguirre1917

Domingo 21 de agosto de 2022 22:29

Escuchá esta nota

La patria fusilada cuyo autor fue el gran poeta y escritor mendocino, Paco Urondo, toma partido por los militantes fusilados y su causa política. Es un texto militante, donde los sobrevivientes de los fusilamientos, Antonio Miguel Camps, Ricardo Rene Haidar y María Antonia Berger, cuentan los pormenores de la planificación, los debates políticos, la fuga de Rawson y la posterior detención y fusilamiento por parte de la marina.

Como tal el valor del libro reside no sólo en el testimonio y la denuncia, sino también en la comprensión de la subjetividad y los objetivos políticos que se proponen los militantes guerrilleros con la toma y fuga del penal. La voluntad de superar todos los obstáculos, la entrega desinteresada a una causa, la audacia para ejecutar sus planes, la pasión militante setentista que tiene como fines derrotar al imperialismo y la lucha por el socialismo.

Te puede interesar: La masacre de Trelew

El texto de Urondo se inscribe en la tradición de una literatura militante que tuvo su principal exponente en Operación masacre de Rodolfo Walsh. Aquí también hay “fusilados que hablan”. Los que dan testimonio lo hacen con la certeza de que el mismo aporta a una memoria que, parafraseando a Enzo Traverso en Melancolía de la izquierda “no era un objeto de culto; antes bien, se integraba a las luchas”. Así lo sostiene Antonio Camps a modo de conclusión: “Para nosotros relatar lo de Trelew es una obligación. Para con nuestro pueblo, por todos los compañeros que murieron allí, que aportaron con su muerte, con su lucha, a todo ese proceso”. O Ricardo Haidar quien sostiene que su papel es “transmitir todo eso que los otros, por haber muerto, no pueden hacerlo”.

Lecciones para el presente

El texto ofrece la posibilidad de revisar críticamente las estrategias que sustentaban las organizaciones que llevaron adelante el plan de escape. A saber Ejército Revolucionario del Pueblo, Fuerzas Armadas Revolucionarias y Montoneros. Cumplir con la exigencia de Carlos Marx quien sostenía que las revoluciones de la clase obrera “se critican a sí mismas” para pegar nuevos saltos.

Te puede interesar: A 50 años de la Masacre de Trelew: de la fuga al Trelewazo

El penal de Rawson, donde según los testimonios alojaba unos 250 presos políticos, era parte del dispositivo represivo de una dictadura herida de muerte por la insurgencia obrera y popular que se desarrollaba desde el Cordobazo de mayo de 1969. Recordemos que en agosto de 1972 se encontraban detenidos en Rawson los dirigentes del PRT-ERP: Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna; de las FAR: Marcos Osatinsky y Roberto Quieto; y el dirigente de Montoneros, Fernando Vaca Narvaja. En el mismo penal estuvieron detenidos dirigentes del clasismo cordobés como Gregorio Flores y, al momento mismo de la fuga, el lucifuercista Agustín Tosco. El objetivo de las organizaciones era, tal cómo lo plantean los entrevistados a Urondo, liberar a los compañeros en función de las necesidades de lo que ellos definían como una guerra popular y generar un hecho político que mostrará la capacidad de las guerrillas de burlar los dispositivos de castigo y represión de los militares.

La evasión de los revolucionarios del destierro o las cárceles está presente a lo largo de la historia del movimiento obrero y socialista. Así nos lo recuerda León Trotsky en su relato, La fuga de Siberia, adonde había ido a parar por su papel como presidente del Soviet de Petrogrado en la revolución rusa de 1905: “Para hacerse una idea acerca del porcentaje de fugas, basta con saber que de los cuatrocientos cincuenta exiliados en determinada área de Tobolsk solo quedan cien”.

Pero a diferencia de las evasiones y fugas que buscaban reincorporar a los militantes a la lucha política activa, la fuga de Rawson es concebida como reivindicación de una estrategia, el guerrillerismo. Se trataba así de una acción de propaganda armada.

Insurgencia obrera y guerrillerismo

Insertamos aquí una discusión que hace a la comprensión estratégica del periodo en cuestión y que recorre subjetivamente el texto de Urondo y los testimonios de los sobrevivientes, todos ellos convencidos militantes de la guerrilla peronista.

En mayo de 1969 se produce el Cordobazo, una semi-insurrección obrera y popular que derrota a las fuerzas represivas en las calles de la capital mediterránea, la cual cede sólo ante el ingreso de las Fuerzas Armadas, por falta de armamento y organizaciones de combate de masas para enfrentar a una fuerza militar superior. Desde el punto de vista del socialismo revolucionario, la debilidad del Cordobazo y las necesidades del periodo de insurgencia que se abre entonces, es la falta de una dirección que impulse hasta el final las tendencias que la semi-insurrección había planteado: el frente único obrero, la autoorganización de las masas y la lucha por la independencia política de los trabajadores frente al peronismo. Recordemos que en Córdoba durante el levantamiento se coreaba “luche, luche, luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular”.

Para FAR y Montoneros, que en 1973 se fusionaran en una misma organización, en cambio, según sostienen Mario Firmenich y Norma Arrostito la revista La causa peronista: “El día en que el pueblo festejaba el primer aniversario del Cordobazo. Habían nacido los Montoneros. El "Aramburazo", como lo bautizó el pueblo (...) fue el lanzamiento público de una organización político militar que habría de transformarse (...) en la máxima expresión de la lucha del pueblo contra el imperialismo y todos sus aliados y sirvientes nativos”. Para el PRT-ERP en palabras de Mario Santucho: “A partir del Cordobazo, a partir de mayo de 1969, la lucha antidictatorial del pueblo argentino adquirió considerable fuerza y efectividad. La aparición de la guerrilla urbana en la lucha de clases argentina, como fuerza organizada y efectiva, capaz de golpear con dureza al régimen y sus personeros, dio una nueva tónica a la lucha popular (…) La llamada de la guerra popular como estrategia para la toma del poder, como camino de la revolución nacional y social de los argentinos fue encendida en este período y, aunque débilmente, comenzó a arder ya sin interrupciones.” (Poder burgués, poder revolucionario).

Para Montoneros el “aramburazo” es superior al levantamiento de masas de Córdoba. Para el ERP, la aparición urbana es el factor clave. Las masas brillan por su ausencia.

El elemento común a ambas organizaciones guerrilleras es que en nuestro país, después del Cordobazo, la tarea pasa por construir una fuerza militar que se presenta como el brazo armado de las masas para llevar adelante una guerra popular. Una organización externa a la lucha de clases y las organizaciones de las masas, un ejército guerrillero que actuaba sustituyendo la autoorganización y la movilización obrera y popular. Dicha estrategia implicaba que su militancia entre los jóvenes y los trabajadores no estaba orientada a disputar la dirección y la conciencia del movimiento de masas a las direcciones conservadores y burocráticas. Pero además, ya sea por subordinación a Perón y el peronismo, Montoneros y FAR, o bajo el paraguas de un “frente de liberación” por ultraizquierda, las guerrillas setentistas renunciaba a la independencia política de los trabajadores en nombre de la conciliación de clases.

De conjunto tanto Montoneros como el ERP, al abandonar los esfuerzos por organizar la movilización revolucionaria de las masas, servían al objetivo de Juan Domingo Perón cuya finalidad era sacar a las masas de escena, mostrarse garante de la contención y negociar con la dictadura el salvataje de las Fuerzas Armadas. En palabras del propio Perón: “La vía de la lucha armada es imprescindible. Cada vez que los muchachos dan un golpe, patean para nuestro lado la mesa de negociaciones y fortalecen la posición de los que buscan una salida electoral limpia y clara”.

En el caso de Montoneros y FAR, la confusión con respecto al papel que cumplía Perón en el proceso político se puede entrever en la apreciación que hacen los entrevistados sobre el Gran Acuerdo Nacional. Para Alberto Camps “la fuga de Rawson, esa operación militar fue una de las tantas operaciones militares que, junto con el accionar del pueblo y de Perón, posibilita que no se den las elecciones, la batalla, en el terreno que elige el enemigo”.

Si bien el GAN no se concreta en la propuesta original de Alejandro Lanusse, si se lleva a cabo en sus fines: detener la insurgencia obrera y popular y liquidar a la vanguardia militante de los trabajadores y la juventud, mediante el retorno del peronismo al poder. Perón utilizó a las organizaciones guerrilleras con dos fines, separar a la vanguardia juvenil radicalizada de las masas obreras que protagonizan una extendida insurgencia fabril y esconder bajo el lema del “socialismo nacional”, los verdaderos objetivos de su política de combatir a la insurgencia obrera y popular y reconstruir el poder de la burguesía.

Lo que Berger, Camps, Haidar y Urondo consideran un triunfo popular, fue el avance de una política para desviar el proceso de insurgencia social, la Triple A, la masacre de Ezeiza, el golpe de palacio contra Héctor Campora de la derecha peronista, la expulsión de los Montoneros de Plaza de Mayo, el Navarrazo, la ley de Asociaciones Profesionales, la reforma del Código Penal y las directivas a combatir la infiltración que da Perón luego del asesinato de José Ignacio Rucci, dan muestra de que los terminós estratégicos del GAN, eran los que guiaban su política. Testimonio de ello es que el mismo Camps fue detenido por el gobierno de Perón en abril de 1974.

Memoria combatiente

Paco Urondo realiza la entrevista en el Penal de Villa Devoto, la noche del 24 de mayo de 1973, en su condición de preso político de las FAR, que ya entonces se encontraba en proceso de fusión con Montoneros. Tanto el escritor, como los sobrevivientes Camps, Berger y Haider, van a ser liberados la noche del 25 de mayo debido a una imponente movilización popular que los arrancó de las cárceles y que va a pasar a la historia bajo el nombre del Devotazo. Este acontecimiento muestra que la fuerza de la movilización popular era el medio más eficaz para luchar por la libertad de los presos políticos.

En este sentido, el libro de Urondo, permite extraer lecciones para las luchas del presente. No se trata solo de traer a nuestro tiempo otra subjetividad opuesta al egoísmo y el individualismo característico de las distintas versiones de la meritocracia, que son el sentido común de las actuales clases dominantes. Tampoco se trata, solamente, de un homenaje a quienes ofrendaron sus vidas por la causa de los trabajadores y el pueblo; o de denunciar los crímenes del estado contra el pueblo pobre y trabajador y sus militantes.

La patria fusilada nos exige a quienes militamos por la revolución social, retomando a Enzo Traverso, tener que “inscribir los acontecimientos del pasado en nuestra conciencia histórica (...) una memoria “estratégica” de las luchas emancipatorias del pasado, una memoria orientada hacia el futuro”.


Facundo Aguirre

Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.

X Instagram