Desde el comienzo de las revueltas en Minneapolis por el asesinato racista de George Floyd, decenas de reporteros y periodistas han sufrido arrestos ilegales e incluso agresiones por parte de la policía estadounidense.
Martes 2 de junio de 2020 19:58
En las calles de Estados Unidos se ha visto a la Policía y a la Guardia Nacional arremeter contra los miles de manifestantes que exigen justicia por el asesinato de George Floyd a manos de un policía en Minneapolis. El clima de revuelta ha sido acompañado de más agresiones por parte de los cuerpos represivos estadounidenses no sólo en contra de quienes protestan, sino también en contra de la prensa que acude a reportear los acontecimientos. Este fenómeno no es algo nuevo en el país del norte.
Desde el gobierno de Obama, los reporteros denunciaban la persecución a todo aquel que reportara o denunciara situaciones de injusticia. Esta situación se agudizó con la entrada del ultraderechista Donald Trump a la Casa Blanca. En el día cero de su administración, 37 periodistas que cubrían las manifestaciones antitrump fueron arrestados.
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Los ataques verbales del presidente a los medios de comunicación no solo aumentaron el clima hostil a todo aquel que difundiera información que cuestionara o fuera a la zaga de la administración de Trump, sino que allanaron el terreno para los arrestos ilegales y agresiones recientes.
Sumados a los riesgos que los periodistas en manifestaciones de esta índole deben enfrentar (como recibir algún golpe accidental o respirar gas lacrimógeno), decenas han informado que han sido atacados o heridos intencionalmente e incluso detenidos aún después de haberse identificado como periodistas.
En uno de los videos más difundidos que dan cuenta de estas agresiones, el reportero de Vice, Michael Anthony Adams, le gritó una decena de veces a la policía de Minneapolis que era miembro de un medio de comunicación mientras los agentes dispersaban a los manifestantes. “No me importa”, le respondió el oficial, ordenándole que se echara al suelo.
Adams, tendido en el piso de una gasolinera, mostrando su pase de prensa, y grabando con su móvil lo que sucedía, fue rociado con gas pimienta en el rostro por un agente.
Como si no fuera suficiente con todas estas situaciones, el presidente Donald Trump, a través de su cuenta oficial de Twiter, escribió este domingo: “Las noticias falsas son el enemigo del pueblo”. Esto no es un discurso nuevo ya que lo ha repetido en diversas ocasiones a lo largo de todo su mandato, sin embargo, en esta ocasión acusó a los medios periodísticos de “hacer todo lo que esté a su alcance para fomentar el odio y la anarquía”.
Aunque la declaración de Derechos Humanos de Virginia expresa que «La libertad de prensa es uno de los grandes baluartes de la libertad, y nunca puede ser restringido sino por gobiernos despóticos.» el gobierno y la policía de Donald Trump están muy lejos de esas aspiraciones democráticas.
Las intenciones de la policía estadounidense al atacar a la prensa no consisten en “mantener el orden ante ataques de grupos terroristas” como denominó Donald Trump en declaraciones pasadas a los grupos antifascistas, sino que, efectivamente, buscan limitar toda información de las manifestaciones para que éstas no puedan impregnar su odio a la policía y al gobierno en sectores más amplios, de cara a un escenario en donde su mandato racista y xenófobo y su respuesta autoritaria expresada en el despliegue de la Guardia Nacional y el Ejército a las calles ante las protestas están siendo duramente cuestionados.