El Observatorio Contra el Acoso Callejero en Chile lanzó este miércoles 12 de noviembre la campaña #AcosoEsViolencia que busca crear conciencia y combatir los comentarios sexistas y la invasión física contra las mujeres en la vía pública, Transantiago y el metro.
Viernes 21 de noviembre de 2014
Imagen de la campaña #AcosoEsViolencia.
"Yo respeto" y "Yo saco la voz" serán las frases instaladas en la red Metro de Santiago y en buses del transporte público con las cuales se invitará a la ciudadanía a ser activos frente al acoso callejero, para exigir respeto, y que los casos graves sean denunciados a través de los canales correspondientes. Incluso hay un folleto que se puede descargar desde la página del Observatorio para entregar al desconocido emisor del piropo.
El Observatorio Contra el Acoso Callejero (Ocac) es una organización sin fines de lucro que busca visibilizar el acoso callejero como una forma de violencia de género. Está integrado por mujeres y hombres jóvenes, de diversas áreas de las ciencias sociales, humanidades, del arte y la cultura. Nace con el propósito de que el espacio público sea un lugar seguro, sin agresiones ni agresores sexuales.
Este grupo define acoso como prácticas de connotación sexual ejercidas por una persona desconocida, en espacios públicos (la calle, el transporte) o espacios semipúblicos (universidad, plazas, etc.); que suelen generar malestar en la víctima, como silbidos, comentarios de índole sexual, manoseo, exhibicionismo, masturbaciones en público, fotos o grabaciones no consentidas, entre otras acciones discriminadoras y violentas.
La campaña #AcosoEsViolencia cuenta con el apoyo de ONU Mujeres y la Unión Europea, además de la colaboración de Metro de Santiago, la Dirección de Transporte Público a través de Subus, y Safer Taxi. Los vehículos de esta empresa cuyo chofer haya firmado un compromiso en el cual se comprometen a respetar a sus pasajeros y pasajeras, llevarán un sello OCAC en sus ventanas y/o asientos, para que las mujeres se sientan seguras de que tendrán un viaje dentro de un clima de respeto.
La coordinadora del programa de ONU Mujeres en Chile, María Inés Salamanca, indicó que esta campaña se une a otras iniciativas a nivel mundial que han nacido en los últimos años para erradicar el acoso sexual callejero. “Este problema no es nuevo ni es exclusivo de Chile. Esperamos que esta iniciativa pueda marcar pauta en cuanto a incidir en las políticas públicas para acabar con este tipo de violencia de género. Existen otros ejemplos de observatorios contra el acoso callejero en Perú, Colombia y Brasil y en EE.UU. Es un tema que a nivel mundial se está trabajando”.
En Argentina, se realizó una campaña en Abril en la Semana Internacional contra el acoso callejero bajo el lema: “Si te incomoda leerlo, imaginate escucharlo, todos los días, cada vez que salís a la calle” donde mostraban en afiches frases como “Mami, si te agarro te hago otro hijo”, “Vení, morocha que te violamos”, “Gordita, te hago de todo menos upa” o “Qué culito, mi amor”, pues la consigna era hacer visible lo que a diario deben soportar las mujeres.
A la cabeza de dicha campaña estaba la activista Verónica Lemi que diferencia entre halago, piropo y agresión verbal. Un halago muestra que la intención del interlocutor es respetuosa. Los piropos son comentarios halagadores que hace el hombre sobre la mujer. Y el acoso se definiría por el contexto, el cómo, el dónde, el cuándo, el tono, la postura. Da un ejemplo: -Una de las formas más comunes y más minimizadas de acoso es el “hola, linda”, que a primera vista sería un piropo, pero que en el momento en que es pronunciado a milímetros de la cara de la mujer, por un hombre que se le viene encima e impidiéndole correrse, susurrado con tono sexual y con mirada libidinosa, es una forma indiscutible de acoso.
El acoso callejero es una de las formas de violencia simbólica que están naturalizadas, cuando alguien emite un piropo no se propicia una interacción con la otra persona, no se le está preguntando a la mujer sí quiere ser parte, en ese caso es parte del tema del mensaje pero no interlocutora: se las trata como objeto, y no sujeto, negándoles toda posibilidad de elegir sí participa o no. Esto refleja un mecanismo de esta sociedad patriarcal donde la mujer debe supeditarse a la decisión del hombre. Si quiere invadir sus límites lo hace, apoyado en un discurso en el que priman frases como: “No es tan grave”, “Agradece que te gritan”, “Ayuda al autoestima”.