El jueves 3 de diciembre Jean Luc Godard cumplió 90 años, por lo que vimos la posibilidad de aprovechar la excusa para hablar de su cine. ¿Por qué es Godard uno de los directores más importantes del siglo XX y del siglo XXI? ¿Por qué se lo considera un cineasta moderno y de vanguardia? ¿Cuál es su aporte a la renovación del lenguaje del arte cinematográfico?
A propósito del fallecimiento de Jean Luc Godard, republicamos una nota publicada originalmente en diciembre de 2020, a los 90 años de su nacimiento.
Desde hace muchos años casi todas las notas que le dedica la prensa especializada va acompañada de una imagen mitológica: “recluido en su casa de Suiza”, “en su propia isla”, alimentaría su carácter “hosco” y “ermitaño” a orillas del lago Leman en Rolle. Desde ahí, esta especie de “viejo de la montaña” se dedica a lanzar películas al mundo de imágenes en que vivimos. Cada una de ellas causa revuelo, no en “las grandes masas” sino en el mundo de los cineastas, pero también de la filosofía, el ensayo, la poesía, la política y la historia, todo lo que JLG combina para su apuesta de “pensar con imágenes”.
En 2018 cuando Agnes Varda montó en Rostros y lugares (Visages Villages), la secuencia de su intento de visitarlo y el desplante que le hizo su “impresentable” amigo esa imagen se acrecentó. “Él creó el cine. Él cambió el cine”, le había dicho Agnes al fotógrafo JR para intentar explicarle quién es “el imprevisible”, “inventor, investigador” a quien intentan ver sin lograrlo, agregando que “necesitamos (más) personas como él en el cine”.
El 7 de abril de 2020 Godard sorprendió con un largo LIVE de Instagram por la cuenta de la University of Art and Design Lausanne para hablar de “las imágenes en tiempos de Coronavirus”. Riendo y fumando habanos respondió preguntas conectado a cientos de miles de personas en todo el mundo. Recordó que se mantiene activo para “experimentar con nuevas formas de contar historias” y lanzó nuevamente sus advertencias: “la televisión crea olvido. El cine hace recuerdos”.
Al finalizar el Siglo XX, JLG presentó una obra increíble y vigente en 8 capítulos llamada “Histoire(s) du cinéma” luego de haber realizado más de 80 películas desde sus comienzos. En lo que va del Siglo XXI acrecentó ese número en al menos 13 títulos más, entre los que se encuentran Libertad y Patria (2002), Film Socialismo (2010), Adiós al lenguaje (2014) y El libro de imágenes (2018) que paradójicamente fue ofrecido “al gran público” por la plataforma del monstruo de imágenes conocido como Netflix.
Para reflexionar sobre estas cuestiones y muchas otras, Julián Emerott conversó largamente con Roger Koza, Lucía Salas, David Oubiña y Eduardo Grüner. A contramano de los dictados de la red y el algoritmo de Google que exigiría “brevedad superficial”, de esas conversaciones hizo surgir un material extendido e interesante que aquí presentamos.
¿De qué y con quiénes hablamos sobre Godard en este emisión de A pantalla revuelta?
Roger Koza es crítico de cine, columnista en La Voz del Interior, Revista Ñ y Quid. Conduce el programa de televisión El cinematógrafo en canal 10 de Córdoba y Filmoteca en la TV Pública junto a Fernando Peña. Es jurado y programador en diversos festivales internacionales de América y Europa.
Lucía Salas es crítica de cine, sonidista y posproductora de imagen, colaboradora en distintas publicaciones especializadas y parte del staff de la revista La Vida Útil.
David Oubiña es periodista, crítico y guionista de cine. Es doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Dicta clases en la Universidad del cine y dirigió la compilación Jean Luc Godard: el pensamiento del cine, entre otros libros del tema.
Eduardo Grüner es sociólogo, ensayista y docente universitario. Profesor de Antropología del arte, Literatura y cine y Teoría política. En la década de 1980 dirigió la revista de crítica de cine Cinégrafo. Colabora en publicaciones para distintas revistas y es parte de la compilación Jean Luc Godard: el pensamiento del cine.
Cada uno aborda a JLG desde distintos flancos que van desde sus relaciones con la historia y sus diferentes etapas como cineasta. Sus compromisos políticos y su política de la forma. Las representaciones de la mujer en sus obras. Sobre su constante reflexión acerca de la propia práctica de hacer cine y sobre todo buscar entender la búsqueda, la indagación en torno al problema del lenguaje, la significación y las formas de representación de las imágenes que son el centro de la obra de Godard.
Larga vida al cine de Godard
Cuando todo se termina en los títulos de El libro de imágenes con su voz gruesa e inconfundible que progresivamente se llena de ecos propios y hasta se ve afectada por la tos, sobre una oscuridad absoluta JLG dice:
E incluso si... e incluso si nada pasara como esperábamos, no cambiaría nuestras esperanzas. Seguirían siendo una utopía necesaria y luego las expectativas encenderían muchas voces reprimidas por el enemigo más fuerte. Despertarían constantemente y el campo de las expectativas sería mayor que el de nuestro tiempo. Extendería por todos los continentes la necesidad de contradicción.
La resistencia nunca se debilitará. Así como el pasado era inmutable, las expectativas permanecerán inmutables y los que, cuando éramos jóvenes alimentábamos la esperanza ardiente... aunque nada fuese como queríamos, nuestra esperanza nunca cambiará.
Luego de una afirmación así lo que sigue es bailar.
JLG representa en el Siglo XXI al cineasta con las preocupaciones vanguardistas y “modernas” del siglo XX, pero no lo hace desde la melancolía sino desde el presente conectado a la historia. Como él mismo aseguró varias veces de forma provocativa “Todas mis películas han constituido informes sobre la situación, documentos de actualidad, tratados quizás de una manera particular, pero en función de la actualidad moderna”.
Al mismo tiempo JLG encarna en ese presente con memoria dos afirmaciones claves. Por un lado el aviso permanente de que el tan naturalizado “lenguaje del cine” en todas sus formas masivas es una construcción artificial. Un invento humano institucionalizado por la industria cultural, por lo tanto encapuchado, a quien no solo es posible sino necesario liberar. Por el otro lado, el intento permanente de lograr hacer pensar al cine en su propia especificidad, entender el lenguaje audiovisual como una forma de conocimiento de la realidad por medios sensibles, por lo tanto abiertos, sugerentes y en constante mutación, pero forma de conocimiento al fin.
De todos los cineastas que emprendieron una preocupación similar, como Chris Marker [1] (1921-2012) o Peter Watkins [2] (1935), es quien más radicalmente toma ese camino volviéndose por momentos hermético, tajante, difícil. Ellos también giraron su producción en los años 60 hacia formas particulares de pensar el lenguaje y con eje en lo nuevo que había surgido: la hegemonía del discurso de las imágenes. Excediendo la sala de cine y la pantalla de TV, expandiéndose al VHS, la imagen electrónica y la explosión digital.
Por montaje nos viene a la cabeza la reflexión de Dziga Vertov, el cineasta soviético que pensó los dispositivos interactivos antes de que existieran y que JLG tomó como referencia. En momentos en que el estalinismo le negaba la capacidad de producir en la Unión Soviética acusándolo de “no ser accesible a las masas”, él se preguntaba:
Admitiendo siquiera que algunos de nuestros trabajos sean difíciles de comprender, ¿debe deducirse de esto que ya no debemos hacer el menor trabajo serio, la menor investigación? Si las masas necesitan fáciles folletos de agitación, ¿debe deducirse de esto que no tienen nada que hacer con los artículos serios de Engels y Lenin? Quizá tengan hoy entre ustedes a un Lenin del cinematógrafo y no le dejen trabajar bajo pretexto de que los productos de su actividad son nuevos e incomprensibles…
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A partir de los años 70, luego del giro de JLG a la militancia más radical aunque ligada al maoísmo, cada película suya se fue convirtiendo en parte de una gran obra única que es al mismo tiempo quizás una marca de cómo él comprende el cine:
A mi me interesa hacer cine, no una película. La mayor parte de los directores han de expresarse a través de una serie de convenciones ajenas, retóricas, impuestas por una tradición. Hay, por ello, una especie de profunda asincronía entre los realizadores cinematográficos y sus obras. Por eso no hago más que volver una y otra vez al punto cero, para romper esa asincronía y hacer “mi” cine. Quizás por eso cada vez sé menos, cada vez estoy menos seguro y acepto menos. Tengo la suerte de haber realizado muchas películas; pues bien, cuando hice la segunda “sabía” bastante más que ahora…
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Lo cierto es que JLG nos hace saber a nosotros con cada película suya que hacer cine, pensar y hablar con imágenes “es una cuestión moral”, como dice su famosa frase tan abierta a diversas interpretaciones. Que la búsqueda utópica del encuentro entre forma y contenido es el motor principal del lenguaje audiovisual, y más aún del que busca potencia crítica y cuestionamiento al sistema social que estandariza, naturaliza y ahoga los miles de lenguajes posibles bajo la bota de la industria cultural. Por todo esto es muy interesante entrar nuevamente al mundo de Godard a través de las reflexiones de Roger Koza, Lucía Salas, David Oubiña y Eduardo Grüner, que aquí presentamos.
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