El 8 de octubre de 1967, en la Quebrada del Yuro, Ernesto Che Guevara, cae herido y es capturado por los soldados del ejército boliviano. Trasladado hasta el poblado de La Higuera, alojado en una escuela, es ejecutado el 9 de octubre por orden directa del presidente de Bolivia general René Barrientos, quien obedecía a los mandatos directos del embajador norteamericano Henderson.
Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Viernes 9 de octubre de 2020 00:00
La revolución cubana, las concepciones del Che Guevara y su propio ejemplo combatiente, fueron una fuente de inspiración para la generación militante de los ’60 y ’70. Su fuerza radicaba en que la vía cubana de lucha guerrillera, pregonada por el Che, significaba una ruptura radical con el reformismo de la izquierda tradicionaL representada por el stalinismo y la socialdemocracia. Guevara supo identificar contra las políticas de conciliación de clases de este reformismo, a la burguesía nacional, como agente del imperialismo a enfrentar, con su famosa afirmación de “revolución socialista o caricatura de revolución”. Su llamado a hacer "Dos, tres, muchos Vietnam" se convirtió en grito de guerra contra el imperialismo pero también contra la política de coexistencia pacífica del Kremlin.
Pero la trágica suerte de la guerrilla del Che en Bolivia demostró que la estrategia de la guerra de guerrillas erraba de plano en las tareas y métodos planteados en la revolución latinoamericana y mundial. En la misma Bolivia que vio caer al Che, va a ser el proletariado minero, a quien el Che no dio ningún valor en su estrategia guerrillera, el que se va a armar por sus propios medios en 1969 para dar lugar al “bienio revolucionario” que los tendrá como protagonistas creando instituciones de poder como el Comando Político de la Clase Obrera y del Pueblo en octubre de 1970 y luego la mítica Asamblea Popular que sesionará por primera vez en junio de 1971.
Sustitucionismo guerrillerista o autoorganización obrera y campesina
La concepción del Che, radical en cuanto a la ruptura con la burguesía y en replantear el problema de la violencia para la toma del poder, es, sin embargo, completamente equivocada en cómo luchar contra la burguesía. El eje de su estrategia es construir ejércitos guerrilleros, de base rural y campesina, que lleven a cabo la “guerra revolucionaria”.
El Che se basa en una conclusión unilateral del proceso cubano para definir su estrategia política: “Consideramos que tres aportaciones fundamentales hizo la Revolución Cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América, son ellas:
1. Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército.
2. No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas.
3. En la América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo.” (La guerra de guerrillas)
Para el Che, la iniciativa revolucionaria se reduce a la creación de un foco guerrillero que impulse la lucha armada contra el ejército burgués. Plantea que “núcleos relativamente pequeños de personas eligen lugares favorables para la guerra de guerrillas” (Guerra de guerrillas: un método). Su simple existencia, crea condiciones revolucionarias. El marxismo desentrañó, estudiando las revoluciones sociales del siglo XIX y XX, que las condiciones revolucionarias en momentos de crisis aguda de la sociedad burguesa, y que las grietas generadas en la misma, permiten la movilización revolucionaria de los explotados. Una fuerza fundamental con la que la burguesía domina a la clase obrera y el pueblo pobre, y le impide llegar a la conciencia de que para imponer su voluntad tiene que enfrentar armas en mano mediante la insurrección al Estado burgués, son las direcciones burocráticas de las masas. Éstas actúan como un factor retardatario predicando la conciliación con el capital; esas direcciones son la principal fuerza a superar para que la conciencia de las masas esté a tono con las condiciones revolucionarias producto de la crisis de la sociedad. En este sentido las tareas de preparación, el impulso de la autoorganización, la participación en las luchas cotidianas de las masas, la lucha política contra el reformismo, moldear la conciencia obrera, la selección de activistas y dirigentes en los combates cotidianos de los trabajadores y el pueblo, son ajenas al pensamiento guevarista.
Campo versus ciudad. Clase obrera y campesinado
La concepción del Che sitúa la lucha armada en el campo y establece que el sujeto de la misma es el campesino: “en las condiciones actuales de América (…) los lugares que ofrecían condiciones ideales para la lucha eran campestres y por lo tanto la base de las reivindicaciones sociales que levantará el guerrillero será el cambio de la estructura de la propiedad agraria” (La guerra de guerrillas). El Che es claro en este punto: “el guerrillero es, fundamentalmente y antes que nada, un revolucionario agrario” (Qué es un guerrillero). Correctamente, el Che señala que una de las tareas que impulsaran el desarrollo de la lucha revolucionaria en las semicolonias es la lucha por la tierra. Sin embargo, sobrevalora al campesinado e ignora que es estructuralmente débil y dependiente de la burguesía. La experiencia histórica en América Latina demostró que en su lucha contra el capital, el campesinado sólo logra independencia de la burguesía en alianza con el proletariado urbano y rural. Cuba es un ejemplo, la revolución agraria sólo fue posible mediante la expropiación de la burguesía, es decir, llevando adelante el programa político de la clase obrera socialista. Cuestión que no era el programa original del M26 cuyo lema era: “Vergüenza contra dinero” y no el enfrentamiento abierto al capital.
El dogma guevarista comete así dos errores:
1- Sitúa sus expectativas en despertar a una clase, el campesinado, que por su condición estructural no puede orientar sus luchas de forma independiente de la burguesía, si no es dirigido por la clase obrera.
2- Abandona la lucha por la independencia política obrera, condición para que los trabajadores puedan encabezar la alianza obrera y campesina. Es una consecuencia de desertar de las ciudades como terreno de combate donde residen la industria y los servicios, amén del poder político, reforzando así el poder burgués en las metrópolis.
Gradualismo y burocrátismo
La concepción guerrillera del Che es también gradualista, ya que los tiempos de la lucha de clases y de la guerra revolucionaria, que se desarrolla en las condiciones que crea el foco, son distintos. Mientras la lucha de clases dicta sus tiempos y sintetiza fases al calor de la evolución política de la clase obrera y las masas que se auto-determinan, el guerrillerismo tiene tiempos prolongados que se imponen, muchas veces sobre las necesidades reales del movimiento de masas, que a su vez es quien sufre las consecuencias de la represión que el Estado desata como represalia por las acciones guerrilleras. La concepción guerrillerista es por ende burocrática, ya que la constitución de un ejército exige, además, la más férrea disciplina y el mando de los comandantes, y la subordinación de las masas al tiempo del ejercito guerrillero. Es además burocrática en cuanto a la organización de los revolucionarios ya que para el Che “La organización militar se hace sobre la base de un jefe (...) que nombre a su vez los diferentes comandantes de regiones o de zonas, con potestad éstos para gobernar su territorio de acción”. Sobre esta base, Guevara concibe la disciplina que “debe ser (...) una de las bases de acción de la fuerza guerrillera (...) Cuando esta disciplina se rompe hay que castigar siempre al que lo hizo (...), castigarlo drásticamente y aplicar el castigo donde duela”.
Esa concepción es opuesta a la idea leninista del centralismo democrático que concibe la disciplina como la necesaria unidad en la acción de los revolucionarios producto del debate democrático entre los militantes. La democracia interna de un partido revolucionario está íntimamente ligada a la lucha contra las direcciones traidoras y conciliadoras y a impulsar la creación de organizaciones democráticas de obreros y campesinos. Sobre esa base se puede adquirir una disciplina común en el combate y concebir el nuevo estado como una creación de las masas autodeterminadas, y al partido revolucionario como dirección de ese proceso vivo.
Guevarismo, stalinismo y trotskismo
El pensamiento de Guevara es en cierto sentido un producto del dominio del stalinismo en el movimiento obrero en la segunda mitad del siglo XX y como tal se colocaba en la línea de continuidad de la senda que marcaba la Revolución China e Indochina en la segunda posguerra. Estas revoluciones de base campesina llevaron al poder a partidos-ejércitos y dieron lugar a Estados Obreros, deformados donde el poder quedo en manos de una burocracia desde su origen. El Che tomó como propia la idea de la guerra popular prolongada y concebía la construcción del Estado obrero burocráticamente: de arriba hacia abajo, con un partido único, dándole un valor nulo a la democracia política para las masas.
Guevara se oponía a la coexistencia pacífica que sostenía la URSS, denunciaba las relaciones económicas desiguales que establecían los soviéticos y bregaba por un programa de industrialización para salir del monocultivo en oposición al Kremlin, pero por su propia concepción burocrática fue incapaz de oponerse hasta el final al stalinismo.
Ante el fracaso del mal llamado “socialismo real” la recuperación de la idea de la autodeterminación de las masas que siempre defendió el trotskismo, y la superación de las concepciones sustituistas y burocráticas, son indispensables para encarar la lucha de las nuevas generaciones por la revolución y el socialismo. En este sentido, el balance crítico del Che Guevara no empaña nuestro respeto por el revolucionario que dio la vida por lo que consideraba correcto, sino que lo revaloriza para extraer lecciones militantes y aprender de las derrotas.
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Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.