La editorial de la Universidad Nacional del Centro (UNICEN) ha publicado el segundo tomo de Las derechas argentinas en el siglo XX. En este caso, lleva el subtítulo El retorno democrático y el largo plazo y fue coordinado por Ernesto Bohoslavsky, Olga Echeverría y Martín Vicente. En este artículo, reflexionamos a partir de dicho libro, tomando como disparador un recorrido por la actuación de las derechas durante el último siglo y la aparición de un renovado interés por comprenderlas, tras la irrupción de Milei en el centro de la política nacional.
La aparición del segundo tomo del libro Las derechas argentinas en el siglo XX, como la del primero en 2021, coincide con un renovado interés por comprender el fenómeno político de las derechas. En un reciente artículo, decíamos que la llegada de Cambiemos al gobierno en 2015, así como el fenómeno Milei sobre todo desde 2021, con el fogoneo de los principales medios de comunicación, habían reactualizado el debate. Sin embargo, el protagonismo de La Libertad Avanza durante las elecciones de 2023, llevó esto al paroxismo. Así, aparecieron análisis con hincapié en la personalidad del líder libertariano, la relación de éste con sus mascotas o su hermana, hasta enunciaciones en que esta organización era descrita como fascista. [1]
En este sentido, los volúmenes coordinados Bohoslavsky, Echeverría y Vicente, por su aporte a la historización de las derechas en el país, permiten un fructífero acercamiento a procesos y fenómenos del pasado, pero también tributan a un mejor acercamiento a las problemáticas del presente. En el segundo tomo de la obra, organizado en dos partes, “Los años ochenta y el retorno democrático” compuesto por tres capítulos y “Perspectivas de largo plazo”, integrado por seis capítulos, aparecen colaboraciones de estudiosos como Juan Luis Besoky, Mariano Fabris, Lucas Bilbao, Martín Vicente, Sergio Morresi, Paula Canelo, Daniel Lvovich, Luis Donatello y Ana Clarisa Agüero. Además se incluye una coda bajo el título “Un siglo, dos tomos, muchas derechas” firmado por los coordinadores Bohoslavsky y Vicente, dado el fallecimiento de Olga Echeverría.
Las derechas a 40 años de la transición democrática
La primera parte del libro se centra en las derechas durante los años ’80 y el retorno democrático. Juan Luis Besoky, en “La derecha peronista entre la última dictadura militar y el gobierno radical. Una aproximación a través de las trayectorias de vida de sus militantes”, propone un acercamiento a los recorridos de Felipe Romeo, Federico Rivanera Carlés y Alejandro Biondini. Para el autor, estos personajes, editores de publicaciones y dirigentes de diversos grupos, habrían contribuido a la difusión y la consolidación de la cultura política de la derecha peronista. Si bien el momento de auge de este sector se habría dado en momentos de protagonismo de la figura de López Rega (durante el tercer gobierno peronista), tras el golpe de estado de 1976 muchos de sus dirigentes fueron encarcelados por su vínculo con el gobierno depuesto. Sin embargo, sus militantes continuaron activos y tras la vuelta de la democracia de manera más visible.
Para sumergirse en esta temática, el autor recurrió a entrevistas periodísticas, las publicaciones que editaban e informes de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA). Allí, encuentra como denominadores comunes de los personajes estudiados las referencias a la sinarquía (un poder en las sombras), las denuncias a la masonería, el liberalismo y el judaísmo, así como la lucha contra la “subversión” y la “infiltración”. Pese a esto, en los ’80 y como producto del cambio de piel del peronismo identificado con la renovación, estos grupos quedaron en una suerte de orfandad que los llevó a practicar ciertas mutaciones o cambios de énfasis. Según el autor, el escaso margen de acción para las derechas más radicalizadas del peronismo, fue parte de los motivos principales de su dispersión y de sus mutaciones tras la vuelta de la democracia.
Abocado al mismo período pero cambiando su objeto de estudio, Mariano Fabris reconstruye el tránsito de la jerarquía eclesiástica desde el centro político, durante la última etapa de la dictadura militar en que impulsó la reconciliación, hacia posiciones más periféricas a partir de la “transición democrática”. Así como la identificación en el debate público de la Iglesia con una cultura política autoritaria. En este sentido, rastrea los conflictos y disensiones entre católicos, a partir del estudio de la revista Cabildo y su relación con la jerarquía eclesiástica y la Conferencia Episcopal Argentina (CEA).
La publicación, fundada por Ricardo Curutchet en 1973 y de la que participaba asiduamente el represor Ramón Camps, proponía en los ’80 restaurar un catolicismo medieval, hispanista y preconciliar, lo que implicaba el cuestionamiento en muchas ocasiones de una jerarquía eclesiástica. Ésta era acusada de sacrificar la verdadera identidad católica y de estar interesada en adaptarse (aunque a desgano) a los nuevos tiempos democráticos. Su discurso era elitista, conspirativo y no tenía tapujos en expresar su deseo de la desaparición de la democracia burguesa. El intento por parte de la jerarquía de adaptarse a los nuevos tiempos, tras la caída de la última dictadura, fue denunciada desde Cabildo como una búsqueda de negociar con el mundo y la modernidad sacrificando la verdadera identidad católica. Con su estudio, el autor señala que el catolicismo no puede ser pensado como un espacio social rígidamente vertical, sino que se encuentra sujeto en muchas ocasiones a intensas disputas. El sendero hacia posiciones más periféricas de la Iglesia en la sociedad tras la caída del último golpe, fue acompañado de una cierta renovación en la institución. Según Fabris, esto, a su vez, habría llevado a una posición aislada de la revista, que perdió referentes institucionales ya sea por muerte o por pérdida de peso político en la jerarquía eclesiástica.
En esta línea, Lucas Bilbao presenta un muy interesante análisis de las continuidades, así como de las novedades introducidas en el obispado castrense desde 1983. Partiendo de la estrecha colaboración o simbiosis entre la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas durante la última dictadura militar, el autor rastrea las estrategias de la derecha nacional-católica a partir de la vuelta de la democracia. Así, identifica que los actores combinaron estrategias defensivas consistentes en la retirada de la arena pública una vez que había sido repudiada socialmente la dictadura, con la defensa de militares condenados, la deslegitimación de las memorias colectivas y una relegitimación de las fuerzas armadas, sobre todo en los últimos años.
La relación Iglesia-Estado, se muestra como constante desde 1983 hasta la actualidad, sin nunca haber sido cuestionada por ningún gobierno democrático, pese a su rol en la dictadura. Lejos de esto, el obispado castrense se ha mantenido como institución e incluso ha aumentado su influencia con alrededor de doscientos funcionarios en la actualidad que se distribuyen ya no sólo entre las FF.AA., sino también por la Gendarmería, Prefectura y Policía Aeroportuaria, gracias al financiamiento público. Así, el Estado mantiene una relación privilegiada con la curia por encima de otras religiones pese a declararse laico, lo que permitió que más allá de la capacidad de amoldarse a distintos contextos políticos por parte de la Iglesia católica, ésta pueda mantener una posición destacada como actor de la política nacional.
Esta primera parte del libro, centrada en la derecha peronista más radicalizada y la Iglesia católica, muestra cómo dichos actores se adaptaron con mayor o menor éxito al contexto “democrático”. [2] El cambio de régimen provocó una cierta desorientación e incluso una cierta marginación de sus posiciones, desautorizadas por la popularización y repudio de los crímenes cometidos por la última dictadura. En el caso de los sectores provenientes del peronismo simpatizante y en algunos casos participantes de la represión ilegal, se desarrolló una dispersión de sus fuerzas a la vez que algunos sectores se radicalizaron ideológicamente confluyendo en el neonazismo. Personajes como Biondini hoy se mantienen vigentes, pero en una marginalidad aumentada a partir del desarrollo de un repudio masivo a la última dictadura, como a la derecha peronista y la triple A, que continúa hasta nuestros días, pese a que figuras como Milei y Villarruel hoy intenten ponerlas en cuestión.
Desde nuestro punto de vista, el resurgimiento de una derecha más “tradicional” en el sentido de que participa del negacionismo de los crímenes de la última dictadura y en distintos grados defiende la economía de mercado, desde Macri a Milei (que a su vez introduce novedades como parte de un fenómeno internacional de nuevas derechas), no redunda por ahora en un fortalecimiento de la derecha peronista más recalcitrante. Este sector se encuentra en un momento de metamorfosis inconclusa, mientras colabora en el armado de las listas de Milei (como aclararon Berni y Grabois), hoy se fortalece el sector más derechista, el Frente Renovador de Sergio Massa y la liga de los gobernadores encabezada por el derechista Juan Manzur, aunque contradictoriamente utilizando un discurso de temor frente al peligro de la “ultraderecha”.
Respecto a la Iglesia, su adaptación fue más exitosa. Por un lado, logró un cierto recambio de personal en el que los sectores más “democráticos” fueron ganando peso (léase no abiertamente pro milicos). Si bien fueron siempre el eje del discurso de la “reconciliación”, el Papa “amigo de los pobres” y los curas villeros han servido para mostrar un rostro más amable. Por otra parte, la relación privilegiada con el estado que la financia, expresada en el mantenimiento y ampliación del obispado castrense como señala Bilbao, la ha mantenido como un actor central de la política nacional pese a las reiteradas derrotas políticas, como en los casos del matrimonio igualitario o la legalización del aborto. En la actualidad, una de sus novedades ha sido el posicionamiento institucional en oposición a la figura de Javier Milei como se demostró en la procesión a Luján, tras los dichos del referente libertariano contra el Papa Francisco. Esto no quita su rol conservador más en general y su aporte a una derecha “democrática” con peso especial en el interior del país. A la vez que actúa como contención de pobreza y protesta junto a los movimientos sociales como el liderado por Juan Grabois. Por otra parte, la Iglesia evangélica tras un cierto protagonismo en la campaña “celeste” contra el derecho al aborto donde fue derrotada, y el impulso de la figura de Cintia Hotton, hoy se mantiene dispersa respecto al apoyo de distintas fuerzas políticas. Han respaldado de manera visible a Horacio Larreta del PRO como a Fernando Espinosa del PJ Matanza, a diferencia del caso de brasilero, en el que ocurrió un fuerte encolumnamiento detrás de Jair Bolsonaro.
Miradas de largo plazo
La segunda parte del libro plantea un abordaje de las derechas desde la perspectiva del largo plazo. Así, Martín Vicente analiza el período 1946-1983 concentrado en la intelectualidad liberal-conservadora entre quienes destaca a Mariano Grondona, Jorge Luis García Venturini y a Alberto Benegas Lynch, entre otros. En su trabajo identifica dos momentos. Uno que podríamos denominar de “gestación”, en el que se dio una confluencia entre sectores del liberalismo y el antifascismo en lo que se identificó como un “anti totalitarismo republicano” en oposición al peronismo. El segundo momento sería a partir del golpe de estado de 1955 y hasta la caída por “colapso” de la última dictadura en 1983, período en el cual el sector liberal-conservador buscó reordenar la vida política nacional. A través de esta búsqueda, se intentaba avanzar con la "desperonización" de los sectores populares, reinterpretar la democracia condenando la politización masiva y refundar la República. Según el autor, sin embargo, este grupo liberal-conservador agotó su ciclo a partir de 1976, cuando habían apostado a una suerte de hipótesis refundacional como aspiración de máxima o una búsqueda de orden como apuesta de mínima. Las diferencias respecto a cómo aplicar en la práctica las ideas que los guiaban respecto al programa económico, las pujas internas alrededor de los equilibrios de fuerza al interior de la Junta Militar, la guerra de Malvinas y la visibilización de la represión terminaron por desatar una fractura que con la caída por “colapso” de la dictadura, desencadenó una fractura de la que no habría retorno. De este modo, se acababa un ciclo político-intelectual que había sido protagonista de la política nacional durante casi 40 años.
En esta misma línea, Sergio Morresi dedica su estudio a la hegemonía de la tendencia neoliberal dentro del campo político de la derecha y el espacio del liberalismo-conservador. Para este autor, más allá de las idas y venidas desde 1955 pero especialmente desde 1976 hasta hoy en día, se podría decir que el neoliberalismo ocupa un lugar de primacía como producto de un intenso trabajo de difusión de ideas e intervención política tanto global como local. Los últimos 25 años del siglo XX habrían representado para el sector liberal-conservador una pérdida progresiva de desconfianza en la democracia así como al peronismo, a la vez que se fortalecía el sector neoliberal a su interior, abandonando estos rasgos y reforzando las características elitistas y anti izquierda. Para Morresi, el neoliberalismo ha sido más objeto de crítica política que de estudio. Por eso, considera que se pueden rastrear una serie de malentendidos en relación a él, como a las ideas respecto a que pretende un “achicamiento del Estado” o que se reduce a un conjunto de políticas económicas. En contraste, considera que se trata de un proceso político-intelectual que pretende perpetuar la desigualdad, y a través de un Estado fuerte, regular-desregular espacios que el mercado es incapaz de penetrar por sí mismo. Dentro de las particularidades del caso argentino se marcan el carácter elitista, en contraste al período del peronismo menemista (que se convirtió en el principal impulsor del neoliberalismo) y el caso de la derecha “populista” norteamericana. Para los años más recientes, el autor destaca el carácter tanto pragmático como flexible del neoliberalismo, que le ha permitido unificar a diversas tendencias de derecha. También se destaca el carácter anti izquierdista, aspecto hiper desarrollado en la vertiente de la derecha radical y populista de Javier Milei. La unificación de la derecha, sin embargo, cabe señalar que hoy ha retrocedido ante la división de Juntos por el Cambio. Esto abre un nuevo escenario político y un reordenamiento de las derechas.
Más atrás temporalmente, pero en la misma sintonía temática, Ana Clarisa Agüero realiza un estudio centrado en la localidad de Villa General Mitre, hoy Villa del Totoral, en la provincia de Córdoba. Su fin es considerar las dimensiones asumidas, proclamadas y practicadas por el liberalismo argentino. Identifica a dicha localidad, como un enclave de élite de larga duración, a través del cual puede rastrearse la elaboración de una tradición unitario-liberal entre los siglos XIX y XX. Para la autora, este sector ofrecía un sustrato de disposiciones e ideas para las acciones y elecciones, antes que una doctrina rígida. Dicha tradición, habría actuado como pieza central de la integración y la reproducción de un sector de una fracción de la élite argentina, que sin embargo, no hizo más que perder gravitación al producirse el desarrollo del momento agroexportador del país.
Tanto este último estudio, desde un enfoque microhistórico, como los de Vicente y Morresi, comparten como denominador común el interés por distintas vertientes de lo que se puede denominar en términos amplios el liberalismo. Si en el siglo XIX este sector definido ampliamente fue hegemónico, pese a los cambios de intensidad de poder al interior de sus fracciones. Desde nuestro punto de vista, la difusión del comunismo desde 1917 primero, la crisis capitalista internacional de 1930 y el surgimiento del peronismo, dieron pie a nuevos fenómenos y actores a los que las derechas debieron dar respuesta. Con el ascenso de Perón, el espacio liberal-conservador se nuclea en términos anti totalitarios logrando agrupar sectores del Partido Socialista y el Partido Comunista detrás de sí. Como bien describen los autores, a partir del golpe de estado de 1955 comenzó un nuevo ciclo del que fueron protagonistas, aunque cruzados por el problema de la imposibilidad de establecer su propia hegemonía sobre la sociedad. [3] La figura de Álvaro Alsogaray por ejemplo, mencionada por Morresi, permite rastrear la persistencia del ideal liberal devenido neoliberal, entre 1955 y 1999, dado que cumplió funciones bajo los gobiernos militares de Aramburu y Lanusse así como con Frondizi, Guido y Menem. En este sentido, los capítulos permiten esbozar una periodización del liberalismo en la Argentina, distinguir sus vertientes y sus cruces. Con lo que realizan un aporte significativo al estudio de la temática, agregando complejidad al objeto de estudio.
El tránsito de las Fuerzas Armadas desde el “poder arbitral” inaugurado con el golpe de Estado de 1930, hasta el poder corporativo en el que se vieron obligadas a refugiarse a partir de 1983, es el centro de la investigación realizada por Paula Canelo. La autora, emprende este recorrido utilizando como principales fuentes las proclamas, discursos y declaraciones de las cúpulas militares, así como de la dirigencia política, entre 1930 y 2002. Así, rastrea cómo la construcción de una legitimidad suprapolítica, mediante la cual las Fuerzas Armadas se presentaban a sí mismas como representantes del interés general, facilitó la constitución de su poder arbitral en el seno de la sociedad. La narrativa marcial, ubicada por encima de la política y no particularista, fue uno de los sostenes del poder militar entre 1930 y 1976, junto a un estrecho vínculo con el mundo heterogéneo de las derechas. A la vez que mantenía una profunda influencia sobre la sociedad por sus funciones “educativas”, como el caso del servicio militar obligatorio, y ciertas funciones productivas y de investigación. La última dictadura militar, sin embargo, destruyó los fundamentos del poder arbitral al comprometer de manera completa e institucional a los militares con el plan sistemático y criminal de represión contra la sociedad. La derrota en la guerra de Malvinas, sumó otra razón para la deslegitimación de los militares. Con la vuelta de la democracia en 1983, las fuerzas debieron replegarse sobre el ejercicio de un poder corporativo, de resguardo de intereses particulares, desde la impunidad por sus crímenes hasta la conservación del presupuesto militar, la autonomía profesional y el aparato burocrático-militar. Esta estrategia, les permitió mantener la integridad institucional y parte de sus demandas como importantes cuotas de impunidad. Según la autora, las crisis de 1989 y de 2001, permitieron rearticular el consenso interno de las Fuerzas Armadas a través de la prescindencia institucional, dado que no intervinieron (aunque tampoco podían producto de su deslegitimación), ante las grandes crisis sociales del país.
Daniel Lvovich por su parte, se ocupa de los nacionalismos de derecha entre las décadas de 1930 y de 1970. Identifica dos vertientes principales, una tradicionalista y conservadora, que mantenía nostalgia por un pasado idealizado y consideraba al “pueblo” como un peligro; y otra vertiente que desplegaba inflexiones populistas, intentaba movilizar al “pueblo” y desarrollaba una retórica con matices anticapitalistas. Estas identidades, sin embargo, eran inestables y más determinadas por el pragmatismo que por una estructura ideológica rígida. Podían pasar de posiciones democráticas al golpismo, del peronismo al antiperonismo o del sindicalismo al antisindicalismo y viceversa. Mientras el sector conservadorse mantuvo como marginal, ocupando en algunas ocasiones espacios ministeriales, la emergencia del peronismo de derecha en los ‘70, habría llevado según Lvovich, a que emergiera un sector antiliberal, autoritario, antisemita, antiizquierdista y corporativista que hablaba en nombre del pueblo y que lograba ganar poder e influencia política.
La relación entre el mundo empresarial y la política, es revisada por Luis Donatello. En su trabajo, pueden rastrearse las transformaciones de un vínculo perdurable entre ambos sectores. De hecho, a lo largo de la historia nacional se encuentran numerosos ejemplos en los que los dos mundos se solapan o fusionan. Ya desde 1880, la economía agroexportadora organizada a través de la Sociedad Rural Argentina (SRA), participó de sucesivos gobiernos integrando muchas veces los gabinetes de Agricultura, Hacienda o Relaciones Exteriores. Entre 1930 y 1943, muchos empresarios agropecuarios se encontraban presentes tanto en diversos gabinetes como en las juntas reguladoras a la vez que diversos intereses industriales organizados en la Unión Industrial Argentina (UIA), estaban bien representados en el parlamento. Durante el período 1945-1955, se incorporan por primera vez al poder ejecutivo distintos sectores del empresariado industrial. Desde 1955 y hasta 1983, se habría producido un solapamiento de los sectores agropecuarios e industriales, a la vez que surgía una capa de intermediarios que se movía entre el sector público y el privado. A partir de 1983, el autor rastrea que se produjo un paulatino retroceso de la presencia directa de la SRA en la política mientras que los miembros de la UIA iban ganando protagonismo así como los representantes de diversas fundaciones. Distintos legisladores, en su mayoría pertenecientes al Partido Justicialista (PJ), como el presidente de la UIA en los ‘90 Claudio Sebastiani, se erigieron en empresarios y especialistas en la promoción de intereses empresariales. Así, el salto de la política a la empresa agropecuaria o industrial y de éstas a la política se verifica como una constante, a la que en las últimas décadas se le sumó un complejo entramado de intermediarios, altos funcionarios públicos y gerentes que hacen las veces de nexo entre política y empresariado.
Los últimos tres capítulos que mencionamos, de conjunto, llaman la atención sobre un hecho sobresaliente. Las fuerzas armadas debieron refugiarse en la defensa de sus prerrogativas de modo corporativo, abandonando el protagonismo mantenido durante más de 50 años desde 1930 como árbitros de la política nacional [4], rechazadas socialmente por sus crímenes durante la última dictadura y la derrota en Malvinas. Los nacionalismos de derecha desde la centralidad en los ‘30, oscilaron entre el antiperonismo y el peronismo de los ‘70 con distintos grados de protagonismo para luego diluirse ante la avanzada neoliberal. Pero el sector empresario, no sin cambios de hincapié entre los sectores agroexportadores y los industriales mercado internistas, así como con distintos alineamientos, tuvieron un protagonismo para nada deleznable. Si bien en los últimos años se produjo, según Donatello, el surgimiento de una capa nueva de intermediarios (funcionarios especializados y gerentes), podríamos agregar que se trata de un empresariado empecinado en ocupar ellos mismos espacios de gobierno. El fenómeno del empresario-ministro puede seguirse desde Luis Duhau, presidente de la SRA quién ofició de Ministro de Hacienda durante el gobierno de Agustín Justo en los ‘30, hasta el gobierno de los CEO encabezado por Macri, o la presencia de figuras como la de José de Mendiguren ex presidente de la UIA, en el gobierno de Alberto Fernández y Sergio Massa. Antes que cualquier distinción política, aunque siempre más cercanos a la derecha, en el caso de los sectores más concentrados, el empresariado siempre se mantuvo cerca del poder. Como señalaban Marx y Engels, el estado capitalista funciona como una “junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”. [5] En el caso argentino, se alterno el ejercicio del poder entre políticos y militares, con la intervención directa de diversas fracciones del empresariado en la propia administración del Estado.
En síntesis, esta segunda parte del libro realiza interesantes aportes a una perspectiva de largo plazo sobre las derechas, analizando diversas tendencias y utilizando una variedad de metodologías. Así, podemos trazar un recorrido desde el siglo XIX hasta nuestros días siguiendo el hilo unitario-liberal, al sector liberal-conservador y al neoliberalismo sin enlazarlos mecánicamente. Por otra parte, las secciones dedicadas a las fuerzas armadas, al nacionalismo y al empresariado, dan un buen panorama del peso que han tenido las derechas en la historia argentina y ayudan a esclarecer quienes han sido los artífices de la decadencia nacional. Desde nuestro punto de vista, los gobiernos más de “centro”, el peronismo e incluso la “centroizquierda”, con su alianza incuestionable a un empresariado que supo hacer negocios con todo el arco político, más allá de los modos, fueron presa del status quo en tanto garantizaron la continuidad de la dependencia nacional, como rasgo característico del país semicolonial. El factor internacional, más presente en algunas secciones del libro que de otras, resulta un factor esencial también para seguir la evolución de las derechas en el país y sus cambios de intensidad. El anticomunismo, el franquismo, la guerra fría o la avanzada neoliberal han sido sin dudas motores o al menos espaldarazos a las derechas en la Argentina.
Las derechas más allá del siglo XX
¿Volvieron las derechas o nunca se habían ido? ¿Nacen nuevas derechas o se aggiornan las viejas? Estos interrogantes son parte del debate público nacional en momentos en los que la agenda política se fugó de la derecha a la extrema derecha fogoneada por los grandes medios de comunicación. Como recapitulan Bohoslavsky y Vicente en la coda del libro que tratamos, en los últimos años han florecido todo tipo de abordajes de las derechas. Desde la exotización y la moralización de buena parte del periodismo, hasta una renovación y potenciación de los estudios académicos sobre la temática. Los resultados han sido exiguos, pero de lo que no cabe duda es que hoy se habla cada vez más de las derechas en el país y también en buena parte del mundo.
El triunfo de Macri en 2015 primero, y el protagonismo de Milei en las elecciones de 2023 después, han reactivado el interés por comprender un fenómeno que hasta hace pocos años en Argentina se había dado por muerto o se consideraba sentenciado a un lugar de marginalidad. Sin dudas, el nucleamiento de distintas tendencias derechistas, en clave anti kirchnerista con Macri, y el empalme tardío de Milei con un fenómeno de nuevas derechas a escala internacional (Trump, Bolsonaro o Vox), que supo canalizar parte de la bronca contra la “mímica de Estado” y la “casta”, han reactivado este interés por comprender a las derechas.
Una operación frecuente por parte de algunos sectores políticos como el peronismo, pero también del periodismo y algunos académicos-intelectuales, ha sido la polarización extrema. Desde estas perspectivas, Macri representaba una derecha neoliberal que venía a aplicar una reforma laboral y jubilatoria reaccionarias, pese a que los contratos más precarizados se han dado en gremios como la UOCRA del peronista Gerardo Martínez, y las jubilaciones, bajo la gestión de Alberto Fernández y Sergio Massa, hoy se encuentran en niveles de poder de compra inferior al de los años macristas. Frente a Milei, se ha llegado a considerarlo como una expresión de fascismo hasta por sectores de la izquierda. Más allá de intentar justificar un voto por Massa en el balotaje electoral, estas posturas expresan una utilización al menos liviana de un concepto que se referencia en el totalitarismo de Mussolini y el nazismo ejecutor de la shoá. Autores serios como Enzo Traverso o Emilio Gentile [6], prefieren hablar de “nuevas derechas” o identificar las innovaciones respecto a las “derechas tradicionales”, en las que la xenofobia o el racismo ya estaban presentes sin ser fascistas. De esta manera distinguen entre Bolsonaro, Trump o Vox y la experiencia histórica italiana y alemana en la que el fascismo se desarrolló como parte de una política imperialista en oposición a la revolución socialista, el control totalitario de la sociedad, el racismo extremo, y la liquidación de las organizaciones obreras, recurriendo incluso a las bandas paramilitares. [7]
En este sentido, el estudio y análisis acerca de las derechas no sólo aporta a un mejor conocimiento y comprensión de sus dinámicas, sino que también aporta a definir un posicionamiento político ante la realidad. Uno que reconozca las diferencias entre las distintas tendencias de las derechas y los partidos burgueses, pero que mantenga una postura de independencia política y de lucha consecuente por una salida para las mayorías obreras y populares. Por otra parte, los estudios sobre las derechas en el ámbito académico hoy se encuentran en un momento de expansión de manera sincronizada al creciente protagonismo de nuevas y viejas derechas en el país. Los compiladores de Las derechas argentinas en el siglo XX, reconocen que pese el desarrollo de nuevos y cada vez más trabajos desde las ciencias sociales sobre la temática, aún se mantienen problemas como el excesivo hincapié en el nacionalismo frente a otras expresiones de las derechas, el estudio de la élites antes que de otros sectores sociales, y la primacía de los estudios nacionales por sobre los subnacionales. Se podría agregar también, la necesidad de desarrollar una perspectiva internacional que reconozca la acción e influjo de las potencias imperialistas sobre el país, fundaciones, partidos y organizaciones transnacionales. De todos modos, el libro que comentamos aporta elementos para una mejor comprensión de las líneas de continuidad, así como para reconocer las innovaciones de las derechas en el país.
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