En una charla por Whatsapp, el cantante imaginó en pocas horas la historia que devino en letra de un tema pensado para Pilsen y finalmente grabado por El Ejército Negro. El editado de mensajes de voz que compartimos lo muestra en pleno proceso creativo.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Martes 14 de noviembre de 2023 22:00
Imagen: Seba Aladro (@aladroilustraciones).
Una mañana de marzo de 2021, al cabo de una conversación por Whatsapp, Pil Chalar ideó y creó una historia que devino rápidamente en una letra. La idea, en ese entonces, era la de pensar canciones para un nuevo disco de Pilsen, el sucesor de Carne, tierras y sangre, publicado a fines de 2020 y ganador de un premio Gardel. Ya venía trabajando en varias cosas hacia esa dirección junto al Tucán Barauskas, su socio creativo en Pilsen y también en Los Violadores post-2001.
Más allá de eso, Pil meditaba en paralelo la intención de escribir cuentos. Y, de todo lo que había leído en su vida, estaba en ese momento especialmente atravesado por Borges. Por su narrativa, por su manera de construir una historia y contarla, por el uso del hipertexto y también del humor.
En su casa de Villa Urquiza lo combatían: “Venía de una familia en la que si de repente Borges aparecía en la tele, mi mamá tiraba: ‘Viejo de mierda, es un repugnante’. No era una persona muy simpática, a pesar de que tenía buen sentido del humor. Era muy inteligente y muy vivo, pero en las clases populares como que no entraba. Como sea, el primer libro de él que leí fue Ficciones. Y esos cuentos extrañísimos me enloquecieron. No pude parar”.
Así, una mañana de marzo de 2021, le surgió a Pil desde su casa en Lima, Perú, la idea de un guacho y un cowboy que se encuentran en un lugar indefinido y terminan jugando una partida de naipes. Nunca queda claro si lo hacen por dinero, por vicio o por honor. Solo se conoce un detalle: cada cuál usa su propia baraja; uno la española, otro la de póker. Surrealismo chalariano. “En lugar en donde se enfrentan es en la imaginación”, agregaba mientras construía el relato a través de mensajes de voz por Whatsapp.
Entre mano y mano circulan aguardiente y whisky; los dos beben y el entendimiento se vuelve cada vez más dificultoso. En un momento, el gaucho grita “Flor” y el otro responde con Full Poker. El empate se produce en un momento tenso: los dos estaban muy picados y dispuestos a todo o nada. Y, de repente, la Matrix se rompe. Es el primer momento en el que los actores toman noción del delirio que están protagonizando. Todo va camino a desmadrarse.
Pil elige muy bien a los personajes de su trama: dos tipos que reaccionan por instinto, de manera venal. No hay en ese diálogo de caras, gestos y movimientos ningún tipo de racionalidad. Canceladas la instancia de las cartas, el gaucho apela entonces a lo único que le quedaba para medir poder: su facón.
La resolución parece obvia: el cowboy tiene una Smith&Wesson. No hay chances de paridad en ese premeditado choque de culturas, el norte y el sur, cada cual queriendo imponer sus cartas. Aunque, como indica Pil, el primero está avalado por el poder de “la tecnología”, una manera de figurar (a través del arma) ese peso desigual.
El relato parece emparentado con “Más allá del bien y del mal”, letra de Pil para Los Violadores en 1986 que pone sobre la mesa a dos bloques (entonces divididos por el Muro de Berlín, aunque también funge de ideario) y una dinámica lúdica, en ese caso el ajedrez. Y, así como aquella vez Chalar cantaba por patear el tablero para que no ganaran ni las blancas ni las negras preestablecidas, ahora dejaba también un final abierto: nunca el cowboy dispara su arma frente al gaucho. No hay tampoco en este combate-debate una salida al problema para quien escuche la canción o lea la letra: nunca se sabe quién terminó ganando.
Una vuelta borgeana a la típica historia del cineasta John Ford (homenajeado por Pil en la canción junto a Leonardo Favio). La cual —a diferencia de lo que narraba con éxito el creador del género western—, no se definía esta vez con un tiro mortal. Pudo haber ocurrido. Como pudo que no. Una especie de Elige Tu Propia Aventura para quien se introduzca en el relato.
Y si bien la inspiración inicial de Pil fue buscar una historia para un cuento, esa misma mañana se dio cuenta que tenía en su mano una nueva canción. Luego el Tucán Barauskas imaginó una música para eso con la melodía vocal y un nuevo orden en la letra para que se acomodara a la métrica.
El resultado final fue "Las dos barajas", obra a la que el Tucán Barauskas empezó a darle forma de canción en su estudio de San Nicolás. Pil llegó a escuchar versiones acabadas del tema, muy contento entonces con lo que había producido su amigo nicoleño. En uno de esos audios por Whatsapp de marzo de 2021, Chalar expresa sus expectativas por el Tucán y el laburo que él puede hacer para que la canción crezca desde lo musical.
Dos años después, Barauskas completó la canción con arreglos de cuerdas para grabarla en Señuelos para el engaño, primer disco de El Ejército Negro, banda que se completa con un ex Pilsen, el baterista Antulio Pozzio, y un ex Violadores, el bajista Niño Khayatte. Una versión muy emotiva, especialmente por las líneas del violinista Alex Musatov, quien redondea la épica de la musicalidad entre el dramatismo y cierta nostalgia.