En medio de la oleada de luchas que vemos en los últimos meses, se destacan las “disputas por la precarización”. De un lado, los empresarios y gobiernos quieren aprovechar la coronacrisis para darle una vuelta de tuerca. Del otro, sectores de trabajadores resisten esos ataques, o directamente quieren “recuperar derechos”. Además, el resumen de todo lo que pasó esta semana.
Patricia arrancó el marzo tucumano levantándose cada día con el primer rayo de sol. Desayunó en el camión del contratista. Cargó los bultos con 20 kilos de limones para intentar llegar a los 800 kilos que completan el jornal. Cuando se escondía el sol escuchó el chiflido. Suspiró. Hizo la cuenta rápido. Esta vez tampoco llega. Volverá con menos guita a casa. Igual miró el cielo y pensó: ojalá mañana no llueva.
Marcelo escucha la bocina y sale corriendo con la caja de herramientas. El auto de su compañero tiene una calcomanía que dice Edesur pero sus camisas llevan el logo de EMA. Tienen 9 o 10 horas para repasar medidores o subir a todos los postes que puedan. Como los bultos de la cosechera. Pero ni siquiera así sabe cuánto cobrarán. Marcelo te puede dar la luz pero su recibo permanece en la oscuridad.
Esas dos escenas pintan una de las caras de la precarización laboral. La que venimos mostrando en las fincas de Tucumán y las viñas de Mendoza; en las líneas de media tensión y las vías de trenes; en los hospitales de Neuquén y las terminales portuarias. Pero hay otra cara. Ya llegaremos.
A pesar de la segunda ola, otra semana agitada
La última semana no es fácil de resumir, como no lo fueron las anteriores. Antes de empezar el repaso vale detenerse en un hecho interesante que no fue una lucha en sí, sino una reunión de varias de ellas. El sábado 17, lo que había nacido como una buena idea en una marcha a Plaza de Mayo se convirtió en un Encuentro de coordinación de ocupados y desocupados en lucha en MadyGraf. Más de 20 sectores que vienen en conflicto se pusieron de acuerdo en que la coordinación es la única forma de juntar fuerzas para los momentos que vienen. En La Izquierda Diario está toda la cobertura, con lo que dijeron y lo que votaron.
Todo lo que vamos a contar estuvo atravesado por algo que recorre nuestros días: las consecuencias de la “segunda ola” de la pandemia. Todos los medios hablan del tema, aunque pocos se detienen en cómo viajan y trabajan millones.
Por eso nuestro resumen arranca justamente con el paro docente en la Ciudad de Buenos Aires contra el intento de Rodríguez Larreta de imponer una presencialidad insegura para la comunidad educativa. Lo mismo sucedió en muchos distritos de la provincia de Buenos Aires así como en Mendoza, Tucumán, Misiones y otras provincias
Fue la semana también en que las enfermeras y camilleros neuquinos cumplieron 60 días de lucha con 30 piquetes, algunos de los cuales apuntan al corazón de Vaca Muerta y han convertido su lucha en un conflicto político del que se habla en los despachos presidenciales, sindicales y de las multinacionales. La cobertura de La Izquierda Diario refleja hora a hora lo que sucede en rutas, hospitales y caravanas donde crece el apoyo popular.
Los “elefantes” pisaron tan fuerte que el temblor llegó a Río Negro, donde la “primera línea” salió a la calle por salarios y condiciones laborales. Y más lejos dicen. Porque en Tucumán las rutas también se empezaron a llenar de piquetes. Más de 10 en una semana de cortes de los hombres y mujeres que se rompen las manos y espaldas cosechando limones por dos mangos. Pero no nos adelantemos en ese tema. Lo que sí contamos es que en esa provincia también marcharon empleados de comercio, docentes y salud, y los choferes siguen en pie de guerra.
¿Qué más hubo? Bastante. Los portuarios de la Terminal 5 no se quedaron de brazos cruzados tras el desalojo policial de los bloqueos que sostenían en varias terminales. Marcharon con su bandera de “Precarización = Indigencia” e hicieron asambleas para denunciar el pacto de la burocracia sindical y el gobierno. Los choferes de la Línea 60 cortaron la Panamericana reclamando un salario mínimo de 100.000 pesos, vacunación y protocolos. Los contratistas de Edesur marcharon a la empresa y a la Quinta de Olivos, los tercerizados de Línea Roca pararon y abrieron los molinetes en Constitución. También hubo marchas del personal de salud de la Zona Oeste bonaerense, de Mar del Plata, Córdoba y Bahía Blanca, de los lucifuercistas de Córdoba, de residentes médicos en La Plata y cortes de los municipales jujeños por pase a planta.
Hubo nuevos ataques, como la confirmación de los despidos en el frigorífico Arrebeefque ya despertó la bronca del pueblo de Pérez Millán. También hubo buenas noticias, como el fallo judicial que ordenó al call center Hey Latam la reinstalación de sus trabajadores y el pago de los salarios adeudados. Recordemos que les pibes mientras festejan el fallo están gestionando la empresa al servicio de la comunidad. La lucha de la juventud trabajadora paga.
Dos primeras conclusiones. A pesar de la pandemia, sigue la oleada de luchas, con mucho peso en el interior. Nadie puede decir “acá no pasa nada”. Solo de lunes a viernes, gracias a nuestros corresponsales y la Comunidad de La Izquierda Diario publicamos 150 notas. No solo de marchas, cortes o ataques patronales. También denuncias sobre cómo impacta el covid en los lugares de trabajo: Subte, FF. CC. Belgrano y Roca, Mondelez, escuelas de todo el país.
La otra es que se mantiene la dureza de muchas acciones. A los cortes en la ruta del petróleo y los bloqueos a las grandes terminales portuarias se sumaron esta semana los piquetes que unen la agroindustria tucumana. Golpear “donde duele”, que es en el bolsillo de los capitalistas, se está haciendo una “buena costumbre”, más allá de los “modales”. En algunos casos las grandes patronales dicen basta y sus perros guardianes desalojan como en el puerto. En otros prefieren perder millones antes que alentar el contagio como en Vaca Muerta. Pero en cualquier caso confirma que son esos puntos estratégicos a los que la clase trabajadora debe apuntar y defender con toda la solidaridad posible (es la mejor manera). Pero esta semana queremos detenernos en un tema. Volvamos a la precarización pero para mostrar la otra cara.
Cosecharon demasiada bronca
Esta semana Patricia se levantó temprano, como siempre. Pero encaró para la ruta en Los Ralos. Allí estaban otros cosecheros. Las gomas, el fuego y la bronca de su gente cortaron el tránsito. También cortaron con tanta alegría de los dueños del citrus. Sus esclavos dijeron basta. “Queremos más salario, trabajar 8 horas, una temporada mínima de 6 meses, un plan interzafra igual al salario mínimo, obra social todo el año, elementos de protección”.
El estallido lo provocó el acuerdo paritario que firmó Ricardo “Remache” Ferreyra, dirigente de la UATRE. 1.350 pesos por día, 43 pesos por maleta. Como cuenta Mariana Barbero en su excelente crónica para La Izquierda Diario, “llegan a trabajar 12 o 13 horas seguidas, si el clima ayuda y la fruta abunda. Comiendo en el piso, sin sanitarios y a todo ritmo”. “Dependiendo del día, llego a hacer 36 maletas”, cuenta Víctor. Esa cantidad se acerca al jornal que arregló la UATRE; pero casi nunca llegan.
Pero los casos de Víctor y Patricia no son historias aisladas. Son parte de los 44.000 trabajadores que cosechan, empacan y procesan el “oro” tucumano. Ese que les quema los ojos después de 12 horas, que les abarrota las manos y las espaldas, pero nunca les llena la panza. Mientras escribíamos esta nota algunos cobraban la quincena 8, 10, 12 mil pesos. Más rabia. Porque son ellos los que convirtieron a Tucumán en el principal exportador mundial de derivados industriales del limón (aceites, cáscaras, jugos) y uno de los principales exportadores de limón fresco. Algunos de sus dueños, como los Lucci, figuran en la revista Forbes entre los más ricos de la Argentina. Como revela Emiliano Todler en una investigación para nuestro diario, por cada kilo de limón exportado las empresas reciben 85 pesos y pagan 1 al cosechero.
Ese robo cotidiano de trabajo no es una “avivada”. Está conscientemente planificada. La jornada laboral está regulada por la Ley de Trabajo Agrario del kirchnerismo, que trajo alguna leve mejora para dejar intacto el régimen semiesclavista de los dueños de la tierra. Permite el empleo en cooperativas (contratistas), la “remuneración por rendimiento de trabajo” (trabajo a destajo) y el empleo temporario (golondrina). Eso para los registrados, que no llegan al 10 %. Ese sistema fue el que juraron defender, con un choque de codos en plena campaña presidencial, Alberto Fernández, Juan Manzur y el fallecido Ramón Ayala (UATRE), que hasta las PASO había sido aliado de Macri.
Pero lo más interesante es la otra cara, la de quienes se rebelan contra la precarización. En La Izquierda Diario venimos reflejando día a día el proceso que lideran los autoconvocados del citrus. Esta semana hubo cortes en el norte y el sur de la provincia. La rebelión se extendió de finca en finca. El jueves detuvieron a 5 cosecheros pero los tuvieron que liberar antes de que se pudra más. En los piquetes eligen delegados y le impusieron una reunión a UATRE, que no sabe cómo parar la calentura. Como los elefantes de Neuquén, desprecian a la burocracia. “Los cosecheros podemos cortar y también podemos sentarnos a discutir con quien sea” dicen.
La pelea por la reapertura de la paritaria, el desafío a la burocracia sindical, la coordinación entre las distintas zonas de la provincia, las asambleas por piquete y el surgimiento de una camada de activistas, muestran algo nuevo en la historia de los limoneros. La unidad con sus compañeros de los empaques y fábricas, en una organización democrática, sería capaz de paralizar por completo una “posición estratégica” del capitalismo en la región.
Poniendo energía en el pase a planta
Estos últimos meses Marcelo siguió arrancando temprano, pero tuvo que repartir el tiempo. De los postes y medidores a las marchas, bloqueos, reuniones, encuentros. Los días son más largos pero no se queja. “La rebelión hace un poco más felices a los hombres”, decía un viejo revolucionario. La pandemia los expuso más que antes, pero los ataques de la empresa los obligó a defenderse. Y los hermanó, no solo entre ellos sino con los pibes de otras contratas. “Queremos pasar a planta, reencuadramiento en Luz y Fuerza, queremos cobrar igual que los efectivos y trabajar 7 x 6, no queremos dejar la vida laburando”.
Son las cuadrillas de EMA, Argencobra, Luminitec, Rowing. Hacen lectura y puesta de medidores, reparaciones, trabajan con media tensión o hacen guardias para electrodependientes, hasta podan árboles y levantan postes. Como le cuentan de una de las “contratas” a La Izquierda Diario, “estamos contratados de forma irregular, no nos hacen los aportes jubilatorios, no tenemos obra social. Hace dos quincenas que solo recibimos $ 10.000, no podemos vivir con ese sueldo, nos pagan eso a pesar de trabajar jornadas de 12 hs”. “Estamos por debajo de la canasta básica, eso es violencia laboral” nos dicen.
El trabajo a destajo, como en el limón tucumano, los empuja a jornadas de 12 horas sin condiciones. Y eso se paga. El último estallido fue en 2018, cuando Jorge “el Cordobés” y José Maidana murieron electrocutados. Hacían 60 horas semanales y les pagaban 30.
Como en el limón, la precarización es un sistema planificado. Lo empezó Menem cuando privatizó SEGBA y la fragmentó en 8 empresas. De los 22.000 efectivos bajo convenio eléctrico en pocos años quedaron 6.000. El convenio 78/75 fue despedazado y comenzaron los convenios flexibles por empresa. El golpe más duro fue la tercerización bajo convenio UOCRA. Algunas las armaban exfuncionarios o gerentes. Otras el gremio. Hoy el 70 % del trabajo eléctrico lo cubren “las contratas”. El kirchnerismo respetó a rajatabla esa herencia menemista. El macrismo le dio una vuelta de tuerca. ¿Alberto? Siga siga…
Pero las verdugueadas de las empresas en plena pandemia colmaron la paciencia. A diferencia de otros estallidos que se esfumaban, esta vez el proceso lleva varios meses. Golpes y pequeños triunfos. Como el que lograron hace algunos meses en EMA con el pago de las quincenas adeudadas, la reincorporación de suspendidos y cesanteados, votando delegados en los obradores.
Esas peleas por empresa fueron iluminando, de a poco, un camino más interesante. Primero, la unidad entre “contratas” bajo la misma bandera: reencuadramiento, pase a planta. Segundo, pasando a la acción, con marchas, bloqueos y paros. Tercero, organizándose de manera más democrática para evitar que las decisiones queden en manos de dos o tres, con comisiones como las de prensa u organización. Cuarto, uniéndose a otros “que están en la misma”. Desde los tercerizados ferroviarios a los otros sectores en lucha, con los que marcharon el 24 de marzo y organizaron el Encuentro en MadyGraf. Quinto, empezaron a ver más claro quiénes son los amigos y los enemigos. Por eso marchan a Edesur o Edenor, al sindicato y también a las oficinas del gobierno que muchos votaron.
El murmullo que empezó en los obradores de la Zona Sur del conurbano se fue contagiando: “si tocan a uno nos tocan a todos”.
En las vías, puertos y hospitales también
Las “disputas por la precarización” tienen otros ejemplos que no podremos profundizar en esta nota pero se pueden seguir en el diario. El de los tercerizados ferroviarios que “custodian” estaciones y formaciones: MCM (Línea Roca), Comahue (Mitre) y Líderes (San Martín). La bronca empezó con los descuentos arbitrarios y la exposición a la pandemia: les dan un barbijo cada 6 meses y no tienen servicio médico. Pero se transformó en una pelea por el pase a planta. Hacen las mismas tareas que el sector de “Bienes y personas” del convenio de la Unión Ferroviaria pero cobran la mitad. Son más de 1.500 que deberían ser empleados de la empresa estatal “Trenes Argentinos”. Las banderas y el grito de “pase a planta permanente” aturden el hall de Constitución todas las semanas, con apertura de molinetes, marchas y paros.
En el Puerto de Buenos Aires es la misma pelea pero “defensiva”. Ante el fin de la concesión de la Terminal 5, la Federación de gremios portuarios (FEMPINRA) y el sindicato de estibadores (SUPA) firmaron un escandaloso acuerdo donde dejaban cientos de contratados sin trabajo y los efectivos pasaban a las otras concesionarias como tercerizados. Como dicen ellos, “somos el laboratorio del plan para el Puerto de Buenos Aires, un puerto tercerizado y con salarios a la baja”. Una de las fórmulas de la flexibilización es el convenio colectivo 441/06, también creado en la famosa "década ganada". El bloqueo de 15 días a las terminales 1, 2, 3 y 4 fue un desafío a ese ataque. El gobierno cumplió el pedido de las multinacionales portuarias y lo desalojó. Pero el conflicto sigue abierto y los delegados de base llaman a la solidaridad para fortalecer su pelea.
La misma pelea contra la precarización es la que podemos ver en las luchas del personal de Salud que recorren el país. La época de las pandemias llegó para quedarse y confirma que la salud es un “servicio estratégico”. Ahí se abre entonces otra disputa por la precarización.
El último caso que no podemos dejar de mencionar, el más brutal, es el que enfrentan los cooperativistas y trabajadores desocupados. Como parte de la fragmentación de la clase obrera y los efectos de la crisis sobre los sectores más precarios, en los últimos meses hemos visto movilizaciones en reclamo de programas sociales y el aumento de sus montos. Más de 800.000 compañeros y compañeras reciben hoy el Potenciar Trabajo y otros programas, muchos con contraprestación en tareas que podrían realizar bajo convenio estatal o de diversos gremios. Como denuncia el movimiento piquetero, con 10.500 pesos es imposible vivir. Por eso este martes 27 serán parte de la movilización al Consejo del Salario contra el nuevo pacto contra los trabajadores más empobrecidos.
Una pelea estratégica
Esa “disputa por la precarización” no es un invento argentino. Es lo que está pasando en todo el mundo. En las tiendas de Amazon, el correo brasileño o los campos de la India. El capital y sus gobiernos buscan aprovechar la pandemia para imponer nuevas (peores) condiciones de explotación. Del otro lado, en muchos lugares surgen resistencias contra esos ataques. O como recorrimos en esta nota, aparecen rebeliones para “recuperar” o conquistar derechos.
Son parte de la nueva oleada de luchas que vimos surgir desde fines de 2020, que con signos alentadores que venimos analizando. Los procesos autoconvocados contra el “modelo sindical peronista”. Los métodos radicalizados contra la pasividad de sus gremios. La coordinación como un proceso incipiente pero que empieza a ser visto por muchos activistas como una forma de fortalecer sus luchas pero también apoyar a otras.
Es que hay una verdad esencial ahí. Es imposible pensar en conquistar esos derechos, y luego mantenerlos, sin unir las filas trabajadoras. Efectivos, tercerizados, cooperativistas, desocupados. Esa unidad no solo le da más fuerza a quienes hoy están peleando, para no ser derrotados. También es el camino para imponerle a las cúpulas gremiales que rompan el pacto con el gobierno y los empresarios y convoquen medidas de lucha. Si lo hacen, la clase trabajadora podrá salir masivamente a la lucha. Si no, ayudará a acelerar su experiencia con esas conducciones y con el gobierno peronista, que como vimos ha sido un orgulloso heredero (cuando no creador) de todos los ataques a las condiciones obreras que analizamos. La Izquierda Diario no solo está al servicio de mostrar estos procesos, sino de ayudarlos a avanzar en ese camino.
Este 27 de abril, muchos de esos sectores que enfrentan la precarización estarán en las calles. Como votaron en el Encuentro de coordinación, marcharán detrás de una bandera que diga “Unidad de los trabajadores, ocupad@s y desocupad@s”, para unirse a sus hermanos de clase de las organizaciones piqueteras y mostrar cuál es la salida para que la crisis no la paguemos nuevamente.
COMENTARIOS