La revolución rusa estableció el primer Estado obrero y abrió un importante debate sobre los desafíos para la transición al socialismo. Este artículo recorre los principales debates sobre la transición que marcaron el rumbo en la URSS y dejaron lecciones clave para el futuro de los proyectos socialistas.
El atraso y el comunismo de guerra (1917-1921)
En octubre de 1917, los bolcheviques tomaron el poder en un país profundamente atrasado, heredando una realidad social y económica que distaba enormemente de los escenarios imaginados por Marx para una revolución socialista. Rusia era un gigante agrario con pies de barro: más del 90% de su población era campesina, concentrada en comunidades rurales tradicionales, con niveles de alfabetización que no superaban el 30% (37,5% en hombres y menos de la mitad en mujeres) y una estructura económica predominantemente agrícola y precapitalista. Un país marcado por un desarrollo desigual y combinado, donde persistían elementos feudales y un profundo atraso agrario en el campo, junto a un capitalismo emergente que, impulsado por un desarrollo industrial avanzado en las ciudades y sostenido por inversiones extranjeras, configuró una combinación de fuerzas sociales que desembocaron en la revolución.
Este considerable atraso económico e industrial en comparación con las potencias occidentales [1], se vio agravado por la devastación de la Primera Guerra Mundial y la posterior Guerra Civil. En este contexto, el gobierno bolchevique implementó el "Comunismo de Guerra", una política económica de emergencia que buscaba centralizar la producción y distribución de recursos para sostener el esfuerzo bélico.
El comunismo de guerra fue la respuesta del Estado soviético a la guerra civil que enfrentó Rusia tras la Revolución de Octubre. Este periodo, entre 1918 y 1921, estuvo marcado por la necesidad de sobrevivir frente a 14 ejércitos imperialistas aliados con las fuerzas contrarrevolucionarias de la vieja sociedad. La política económica se caracterizó por medidas como la requisa de granos, la nacionalización de la industria, la eliminación del comercio privado y la imposición de un sistema de racionamiento. Estas políticas, descritas por Trotsky como una "regimentación sistemática del consumo en una fortaleza sitiada" [2], permitieron sostener el esfuerzo militar, pero sumado al contexto y el cansancio de la guerra civil existía un profundo descontento entre el campesinado y una grave crisis económica.
Para 1921, los índices de producción habían caído drásticamente: la industria representaba un 20% de su nivel pre-guerra, mientras que la producción agrícola se desplomó [3]. La inestabilidad social derivada de estas condiciones fue el catalizador para el X Congreso del Partido, que adoptó un giro hacia una Nueva Política Económica (NEP).
La Nueva Política Económica (1921-1928)
La NEP, impulsada por Lenin en 1921, permitió la coexistencia de sectores privados y estatales, restableciendo parcialmente el mercado y la economía monetaria. Su objetivo inmediato era reanimar la economía mediante la iniciativa privada de campesinos y comerciantes, pero sin abandonar el control estatal sobre recursos clave como la industria, el transporte y el comercio exterior.
Diseñada por Lenin como una "retirada forzada", la NEP permitió la reapertura del comercio privado, la reintroducción de los mercados y la incentivación de la producción campesina. Aunque la mayoría de la gran industria y el transporte permanecieron bajo control estatal, esta transición marcó un intento de restaurar el equilibrio entre la ciudad y el campo, así como entre las diferentes clases sociales. Así la describió Lenin
La Nueva Política Económica implica la sustitución de la requisa de excedentes por un impuesto; significa, en grado considerable, volver al capitalismo; en qué medida, no lo sabemos. Las concesiones a los capitalistas extranjeros (es verdad, sólo unas pocas han sido aceptadas, comparadas con las que hemos ofrecido), las empresas arrendadas a los capitalistas privados significan claramente un restablecimiento del capitalismo y esto está estrechamente vinculado con la Nueva Política Económica, porque la supresión de la requisa de excedentes de víveres significa para los campesinos la libre comercialización de los excedentes de producción agrícola que el impuesto no absorbe, y el impuesto se lleva sólo una pequeña parte de esos productos. Los campesinos constituyen un sector enorme de toda la población y de toda la economía y por eso el capitalismo debe crecer en este suelo de libre comercio [4].
Las principales políticas de la NEP fueron:
Permitir la propiedad privada en la agricultura y el comercio minorista: Los campesinos podían vender sus excedentes en el mercado, y se fomentó el desarrollo de pequeñas empresas privadas.
Reintroducción del dinero: Se restableció la moneda y se permitió la fijación de precios según mecanismos de mercado.
No obstante, el Estado mantuvo el control sobre la banca, la industria pesada y el comercio exterior. El chervonets, una moneda estable respaldada por reservas de oro, se convirtió en un instrumento clave para medir las relaciones de mercado y facilitar el comercio durante la NEP [5].
Los resultados iniciales fueron positivos: Para 1924, la producción agrícola había alcanzado niveles cercanos a los de preguerra, y la industria comenzaba a mostrar signos de recuperación. Este repunte económico fue crucial para la supervivencia del joven Estado soviético.
Sin embargo, la NEP también generó nuevas contradicciones. Surgió una clase de comerciantes y campesinos acomodados, los llamados nepmen y kulaks, que acumulaban más riqueza. Aunque su actividad era tolerada y en algunos casos fomentada, también despertó preocupaciones dentro del Partido sobre el peligro de una "restauración capitalista". Por otro lado había más presión sobre el monopolio del comercio exterior por parte del campo. Trotsky y otros críticos alertaron sobre el riesgo de que el creciente poder económico de estos sectores debilitara la hegemonía del proletariado.
La NEP (Nueva Política Económica) fue una estrategia de emergencia diseñada para garantizar la supervivencia del Estado obrero y preparar las condiciones para que la clase obrera liderara al campesinado. Esto se debía a que, en ese momento, esa relación de liderazgo o "hegemonía" todavía no estaba consolidada.
Desde el punto de vista económico, la NEP buscaba construir una alianza básica entre el campesinado y el Estado obrero. Esto implicaba un acuerdo mínimo que permitiera fortalecer la industria a través de lo que se llamó "acumulación primitiva socialista". El objetivo era usar esos recursos para desarrollar la gran industria, enfocándose en la electrificación y en aumentar la productividad, pasos necesarios para avanzar hacia la socialización completa de la economía.
Pero la NEP no era solo una cuestión económica, sino también una estrategia para ganar apoyo político y cultural fomentando la cooperación y promoviendo cambios culturales que ayudaran a reducir las tensiones naturales que surgieron durante esta etapa. Todo esto con una visión de largo plazo: construir el socialismo mientras se mantenía una perspectiva internacionalista [6].
La acumulación primitiva socialista y el debate sobre la industrialización
Marx describió la acumulación primitiva u originaria como un proceso histórico de transformación y expropiación que sentó las bases para el desarrollo del capitalismo, a menudo mediante la expropiación violenta de campesinos y el uso de la colonización y explotación. Este proceso sentó las bases de la separación de los productores directos de los medios de producción, convirtiendo la fuerza de trabajo y la naturaleza en una mercancía más dentro del mercado capitalista [7].
Evgueni Preobrazhensky adaptó el concepto a lo que denomina acumulación socialista primitiva. Esto implica extraer excedentes económicos de sectores privados y campesinos para invertir en la industrialización dirigida por el Estado. En una economía atrasada como la soviética, la acumulación no puede depender de los mismos métodos que el capitalismo, pero requiere mecanismos de extracción equivalentes para financiar la transición al socialismo.
Cuanto más atrasado económicamente, pequeño-burgués y agrícola sea tal o cual país que pase a la organización socialista de producción, menor será la herencia que reciba en su fondo de acumulación socialista el proletariado del país considerado en el momento de la revolución social, y más, relativamente, estará obligada la acumulación socialista a apoyarse en la enajenación de una parte de la sobreproducción de las formas presocialistas de economía [8].
El éxito inicial de la NEP no resolvió el problema del atraso económico de la URSS. La discusión sobre la acumulación socialista se concretó en la "crisis de las tijeras" a partir de 1923. Este debate se centraba en el creciente desequilibrio entre los precios de los productos industriales y los precios de los productos agrícolas.
Los bienes industriales, producidos en su mayoría por empresas estatales con bajo nivel de productividad, eran cada vez más caros, mientras que los precios de los productos agrícolas se mantenían bajos. Esta situación desincentivaba a los campesinos a vender sus excedentes, lo que generaba escasez de alimentos en las ciudades y dificultaba la acumulación de capital para la industrialización.
Trotsky veía en el problema de las tijeras una consecuencia de la lenta industrialización y la falta de planificación. Hizo énfasis en que la solución pasaba por un mayor desarrollo de la industria, una mejora en la productividad y una política de precios que incentivara la producción agrícola sin perjudicar el desarrollo industrial.
Mientras que Bujarin proponía una “industrialización a paso de tortuga” basada en la cooperación voluntaria con los campesinos acomodados, Preobrazhensky argumentaba que la industrialización acelerada era crucial para alcanzar el socialismo y superar el atraso con respecto a Occidente.
Preobrazhensky planteó que la industrialización en un país predominantemente agrario como la Unión Soviética solo podía financiarse a través de dicha "acumulación primitiva socialista". Esto implicaba transferir recursos del sector agrícola al industrial mediante mecanismos como la política fiscal, la regulación de precios y el comercio exterior. Proponía un intercambio no equivalente: el Estado establecía precios altos para los bienes industriales y precios bajos para los productos agrícolas, forzando al campo a aportar una parte significativa de sus excedentes al sector estatal. Sin embargo, tanto Preobrazhensky como Trotsky defendieron eximir de impuestos a los campesinos pobres, cuyas explotaciones no generaban excedentes significativos [9]. Este enfoque pretendía acelerar la industrialización, pero también generaría tensiones sociales debido a su impacto en el campesinado.
Trotsky, si bien compartía la necesidad de una industrialización acelerada, se negaba a pensar que el campesinado tendría que soportar toda la carga de la acumulación primitiva. En cambio, sí defendía una mayor presión sobre el campesinado rico para financiar la industrialización.
Como se mencionó, Bujarín, en cambio, era defensor de una transición gradual. Su lógica era reducir las tensiones entre la ciudad y el campo poniendo el acento en las “concesiones” y “sacrificios” del proletariado. Bajo la consigna “¡campesinos enriquézcanse!”, Bujarin priorizaba la alianza entre la ciudad y el campo, argumentando que el desarrollo del capitalismo en el campo fortalecería la economía en su conjunto. Creía que una industrialización lenta, ajustada al ritmo de la agricultura, evitaría conflictos sociales y consolidaría la NEP [10].
Trotsky advertía que la política de Bujarin fortalecía a los kulaks (campesinos ricos) a expensas de la mayoría campesina y de la industria socialista [11]. Argumentaba que la crisis de las tijeras no se resolvería con concesiones, sino con una industrialización acelerada y que posponer esto agudizaría aún más este problema.
El desafío era cómo mantener la dirección política del proletariado sobre una mayoría campesina en el marco de una industrialización que exigía sacrificios. La hegemonía no era solo implementar políticas económicas, sino también la construcción de consenso cultural y político entre los sectores sociales.
Ante esto, Trotsky proponía fortalecer la planificación que aún tenía muchos problemas y que de esa manera se coordinara el desarrollo industrial y agrícola, incentivando a los campesinos a producir más a través de la provisión de bienes industriales a precios accesibles creando una smychka (alianza entre obreros y campesinos) genuina entre la ciudad y el campo [12].
La industrialización rápida era crucial para fortalecer la base económica del socialismo y para avanzar hacia la revolución mundial. No era simplemente una cuestión técnica, sino un desafío político donde la democracia soviética o de consejos era clave para resolver los desequilibrios entre clases y sectores productivos. Esta planificación debía ser democrática y garantizar la participación directa de los productores. La democracia soviética no solo habría permitido coordinar mejor los intereses del campo y la industria, sino que también habría evitado que el peso de la acumulación recayera desproporcionadamente sobre el campesinado.
El plan debe estar sujeto a la verificación colectiva en el transcurso de su aplicación. Los elementos de esta verificación no residen solamente en la contabilidad socialista, sino también en los músculos y nervios de los obreros y en el estado de ánimo políticos de los campesinos. El partido debe tenerlo en cuenta, investigarlo, verificarlo, sumarlo y generalizarlo [13].
El objetivo final era alcanzar un nivel de desarrollo industrial que permitiera a la URSS competir con el capitalismo mundial. La defensa del Estado proletario necesitaba alcanzar el nivel de Occidente en términos de productividad, calidad de los productos y costos de producción. "comparar costos de producción, descubrir cuánto cuesta un par de zapatos aquí y cuánto cuesta en el extranjero, comparar la calidad de los artículos y el tiempo que se necesita para producirlos [14].
La economía soviética en transición: una encrucijada entre el capitalismo y el socialismo
Uno de los debates más importantes de la época ocurrió tras la muerte de Lenin en 1924. Stalin y Bujarin defendieron la posibilidad de construir el socialismo dentro de las fronteras soviéticas, una postura conocida como "socialismo en un solo país" que afirmaba que era posible y necesario construir el socialismo en la Unión Soviética aislada. En 1925 el XIV Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética aceptó dicha teoría. Esto implicaba una grosera tergiversación de la tradición del partido y a Lenin, que siempre habían sostenido una perspectiva internacionalista.
Para Lenin, la NEP representaba una fase transitoria dentro del proceso hacia la revolución internacional, un ajuste necesario al ritmo de su evolución. La idea era avanzar de forma medida y prudente, acumulando fuerzas para luego emprender una acción decisiva en el marco soviético [15]. La dirección oficial, comandada por Stalin, había retomado los ataques contra la teoría de la revolución permanente de Trotsky [16].
En 1926 Pravda publica “¿Hacia el capitalismo o hacia el Socialismo?”. Una respuesta de Trotsky al debate sobre la economía soviética. En dicho texto, analiza detalladamente los desafíos de la economía en transición y se pregunta si esta se encaminaba hacia el capitalismo o hacia el socialismo.
Para comprender la trayectoria de la economía soviética, Trotsky propone analizar tres aspectos: el desarrollo de las fuerzas productivas, el peso del estado en la economía y la relación de la economía soviética y el mercado mundial.
1. La lucha entre las fuerzas productivas: avanzando
El desarrollo de las fuerzas productivas es una condición sine qua non para la construcción del socialismo. Durante la NEP, las cifras muestran un restablecimiento notable de la producción, tanto en la agricultura como en la industria. Por ejemplo, en 1924-1925, la producción agrícola alcanzó el 71% del nivel de 1913, y para 1925-1926 se esperaba que alcance más del 95%. Este desarrollo, aunque impulsado parcialmente por mecanismos de mercado, fue un paso esencial para revitalizar una economía devastada por la guerra y la revolución.
2. El papel del estado en la economía: fuerte
Trotsky defiende que el predominio del Estado en los sectores clave de la economía es crucial para garantizar el carácter socialista del desarrollo. Las cifras del Gosplán (Comisión de Planificación del Estado) revelan que la industria nacionalizada y las cooperativas representan el 76% de la producción bruta en 1923/4, y en sectores como la industria pesada y ferrocarriles esta cifra alcanzaba casi el 100%. Además, el comercio exterior y el sistema bancario estaban casi completamente controlados por el Estado. Este control permitió una asignación más eficiente y planificada de los recursos, evitando los gastos parasitarios característicos del capitalismo, como las rentas burguesas. Trotsky enfatiza que mantener y fortalecer estas palancas estatales es indispensable para evitar una restauración capitalista, especialmente en un contexto donde el mercado interno todavía incluía actores privados significativos.
3. El mercado mundial: un factor determinante y el más problemático
El tercer argumento central de Trotsky es que la velocidad de desarrollo económico es crucial en el contexto del mercado mundial. A medida que la URSS entraba en la división internacional del trabajo, la competencia con el capitalismo mundial se intensificaba. Es imposible aislar la economía soviética del sistema capitalista global. La presión económica del capitalismo mundial, la necesidad de importar bienes de producción y la influencia del mercado sobre los precios demuestran la interdependencia entre la URSS y el sistema capitalista.
La diferencia en productividad era abismal. Calculaba que Estados Unidos tenía una productividad media del trabajo entre 6 y 10 veces mayor que la soviética. Si bien el modo de producción socialista era superior al capitalista, la diferencia de puntos de partida hacía que si no se aceleraba la industrialización, el estado soviético corría peligro.
El león es más fuerte que el perro, pero un perro adulto puede ser más fuerte que un cachorro de león. La mejor seguridad para el cachorro de león es crecer, que sus dientes y sus garras se fortalezcan.¿Qué es necesario para esto? Tiempo” [17].
La correlación entre el crecimiento de la industria estatal y la capacidad del campo socialista para influir en la economía mundial era una cuestión crucial para la revolución. Apoyándose en los primeros dos puntos, el desarrollo de las fuerzas productivas y el peso del Estado en la producción, es que Trotsky propone avanzar en esa industrialización. Ganar tiempo, resistir y alentar el desarrollo de la revolución mundial.
El triunfo del socialismo en la URSS dependía del desarrollo de la revolución proletaria a nivel mundial. Sin embargo, la derrota del ciclo revolucionario europeo, en particular el fracaso de la revolución alemana de 1918-1919, cerró momentáneamente esa perspectiva, sellando el aislamiento del primer Estado Obrero. Solo la expansión del socialismo a otros países, alentada activamente desde la URSS, podría haber creado las condiciones necesarias para una economía socialista. Este aislamiento no solo reforzó la dependencia del desarrollo mundial, sino que también acentuó las contradicciones internas.
Para el año 1927, la situación se hizo insostenible: la clase obrera enfrentaba el hambre debido a la negativa de los campesinos a vender sus productos al Estado a los precios establecidos, resultado del desequilibrio económico entre el campo y la industria. Dichas “tijeras”, precios industriales eran demasiado altos para los campesinos, mientras que los precios agrícolas fijados por el Estado eran demasiado bajos para incentivar el intercambio. Las ilusiones del bujarinismo se desmoronaban ante una crisis que exigía medidas drásticas.
En este contexto, Stalin impulsó un viraje violento con la implementación de la “liquidación del kulak como clase” y la colectivización forzosa de la tierra. Estas políticas incluyeron la “deskulakización”, una campaña de represión masiva contra los kulaks que también afectó a campesinos medios y a quienes resistieran la nueva orientación marcando un salto en la degeneración termidoriana del Estado soviético.
Consciente de las contradicciones inherentes a la relación dentro del Estado obrero, Trotsky anticipó la necesidad de abordar el problema con una estrategia que evitara las tensiones que se manifestarían dramáticamente para el año 1927/28. Defendía un convencimiento gradual del campesinado, demostrando las ventajas de la producción colectiva y promoviendo la industrialización acelerada para fortalecer esta alianza. En contraste, la colectivización forzosa impuesta por la burocracia no solo ignoró estas advertencias, sino que desató consecuencias catastróficas, agravando las tensiones sociales y económicas en el campo soviético. Dicha colectivización era el resultado lógico de la teoría del "socialismo en un solo país", que promovía una utopía de autosuficiencia nacional [18].
Conclusión: Perspectivas para el Futuro
El debate económico en la URSS durante la década de 1920 no es una reliquia histórica, sino un mapa que nos debe servir de guía. En un mundo donde la desigualdad económica alcanza niveles sin precedentes, donde el 1% de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante, las tensiones entre planificación y mercado, entre intereses colectivos y el individualismo, siguen siendo tan vigentes como entonces.
La discusión sobre la acumulación y la industrialización contiene las tensiones centrales entre las condiciones internas de la URSS y las dinámicas del capitalismo mundial. Por un lado, la teoría del "socialismo en un solo país", defendida por Stalin, subestimaba la interdependencia entre la economía soviética y el sistema capitalista global, lo que hacía inviable un desarrollo socialista aislado sin el apoyo de la revolución internacional. Por otro lado, para Trotsky, la mejora de la productividad y la aceleración de la industrialización eran una necesidad estratégica para ganar tiempo y sostener al Estado proletario frente a las potencias imperialistas.
Lograr esto requería una planificación democrática que permita entender los peligros reales a los que se enfrentan. La industrialización acelerada no era un fin en sí mismo, sino un medio para fortalecer las bases materiales del socialismo hasta que la revolución internacional alterara la balanza de fuerzas a nivel global.
Dicha democracia de consejos no era solo una aspiración ideológica, sino una necesidad estratégica para la construcción del socialismo. La participación activa de los trabajadores y campesinos en la planificación económica y política era crucial para evitar la degeneración burocrática y fortalecer las bases materiales y culturales del socialismo . "La democracia soviética no es la demanda de una política abstracta, menos aún una moral abstracta. Se ha convertido en un asunto de vida o muerte para el país" [19].
La experiencia soviética demuestra que no existen recetas únicas. Cada proceso revolucionario debe inventar sus propias estrategias, atendiendo a sus condiciones específicas, pero partiendo de un correcto análisis sobre los desafíos de la transición al socialismo y aprendiendo de las experiencias históricas. El socialismo a construir necesariamente deberá ser democrático, superando los límites de las experiencias traicionadas.
La historia de la URSS nos ofrece un caleidoscopio de contradicciones: la posibilidad de imaginar mundos diferentes, pero también los riesgos de la burocratización. Su legado nos deja enseñanzas para que, en un futuro próximo, superemos la lección.
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