Escrita entre septiembre y octubre de 1990, la novela es una aguda denuncia a la histórica opresión rusa sobre el pueblo ucraniano y, a la vez, una sátira bastante ácida sobre nacionalismo local y sus símbolos cosacos y nazis.
Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Viernes 25 de febrero de 2022 14:21
De la mano de editorial Acantilado y con traducción de Olga Korobenko, esta excepcional novela escrita en pleno derrumbe de la URSS llegó al público hispano hablante en 2007. La historia se focaliza en cinco personajes: cuatro poetas y la esposa de uno de ellos, que viajan a la localidad imaginaria de Chortópil para participar de un festival artístico pomposamente nombrado como “del Renacimiento del Espíritu”. Oliendo el ocaso del dominio soviético (“todos los trenes ahora van con retraso; bastó con lanzar la consigna de la aceleración y todo en este mundo empezó a retrasarse” dice uno de los personajes, en alusión a una de las consignas de la Perestroika), el sentimiento nacionalista ucraniano está a flor de piel. Pero la ironía se detecta desde las primeras páginas cuando nos enteramos de que el organizador del festival se apellida Matsapura, igual que un bandido del siglo XVIII que trabajó como verdugo y luego fue condenado por asesinatos y canibalismo.
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En tanto personaje, Matsapura aparece en el poema burlesco Eneida, de Iván Kotliarevski, clásico de la literatura ucraniana que será citado en varias oportunidades a lo largo de la novela. A esta y otras referencias ucranianas, se suman homenajes a autores que escribieron en ruso, como Gogol (nacido en Ucrania) y Bulgákov. Este marco de referencias parece ofrecer una visión sobre la cultura como eminentemente contradictoria y no susceptible de ser reducida a una “esencia nacional”, sin por ello dejar de denunciar la dominación que tanto el Imperio ruso como el estalinismo impusieron a la nación ucraniana.
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Los personajes y el clima satírico y vertiginoso de la narración recuerdan a la pluma de Bolaño. Tres de los poetas son más jóvenes y desconocidos: Jomski, un mujeriego depresivo; Yurkó Mórtich, a quien los médicos diagnosticaron una muerte próxima; y el paranoico Grits Stundera, que cree ver espías del KGB por todas partes. Finalmente, está Rostislav Martoflak, ya consagrado, ídolo de la juventud ucraniana, y su esposa/madre Marta, que es obligada a participar del viaje para evitar que su marido se hunda en el delirium tremens. Un epílogo final jura que los personajes y sus nombres son reales, aunque es difícil hallar datos que corroboren la afirmación. A ellos se suma patrocinador de las recreaciones nacionalistas, el Dr. Popel, Lucifer en persona, con máscara de psiquiatra suizo y modales de aristócrata.
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En lo formal, la novela es toda una rareza que, sin embargo, se lee sin dificultad. Narrada a veces en primera persona, desde el punto de vista de algún personaje, pasa sin aviso a la tercera, para retratar escenas de diálogo o acción común. Lo verdaderamente sorprendente es el uso de la segunda persona, tanto en singular como en plural.
“Para cenar pedisteis vodka y un misterioso coñac Cigüeña Blanca, para Marta, un tinto seco de origen húngaro y cosas así. Un Bodio de turno —por alguna razón todos los camareros de Chortópil respondían a este nombre— con la expresión de una esfinge vergonzosa en su cara anotaba, además, la lista interminable de la manduca que queríais. Ahora podíais echar un vistazo alrededor tranquilamente para conocer al público y encender (¡Yurkó, no seas tacaño!) los Gauloises.”
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En lo político, el personaje de Grits Stundera parece resumir el espíritu de la novela. Es a través de su narración que nos enteramos de una de las grandes masacres perpetradas por el estalinismo en 1939, en la parte de Ucrania que quedó bajo dominio soviético a partir del pacto entre Stalin y Hitler. Sin embargo, en su odio a Rusia, Stundera se corta el pelo como cosaco (conocidos por ser una fuerza represora contra trabajadores y campesinos ucranianos y rusos) y se disfraza de soldado para recorrer las ruinas del pueblo -reducido a fosa común- desde el cuál fue detenido y deportado su padre. Al fin y al cabo, el personaje está basado en Stepan Bandera, líder del movimiento nacionalista ucraniano que, entre 1939 y 1941, colaboró con los nazis. Asesinado en 1959 por la KGB, el presidente Víktor Yushchenko lo declaró Héroe nacional póstumo pero, ante las críticas, el honor le fue retirado por Yanukóvich. Hoy Bandera sigue siendo un icono de los movimientos neonazis. El personaje inspirado en él termina por construir un resort turístico a 1000 dólares la noche sobre el terreno donde ocurrió la masacre que buscaba ajusticiar.
Así también se detecta una crítica a un tipo de nacionalismo donde la identidad parece disuelta en el marasmo de la globalización. En uno de los pasajes más divertidos de la novela, se inicia el Festival del Renacimiento del Espíritu con un desfile delirante. El narrador va listando las comparsas (“Ángeles de Dios, Gitanos, Moros, Cosacos, Osos, Goliardos, Diablos, Brujas, Ninfas, Profetas, Padres Basilianos de negro, Judíos, Pigmeos, Putas, Ulanos, Legionarios, Pastorcitos, Corderos, Mendigos, Locos, Leprosos, Paralíticos Pordioseros, Asesinos, Bandoleros, Turcos, Hindúes, Fusileros de Sich, Vagabundos, Juglares…”) y recién en el puesto 118 aparecen los ucranianos como tal.
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Ante el conflicto actual, el autor rechaza la intervención militar de Putin y reclama la autodeterminación de su pueblo, del mismo modo que la mayoría de los escritores y escritoras ucranianas. Sin embargo, y aunque critica que la Unión Europea (UE) "ha cambiado la democracia por la burocracia", sugiere como necesaria cierta intervención de su parte, aún cuando está alineada con EEUU y la OTAN. Nada bueno puede venir de la intervención imperialista, como se vio en Yugoslavia, Irak, Afganistán y otras acciones guerreristas que redoblaron el sojuzgamiento de los pueblos a las potencias. La novela, con todo, es más abarcativa y difícil de catalogar que la posición del autor. Recomendada para comprender desde otro lugar las profundas contradicciones culturales y políticas que sacuden la región.
Fragmento de Recreaciones, de Yuri Andrujovich
Aquí compartimos un fragmento en el cuál el poeta consagrado Martoflak dialoga con un grupo de jóvenes admiradores (se incluyen las notas de la edición de Acantilado).
“A ti, Martoflak, estos momentos te encantan. Te están escuchando como a un profeta, cada palabra vale su peso en oro, y te sientes como un ministro de asuntos exteriores o interiores en una conferencia de prensa: tus respuestas son agudas y estás magnífico, Martoflak, hace tiempo que no te gustas tanto.
—Señor Martoflak, ¿es capaz el Parlamento actual de mejorar nuestra situación de alguna forma?
—¿Acaso es capaz de volar una vaca? —contestas tú con otra pregunta.
—¿Qué tenemos que hacer en este caso?
—Pues crecer y actuar debemos.[45]
—¿Y quién saldrá ganando con el conflicto: los católicos o los ortodoxos?[46]
—Como siempre, ganarán los ateos. Porque a un ucraniano le importa más el número de toallas bordadas que adornan su iglesia que cierto sermón de la montaña.
—¿No piensa que se podría imponer el estado de guerra?
—No soy profeta pero no es una salida.
—¿Se van a aprobar los símbolos nacionales?
—Ya están aprobados por nuestra historia. No necesitan aprobaciones adicionales.
—¿Cree usted en Dios? ¿Nos ayudarán los extraterrestres? ¿Nos ayudarán los Estados Unidos? ¿Nos socorrerá el Fondo Monetario Internacional? ¿Nos socorrerá el oro del hetman Polubótok?[47] ¿Nos ayudará la ONU? ¿Nos ayudará Bruselas? ¿Nos socorrerá Ginebra? ¿Nos socorrerá el amor? ¿Nos ayudará Varsovia? ¿Nos querrá amar Walesa? ¿Nos socorrerá Sión? ¿Nos podrán salvar los moros? ¿Tártaros ayudaránnos? ¿Nos querrán seguir los turcos…?
Tú, Martoflak, a todo esto contestas con facilidad y gracia, gozando al mismo tiempo del alegre zumbido en tu cabeza, de la pequeña palma de la zurita Zoreslava en tu mano, del silencio profundo y devoto que acompaña tu monólogo.
—Sabéis, amigos, cada paso nuestro hace el camino. Las cenizas de los imperios pueden sepultarlo todo pero también está el viento sempiterno, el movimiento del aire, los flujos de ozono. Sólo nos podrá salvar el viento, sólo el agua en los ríos. Al amanecer las armas son preciosas, brillantes, relucientes. Cada uno de nosotros lleva encima estas armas, afiladas como la Palabra de Dios. No os olvidéis tampoco del oro del sol, del musgo encima de las piedras, de los espejos cálidos del otoño. Amad a las chicas y os engendraréis a vosotros mismos. Criad abejas y no piséis las hormigas, y se os pagará con creces. Cultivad el trigo como dicen los libros, pastoread rebaños en las laderas. Tallad héroes de madera, comprad pájaros enjaulados y ponedlos en libertad. Pescad peces y queredlos como a cualquier otro símbolo. Haced caso a vuestra propia sangre porque la sangre es el Estado. Respetad cada brizna de hierba, pues la hierba es la nación, es la esperanza. Rezad sólo cuando veáis una concha o un pájaro o una herida. Cuando lleguéis al final de vuestro propio verano, entenderéis que el camino no tiene fin. Dios es Amor, Dios es Petróleo, y también todo lo demás.
Tus propias palabras te emborrachan como aguardiente, Martoflak. Están dispuestos a seguirte ya. Retienen la respiración y están tomando nota de algo en sus cabezas revueltas y aparentan captar algo de lo que tú estás teorizando y aunque tú mismo no te hayas enterado de nada sientes cómo lo necesitan ahora. Aparece la guitarra y un ministril delgadito y orejudo con gafas empieza a rasguear las cuerdas muy bajito, empináis el codo otra vez, Martoflak, estás a gusto, los endrinos húmedos brillan con un cálido fuego, todo se ha apaciguado, vuelan los ángeles, el orejudo se pone a cantar sobre una campaña fatal del glorioso Ejército de los Cosacos del Bajo Zaporozhie[48] de la que nadie ha vuelto y hasta ahora vagan por los bosques y hasta ahora no saben dónde están, si en Europa, si en Turquía, tal vez en el paraíso. La canción emociona hasta las lágrimas, haces crujir los dedos, Martoflak, llora Zoreslava, lloran casi todos, encienden los cigarrillos, se echan otro trago, lloran otra vez porque empieza otra canción, sobre los huesos blancos en el fondo mismo de Petersburgo[49] que consiguen echar brotes y en primavera reverdecen a través del asfalto y las colegialas de Petersburgo los enlazan en sus coronas y ellos, tus compañeros, poco a poco se levantan y se ponen a bailar, aquí mismo, en el patio, en torno a la mesa, y alguien se lleva a tu húmeda estrella, a la zurita Zoreslava, ella también baila y sólo os quedáis dos a la mesa, tú y el orejudo que ahora está cantando sobre una cautiva del bosque verde, sobre cómo fue a coger bayas y la cazaron los tártaros y se escapó, y luego fue al río y la cazaron los malditos polacos y se escapó, y luego se casó con un barbudo aborrecido y se está atormentando hasta ahora…
Te mesas la barba, Martoflak, y probablemente entiendes la canción oída de una forma totalmente diferente, a veces te surge el recuerdo de Zoreslava, dónde puede estar, todo el mundo ha desaparecido, estaban bailando y desaparecieron, sólo el orejudo y tú os estáis escuchando el uno al otro, tú le recitas tus poemas, él te canta, luego simplemente os quedáis callados un largo rato, y la noche es como un mar aunque el barullo de la plaza apenas llega aquí, a este corral en medio de la ciudad, a este patio hospitalario.
Parece que has bebido demasiado, Martoflak, dónde diablos se ha metido, le habrías enseñado a un macho hecho y derecho, habríamos formado un árbol de amor, habríamos crecido hasta el mismo cielo, la montaría como un mono en la bicicleta, ¿con quién está ahora, quién está besando sus dedos?
—La música es la arquitectura en movimiento[50] —sigues con tus razonamientos a pesar de que el orejudo ya parece haberse dormido en la mesa—. La electrificación es el comunismo menos el poder soviético. La unidad del pueblo está en su fuerza. Esta libertad dulce, la Palabra. Me agradan mucho tus ideas pero daría mi vida para que no puedas expresarlas, señor Voltaire —dicho esto te levantas y vas hacia el jardín, allí se está a oscuras y la hierba se enreda en tus pies, Martoflak, pero al final encuentras lo que estabas buscando: Zoreslava está durmiendo en la hierba, mejor dicho, sobre un abrigo, arrimada a un chiquillo durmiente, él tiene el pelo dorado y un prendedor rojinegro y ella lleva tus iniciales en su frente, están tendidos abrazándose como los hijos de Dios y sueñan con su cielo natal, qué idílico, será posible que no le haya echado un polvo, bobo, mocoso, gilipollas, por lo menos haber engendrado a un nuevo ucraniano.
Pero aquí ya no hay nada que hacer, hay que ir a alguna parte. Vuelves al patio, pasas al lado del orejudo que se ha dormido en la mesa, se le han caído las gafas y ha echado la cabeza hacia atrás con su nuez protuberante y está roncando tan a gusto que no hay forma de permanecer a su lado, te arrastras hasta la portezuela de la verja, Martoflak, y sales a la calle: te rodean las paredes antiguas cubiertas de musgo, hiedra y laurel, tus pasos, no muy firmes, son resonantes y profundos. Dónde cojones está ese Mercado o ese hotel, tengo sueño, tengo ganas de follarme a una mujer, tengo ganas de fumar, tengo ganas de encontrar a un amigo.
Y estoy solo en el mundo y nadie me necesita, por qué me miraba de esa manera, me ha pescado con sus dos endrinos, tendrá unos diez años menos que yo y me ha tomado el pelo de esta forma, dínamo chortópil, se me escapó en el último momento y ahora estoy solo en el mundo entero que no es más que vanidad de vanidades y un total absurdo.
[45] Cita de un poema de Pavló Tichina, poeta ucraniano de la época soviética.
[46] Conflicto relacionado con las propiedades de la Iglesia entre los greco-católicos y los ortodoxos ucranianos.
[47] Referencia al legendario tesoro del atamán cosaco Polubótok, al parecer, enviado a Inglaterra poco antes de su muerte.
[48] La parte del ejército que los cosacos pudieron mantener después de la división de Ucrania entre Rusia y Polonia en el siglo XVIII.
[49] Pedro I el Grande utilizó a los cosacos en la construcción de su capital, San Petersburgo, en los pantanos del Neva, que fue terminada en 1721. Multitudes de cosacos murieron por las vicisitudes del clima y la dureza del trabajo.
[50] Está parafraseando los famosos dichos: «La arquitectura es la música inmóvil» (von Schelling), «El comunismo es el poder soviético más la electrificación de todo el país» (Lenin), «La fuerza del pueblo está en su unidad», Esta dulce palabra: libertad (nombre de una película), «Me desagradan tus ideas, pero daría mi vida para que pudieras expresarlas» (Voltaire). "