César Aira, el más prolífico de todos, cumple años este 23 de febrero y desde La Izquierda Diario nos proponemos interrogar su obra ficcional y buscar las claves para entender el fenómeno del escritor argentino con más reconocimiento internacional de la actualidad.
Facundo Tisera @facu.tisera.11
Sábado 23 de febrero de 2019 15:01
Cuando decimos prolífico lo decimos en serio: en sus ya 70 años de vida el escritor nacido en Pringles publicó más de 100 obras. Es verdad que, como él mismo ha dicho, muchos de sus libros son nouvelles o cuentos largos que decidió publicar en forma individual y no dentro de un conjunto como suele suceder.
Sin embargo, no deja de llamar la atención el número, sobre todo por el modo en que elije hacerlo, manteniéndose esquivo a las presentaciones, no dando notas y, aquí lo más importante, alternando sistemáticamente las editoriales. Ha publicado con casi todas: chicas, medianas o grandes grupos y siempre es un evento esperado entre sus lectores. En consecuencia (y por desgracia) muchos de sus libros son difíciles de conseguir o incluso imposibles. El número refleja el modo y no la cantidad. Podría pensarse que las publicaciones de Aira se asimilan a las performances de los artistas plásticos. Más que publicaciones, son intervenciones en el campo literario.
Ahora sí, más allá de toda prensa y festejo, preguntémonos por su escritura. No soy partidario de los cánones (la idea de elaborar una tabla de posiciones en el arte me parece destructiva para el arte en sí mismo), pero pienso que Aira es de los mejores escritores argentinos la segunda mitad del siglo XX. La manera en que aborda la literatura tiene algo de vanguardia que no puede apreciarse sino cuando uno se sumerge de lleno en su obra y empieza a moverse en la dialéctica que propone.
El valor de la obra de Aira tiene que ver con el estilo que construyó. Leer un párrafo aislado puede a veces no generar el enamoramiento que sus amantes y defensores promulgan. Es un escritor con gran riqueza técnica que, sin embargo, elije la narración despojada –en general en primera persona- y llevadera sin barroquismos ni descripciones desmedidas. El primerefecto es no poder dejar de leer. Su escritura atrapa y entretiene, pero es sólo el primer paso.
El verdadero hallazgo es el rompimiento con la estructura de novela clásica. Uno no lee sus libros para llegar al final y ver qué pasa. Más bien se juega con el sinsentido y la sorpresa de una trama que puede virar a cualquier lado y no resolverse nunca. Justamente ahí es donde se da el rompimiento porque aquello que a algunos fascina, a otros puede causarles malestar por enfrentarse a la imposibilidad de comprender el todo y resignarse a la pérdida de un objeto que, como la vida, se presenta fragmentado y parcializado. Ahí donde la novela clásica nos daba todas las respuestas del mundo, el giro contemporáneo nos muestra el vacío. Los narradores de Aira son justamente eso: narradores del vacío.
Sus escritos son verdaderos monumentos a la asociación libre. Eso que algunos críticos llaman “escapar hacia adelante” es construir paso a paso a medida que se va escribiendo sin planificación previa (cosa que, en realidad, nunca sabremos si es tan así). De todas formas, aquí no importa si el mito de que Aira no corrige es cierto o no, lo importante es que el resultado es un constante rumiar que empuja a la trama y, en consecuencia, al lector desprevenido que empieza a leer la historia de un científico loco y termina asustado por unos gusanos de seda.
Por otro lado, es un escritor difícil de encasillar en un estilo. Escribe desde el realismo, pero no es realista, juega con el fantástico pero no es realismo fantástico ni fantástico rioplatense, mucho menos literatura fantástica, juega con el surrealismo pero tampoco lo es. En consecuencia, es importante entrar en sus libros como quien juega a perderse en una ciudad nueva. Si van en modo turista buscando monumentos van a omitir la esencia de su estilo, y si van en modo crítico tal vez no se suelten lo suficiente para dejarse atrapar. Entren al mar, hagan la plancha y dejen que la marea Aira los lleve.
Ahora sí, algunas obras para empezar: Cómo me reí, Yo era una chica moderna, Congreso de literatura, La guerra de los gimnasios, La liebre, Cómo me hice monja, Las noches de Flores, El todo surca la nada.