Milei y su gobierno están haciendo de aprendiz de brujo y despertaron al movimiento estudiantil. Son nuevas generaciones las que entran en escena, muchos que empezaron a cursar en la virtualidad, que dan pasos importantes en la organización. Universidades sin tradición de lucha, que empiezan a forjar una historia propia con asambleas y tomas. Una chispa se encendió, sin embargo, hay quienes quieren apagarla.
Las últimas semanas fueron de vorágine: un viernes por la mañana empezaron a circular mensajes y publicaciones en redes que anunciaban el cierre del Bonaparte, el único hospital nacional especializado en salud mental y adicciones. Ese mismo día y durante todo el fin de semana se organizaron actividades culturales, clases públicas en la UBA, ollas populares, asambleas de residentes y concurrentes, y de coordinación de luchas para bancar la decisión de los trabajadores del hospital que habían votado la permanencia pacífica para evitar el cierre. El martes por la tarde quedó claro que luchar sirve: todos los trabajadores tenían el contrato renovado y se confirmaba que el cierre no iba a suceder. Ya lo habían mostrado los jubilados con las movilizaciones de todos los miércoles al Congreso. Algo empezó a cambiar, la voluntad de enfrentar los ataques y organizarse desde abajo venía creciendo. Mal momento para meterse con las universidades.
Una vez reafirmada la negativa presidencial al aumento de los salarios de docentes y no docentes universitarios, las consecuencias no se hicieron esperar y Milei aprendió rápidamente que a veces ganar es perder. En la mayoría de las universidades, a tono con los nuevos aires que corren en el país, se decidió en asambleas tomar facultades y rectorados, haciendo que la resistencia pegue un nuevo salto. En la UBA, la noticia fue la toma de facultades cómo Medicina, Derecho, e Ingeniería, que se sumaron a la ola iniciada por Psicología, Sociales y Filosofía y Letras. En Córdoba, la novedad fue la toma de la Facultad de Derecho, algo que nunca había sucedido. En La Plata, además de tomarse el rectorado y múltiples facultades, se organizó la marcha más grande de la historia de la ciudad. La lista podría seguir ya que se llenó rápidamente de hitos: en esta nota hacemos una cronología de los hechos.
Se prendió la chispa
El estudiantado es un sector social que se concentra en instituciones que debaten los grandes problemas nacionales e internacionales, más politizado que la media y que goza de una mayor libertad para organizarse que en los lugares de trabajo donde hay riesgos de despidos o represalias. Por ello puede expresar de forma amplificada las pasiones, malestares y sentimientos de la sociedad, vibrando al calor de los mismos. Es un sector que tiene mucha legitimidad social y que cuando sale a dar pelea en momentos donde otros sectores aún no se deciden a hacerlo es visto con buenos ojos. Esa voluntad de enfrentarse a lo injusto, de defender su lugar, puede encender la chispa que se vuelva una llama. Esta potencialidad, que de hecho vemos hoy por el extendido apoyo que tiene nuestro movimiento, se puede entender también por la extensión de la universidad pública, un cambio que empezó a darse en la década del noventa. Actualmente hay aproximadamente 2.500.000 estudiantes universitarios, de los cuales 2 millones asisten a las universidades públicas. Al ser de masas, la universidad no se termina en las clases medias acomodadas, cómo solía ser, sino que también llega a hijos de familias obreras, estudiantes que trabajan, o trabajadores que estudian, por lo tanto también tienen una sensibilidad potencial para impactar. Los efectos que causa este despertar repercute en las formas de sentir y de pensar de quienes empiezan a organizarse, como sectores de trabajadores que se organizan en asambleas para defender sus puestos de trabajo.
El nivel de popularidad que tiene la defensa de la educación pública genera escenas que hasta hace unos meses parecían impensadas: Mirtha Legrand apoyando la educación pública o que se cante “Universidad de los trabajadores y al que no le gusta se jode” hasta en la entrega de los premios Martin Fierro. Pero más allá de lo anecdótico, el apoyo se refleja en todo estudio de opinión y se expresa en la participación masiva de toda acción que se convoca en las calles, como se vio en las masivas marchas universitarias federales o en las movilizaciones de La Plata, Córdoba y Tucumán. Los jubilados marcaron el camino, al que luego nos sumamos los estudiantes, de empezar a enfrentar las políticas de ajuste sistemático del gobierno de Milei, que sin haber estado ni un año en el gobierno ya generó cientos de miles de despidos, salarios de hambre, políticas de ajuste, además de fogonear el negacionismo y el machismo. Estas fueron las gotas que derramaron el vaso y que empujaron a la rebelión estudiantil.
Sin embargo, hay que saber que el estudiantado es un sujeto social heterogéneo y policlasista, del que forman parte las y los hijos de trabajadores como también de empresarios y donde más allá de su composición social hay una disputa hacia adentro:
Si va a ser parte de mantener una estructura universitaria antidemocrática y expulsiva, dónde muy pocos se reciben por tener que trabajar o estudiar. O si va a proponerse desarrollar la máxima participación estudiantil, para unir nuestra lucha a la de la clase trabajadora y los sectores que sufren los ataques y pelear por todos nuestros derechos cómo proponemos desde la Juventud del PTS.
Esta disputa depende en gran medida del camino que tome el movimiento estudiantil, que es el sector más activo de esos dos millones. El que hoy, con gran simpatía de muchos compañeros que aún no dan el paso de activar, como se vió en las masivas clases públicas a lo largo y ancho del país, protagoniza la organización y las medidas de lucha. Pero que aún es una pequeña porción del gigante que, si se pone en movimiento, puede proponerse no sólo defender la universidad, sino también unirse a los trabajadores para derrotar el plan de este gobierno y el FMI.
Las estrategias en disputa
La pelea en defensa de la educación pública es una bandera común que puede ser tomada por los más diversos sectores porque pareciera que, por lo menos en algo, casi todos estamos de acuerdo. Sin embargo, a esta ansiada unidad, valorable porque en la unidad está la fuerza, hay que darle forma ¿Unidad con quienes? ¿Y unidad para qué? Estas preguntas son importantes, porque con el avance del conflicto universitario, queda cada vez más a las claras que en esta batalla se juegan distintas estrategias, que a su vez, dependen de diferentes perspectivas políticas y que no todas responden a los mismos intereses.
El ejemplo más gráfico lo dio en los últimos días el rector de la Universidad Nacional de San Luis, Víctor Moriñigo, radical y presidente del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), la institución que nuclea a los rectores de todas las universidades del país, y actor clave del conflicto que estamos viviendo. En declaraciones al DiarioAR decía Moriñigo sobre el conflicto y el proceso de organización estudiantil que “ya tuvo su peor momento” y que iría decayendo, porque “la lógica de las tomas no conduce a una solución en el corto plazo”. El rector le baja el precio a nuestra lucha y se pone del lado de Milei para intentar apagar la llama que prendimos. Deja en claro que para él nuestra organización no es la vía. La pregunta que queda es, ¿Cómo opina que podemos ganar? Aquí da la respuesta: “Todavía estamos lejos de llegar a un acuerdo, pero estamos confiados de que en el presupuesto consigamos algún aumento. Que el techo de 3,8 billones de pesos (se refiere al presupuesto universitario) sea un piso y no un techo me parece bueno. Lo más cercano que estemos al siete por ciento va a ayudar a destrabar el conflicto”. Como si no fuese suficiente, reconoce que “lamentablemente los salarios este año no se van a poder recomponer; le hicimos pagar el ajuste a los trabajadores universitarios”.
Si esta fuera una declaración de un youtuber libertario que va a provocarnos a una marcha podríamos hacer que salga corriendo. Pero se trata de la máxima autoridad de una de las principales instituciones que se abandera de la defensa de la educación pública, que fueron parte de impulsar las dos marchas federales universitarias. Entonces ¿Para qué lado juegan realmente los rectores y las autoridades universitarias (radicales y peronistas)?. Un ejemplo tragicómico sucedió en Tucuman: el rector radical de la universidad nacional se reunió con Jaldo (gobernador peronista de la provincia) después de ser agasajado cómo héroe por garantizar el veto a Milei en el Congreso. Al parecer fue una reunión muy “fructífera” dónde se comprometió a conseguir aumento presupuestario para las universidades. El CIN hace años que negocia presupuestos de ajuste para la universidad bajo todos los gobiernos y ya bajo Milei, después de la movilización del 23 de abril, negoció aceptar un aumento en el presupuesto de funcionamiento de la universidad que no contempla salarios, dejando tirados una vez más los docentes y no docentes.
Por más que los radicales quieran lavarse la cara armándose en bloques nuevos en el Congreso, la estrategia de este espacio político para “ganar” este conflicto sigue siendo confiar en promesas del gobierno. Tiene sentido que la Franja Morada en tantas universidades se haya opuesto a las asambleas, tomas y distintas medidas de lucha (una postura que compartieron con el peronismo en muchas universidades). Evitan que haya cualquier espacio de deliberación democrática donde los estudiantes podamos discutir si esta estrategia, que viene fracasando hace tiempo, sirve para algo o no.
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En cada facultad desde la Juventud del PTS y nuestras agrupaciones, junto a muchos activistas y estudiantes autoconvocados, planteamos claramente que nuestros reclamos y los de nuestros docentes no pueden esperar los tiempos de su rosca, que no nos van a convencer de confiar en los diputados y senadores de los partidos mayoritarios que no paran de traicionarnos, y que tampoco estamos dispuestos a que se aumenten algunas migajas del presupuesto universitario (que además siempre puede vetar el presidente) si es a costa de que siga el ajuste al pueblo trabajador y las grandes mayorías populares.
También defendemos la independencia política, tanto de las autoridades universitarias, como de estos partidos, que es lo que nos permite tener las manos libres para pelear y no callarnos nada. El desarrollo de un verdadero movimiento estudiantil implica que franjas cada vez más amplias del estudiantado se vuelvan protagonistas, sujetos activos, pero confiando solo en nuestras propias fuerzas y enfrentando a quienes se oponen a nuestra organización.
En el CIN también hay rectores peronistas. Las conducciones y las autoridades hacen lo posible para que este movimiento muera. Esperan que las tomas se desgasten, militan la desmoralización del movimiento. De hecho, las autoridades radicales en Psicología de la UBA y las peronistas en la UNA empezaron a hacer amenazas de represalias contra los docentes que se sumen a dar clases públicas, intentando virtualizar las cursadas para evitar que se siga expandiendo el conflicto.
No son sólo las autoridades. Son parte de varias centrales sindicales que no llevan adelante planes de lucha o llaman a paro y dejan que los docentes y no docentes peleen por separado, cuando las medidas de acción podrían hacer un efecto contundente en la pelea por salarios. Las agrupaciones estudiantiles están con las autoridades de las facultades. Son parte del Frente Universitario, que reúne a todas las gremiales de la universidad, que desde el veto acompañan la política del CIN de dilatar la convocatoria a una nueva movilización unificada federal. Mientras estalla el movimiento estudiantil, con su propia fuerza, desde abajo, sólo intentan sembrar ilusiones en la rosca del congreso por el presupuesto 2025.
Nosotros, en cambio desde las facultades, llamamos a rechazar de conjunto el presupuesto 2025 de Milei y el FMI, que ordena el conjunto de la economía para pagar la deuda externa, y exigimos la convocatoria urgente a una tercera marcha federal educativa, para pelear por un aumento inmediato del presupuesto universitario y de los salarios docentes y no docentes. No queremos que vuelvan a utilizar nuestras movilizaciones masivas para presionar y negociar mejor. Necesitamos una lucha decidida para ganar.
Con sus agrupaciones estudiantiles (La Cámpora, Evita, Patria Grande y múltiples agrupaciones ligadas a los intendentes y las organizaciones locales del PJ) llevan adelante diferentes políticas según el lugar dónde están. Veamos el ejemplo de la UBA: el kirchnerismo actualmente conduce cuatro centros de estudiantes y en esos lugares tienen políticas diferentes, adaptándose a la relación de fuerzas que se expresa al interior de cada facultad, ajustando su línea en función del peso que ejercemos como oposición las agrupaciones de la izquierda como el activismo. Este fin de semana por ejemplo fueron parte de boicotear la asamblea interestudiantil de la UBA, UNA, UTN, terciarios y universidades del conurbano, que fue votado en asambleas, para no sacar los pies del plato de la FUBA dirigida por la Franja Morada y ellos en la Secretaría General.
En Filosofía y Letras, Sociales y Exactas de la UBA son parte de las asambleas dónde se votan las tomas pero en FADU se negaron sistemáticamente a llamar a asambleas y desconocen los espacios de organización de base como Fadu En Lucha. A este centro de estudiantes que costaría distinguirlo de uno de la Franja Morada por la gestión de la Cámpora, Cristina lo tomó cómo modelo en una de sus últimas cartas. En Derecho, La Cámpora y el Frente Patria Grande fueron parte de convocar un acto con las autoridades, la Franja Morada, Nuevo Derecho (Partido Socialista de Roy Cortinas) para descomprimir la tensión mientras en la mayoría de las facultades del país se llamaba a asamblea y le dieron la espalda a la Asamblea Autoconvocada dónde se votó la toma de la facultad. En otros lugares, como en la Universidad de La Matanza, se tuvo que organizar una asamblea a pesar de la conducción peronista del centro de estudiantes, que no solo boicoteó la medida sino que avaló los golpes y patoteadas de la seguridad del intendente peronista que trató de impedir esta medida. A pesar de ellos, los estudiantes tomaron la facultad por primera vez en su historia.
Estas políticas se corresponden con la orientación más general del peronismo, que está más concentrado en la interna del PJ y rearmarse hacia las próximas elecciones, que en enfrentar los ataques que estamos sufriendo hoy en día con Milei. Tal es así que Maximo Kirchner después del veto a la ley de jubilaciones planteó: "No hay que enojarse con ese veto, compañeros y compañeras. El presidente actual fue elegido por el 56% de los votos y el veto es una facultad constitucional". El objetivo del peronismo es institucionalizar todo lo que se mueve por abajo, por eso apuntan en el movimiento estudiantil a construir centros de estudiantes que solo sean espacios de servicios y bloquean las instancias de autoorganización de los estudiantes, ya que buscan tener una base pasiva que solo discuta aspectos de gestión. Todo lo contrario a que los estudiantes nos volvamos sujetos en este contexto.
En otro sentido, tenemos diferencias con los demás grupos de la izquierda que intervienen en las universidades (tanto el Ya Basta- Nuevo Mas como el Partido Obrero, MST, IS) que tienen una política contraria al desarrollo de espacios de autoorganización, como se viene expresando en distintas asambleas en las que votaron en contra de iniciativas que buscan alentar el protagonismo autoconvocado de nuevas generaciones de estudiantes; y se esfuerzan para transformar la interfacultades en un palco para que hablen sus aparatos y no en un espacio para que nuevas generaciones de activistas que surgen en distintos lugares asuman un rol dirigente en la coordinación desde abajo -de las asambleas, comisiones de base y tomas) cómo alternativa al CIN.
Como vimos el día de ayer en la asamblea interestudiantil del AMBA, en la que el Ya Basta le cortaban el micrófono a estudiantes autoconvocados cuando tomaban la palabra, y los hostigaban al punto de llevarse el equipo de sonido al momento de la votación en que los estudiantes autoconvocados se acercaron a leer sus mociones. Además de centrar sus intervenciones en atacar a los docentes y a otras agrupaciones de izquierda, más que en denunciar la complicidad del peronismo y las burocracias sindicales en la política de ajuste.
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El despertar del gigante dormido
Hoy el movimiento estudiantil empieza a dar sus primeros pasos luego de muchos años de estar dormido, y los debates acerca de las distintas estrategias que se disputan en su interior cobran nuevo valor porque algo está cambiando, y algunos tratan de detener este proceso, encerrarlo sobre sí mismo, llevando nuestra lucha detrás de falsas salidas. Nosotros, por nuestra parte, queremos aportar a desarrollar lo nuevo que surge al máximo, para que se multiplique. Hay un concepto que propone Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel que nos parece interesante para recuperar y profundizar, que es el “espíritu de escisión”. Decía el revolucionario italiano:
El espíritu de escisión, o sea la progresiva adquisición de la conciencia de la propia personalidad histórica, espíritu de escisión que debe tender a extenderse de la clase protagonista a las clases aliadas potenciales. [1]
Si bien se refería a la clase trabajadora, y por lo tanto hay que adaptar el uso que él le daba a otro sujeto social, el movimiento estudiantil, con todas las características contradictorias que destacamos al principio, la idea de “la progresiva adquisición de la conciencia de la propia personalidad histórica” nos resulta muy representativa del cambio que estamos viviendo.
Extender este espíritu, que en la traducción del concepto que hacemos iría desde el movimiento estudiantil hacia la clase trabajadora implica contagiar y extender la novedad, apostar a jugar un rol para que nuevos sectores se “escindan” de esas viejas direcciones e ideas. Los estudiantes estamos encendiendo una mecha, que si se sigue prendiendo, puede volverse la llama de la resistencia contra todas las trabas burocráticas que hemos señalado. En ese sentido, los lazos sociales que actualmente unen a los estudiantes con la clase trabajadora, sumado a la simpatía y adhesión que genera la pelea por la educación pública, pueden propiciar una poderosa alianza entre ambos sectores para pelear juntos.
Para llevar adelante este desafío, es indispensable pelear por la autoorganización del movimiento con un plan y programa de lucha desarrollado desde abajo. Seguir impulsando asambleas y poner en pie cuerpos de delegados. Esta es una tarea fundamental para que termine de emerger el movimiento estudiantil, con demandas propias, donde haya sujetos politizados que se sumen a las luchas con nuevas ideas. Es decir, que del estudiantado surja el movimiento estudiantil, que no sea simplemente base de maniobra de las autoridades y de las gremiales de trabajadores universitarios que cuando lo necesitan, fogonea conflictos y después son los mismos que abren la manguera para apagar el incendio, cuando se les sale de control. El desarrollo de organismos de autoorganización permitiría coordinar con distintos sectores de vanguardia que salen a luchar inspirados en la primavera política que se abrió con el conflicto universitario.
Desde las agrupaciones que impulsamos desde la Juventud del PTS e independientes venimos planteando desde el inicio del conflicto la necesidad de que los sectores de vanguardia que participan en las asambleas, se organizan en comisiones de base, ponen el cuerpo para bancar a las tomas, tengan una llegada directa a la base de las facultades, con discusiones en cursadas y comisiones, cuerpos de delegados, mandatos de base para presentar en las asambleas y con relevamientos en las cursadas dónde se puedan hacer “cuadernos de quejas” (Cahiers de doléances), como se hizo en la revolución francesa para luego articular las distintas demandas que surgen desde abajo y tiene como fin masificar, atraer y organizar a lo que todavía no se expresa. Y al mismo tiempo pensar que todas esas demandas implican también pelear contra el plan de ajuste que comparte el arco político de los partidos patronales. Solo uniéndonos a la clase obrera podremos dar vuelta las prioridades, entendiendo que este sector es imprescindible para conquistar todos nuestros derechos y todas nuestras demandas. Todo lo que avance nuestra organización en ese camino, es experiencia ganada para seguir enfrentando los ataques del gobierno de Milei que se vendrán.
Que la chispa encienda la pradera.
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