Desde la casa de retiros El Cenáculo de Pilar, la Conferencia Episcopal difundió un documento en el que usa la crisis que afecta a millones para sentarse a la mesa del Gobierno y los poderosos.
Daniel Satur @saturnetroc
Miércoles 6 de noviembre de 2019 22:30
Fotos Prensa del Episcopado
Desde el lunes y hasta el sábado sesiona en la casa de retiros El Cenáculo de Pilar la 118° Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA). Allí, más de un centenar de obispos de todo el país, presididos por el titular de la diócesis de San Isidro Oscar Ojea, deliberan sobre diversas temáticas de interés para la jerarquía católica.
Este miércoles, la CEA emitió un mensaje titulado “El fortalecimiento de nuestra nación”, que lógicamente debe ser leído a la luz de la transición en curso entre el gobierno de Mauricio Macri y el del presidente electo Alberto Fernández que asumirá el próximo 10 de diciembre.
“Demócratas”
El texto, difundido a la prensa y publicado en el sitio oficial del Episcopado, arranca con lo que se podría catalogar como una provocación. Dice que “en el inicio de un nuevo período de nuestra democracia, por la cual hemos optado de manera irreversible, queremos caminar con los argentinos para consolidarla cada día más”.
¿Hay que recordar que la Conferencia Episcopal Argentina está en la primera línea de quienes avalaron, acompañaron y sostuvieron a las dictaduras militares argentinas?
¿Hay que recordar, también, que la CEA sigue ocultando los archivos en los que figura toda su actuación como cómplice e incluso partícipe necesaria en los crímenes de lesa humanidad, en las apropiaciones de bebés y en el saqueo a la población?
¿Hay que recordar, además, los privilegios que Videla, Massera y compañía les dieron con decretos-ley aún vigentes y gracias a los cuales, por ejemplo, cada obispo cobra un sueldo similar al de un juez por el solo hecho de ser parte de esa casta con sotana?
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Con el historial de dictaduras y genocidios que tienen a cuestas, si los obispos aseguran haber “optado de forma irreversible” por esta democracia, habrá que pensar cuál es el carácter mismo del régimen político y social vigente al que llaman “democracia”. Mucho más teniendo en cuenta los saldos económicos y sociales que ese mismo régimen viene dejando en perjuicio de millones de personas.
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Parece que con la “democracia” no alcanza
A renglón seguido, el documento de los obispos le pide ayuda a Dios para que “la senda democrática se traduzca en vida digna, desarrollo integral, trabajo para todos, acceso a la salud y educación de calidad”. Y agrega que “las mayores hipotecas del país siguen siendo la pobreza, la exclusión y la desigualdad”. Curiosamente, en ningún momento mencionan con nombres y apellidos a los hacedores terrenales de semejantes desigualdades e indignidades.
Por el contrario, luego del ruego el Episcopado plantea que “la Patria requiere de todos un renovado esfuerzo de diálogo sincero y búsqueda de consensos en orden a generar síntesis superadoras”. Y que “la grandeza de nuestra dirigencia se manifestará en este intento si sabe incorporar también los esfuerzos y las búsquedas de los más pobres”.
Aquí también vale un recordatorio. Históricamente para la jerarquía eclesiástica los “pobres” han tenido un carácter meramente utilitario. La memoria colectiva debe hacer un gran esfuerzo para dar cuenta de la existencia de algún obispo pobre, mientras que las masas empobrecidas siempre le han servido a la curia como excusa para mendigar al Estado millonarios subsidios y prebendas.
Con la apelación a “los esfuerzos y las búsquedas de los más pobres”, los obispos parecen estar pidiéndole a la dirigencia política ser convocados a sentarse a la mesa chica de la toma de decisiones más que predicar un planteo emancipador y liberador de esos millones de personas echadas a su suerte por las clases dominantes, su Estado y sus agentes políticos.
Corrupción y violencia
El documento continúa con la incorporación de dos tópicos sobre los que la jerarquía católica quiere posar de mera espectadora cuando en verdad es una real protagonista.
“El delito de la corrupción nos tienta a todos de distintas maneras y no será posible un real fortalecimiento de nuestra democracia, sin una firme opción ética en los distintos niveles de la vida social”, dice el texto. Un artilugio de manual: se generalizan las culpas y, así, se diluyen las responsabilidades.
¿De quiénes hablan los obispos? Porque las millones de personas que dedican cada día de sus vidas a subsistir, en jornadas laborales extenuantes y sin tiempo ni recursos siquiera para el esparcimiento, en realidad son totalmente ajenas a las esferas en las que se teje y se maneja la “corrupción”. Esferas que, sin embargo, le son totalmente familiares a la propia jerarquía eclesiástica.
A su vez la Conferencia Episcopal propone “un renovado esfuerzo por superar las distintas formas de violencia y por construir la amistad social”. ¿Pero no son esos mismos personajes los que se llevan de maravillas con diversas formas de violencia, amparando a los victimarios y revictimizando a las víctimas?
¿O acaso no son obispos los que encubren hasta niveles espeluznantes infinidad de abusos sexuales y demás vejaciones por parte de curas y “laicos comprometidos” sobre niños y adolescentes en parroquias, colegios y hogares?
¿O acaso no son obispos los que hace una década, con Jorge Bergoglio a la cabeza, protagonizaron una violenta cruzada contra una parte de la población que procuraba conseguir igualdad de derechos civiles con el matrimonio igualitario?
¿O acaso no son obispos los que, cargados de violencia, despliegan todo su poder de lobby en ministerios y parlamentos contra millones de mujeres que exigen su elemental derecho a la interrupción del embarazo? Una guerra a favor del aborto clandestino que año a año se carga a cientos de niñas, adolescentes y mujeres pobres. Otro ejemplo que demuestra el “valor” que le da la Iglesia católica a la pobreza.
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¿O acaso no fueron obispos y cardenales los que bendijeron las masacres de originarios, las desapariciones de personas, las torturas y las armas de los centros clandestinos de detención?
Como dice un legendario tema del rock argentino, violencia es mentir.
El sábado terminará la 118° Asamblea Plenaria de la CEA. Seguramente, después de sus buenas comilonas y de “rosquear” sus internas palaciegas, los obispos emitirán un nuevo documento en el que hablarán de la pobreza y sus injusticias.
Y volverán a sus diócesis muñidos de la retórica necesaria para seguir posando de “voceros” de los pobres en procura de seguir siendo invitados a participar de la mesa de los gobernantes y los empresarios. Si por ellos fuera, por los siglos de los siglos.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).