La ley que habilitaba la creación de universidades privadas fue el punto de partida de una de las luchas educativas más importantes de la historia del país, conocida con el nombre de "Laica o libre".
Lautaro Pastorini @lautarillodetormes
Miércoles 19 de septiembre de 2018
Se cumplen 60 años de “laica o libre”, esa gran gesta protagonizada por el movimiento estudiantil para defender la educación pública, científica y laica de las manos del oscurantismo eclesiástico.
“Laica o Libre”
En septiembre de 1958, la plaza del Congreso fue el escenario de dos grandes concentraciones. El día 15, la Iglesia encabezada por el Monseñor Plaza, junto con sectores liberales y los grupos de choques como Tacuara, que hacían sus primeras apariciones públicas, y con el apoyo de liberales como Álvaro Alsogaray, se concentraron para exigir la libre actuación de las instituciones privadas en el ámbito de la educación superior.
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El 19 de septiembre el movimiento universitario agrupado en la FUA y la FUBA, junto con los secundarios de las FEMES (Federación Metropolitana de Estudiantes Secundarios), enarbolados bajo la bandera del laicismo, respondieron a la provocación copando la plaza con 350 mil personas. Además, contaban con el apoyo de la CGT y otros gremios menores.
La disputa era producto del intento de Arturo Frondizi, apoyado por sectores progresistas y liberales, de reflotar el artículo 28 de la ley 6403/55 de la dictadura de Aramburu, en la que definía “la iniciativa privada para crear universidades libres (…) capacitadas para expedir los diplomas y títulos habilitantes siempre que se sometan a las condiciones expuestas por una reglamentación que se dictara oportunamente”.
Luego de dos meses de tomas de facultades, huelgas universitarias, movilizaciones masivas, piquetes y enfrentamientos callejeros con los grupos católicos; la cuestión se dirimió en el Congreso donde se terminó votando la Ley Amigorena, una derrota parcial que autorizaba a que las universidades privadas expendieras títulos habilitantes pero sin financiamiento del Estado.
Ruptura en el movimiento estudiantil
Las implicancias históricas que tuvo el movimiento por la educación laica significó la ruptura de amplios sectores de las clases medias, expresadas en el movimiento estudiantil y la intelectualidad con el frondicismo y la dictadura “fusiladora”, que hasta el momento habían constituido su base social, y que habían visto con buenos ojos el derrocamiento de Perón.
Es que durante el peronismo, muchas de las conquistas más sentidas por el movimiento estudiantil provenientes de la Reforma Universitaria habían sufrido un serio retroceso, además de acentuarse la injerencia de la iglesia en el ámbito educativo.
En 1947 Perón impulsó la ley N° 12.978, que ratificaba el decreto 18.411 de la dictadura de Pedro Ramírez que en 1943 buscaba derogar el artículo 8 de la Ley de educación 1420 de 1884, donde se especificaba de manera limitada la laicidad de la educación pública: “La enseñanza religiosa sólo podrá ser dada en las escuelas públicas por los ministros autorizados de los diferentes cultos, a los niños de su respectiva comunión, y antes o después de clase”.
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La dinámica de la lucha en el movimiento estudiantil universitario, junto con el debut de un movimiento de secundarios de base más popular, significó de manera más embrionaria un punto de partida para la alianza con los sectores populares y el movimiento obrero, en lo que serán las grandes gestas como el Cordobazo y el Rosariazo.
Elementos de continuidad
El pasado 8 de agosto, la plaza del Congreso volvió a ser el escenario en el que se enfrentaron dos movilizaciones. Una masiva y la otra notoriamente más pequeña. Por un lado, el amplio abanico de organizaciones de mujeres que venían de todas partes del país para disputar la legalidad del aborto y la potestad sobre sus propios cuerpos con una amplia participación de jóvenes estudiantes. Del otro lado, los sectores eclesiásticos históricos, las iglesias evangelistas, y agrupamientos “vecinales” de derecha. Los senadores en el Congreso, con fundamentos de realismo mágico, votaron a favor de la clandestinidad del aborto, lo que puso en evidencia a nivel de masas, la injerencia que aún mantiene la Iglesia sobre el Estado, más precisamente en las provincias del Interior.
Esa votación abrió una serie de debates que puso en cuestionamiento nuevamente el papel de la Iglesia sobre las instituciones públicas. La izquierda es quién más ha denunciado que los sueldos de los curas parten de las arcas del Estado y quién más la pelea por la implementación ley de educación sexual en las escuelas públicas.
Sesenta años después de la lucha entre “laica o libre”, la disputa por el carácter laico de la educación que hoy se encuentra en una nebulosa porque la Ley de Educación 1420, cuyo artículo 8 propone la laicidad de la educación de una manera limitada, quedó vetada en 2015. Y a su vez la última ley de educación nacional N° 26.206 del kirchnerismo, no tiene aclaración al respecto, por lo tanto depende de las reglamentaciones de cada provincia.
Cada una de estas peleas fortalece aún más las demandas de la separación de la Iglesia del Estado para acabar de una buena vez por todas con los privilegios de estas castas. El movimiento estudiantil viene de tomas de facultades en las principales ciudades del país, en la lucha por la paritaria docente, y los trabajadores del Astillero Rio Santiago, están marcando el camino de resistencia a los planes de ajustes del macrismo y el FMI. La ligazón entre estos dos sectores es fundamental para empezar a pensar como golpear de conjunto.