Una sola noche en un hotel del Valle de Uco puede “valer” lo mismo que un año de trabajo de una cosechera. Entre las mansiones de los viñedos más lujosos se esconde una de las provincias con más villas y asentamientos de Argentina. ¿Dónde empieza “la muralla”? Tercera crónica viñatera. No te pierdas el documental de La Izquierda Diario.
La Hilux frena de golpe. Un hombre alto con una chomba azul baja de un salto y se abre camino entre el polvo. Lleva una sonrisa dibujada.
—Hola. ¿Quieren pasar?
El portón de hierro gigante de bodegas Casa Bressia se abre. Como en esas series medievales de moda, lleva el escudo de un león con una leyenda en latín: Per aspera ad astra. “A través del esfuerzo, el triunfo” traduce rápido Google. A medida que se despliega va apareciendo un paisaje también de película. La tierra seca y el polvo desaparecen. El césped de una cancha de Qatar y una laguna artificial con una fuente en el medio marcan el triunfo del ser humano sobre el desierto. Detrás comienza una interminable hilera de viñedos que parecen perderse en la cordillera. Pero no. Antes de llegar a la montaña se alza una construcción de dudoso gusto pero indudable impacto.
La “pirámide maya” de la familia Catena Zapata se levanta vanidosa ante las fincas vecinas para dejar claro que, entre los ricos, hay algunos más ricos que otros.
Así nos recibe Agrelo. En el corazón de Luján de Cuyo, se ha convertido en una de las tierras más preciadas del negocio vitivinícola.
Los dueños del terroir
Los Catena Zapata simbolizan, quizás más que nadie, a los dueños del vino. Llevan en sus venas la sangre azul de los primeros terratenientes de la colonia española. Esa oligarquía que supo apropiarse de las mejores tierras gracias a haber sembrado, antes que cualquier cepa, sus raíces en el poder político. Y en esa región áspera los mejores campos eran los que estaban irrigados. Solo podía haber oasis si había agua. Solo podía haber capitalismo si había agua. Cuando los sistemas de riego diseñados por los huarpes con ayuda inca no fueron suficientes, fue el naciente Estado el que se encargó de las obras. Ya entrado el siglo XX los bodegueros integrados, esos que tenían las viñas pero también las primeras bodegas y manejaban a su antojo el derecho de riego, se convirtieron en el grupo más poderoso de la burguesía cuyana.
La pirámide de Agrelo es un símbolo de esa historia. Por algo la llaman “el templo del vino”. La empresa se fundó en 1902 pero el nuevo edificio se construyó justo un siglo después para festejar el centenario.
Este año, mientras La Izquierda Diario recorría Mendoza, fue la bodega argentina mejor ubicada en el prestigioso World’s Best Vineyards: Mejores Viñedos del Mundo. Durante tres años seguidos el concurso lo había ganado otra joya de la zona: Piedra Infinita, de la familia Zuccardi.
Recorriendo la ruta 40, en un valle encerrado por la Sierra Tupungato y la Sierra Barrancas, uno se encuentra con ese paraíso. Porque Agrelo es sinónimo de terroir (pronuncie “terroar” arrastrando la “r”). Así llaman los expertos a “la combinación de cuatro factores clave en la elaboración de vinos de calidad: suelo, clima, variedad de uva y la mano del hombre”.
Y cuando dicen “la mano del hombre” se les escapa un acento de género pero también de clase. Porque no se refieren a todos los hombres sino a los dueños de las tierras y las máquinas. De las familias patricias que custodian ese terroir desde hace siglos.
Hoy una hectárea en la zona está arriba de los u$s 60.000 dólares. Cinco veces lo que vale una hectárea sojera en las tierras más ricas de la pampa húmeda.
El sol pega fuerte y nos tentamos con la posibilidad de hacer una experiencia enológica. O gira bodeguera si prefieren. ¿Qué nos ofrece Catena Zapata? Un menú de diez pasos en el “Angélica Cocina Maestra” por 30 mil pesos. Sin vino. Si le agregamos la “escalera vertical”, una degustación de siete añadas distintas de su etiqueta Estiba Reservada, hay que sumarle $ 700 mil.
No podríamos subir ni el primer escalón, como la mayoría de los mendocinos. Según la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE) una familia necesita 51 mil pesos para no ser indigente en la provincia.
Pero los caminos del vino sorprenden. Algunos kilómetros después pasamos por Viña Cobos, donde un estuche de tres botellas malbec se ofrece por solo 1,2 millones de pesos.
Andá pa’allá.
Seguimos camino.
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800 mil pesos por una noche
—Cuando nos conocimos con Martín teníamos una competencia por las botellas que tenía cada uno en su pequeña cava.
—Y por supuesto ella me ganó: tenía 200 botellas. Ahí le pedí casamiento.
Cecilia Díaz Chuit y Martín Rigal estallan de risas. Parecen felices. Hace 10 años cumplieron su sueño: tener el primer y único Relais Chateaux de Mendoza: el Cavas Wine Lodge. Según promociona su página, tiene “un spa preparado para disfrutar lujosos tratamientos de vinoterapia, incluyendo baños de vino y exfoliación de pepitas de uva”. Baño de vino. Impresionante.
Nos acercamos. Frente a la tranquera del Cavas, una voz que sale de un árbol nos detiene.
—Buenas tardes caballero, ¿en qué puedo servirle?
Desde el portero disimulado en la enramada una voz amable pero intransigente dirá que si no tenemos reservas no podremos entrar.
El Cavas es uno de los símbolos del turismo superpremium que se desarrolló en los últimos años en Mendoza. Según datos oficiales, solo entre diciembre de 2021 y abril de 2022 el enoturismo recaudó 5.358 millones de pesos.
En paisajes paradisíacos de viñedos y picos nevados, decenas de hoteles reclaman el reinado de la exclusividad, privacidad y felicidad. Bañarse en vino parece el colmo del derroche pero los ricos siempre tienen algo nuevo para sorprendernos.
A las tarifas del Cavas hay que escucharlas sentado. 3200 dólares por una noche en la Grand Villa. 800 mil pesos. Son 24 mil corridas de un cosechero desde la vid hasta el camión.
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Empatía
El viaje sigue, en búsqueda de un lugar para refrescarse y comer. La fachada del SB Winemaker’s House & Spa Suites es tentadora.
SB son las siglas de Susana Balbo, una de las empresarias del vino más poderosas del país.
—Tratar de ponerte en el lugar del otro, en la situación que pasaba el país y decir “había quienes están peor”. Y tratar de tener empatía te lleva a ver el vaso medio lleno – cuenta en una entrevista.
Pero SB tiene el vaso un poco más que lleno. Y no para de cargarlo. “Estoy invirtiendo en un pequeño hotel, que va a ser el mejor de Argentina. Y vos decís ’estás loca’, invirtiendo en este momento”. Susana se ríe de su audacia y levanta la copa. Chin chin.
Su “pequeño hotel” se distingue por un detalle: un hidroavión manejado por un piloto suizo. Más glamour no se consigue. El vuelo y una noche de hospedaje son parte de la experiencia Unplug & Reconnect Vip. Cuesta solo 2500 dólares, algo así como 700 mil pesos. O 20 mil corridas de un cosechero desde la vid hasta el camión.
Tampoco tenemos suerte. Desde el portero una voz nos dice que no hay lugar en este momento. Parece un loop.
Claramente Agrelo no es nuestro target. Decidimos probar un poco más al sur. Seguimos los “caminos del vino” hacia el Valle de Uco.
La muralla
Ariel, para quienes no lo recuerdan, nos contó la situación de las familias contratistas en la primera nota. Conoce bien el terroir del valle. Tiene las manos curtidas de juntar uvas desde los 5 años.
—El Valle de Uco es espectacular. Muy bonito. De un lado de la ruta tenés un paraíso, como si estuvieras en Disney. Y de este otro lado tenés una cara totalmente distinta. La ruta es como esa muralla que divide dos países. No puede ser que de un lado haya tanto y del otro lado no tenemos nada. Es muy chocante esa realidad.
Ese choque se siente a medida que uno va atravesando la ruta 40. Las mansiones de Zuccardi, Salentein, Casa Petrini, Domaine Bousquet, son “interrumpidas” por las barriadas obreras de Ugarteche o Cordón del Plata.
Allí las ferias populares están a pleno. Los puestos de remeras “de marca” se enlazan con los de verduras frescas y comida al paso. Acá también se pueden hacer degustaciones y menúes en 4 pasos. “Sopa de maní 300 pesos” dice uno. Es una forma de marcar territorio también. Familias que llegaron hace años desde Bolivia o el noroeste argentino se mezclan con jóvenes golondrina que levantarán el tomate, el ajo, los duraznos y por último las uvas. Esos meses vivirán hacinados, en casas de parientes o amontonados donde los manden los cuadrilleros, para volver con toda la plata posible a casa.
Hoy domingo es el único día que Rolando no cosecha. Pero prefiere cambiar su día de descanso por un puesto en la feria. “Yo empecé a los 8 años. Laburaba de mañana y de tarde iba a la escuela. Llegué a séptimo. No quiero eso para mis hijas. La más grande tiene 13 y quiere ser médica. Por ella hago esto” sonríe de orgullo mientras elige unos cordones que hagan juego con unas zapatillas rojas que espera vender antes que termine el día.
El Valle de Uco cosecha otros números obscenos. Según la Dirección de Estadísticas, de 55 mil personas ocupadas, 30 mil no están registradas. Muy por encima del promedio provincial. El 60 % de los niños y niñas solo puede atenderse en el sistema público porque no tienen obra social. Además es la región con mayor brecha de ingresos entre varones y mujeres: 28,5 %.
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Como hace 100 años (y peor también)
Ana Maya está sentada en el patio de una finca de La Reducción, en el Este mendocino. Escucha un capítulo del libro. Quiere adivinar en qué fecha fue escrito.
—“El trabajo en la viña es de sol a sol, con media hora para el mate y una hora para la comida. Hay peones que llevan largos años en las fincas, tienen su rancho y un pedacito de terreno para su cultivo particular; otros son ambulantes, buscan el mejor jornal posible. Muchos cuidan sus pequeñas viñas ayudados de la mujer y de los hijos, a los que desgraciadamente hacen trabajar desde muy temprano”. ¿De qué época te parece?
—Y… de la época mía. Y te digo una cosa: la mayoría de la gente que trabaja en la viña no tiene su rancho como dice ahí. Nosotros con Antonio nunca nos pudimos comprar una casa. Así que peor en algunas cosas.
—Esto lo escribió Juan Bialet Massé, un médico que el gobierno mandó a recorrer las provincias y escribió “El estado de las clases trabajadores en Argentina” en el año 1904. Tiene un capítulo sobre Mendoza que se llama “Mar de viñas”.
—¿1904? Ah bueno un poquito antes que yo…
Ana nos hace reír otra vez. Ella fue la que nos contó cómo se trabaja en esas viñas en la primera nota. Pero enseguida se pone seria. Recuerda cuando asfaltaron la ruta, crecieron los viñedos, se levantaron mansiones.
—Ahora le llaman “los caminos del vino”. Y ves que llegan en vehículos de alta gama, hacen ostentación de su dinero, cuando vos estás sirviéndolos y trabajando para ellos por unos sueldos miserables.
Apenas divididos por “la muralla”, conviven los palacetes diseñados por afamados arquitectos con barriadas y asentamientos precarios.
La Dirección Municipal de Vivienda calcula que en el Valle de Uco existe un faltante de once mil viviendas. Y en toda la provincia “están faltando 110 mil soluciones habitacionales” reconoce el gobierno.
En la provincia de los hoteles más lujosos y las mansiones, miles de familias no tienen tierra ni vivienda. Y en verano ni agua. Mientras producir un litro de vino se lleva 300 litros de agua, muchos barrios obreros de la provincia se quedan secos y sedientos en pleno enero.
Por eso, mientras festeja premios internacionales y costosas vendimias, Mendoza se convirtió en la quinta provincia con más villas y asentamientos: 261. En Maipú, cuna de las grandes bodegas, hay 30. En los departamentos donde se cultivan los vinos Premium también: 41 en Luján, 25 entre Tupungato, Tunuyán y San Carlos (Valle de Uco).
Ricardo Fernández, el delegado de Viejo Viñedo que ya nos contó el trabajo en bodega, repasa esa realidad y lanza un golpe a los sentidos comunes.
—Por ahí escucho que dicen “el país se saca adelante trabajando”. Yo trabajé toda mi vida, desde los 12 años, y te puedo garantizar que es mentira. Yo trabajé toda mi vida y vivo en la casa de mis abuelos porque nunca pude tener mi casa.
Como decía Atahualpa Yupanqui, unos trabajan de trueno y es para otros la llovida.
La copa que nunca derrama
La patria bodeguera, y los empresarios del campo en general, han adquirido una impresionante capacidad para quedarse con las mejores tierras, pero también con las horas y los músculos de quienes las trabajan. Si en el reparto de la riqueza generada en el país la clase empresaria se queda con el 60 %, en el campo esa apropiación supera cualquier límite. Según el Indec, cuando escribimos esta nota el Excedente de Explotación Bruto en el sector agrícola llegaba al 85 %. Los asalariados rurales se quedaban solo con el 9,5 % de la torta.
En la teoría económica de los partidos tradicionales, dicen que “si les va bien a los empresarios nos van bien a todos”. Pero los dueños del vino no quieren convidar ni un trago. Por cada 100 pesos que Mendoza recauda en concepto de impuesto a los ingresos brutos, la industria vitivinícola aporta solo 2 pesos. En 2022, el Estado provincial gastó 60.000 millones de pesos en educación, salud, justicia. La patria bodeguera aportó solo 256 millones, a pesar de que se benefició con desgravación de exportaciones, rebaja de retenciones y descuentos en contribuciones patronales.
Son los verdaderos planeros.
Ese modelo ha llevado a que en Mendoza haya 462 mil pobres y 75 mil indigentes. Por esos números no van a recibir ningún premio internacional.
El maridaje del poder
“Si me puedo parar les muestro esas fotos que resumen un poco lo que es COVIAR”. Nuestra cámara sigue a Carlos Fiochetta por la oficina de la Corporación Vitivinícola Argentina, el organismo que agrupa a los gobiernos de Mendoza, Salta, San Juan y las principales cámaras empresarias.
—Esta es de cuando se declaró el vino argentino como bebida nacional, ahí está Cristina Fernández de Kirchner. En la de arriba está el directorio de Coviar con Mauricio Macri durante el lanzamiento de la mesa de competitividad vitivinícola. Y la más reciente es con Alberto Fernández, cuando se presentó el plan estratégico.
Completa la pared una foto de todos los ex gobernadores mendocinos, de distintos colores políticos, brindando en la última Fiesta de la Vendimia. Las imágenes son la expresión del maridaje que marca la historia mendocina. Con ese concepto de moda se define “el proceso de casar un alimento con un tipo de vino determinado, buscando que se potencien sus atributos”.
El maridaje entre los partidos tradicionales y la patria bodeguera es la fórmula del poder político en la provincia. Como dice Lautaro Jiménez, docente y referente del PTS-Frente de Izquierda en Mendoza, “en las últimas décadas hubo cambios en la cúpula empresarial, pero siempre se mantuvo la presencia de una fuerte matriz oligárquica concentrada no solo en los partidos más tradicionales como puede ser el “los gansos” del Partido Demócrata, sino también teniendo fuertes fracciones y representantes tanto dentro del radicalismo y el peronismo”.
Por eso las fortunas de la casta bodeguera solo “derraman” en favor de esa casta política. En diciembre los parlamentarios mendocinos cobraron 476 mil pesos. Doce veces el salario inicial de un obrero del vino.
La recorrida por Bodegas López, una de las más tradicionales, nos ayuda a entender esa historia. En una sala que hace de pequeño museo, Don José Federico López aparece sentado en distintas mesas. Desde Irigoyen a Perón, pasando por gobiernos militares. Todos varones, todos de frac, todos con una copa de vino.
Hace poco, el Presidente Fernández quiso congraciarse con esa oligarquía. En un acto ante empresarios le dijo a José Zuccardi que era “el Messi del Vino”.
Andá pa’ allá…
“Es una gran farsa esto de la vendimia de todos”
Ese viaje por la Ruta 40, ese “camino del vino”, no es solo un símbolo de los contrastes de una provincia. También es lo es del sistema en que vivimos. De su irracionalidad y sus desigualdades.
Donde “una muralla” parece dividir, de un lado, el mundo de las esclavas y esclavos del campo y la ciudad. De los cuerpos gastados de levantar tachos y podar al rayo del sol. Del trabajo para hoy y mañana quién sabe. Donde, como dice Ana, se ha perdido hasta el “derecho al rancho” que tenían hace 100 años. De quienes hacen los vinos que jamás podrán “degustar”, aunque vuelvan a sus casas toda la vida con las camisas manchadas de mosto y apestando alcohol.
Y del otro lado los dueños de todo. Que pueden pagar por una botella lo que gastan 3 o 4 familias para comer un mes. Que pueden derrochar eso mismo en una noche de hotel mientras regatean si pagan 50 o 52 pesos el tacho de uva. Que se quejan de que los pobres no quieren levantar sus cosechas pero son los verdaderos “planeros” con sus subsidios y su dólar malbec.
Pero es el mismo mundo. Por eso a Ricardo nunca le cayeron bien los custodios de la muralla.
—Ninguno de los que están en el gobierno nos representa. Ahora tenemos un gobierno radical en la provincia pero el gobierno nacional es lo mismo. Acá vino el presidente para la época de la vendimia. Era un almuerzo que hizo el señor Zuccardi. Fuimos a reclamar y a mí como trabajador vitivinícola lo único que han hecho es esconderme para que nadie me vea y nadie escuche que es una gran farsa esto de la vendimia de todos.
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