Los trabajadores de la empresa eólica realizaran una serie de huelgas contra los bajos salarios las largas jornadas laborales.
Jacobo A. García @Jacobscarface
Miércoles 17 de octubre de 2018
A partir del 19 de Octubre realizarán paros parciales en los turnos de mañana, tarde y noche. Esta es la decisión que ha tomado el comité de empresa de la fábrica del polígono industrial de A Uceira, en O Carballiño, Ourense, ante la negativa de la empresa a negociar.
La federación de Industria de la CIG en Ourense señala que la medida llega tras muchos intentos de mejorar las condiciones laborales en una actividad que discurre en condiciones de alta toxicidad (sin derecho a ningún plus ni compensación) y con importante temporalidad y precariedad. La fábrica emplea a 350 operarios en la zona.
Indican que la empresa fue denunciada en varias ocasiones ante Inspección de Traballo por abuso en el exceso de jornada o por no respetar el descanso en sábados que recoge el convenio de siderometal de Ourense. Con el fin de cambiar esta situación, y "frente a la actitud inmovilista de la dirección", el comité exige un 3% de incremento salarial, así como los 18 euros para las horas extras.
Así, de no llegarse a un acuerdo con la empresa, se iniciarán paros desde el día 19 de octubre en horarios de mañana de 11.30 a 12.30, de tarde de 20.30 a 21.30, y de noche de 04.30 a 05.30 horas, de forma indefinida hasta que la empresa cambie su postura.
Las sustancias tóxicas a las que se refiere el comité de empresa son las resinas y la fibra de carbono utilizadas para la fabricación de las aspas. Estos residuos que podrían ser reciclados de forma segura son tirados a la naturaleza sin control, provocando daños ambientales y riesgo a la salud humana.
Los trabajadores ven vulneradas sus condiciones salariales y se les imponen largas jornadas y altas dosis de precariedad.
Esta situación ha provocado que la CIG haya exigido al Ministerio de Trabajo que se reconozca una menor edad de jubilación para los trabajadores del sector eólico, ya que están expuestos a trabajos a gran altura, en condiciones meteorológicas adversas, trabajo con alta tensión de electricidad, riesgo de incendios, con gran requerimiento de fuerzas y resistencia física, además de la exposición a tóxicos, por la que no cobran ni un solo euro de plus. Por si fuera poco, estas condiciones han provocado más accidentes en los últimos años, algunos de ellos mortales.
¿Energía “limpia” en manos de capitalistas?
La energía eólica es una de las menos contaminantes que se conocen. Su funcionamiento se basa en la transformación de la energía cinética de las palas a una dinamo que produce electricidad. Evidentemente, esto no produce ninguna emisión de gases de efecto invernadero, y tampoco produce ningún residuo añadido como ocurre con la combustión nuclear. Pero no es todo oro lo que reluce.
Las aspas de los molinos eólicos se averían con relativa frecuencia debido a las condiciones meteorológicas adversas, así como por el impacto de aves de gran tamaño. En estos casos muchas veces quedan inutilizadas y hay que reemplazarlas.
Las palas están fabricadas mediante un proceso a base de fibra de vidrio que es endurecida con importantes cantidades de resinas. Su estructura tiene que ser perdurable e indeformable, así que, una vez que las aspas quedan obsoletas, se convierten en elementos no reutilizables y difícilmente degradables si no es por procedimientos específicos.
Según datos manejados por el Centro Nacional de Energías Renovables (Cener), por el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y por Red Eléctrica de España (REE), que han sido cruzados por “Reciclalia”, entre 1996 y 2014 se han instalado en España entre 25.000 y 27.000 aerogeneradores, lo que eleva el número de palas a 75.000.
Estas instituciones calculan que los planes de aumento de la potencia eólica instalada (25.000 megavatios hoy frente a los 38.000 estimados en 2020) exigen un ritmo de fabricación anual de palas que pueden llegar hasta 7.000. En el Estado español existen 17 fábricas de palas para aerogeneradores: Galicia, Castilla-La Mancha y Navarra tienen cuatro plantas cada una, Castilla-León tiene dos y Valencia, Andalucía y Euskadi cuentan con una.
Las necesidades se estiman por el crecimiento del número de parques, pero también por otros dos factores de gran importancia. El primero, los planes aumento de la potencia de los parques ya instalados con la sustitución de los equipos antiguos por otros de mayor envergadura (las nuevas palas pasan de 40 a 60 metros de longitud).
El segundo, la necesidad de reemplazo de las aspas dañadas debido a las tensiones, rotación y especialmente con la atracción de rayos o el choque de pájaros. Según un estudio de la empresa Eurofiber, el volumen de residuo actual está en 18.000 toneladas, y ascenderá a 40.000 dentro en una década.
Aproximadamente el 90 % de las palas sustituidas hasta ahora, unas 20.000 en total, no ha experimentado ningún tratamiento para su reciclaje. Están depositadas en más de 100 cementerios repartidos por la geografía española, varios de ellos en Galicia.
Pero este no es el peor destino que pueden sufrir. En muchos casos, las palas que son sustituidas se parten en varios trozos y se entierran al pie mismo de las torres eólicas. Esto es muy perjudicial, ya que las sustancias cancerígenas en alta concentración son arrastradas a las masas de agua, ya que los parques eólicos se suelen situar en zonas altas de elevada pendiente.
En definitiva, esto no es más que una lección de realidad ante aquellos discursos que hablan del “capitalismo verde”, o “capitalismo de rostro humano”. Sin embargo, lo evidente, es que incluso la forma de producción energética más limpia que se conoce, puede generar graves problemas ecológicos, así como perpetuar la precariedad y explotación de los trabajadores, si esta está en manos de capitalistas con sed de ganancias.
La solución no es otra la que la organización y lucha obrera, la unión de los trabajadores de este sector, así como otros sectores obreros y sociales, para alcanzar todas las demandas justas que se reclaman. En la perspectiva de la nacionalización bajo control de los trabajadores y usuarios del sector energético, la única garantía definitiva de que se mantengan condiciones laborales dignas, se brinde un servicio de calidad al servicio de las mayorías sociales y no de las ganancias de un puñado y se respete el medio ambiente.