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Los “usos de Lenin” en el comunismo argentino

Gabi Phyro

Ilustración: Marcos Kazuo.

Los “usos de Lenin” en el comunismo argentino

Gabi Phyro

Ideas de Izquierda

Compartimos aquí un artículo que fue publicado originalmente en el número 17 de la revista Nuestra Historia, dedicado a pensar el legado de Lenin como revolucionario internacional. En este, analizamos los “usos de Lenin”, es decir las formas de apropiación de su vida y obra, por parte del Partido Comunista de Argentina (PC), desde sus orígenes en 1918 hasta la disolución de la Internacional Comunista en 1943.

El 24 de enero de 1924, mediante el International Press Correspondence, el servicio de prensa de la Internacional Comunista, se informaba a todas sus seccionales que Vladimir Lenin había muerto, señalando que el proletariado mundial había sufrido la mayor pérdida desde el fallecimiento de Carlos Marx [1]. León Trotsky, que se hallaba en la ciudad georgiana de Tiflis, no pudo ser parte los funerales, que quedaron en manos de la “troika” de José Stalin, Grigori Zinoviev y Lev Kamenev. La forma con la que los oradores se refirieron al fundador de la Tercera Internacional, anticipaban una apropiación hagiográfica del legado teórico y político de Lenin, cristalizadas en la monumentalización de su tumba y en la posterior momificación de su cuerpo, pese a la oposición de algunos viejos bolcheviques [2]. Definitivamente se había dado vuelta una página en la historia del Partido Bolchevique y de la IC, abriendo el debate sobre el “legado del leninismo”, que atravesaría las disputas entre la Oposición de Izquierda y el núcleo organizado en torno a la figura de Stalin.

Los motivos sociales, políticos y económicos que sellaron las características de aquel proceso, el marco en el que se dieron aquellos debates, exceden a estas páginas. Pero baste señalar que la autoridad teórica y política de Lenin sobre el partido que había dirigido la Revolución de Octubre, se transformó en un codiciado capital simbólico para imbuir de legitimidad a la fracción política que se encaminaba a apoderarse de los principales organismos en la toma de decisiones dentro de la URSS y en la IC. De ahí que en el mismo año de 1924 comenzase un intenso debate de revisión sobre el significado del legado de Lenin y su impronta en la política del PCUS. Mientras León Trotsky publicó sus “Lecciones de Octubre”, señalando las diferencias de Lenin con la “troika” en la insurrección de 1917, desde aquel núcleo se comenzó a contraponer sistemáticamente al “leninismo” con las ideas del jefe del Ejército Rojo. Así, se publicaron artículos como “Leninismo o Trotskismo” de Kámenev y “Trotskismo o Leninismo” de Stalin.

La interpretación “oficial” por parte de la Internacional Comunista y sus seccionales en torno a la obra y la figura de Lenin, se transformaron en un tema central para el estalinismo, que en la medida en que logró imponerse en los puestos dirigentes de aquel organismo, estableció una canonización en las lecturas sobre el legado del dirigente bolchevique. La misma consolidó una especie de “guía de lectura” preestablecida para todas las seccionales de la IC, en la que cualquier intento de “heterodoxia” respecto de la misma fue interpretada como “trotskismo” o falta de disciplina partidaria [3] No obstante, las propias realidades sociales, culturales, intelectuales y políticas que rodearon a cada Partido Comunista, implicaron trayectorias, énfasis y apropiaciones específicas del “legado leninista” establecido desde el Kremlin.

En este artículo queremos hacer un repaso por los “usos” y lecturas que llevó adelante el Partido Comunista argentino (PC) sobre la vida y obra de Lenin, desde su fundación en 1918 hasta la disolución oficial de la IC en 1943. Creemos que un recorrido sobre los mismos, permite evidenciar las modulaciones, énfasis, omisiones y apropiaciones sobre el “leninismo” que acompañaron los giros políticos del PC en aquellos años. Centralmente analizaremos dos grandes etapas: la primera, desde su fundación hasta la incorporación y desarrollo de la así llamada “política de Clase Contra Clase” (que se adoptó desde 1928 a 1934); y la segunda, centrada en la etapa del Frente Popular, iniciada en 1935 y sus distintos momentos hasta 1943. A su vez, contrastaremos las lecturas oficiales con las impugnaciones que desde los núcleos oposicionistas de la época se esgrimieron a aquellos “usos de Lenin”.

Los orígenes del PC y la etapa de Clase Contra Clase (1918-1934)

Los vínculos del PC argentino con el pensamiento de Lenin datan desde sus momentos embrionarios y, de hecho, sellaron su identidad inicial, pues sus orígenes pueden rastrearse en los debates que sacudieron a gran parte de las organizaciones que pertenecían a la II Internacional tras el estallido de la Primera Guerra Mundial [4]. Más precisamente, sus raíces se remontan a 1911 y al desarrollo de una fracción de izquierda dentro del Partido Socialista (PS), centrada inicialmente en la denuncia al electoralismo y reformismo de esta organización, a lo cual se sumó un cuestionamiento a su creciente escisión entre la actividad parlamentaria y la sindical dentro del movimiento obrero. El estallido de la más cruenta de las Guerras vistas hasta ese entonces no solo dividió al conjunto del movimiento socialdemócrata internacional, sino que provocó la radicalización de un sector encabezado por Vladimir Lenin, León Trotsky, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, entre otros, que se opusieron al apoyo brindado por algunos de los principales líderes socialdemócratas a sus respectivos Estados imperialistas. Este sector, pese a sus matices, sostuvo una contundente denuncia al ala mayoritaria de la II Internacional, nucleándose en las conferencias de Zimmerwald (1915) y Kienthal (1916), consideradas precedentes de lo que unos años más tarde sería la III Internacional y luego la Internacional Comunista [5].

Fue al calor de estos debates que la fracción de izquierda dentro del PS terminó tomando distancia de la conducción mayoritaria, identificándose con las posturas de Zimmerwald opuestas a todo tipo de apoyo a los bandos imperialistas, lo cual derivó en su expulsión. Finalmente, la Revolución de Octubre de 1917 acabó de forjar la identidad de aquel grupo de expulsados, muchos de ellos cuadros sindicales participantes en el Comité de Propaganda Gremial (CPG) del PS, que en enero de 1918 fundarían el Partido Socialista Internacionalista (PSI). Varios de los principales dirigentes de aquel grupo, dos años más tarde, adhiriendo a las resoluciones del II Congreso de la IC, cambiarían el nombre de la organización a Partido Comunista. Ya en 1921, a este núcleo original, compuesto por obreros, empleados y estudiantes, centralmente de Buenos Aires y la Capital Federal, se sumó un grupo de jóvenes estudiantes venidos de una nueva escisión del PS denominada “tercerista” por su posición favorable a la adhesión del socialismo a la III Internacional.

Siguiendo la vía de otras organizaciones adherentes a la IC, los comunistas argentinos suscribieron a la idea de dar jerarquía a la actividad editorial y a la propaganda de las ideas revolucionarias. Pese a tratarse de un grupo relativamente pequeño, lograron lanzar un periódico de tipo “leninista”, que ofició de organizador partidario, La Internacional, a lo cual se sumó una destacada producción de folletos y libros entre los que sobresalió la edición de obras de Lenin. En 1918 aquel grupo ya había editado el folleto del líder bolchevique sobre los socialistas y la guerra (1915) bajo el título “De la Revolución Rusa”. En los años sucesivos, entre 1919 y 1921, mediante una imprenta montada en el local partidario “La Casa del Proletariado”, el PC editó y difundió los títulos “El radicalismo, enfermedad infantil del comunismo”, traducido de una edición francesa, y “El imperialismo, última etapa del capitalismo” (que luego fue traducido bajo otros títulos). A su vez, según el relato histórico oficial del PC, durante aquella etapa inicial se publicaron varios folletos con textos de Lenin como “Los socialistas y el Estado” (El Estado y la Revolución), “La victoria del sóviet”, “La lucha por el pan”, “La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky”, y una biografía del líder bolchevique [6]. Según varios estudios y memorias, aquellos textos oficiaron como el núcleo para la formación de cuadros y la consolidación de una identidad teórica y política propia del comunismo local, que debía trazar sus fronteras respecto del socialismo de Juan B. Justo [7].

De la revolución rusa, Buenos Aires, PSI,1919, segunda edición.

Además de la labor editorial, aquel grupo comenzó a vincularse estrechamente con la dirección de la IC a través de sus tres figuras más gravitantes en aquellos años (y en casi toda su historia) José Penelón, Rodolfo Ghioldi y Victorio Codovilla. En el caso de Ghioldi arribó por primera vez a la URSS en mayo de 1921, donde pudo ser parte (con voz, pero sin voto) en las discusiones del III Congreso de la IC, donde llegó a tener contacto directo, aunque breve y superficial, con Lenin, Trotsky y Bujarin. Por su parte, Penelón asistió al IV Congreso de la Internacional Comunista, realizado en Moscú en noviembre de 1922, experiencia de la cual quedaron algunos recuerdos sintetizados en un texto elocuentemente titulado “Lenin visto por un Argentino” [8]. Allí, Penelón recordaba su adhesión a la explicación hecha por Lenin sobre la Nueva Política Económica como vía para reestablecer la relación entre el proletariado y las masas campesinas, además de expresar su conmoción por presenciar uno de los últimos discursos del líder bolchevique que ya transcurría su larga enfermedad.

Aquel vínculo con la plana mayor de la IC, que se consolidó en los años sucesivos mediante el alineamiento estricto al nuevo grupo gobernante, habilitó que ya desde mediados de la década del 20 el PC se entronizase como uno de los más fieles seguidores del estalinismo en América Latina, constituyéndose algunos de sus dirigentes en líderes de organismos como el Buró Político Sudamericano de la IC y luego del Secretariado Sudamericano. Aunque el PC no fue el partido con más adherentes ni el de mayor gravitación política respecto a sus pares continentales, su influencia fue suficiente para erguirse como la nave insignia del Kremlin en ese espacio geopolítico [9].

De este modo, desde mediados de la década del 20, fue un factor determinante en el llamado “proceso de bolchevización” de los Partidos Comunistas en el subcontinente, es decir, en el proceso de “rusificación” y regimentación de aquellos partidos como engranajes disciplinados del poder del Kremlin [10]. El mismo implicaba, según sus impulsores, que los distintos partidos incorporasen las pautas organizacionales del “partido de Lenin”, canonizado en su funcionamiento por el PCUS y la IC, pero que en rasgos generales apuntaba a incrementar el monolitismo de la dirección (crecientemente profesionalizada) en la toma de decisiones dentro del partido y la consiguiente persecución a las disidencias, particularmente aquellas acusadas de “trotskismo”. Todo esto contribuyó a reducir la iniciativa surgida en los organismos de base en función de fortalecer la disciplina de los comunismos locales a las directivas de la IC.

Durante aquellos años las referencias a Lenin y al leninismo, tendieron a vincular su legado a la idea de haber establecido un determinado “tipo ideal” de Partido. Pese a que se trataba de un problema sumamente complejo en su obra (siendo una de sus reflexiones centrales desde los inicios del bolchevismo [11]) las referencias tendían a reducir su pensamiento a la idea de un partido jerarquizado, uniforme, proletarizado y basado en una particular interpretación del “centralismo democrático”, asociándolo a la eliminación de las disidencias u opiniones diversas a las de la dirección, pese a que el propio Lenin había actuado en muchas ocasiones como minoría.

En este sentido, el PC argentino forjó su identidad en esos años al calor de aquella apropiación, pues la misma resultó efectiva a la hora de “resolver”, mediante la expulsión (“depuración”), de los distintos fraccionamientos que lo azotaron durante la década del 20, provocándole una permanente inestabilidad: primero los llamados “frentistas” acusados de “desviacionismo de derecha”, por supuestamente promover una alianza permanente con el PS, que tuvo entre sus principales referentes a Luis Koiffman y Pedro Milesi (luego adheridos al trotskismo); los llamados “chispistas”, acusados de “izquierdistas”, entre los que destacaron las figuras de Angélica Mendoza, Mateo Fossa, Cayetano Oriolo y Miguel Contreras; y finalmente el nucleamiento encabezado por el propio Penelón, que culminó con su escisión y la acusación de “derechista” por parte de la dupla Codovilla-Ghioldi [12]. En el marco de aquellas disputas fue Codovilla el encargado de reafirmar que el “leninismo” del partido estaba vinculado a su monolitismo, publicando artículos en La Internacional como el titulado “¿Partido monolítico o conglomerado de fracciones?”, en el que se establecía la necesidad de “combatir las desviaciones” y rechazar que el partido se convirtiera en un “club de parloteo”. A su vez, se señalaba que aquel “legado de Lenin” se había esgrimido en oposición al “trotskismo”, respondiendo con la creación de un “partido único, disciplinado, sin fracciones. (…) En un Partido Comunista no es admisible el fraccionismo, que se combate sin cuartel” [13].

Resulta sugerente que los primeros grupos de la Oposición de Izquierda en Argentina, que aún formaban parte del “campo comunista”, hayan denunciado aquel proceso de “bolchevización” fuertemente ligado a la apropiación de la figura de Lenin. Esto queda expresado claramente en el “Manifiesto del Comité Comunista de oposición”, uno de los primeros documentos que se conservan de los oposicionistas surgidos en Argentina 1929 en torno a la figura de Robert Guinney [14]:

La Internacional Comunista ya no está en el camino que le trazaron sus fundadores: La muerte de prematura de Lenin, permitió a la fracción estaliniana que ya en vida de aquel se estaba perfilando y organizando para poder implantar la dictadura en el seno de todo el aparato gubernamental, usar el mismo nombre de Lenin, tan contrario por cierto a esa tendencia reformista y burocrática, para servirles de manta con que cubrir sus bastardas ambiciones. Fue el nombre de Lenin el que sirvió para hacer creer a las masas comunistas universales que la bondad de un nuevo sistema de organización llamado bolchevización y de añadidura “leninista” y que más bien le llamaríamos sistema de “jefeización”. (…) Y es así por último, que si nos descuidamos en nombre de Lenin se irán entregando una tras una, las conquistas ganadas a la burguesía y prepotencia rusa en 1917. [15]

Aquella “bolchevización”, a su vez, se combinó con un proceso de proletarización de sus miembros, que fue dando una fisonomía definitivamente obrera a la composición social de la “base” del partido. Como contraparte, los intelectuales vinculados al PC estuvieron llamados a desarrollar una tarea subsidiaria, de apoyatura a los lineamientos oficiales, y su “compromiso político” fue medido por su fidelidad al gobierno soviético, lo cual implicó no pocas tensiones y debates [16]. Los proyectos intelectuales y la elaboración teórica del partido quedaron reducidas casi estrictamente a su dirección. El establecimiento del “marxismo-leninismo” como ideología oficial de la IC, junto con la obturación de cualquier mirada disidente, implicó la cuasi clausura del debate teórico.

Aquella “doctrina” consistía centralmente en la reproducción de las definiciones dadas por Stalin sobre distintos temas, que podían ir desde la geopolítica hasta la lingüística. A su vez, esto se combinaba con la “citología” de Lenin, es decir la apoyatura de las elaboraciones de la IC (y ampliadas localmente en el caso del PC) que se “justificaban” con recortes de textos del dirigente bolchevique que pretendían legitimar ciertas tesis o afirmaciones. En el caso de La Internacional, órgano del PC, esta “citología” fue constante, caracterizándose por el injerto de recortes de escritos de Lenin entre sus páginas, habitualmente sin ninguna referencia bibliográfica, ni año, lugar o contexto en el que habían sido escritos. Esto se complementaba con homenajes hagiográficos a su figura, particularmente en los aniversarios de su muerte, en los cuales se hacía un “culto” a la personalidad, vida y obra de Lenin, no sin sus correspondientes referencias a los vínculos con Stalin y los debates con Trotsky [17].

A su vez, aquellas referencias e interpretaciones solían remitirse a los “Fundamentos del leninismo” de Stalin, cuya lectura sobre la obra de Lenin establecía una discontinuidad entre el bolchevismo y el marxismo “clásico” de la Primera Internacional [18]. Según esta lectura Lenin habría aplicado el método marxista a condiciones completamente nuevas, ignoradas por inexistentes en la época de Marx-Engels. El punto nodal de aquella innovación era la teoría del imperialismo, que para la interpretación estalinista incluía la “novedad” de la teoría del desarrollo desigual, aunque distintos trabajos de la época demostraban su preexistencia en la obra de Marx. Este énfasis apuntaba a encuadrar la idea del “socialismo en un solo país”, justificada bajo las particularidades y el desarrollo específico de Rusia, dentro de la tradición leninista.

Congreso fundacional del Partido Comunista de Argentina, presidido por Penelón, en enero de 1918 (Fuente: “Esbozo de Historia del Partido Comunista de la Argentina”).

En el caso de América Latina, y del PC en particular, este “uso” de la obra de Lenin adoptó ribetes específicos durante el periodo llamado de Clase Contra Clase [19]. Apoyándose en la idea de que la teoría del imperialismo implicaba que en las colonias y semi colonias la cuestión de la liberación nacional y la lucha antiimperialista cobraba centralidad, y haciendo una interpretación lineal de la fórmula sobre la “dictadura democrática del proletariado y el campesinado” de Lenin, se combinaba una lectura etapista de la revolución con un ultimatismo que reafirmaba la inmediatez de la misma. En ella se articulaba dificultosamente la dinámica entre las clases, ya que el proletariado en conjunto con el campesinado sería el encargado de dirigir la revolución “democrático nacional”, lo cual suponía establecer un periodo de desarrollo del capitalismo dejando para una etapa más “madura” la política socialista. En sintonía con estos preceptos, el PC argentino impulsó durante este periodo un ataque sistemático al resto del espectro político y sindical argentino, al denunciarlo como fascista, “social fascista” o pro burgués. A su vez, bajo el argumento de que el verdadero leninismo daba importancia a la cuestión campesina, contra la supuesta ignorancia del problema por parte del “trotskismo”, el PC se abocó a desarrollar un trabajo en el campesinado, interviniendo en conflictos de peones rurales y obreros agrícolas, aunque desatendiendo las diferencias que separaban la “cuestión rural” en Argentina respecto de sus pares latinoamericanos.

Esto quedó expresado en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana de 1929. En ella se estableció la definición de que al ser Sudamérica una región “semi-feudal”, el sujeto revolucionario debía ser “obrero-campesino”, y la revolución una “revolución democrático-burguesa, agraria y antiimperialista”. Allí Codovilla, máximo dirigente del PC argentino, apoyándose en la idea de que Lenin había señalado las características generales de los países coloniales y semi-coloniales (reducidas a la idea de “atraso económico”), y realizando una identificación lineal entre la existencia de los Partidos Comunistas con la realidad de una vanguardia proletaria capaz de “dirigir” a las masas campesinas, sostuvo en discusión con los delegados peruanos [20] que:

Indiscutiblemente, toda táctica debe ser adaptada a las condiciones particulares de cada país ¿pero es que las condiciones del Perú se diferencian fundamentalmente de las del resto de los países de América Latina? ¡Absolutamente no! Se trata de un país semicolonial, como los otros” (…) Los compañeros olvidan que Lenín, ya en la tesis sobre la cuestión colonial aprobadas en el II Congreso de la Internacional Comunista, establecía el principio de que la no constitución de Partidos comunistas en las colonias, bajo pretexto de su atraso económico, debe considerarse como un concepto reaccionario [21].

Por su parte, Rodolofo Ghioldi reforzó esta concepción que asimilaba la teoría de Lenin a los preceptos de la llamada orientación de Clase Contra Clase, amalgamando al “leninismo” con la idea de “socialfascismo”, la alianza obrera y campesina (tal como la entendía el estalinismo) y la lucha antiimperialista en los países semi-coloniales:

Es el arma del leninismo la que nos permitirá vencer la concepción traidora de los socialistas (…) Es suficiente recordar la importancia agrícola de nuestros países para comprender la importancia de la cuestión campesina y, por consiguiente, la utilidad que representa para nuestro movimiento el análisis, la interpretación y la solución leninista al problema. (…) Y tenemos aún otro sector en el que el leninismo nos es extremadamente útil y precioso. Se trata de la lucha contra el imperialismo. Hace decenas de años que el imperialismo inglés ha penetrado en América del Sud [22].

Respecto a la cuestión “antiimperialista” vale la pena hacer algunas precisiones que ayudan a contextualizar su significado. Para la IC las fuerzas imperialistas y el fascismo estaban gestando una nueva Guerra que devendría en la intervención militar de la URSS. Como forma de anticiparse a la misma, el mandato para los partidos comunistas era realizar una tarea de agitación y propaganda en la que se plantease aquella perspectiva como inminente, enfatizando en la necesidad de apropiarse de las “enseñanzas leninistas” y de su “fórmula” de reconvertir la guerra imperialista en una guerra civil [23]. Sin embargo, la misma ofició las veces de título para una campaña que por su carácter general no derivó en tareas específicas para los comunismos locales.

En el caso latinoamericano, y en el argentino en particular, la misma devino en la preparación y organización del Congreso Antiguerrero latinoamericano en Montevideo, realizado entre del 11 al 16 de marzo de 1933 en medio de la Guerra entre Paraguay y Bolivia, réplica del Congreso Mundial Antiguerrero de la IC realizado en Ámsterdam. Una de las novedades del mismo fue que el PC combinó su preparación con el tendido de redes “antiguerreras” entre los intelectuales simpatizantes con la URSS, dándole a la enunciada cuestión de la “Guerra Civil”, en términos de Lenin, un tono más atenuado respecto a la cuestión antiguerrera en general, que representaba una sensibilidad más extendida. De hecho, la “amplitud” del congreso estuvo dada por la participación de intelectuales vinculados o cercanos al comunismo que en aquella etapa participaban de otras redes “antiguerreras”, tales como Aníbal Ponce, Cayetano Córdova Iturburu, Álvaro Yunque, Nydia Lamarque, Elías Castelnuovo, Roberto Arlt y Héctor Agosti, entre otros.

Sin embargo, aquella apertura evidenció sus límites en lo que refería a la participación de los incipientes núcleos obreros vinculados al oposicionismo de izquierda, que intentaron ser parte de aquella conferencia con una lectura distinta sobre el significado del “antiimperialismo” en términos leninistas. Ya el año anterior, la IC había establecido para Argentina que en la lucha por el “reforzamiento teórico y por la ideología marxistaleninista”, el PC debía tener presente “el peligro trotskista, que no existe aquí como movimiento, pero que intenta agruparse con diversos elementos, pequeñoburgueses en general” [24]. Para los militantes de la oposición, se trató de una primera “prueba de fuego” de su capacidad de incidir públicamente en la discusión con el estalinismo local. Según un informe de la delegación de la Liga Comunista de la Argentina, el PC había vuelto a hacer un uso deformado del pensamiento de Lenin:

En este discurso [el de Ponce], el marxismo, como era lógico, estuvo ausente del todo, como asimismo la consigna central del comunismo en la lucha contra la guerra: “conversión de la guerra imperialista en guerra civil”. Uno de los errores más importantes fue refutado por la delegación de la Oposición de Izquierda. Aquel en que se afirmaba que “en la guerra todos salen perdiendo”. Con semejante concepción, los motivos que engendran la guerra quedan descartados. (…) Obtuvimos media hora de tiempo para exponer nuestro pensamiento. La delegación de la Oposición de Izquierda leyó y puso en práctica las instrucciones dadas por Lenin a los delegados comunistas al congreso de La Haya [25].

Es decir, en términos generales, en esta primera etapa, que va desde su fundación a la adopción y despliegue de la política de Clase Contra Clase, el PC argentino tendió a alinearse con los usos canonizados del leninismo por parte de la IC, particularmente desde la implementación del proceso de “bolchevización”, reduciendo los esfuerzos teóricos por apropiarse de la obra de Lenin a la publicación de algunos textos, la conmemoración de los aniversarios, la utilización de citas que acompañasen las orientaciones y la delimitación respecto del “trotskismo”. A su vez, los tópicos antiimperialistas, o referidos a la relación entre obreros y campesinos, relevantes en el pensamiento de Lenin, tendieron a mimetizarse con los preceptos del periodo de Clase Contra Clase, definidos varios años después de la muerte del líder Bolchevique.

Como veremos en el próximo apartado, algunas de estas características tuvieron una fuerte continuidad durante la etapa siguiente, pero el periodo de los Frentes Populares, iniciado formalmente en 1935, dio nuevas características a aquellos “usos” de Lenin.

Reunión del Partido Comunista, sección Rosario, Santa Fe, en 1924 (Fuente: Archivo General de la Nación).

Del Frente Popular a la disolución de la Internacional Comunista

La política de Frente Popular fue votada formalmente por el VII Congreso de la IC en 1935, aunque existían antecedentes de su formulación desde 1934. Esta estipulaba que, frente al fortalecimiento del fascismo, particularmente el alemán, los Partidos Comunistas debían aliarse con sectores reformistas y “progresistas” de la burguesía, que incluían a las clases dominantes de los países imperialistas circunstancialmente opuestas al avance de Alemania sobre Europa, como Francia e Inglaterra. De este modo, a diferencia del momento inaugural de la IC, la lucha del proletariado no se debía contraponer al dominio de la burguesía, sino que la primera debía circunscribirse a los márgenes de la segunda, reemplazando el desenvolvimiento de la lucha de clases por la supuesta lucha entre regímenes políticos democráticos y fascistas.

Las causas de este viraje se pueden rastrear tanto en el fracaso de la política de Clase Contra Clase para evitar el ascenso de Hitler en Alemania, como en la preocupación del Kremlin por evitar una guerra que, sumado al desencadenamiento de procesos revolucionarios, pusiese en cuestión su dominio. En este sentido, los sistemas de alianzas que debían establecer los Partidos Comunistas variaron histórica y geográficamente. En el caso argentino, el PC buscó concertar, fallidamente, una alianza político electoral con el Partido Socialista y con la Unión Cívica Radical, a partir de sostener que la contradicción principal en el país pasaba a ser la lucha por las libertades democráticas contra el avance de la reacción y el “fascismo criollo” [26].

Este cambio de orientación fue acompañado por un viraje “teórico” que buscó justificar aquella perspectiva, particularmente una revisión de la concepción sobre el imperialismo sostenida hasta el momento bajo la idea de una interpretación “leninista” del mismo. En tanto el sistema de alianzas proyectado por la URSS suponía establecer una distinción entre el imperialismo francés, inglés y alemán, lo que definiese específicamente a este último no podía ser la naturaleza clasista de su dinámica expansionista, que en definitiva era compartida por el resto de las potencias. La idea de una pax europea y una coexistencia con las potencias capitalistas (derivada de las tesis sobre el “socialismo en un solo país”), implicaba la concepción de un imperialismo de ciertos márgenes definidos por la Primera Guerra Mundial que, excepto en caso de verse amenazado, no actuaría de forma agresiva. Por su parte, el expansionismo alemán estaba impulsado por un sector de la burguesía alemana que había establecido un régimen totalitario que se oponía a la democracia y al comunismo y que apuntaba a extenderse por todo el globo. Esto habilitó una definición “universalista” del fascismo, como un fenómeno asociado al totalitarismo, a la oposición a la “cultura” liberal, al anticomunismo y al guerrerismo. Así, sus rasgos podían hacerse presentes ya no solo en los países imperialistas sino en cualquier parte del mundo como América Latina y Argentina.

De este modo, en un país en el que predominaban los capitales británicos y estadounidenses, el fascismo dejó de estar asociado con el imperialismo, para pasar a identificarse con determinados núcleos de las clases dominantes, sus intelectuales y sus instituciones, lo cual supuso una confusa compaginación entre ambos elementos. La idea de que existían sectores burgueses “progresivos”, incluso aquellos vinculados por diversos lazos con el imperialismo, acrecentó estas contradicciones, que en los hechos se disiparon colocando en un plano secundario la idea de “lucha antiimperialista” y privilegiando las consignas centradas en la “lucha democrática” por sobre aquellas que cuestionaban la estructura social y económica del capitalismo argentino.

Por otra parte, la idea de “Partido Leninista” asociado a una práctica revolucionaria, a la acción ilegal, clandestina y monolítica, también fue desapareciendo. En función de tender lazos con socialistas y radicales, que rechazaban la ilegalidad del PC, este fue articulando una nueva ubicación en el escenario político local, tendiente a presentarse como un actor dispuesto a actuar en los marcos de la legalidad constitucional y el régimen político. Esto implicó despejar las sospechas respecto a que su influencia en el movimiento obrero fuese puesta en función de actos insurreccionales o que atacasen el orden capitalista. Los comunistas buscaron alejarse de la imagen de un partido clandestino, minoritario, excluido y vinculado a la acción directa del proletariado, para presentar públicamente la idea de una organización respetuosa de la Constitución Nacional, de la patria, de la “democracia” y de sus instituciones [27]. Los signos de radicalidad política debían ser censurados en pos de demostraciones sobre lo legítimo de sus intenciones, ante la sospecha del resto del espectro político sobre la fugacidad de sus definiciones [28].

Desde este punto de vista, resulta sugerente que tanto las revistas teóricas del PC como Nuestra Revista o la Revista 1936, editadas por el Comité Central, como sus órganos de prensa, particularmente Orientación, periódico semanal del PC, hayan disminuido, hasta prácticamente hacer desaparecer, las referencias a Lenin en esos primeros años del Frente Popular. Solo la revista Soviet, también editada por el PC, que se publicó hasta 1935, realizó algunos “usos” indirectos de Lenin para combatir el “sectarismo” de las concepciones previas, cuando aún no estaba formulado como tal el frentismo. En un artículo de 1934, por ejemplo, se justificaba el ingreso de la URSS a la Sociedad de las Naciones mediante la idea de que la “expansión de la revolución” que pregonaba Lenin sólo era posible mediante el fortalecimiento de la propia revolución [29]. En otro, en referencia al aniversario de las muertes Lenin-Luxemburg-Liebknecht, señalaba que Lenin había forjado su pensamiento al calor de lo mejor de la II Internacional, llegando a la conclusión de que sin esa perspectiva el leninismo carecería “de cualquier género de raíces dentro del movimiento socialista occidental de la época de la II Internacional”, por lo cual resultaría un “‘producto moscovita’ puramente indigesto para los obreros de los otros países”, lo cual impediría el “aflujo de los obreros socialdemócratas que se radicalizan al campo del comunismo” [30]. Así, las explicaciones “teóricas” y políticas sobre el giro frentista desde 1935 tendieron a alejarse de la “citología” leninista y se centraron en los dirigentes locales, o en las definiciones dadas por Stalin y Dimitrov en las instancias de la IC.

Sin embargo, estas “omisiones” de Lenin no pueden explicarse sólo como tendencias generales del comunismo internacional o por la dificultad que suponía compaginar la tradición bolchevique con aquella orientación. La propia política frentista incluía aspectos que tendían a desdibujar la apelación al “marxismo leninismo” como tradición en disputa. La perspectiva de tender lazos con el radicalismo, el demo-progresismo y el socialismo de Juan B. Justo, implicó para el PC local apropiarse de elementos de aquellas tradiciones políticas, intentando congeniar el liberalismo con la doctrina estaliniana.

El acercamiento a estos partidos, que hasta 1935 habían sido categorizados como “social fascistas”, implicó no solamente redimirlos de ese estigma, sino redescubrir su pasado y encontrar trazos “progresivos” en su historia que habilitasen una confluencia. La cultura liberal y “democrática” que los debía unir al comunismo en la “lucha antifascista” excedía, en la visión del PC, la determinación de sus líderes coyunturales: era un mandato inscripto en tradiciones de larga data [31]. Debió ocurrir un proceso asimilable a lo que Raymond Williams denominó “tradición selectiva”, es decir la construcción de un pasado configurativo y un presente configurado, que resultaba operativo dentro de un proceso de definición e identificación social y cultural [32].

Así, por ejemplo, en 1937, Orientación, órgano de prensa del PC, establecía que “de la auténtica historia del radicalismo surge el imperativo del Frente Popular”, atribuyéndose la autoridad de cuestionar los supuestos “desvíos” de los dirigentes radicales contemporáneos respecto a las directrices fundacionales de su organización, particularmente en lo referido a la negativa de efectuar alianzas: “únicamente aquellos radicales que están contra los principios que dieron origen a su partido y traicionan la doctrina de Alem e Yrigoyen, pueden negarse a aceptar el Frente Popular” [33]. Mediante esta operación el PC asumía como propios los valores de aquella corriente, inscribiéndose en una periodización propia de la tradición liberal que iba desde la Revolución de Mayo hasta la lucha “antifascista”, pasando por la Constitución de 1853, la reivindicación del legado de Alberdi, Echeverría, la Revolución del Parque y la Ley Sáenz Peña.

Este proceso de “invención de una tradición” puede explicar en parte la “omisión de Lenin” [34]. El PC intentaba encontrar elementos “progresivos” en la trayectoria de las clases dominantes locales y el pensamiento del líder bolchevique difícilmente congeniaba con aquella idea. Por otra parte, los “héroes”, el panteón de figuras exaltado por el PC, comenzó a asociarse a los grandes referentes de la historia canónica liberal-mitrista: San Martín, Rivadavia, Alberdi, Sarmiento, etc. Es decir, la búsqueda de raíces nacionales que congeniasen con la nueva política implicó “desrusificar” su imagen, dejando en un segundo plano las referencias al canon marxista-leninista.

Por otra parte, este giro a tender puentes con otras tradiciones, tuvo uno de sus máximos esfuerzos en la fundación de la AIAPE (Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores), hermanada con el Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes francés. Siguiendo el planteo de James Cane, podemos señalar que la AIAPE significó un esfuerzo por erigir un espacio de legitimidad que edificase un imaginario capaz de conciliar al PC con las corrientes políticas liberales con las cuales pretendía confluir [35]. Alrededor del lema de “defensa de la cultura”, el PC buscó agrupar ampliamente a “simpatizantes y “aliados” con el objetivo de romper el aislamiento político en el que este se encontraba. En este sentido, Aníbal Ponce, discípulo de José Ingenieros y fundador de la AIAPE, encarnó el esfuerzo intelectual por conciliar la tradición liberal y humanista con la doctrina estalinista, convocando a aquellos artistas, intelectuales y escritores que buscaban un espacio para “enfrentar al fascismo” [36]

Teniendo en cuenta este panorama, se puede interpretar el hecho de que ni Unidad, ni Nueva Gaceta, las revistas impulsadas por la AIAPE en este periodo, tuvieran referencias a Lenin, al bolchevismo o al marxismo en general. Los lazos con el comunismo sólo pasaron por referencias a la URSS y las medidas de su gobierno. Las referencias históricas y políticas tendieron a centrarse más en la Revolución Francesa, en la Revolución de Mayo o en Frente Popular francés y chileno que en la Revolución de Octubre [37] Por otra parte, las recomendaciones de libros y colecciones también corrieron su eje de la tradición “leninista”, predominando textos de autores como Romain Rolland, los propios dirigentes partidarios o algunos intelectuales como Aníbal Ponce.

El caso de Ponce, sin embargo, resulta relativamente atípico, pues su recorrido estaba siendo el contrario: antes de su abrupta muerte en 1938, había profundizado su acercamiento al comunismo y a los clásicos del marxismo. En su libro Educación y lucha de clases, surgido de un curso dictado en el Colegio Libre de Estudios Superiores en octubre de 1934, pero publicado en 1937, se encuentran algunas referencias a Lenin. Años más tarde, uno de sus discípulos, Héctor Agosti, recordado posteriormente por ser uno de los introductores de la obra de Antonio Gramsci en Argentina, señalaba que le había acercado a Ponce el folleto “Lenin y la juventud”, una selección de textos editado por el Secretariado Sudamericano de la Internacional Juvenil Comunista [38] Efectivamente aquel texto al igual que el ¿Qué Hacer?, son citados en aquel libro. Sin embargo, las referencias no representan alguna innovación teórica o reflexión sobre la obra de Lenin, sino que la misma hace las veces de apoyatura para describir el funcionamiento de la sociedad de clases, la perspectiva “clasista” que adopta la cultura de las clases dominantes, y la penetración de la ideología burguesa entre los trabajadores. El hecho de que, en su revista Dialéctica, Ponce solo dedicase un artículo a Lenin que reproducía un texto de este sobre Tolstoi, da cuenta de que su apropiación de las ideas del dirigente bolchevique tendió a ser colateral [39].

Este escenario de omisiones o referencias aisladas a la obra de Lenin se mantuvo relativamente estable hasta 1939, cuando el pacto ruso-germano (también conocido como pacto “Molotov-Ribbentrop”) y el subsiguiente giro “neutralista” del PC ante el inicio de la Segunda Guerra Mundial, conllevaron a un “redescubrimiento” de la cuestión antiimperialista. El hecho de que las historias oficiales del PC hayan omitido toda mención a este periodo da cuenta de las dificultades, tensiones y contradicciones que generó este viraje: Stalin había realizado un pacto nada más ni nada menos que con Hitler, generando el rechazo y repudio de toda la comunidad “antifascista” nacional e internacional que el PC había intentado reunir desde 1935.

Asediado por aquel viraje, el PC buscó legitimar aquella postura y la cuestión del imperialismo volvió a cobrar centralidad en su discurso, haciendo permanentes referencias a Lenin para sostener sus postulados. Sin embargo, a diferencia del periodo de Clase Contra Clase, se fueron borrando las referencias a “transformar la guerra imperialista en guerra civil”, quedando reducida la asociación teórica a la caracterización sobre el carácter de la guerra. Si la política de Frente Popular implicaba distinguir entre imperialismos “democráticos” y “fascistas”, la etapa abierta en agosto de 1939 borró las fronteras entre ambos. Ya no existía un bando “progresivo” sino que la guerra debía ser concebida como una disputa interimperialista en la cual la única postura válida era una neutralidad equidistante de los distintos ejércitos. De ahí que el pacto fue defendido en nombre de la “paz” y como un “triunfo diplomático” de la URSS. Nuevamente, se utilizaba a Lenin para argumentar el Pacto, pues se sostenía que era la misma política que la adoptada por este en Brest-Litovsk:

El pacto de Brest-Litovsk, le valió a Lenin el mote de “vendido al oro alemán”. La historia se repite hoy, (“Stalin vendido a Hitler”). Como en ese entonces, solo quedaron las frases huecas de muchos críticos de café. Los hechos confirmarán, una vez más, como tantas otras, la justeza de esa política. La teoría marxista nos enseña, que es necesario ver en todas las cosas “lo que nace y lo que muere”, lo que evoluciona y se transforma bajo la influencia de otros fenómenos [40].

A su vez, el PC modificó bruscamente su caracterización sobre las contradicciones de la economía nacional: el “peligro mayor” no estaba ya en aquellos terratenientes y oligarcas asociados previamente al fascismo sino en los sectores de la burguesía vinculados a los Aliados. En este sentido Ernesto Giudici, dirigente del PC, sostenía que las condiciones de la Guerra habían significado un vuelco en las relaciones de Argentina con las potencias extranjeras, pues estas, y particularmente Inglaterra, exigían un neutralismo funcional a sus necesidades económicas. En su visión, este resultaba incluso más peligroso que el “peligro fascista” para los intereses nacionales [41].

De ahí que durante todo este periodo el PC haya buscado revisar la influencia del imperialismo inglés en Argentina, sosteniendo la fuerte contradicción de querer congeniar aquel “antiimperialismo” con la tradición liberal local que había oficiado de “socia menor” de aquel. En estos años se publicaron Imperialismo Inglés y Liberación Nacional de Ernesto Giudici, A 130 años de la Revolución de Mayo, De la colonia a la Revolución de Mayo, o Rosas, el pequeño, de Rodolfo Puiggrós y Contenido social de la Revolución de Mayo, de Eduardo Astesano, todos textos que buscaban redescubrir el pasado nacional y plantear la cuestión de la “liberación nacional”. Por otra parte, la revista Argumentos, en la cual se fue consolidando un grupo de historiadores alrededor de las figuras de Carlos Cabral, Eduardo Astesano, Bernardo Kordon, Alberto Mendoza y su director Rodolfo Puiggrós, también apuntó al análisis de la estructura dependiente de la economía argentina y sus raíces históricas [42].

En paralelo, el PC retomó la impresión y difusión de folletos y libros de Lenin referidos a la Guerra Imperialista, aunque presentados en clave “pacifista”: “Para intensificar la prédica pacifista y la lucha por la neutralidad activa de nuestro país, conozca y difunda los libros y folletos, Lenin: El socialismo y la Guerra; Lenin: El imperialismo, última etapa del capitalismo” [43]. En este sentido vale señalar que aquella apropiación fue de la mano de la construcción de un nuevo “panteón antiimperialista”, en sintonía con lo señalado en el párrafo anterior, que incluía una reivindicación de la figura de Hipólito Irigoyen, el ex presidente radical, por su postura neutralista ante la Primera Guerra Mundial, y de Lisandro de la Torre, el dirigente histórico del Partido Demócrata Progresista, por su “lucha antimonopólica” [44].

Como hemos señalado, este “retorno” a la cuestión antiimperialista, no apuntaba a una perspectiva revolucionaria, sino que era concebido desde el prisma interpretativo de la diplomacia soviética. Así, el PC durante estos años brindó su apoyo al “neutralismo” dictado por el presidente Roberto Ortiz, pese a tratarse de un gobierno que previamente había sido tildado de reaccionario, desatendiendo los múltiples lazos que unían su neutralismo con los intereses comerciales británicos.

Una vez más, quienes señalaron fuertemente algunas de estas contradicciones fueron los minoritarios grupos trotskistas que existían en el país, que reclamaron otra lectura sobre los acontecimientos, pero, ante todo, sobre el significado de las premisas leninistas, retornando a la consigna de transformar “la guerra imperialista en guerra civil”. Para Liborio Justo, dirigente del GOR, la posición neutralista, antiimperialista y de liberación nacional que debían sostener los trotskistas, en nada se parecía a la de los comunistas, pues no se trataba de consignas que depositaran sus expectativas en los radicales ni en los líderes de los partidos gobernantes, sino en “la decisión del proletariado para hacerla efectiva” [45]. En este sentido, a diferencia de socialistas y radicales, el pacto germano-soviético no fue leído por los grupos trotskistas como un viraje cualitativo en la orientación del estalinismo, sino como la consecuencia lógica de la política de alianzas con el imperialismo, advertida por Trotsky años antes. En su visión, el “redescubrimiento” del imperialismo francés e inglés por parte del PC no era más sincero que sus elogios previos a las “democracias” y su “agitación del peligro nazi” cuando este no era más que un “fantasma” en el país [46].

Del mismo modo, las críticas sobre los “usos de Lenin” se recrudecieron una vez incorporada la URSS en la Guerra. Dando un nuevo giro abrupto en su política, el PC abandonó desde junio de 1941 su retórica antiimperialista y colocó todo el esfuerzo de su agitación en la idea de “defender a la URSS” en una unidad sin fisuras con las “potencias democráticas”. Toda crítica a los gobiernos de Francia, Inglaterra o Estados Unidos fueron interpretadas como favores al nazismo. La llamada “gran guerra patria” debía contagiar el “patriotismo” soviético a todos sus simpatizantes en el mundo. En este sentido, Codovilla buscó resaltar a un Lenin “patriota” de la URSS y para el cual, extrapolando algunas citas, el internacionalismo se reducía a la solidaridad con la URSS:

Cuando Lenin expresaba su fé en que “la situación internacional cambiará una y otra vez”, expresaba su fe en que la acción solidaria de la clase obrera y de los pueblos de todo el mundo contribuiría potenciadamente, a cambiar el curso de la guerra y a facilitar y acelerar la victoria final del pueblo soviético. ¡Que esas palabras de Lenin lleguen a lo más hondo de la conciencia de los antifascistas y de todos los patriotas de nuestro país, recordándoles su deber sagrado para con los bravos combatientes de la URSS! [47].

En respuesta a esta política, desde Frente Obrero, órgano del Partido Obrero por la Revolución Socialista se sostenía que:

La escuela stalinista de falsificación ha hecho de la figura de Lenin una cosa irreconocible. Sus enseñanzas sirven para demostrarlo todo. Para justificar la “unión sagrada” con la burguesía, el llamamiento a los reaccionarios dirigentes católicos, el apoyo a los gobernantes burgueses (…) La rapaz burocracia soviética –que escamoteó el poder a los obreros rusos después de su muerte- ha transformado la memoria de Lenin en una especie de ser providencial que llegó al mundo para dar nacimiento a la fuente de sus desmesurados privilegios. Y así como ha encerrado su cuerpo en una vitrina ha relegado al limbo todas sus enseñanzas [48].

La culminación de aquella crítica sería lo que llamaron la “liquidación diplomática de la Internacional Stalinista” [49], a mediados de 1943, en referencia a la disolución efectiva de la IC. Con aquella decisión, se avanzaba en la discontinuidad con la tradición que había dado origen a la Tercera Internacional, uno de los principales legados de Lenin.

Palabras finales

En este breve recorrido hemos repasado algunos de los usos de la obra y figura de Lenin por parte del comunismo argentino. Abordando sucintamente sus primeros 25 años de historia, observamos como el PC pasó de un contacto inicial directo con las luchas políticas encarnadas por Lenin en la II Internacional, a una apropiación que se fue volviendo cada vez más mediada tras su muerte en 1924. El proceso de “bolchevización” del comunismo argentino, que lo alineó con la política estalinista, también implicó una determinada lectura sobre la obra de Lenin, que tendió a perdurar en el resto de su desarrollo. La misma respondía a una canonización del pensamiento del revolucionario ruso que ejerció las veces de “ideología del poder” del núcleo gobernante en la URSS. La ausencia de una perspectiva que ligase las conclusiones teóricas y estratégicas del pensamiento de Lenin a algún tipo de práctica política revolucionaria, contribuyó a que su pensamiento fuese osificándose en una serie de citas y referencias que buscaban acoplarse a los giros tácticos del Kremlin.

Esto no hizo más que profundizarse durante el periodo del Frente Popular, en el cual las referencias a Lenin tendieron a desaparecer o quedar relegadas a un uso lateral. El vínculo del PC con intelectuales de otras tradiciones y la perspectiva de conciliar la doctrina estalinista con el liberalismo, congeniaban dificultosamente con cualquier tipo de apropiación del pensamiento de Lenin. El periodo neutralista, desde 1939 a 1941, resultó una especie de paréntesis en esta dinámica, en el cual la cuestión del antiimperialismo volvió a cobrar centralidad, alentando algunos trabajos teóricos e históricos guiados por aquella premisa. Sin embargo, aquel antiimperialismo estuvo signado por la política frentista que atravesó toda la etapa, lo cual se confirmó en 1941 con el ingreso de la URSS en la guerra.

Este recorrido, a su vez, evidenció que en aquellos “usos de Lenin” el PC debió confrontar con otra corriente que reclamaba su legado: los iniciales grupos oposicionistas que luego adhirieron a la Cuarta Internacional. Su presencia, aunque minoritaria, fue suficiente para que sea considerada como un peligro por parte de los dirigentes comunistas locales. Desde el punto de vista historiográfico, su mención da cuenta de un “campo comunista” en disputa, en el cual las ideas del dirigente bolchevique resultaban un hilo que conectaba a su pensamiento con la disputa por el destino de la Revolución de Octubre tras su muerte.

Aquellas tensiones y debates, sin dudas, marcarían los viajes del pensamiento leninista en la cultura de izquierda argentina, y porque no, latinoamericana, sellando un momento inicial de su influencia en la región, y bifurcando definitivamente los caminos de sus pretendidos herederos.


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NOTAS AL PIE

[1International Press Correspondence, 24/1/1924.

[2Pierre Broué, El Partido Bolchevique, Buenos Aires, Ediciones Alternativa, 2007.

[3Jaime Ortega Reyna, “Intervención Y Coyuntura: Una aproximación a Los Usos De Lenin En América Latina”, Revista De Filosofía De La Universidad De Costa Rica, 57 (148), (2019), pp. 45-56.

[4Emilio Corbière, Orígenes del comunismo argentino (El Partido Socialista Internacional), Buenos Aires, CEAL, 1984; Hernán Camarero y Alejandro Schneider, La polémica Penelón-Marotta (marxismo y sindicalismo soreliano, 1912-1918), Buenos Aires, CEAL,1991; Víctor Jeifets y Lazar Jeifets, “La Internacional Comunista y la izquierda argentina: primeros encuentros y desencuentros”, Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, 5 (2014),pp. 71-92; Hernán Díaz, “El periódico Palabra Socialista (1912-1914) y los comienzos de la disidencia marxista en el PS”, Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, 6 (2015), pp. 95-113; Hernán Camarero, Tiempos rojos: El impacto de la Revolución rusa en la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2017.

[5Internacional Comunista, Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, México, Pasado y Presente, 1981; Olga Hess Gankin and Harold Fisher (Eds.), The Bolsheviks and the World War: The Origins of the Third International, Stanford, Stanford University Press, 1976; Smith, Stephen (Ed), The Oxford Handbook of The History of Communism, United Kingdom, Oxford University Press, 2014.

[6Horacio López, Las editoriales rojas: de La Internacional a Cartago. Una aproximación a la historia de la política editorial del Partido Comunista de la Argentina, 1918-1983, Buenos Aires, Luxemburg, 2018; Partido Comunista (Comisión del Comité Central), Esbozo de Historia del Partido Comunista de la Argentina (Origen y desarrollo del Partido Comunista y del movimiento obrero y popular argentino), Buenos Aires, Anteo, 1947.

[7Hernán Camarero, A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935, Buenos Aires, Siglo XXI Editora Iberoamericana, 2007; Hernán Camarero y Diego Ceruso, Comunismo y clase obrera hasta los orígenes del peronismo, Buenos Aires, Eudem-GEU, 2020.

[8“Lenin visto por un argentino”, en E. Corbière, Orígenes del comunismo argentino, p. 89-93.

[9Mariana Massó, “El Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista: organización y directivas para los Partidos Comunistas de Sudamérica, 1926-1932”, en Daniel Gaido, Manuel Quiroga y Velia Luparello (Eds.), Historia del Socialismo Internacional: Ensayos marxistas, Ariadna Ediciones, 2020.

[10Norman Laporte, Kevin Morgan y Matthew Worley, (Eds.), Bolshevism, Stalinism and the Comintern: Perspectives on Stalinization, 1917-53, London, Palgrave Macmilla, 2008; León Trotsky, La Revolución traicionada, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2014.

[11Emilio Albamonte y Matías Maiello, Estrategia socialista y arte militar, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2017.

[12Daniel Kersffeld, “‘Chispismo’ y comunismo: crónica de una disidencia en la izquierda argentina de los años ’20”, Revista Estudios, 26 (2013), pp. 63-86; Diego Ceruso, “El comunismo argentino y sus divisiones en los años veinte. Un análisis de la disputa en el movimiento sindical entre el ‘penelonismo’ y el Partido Comunista”, Izquierdas, 18 (2014), pp. 37-56; Víctor Piemonte, “Comunistas Oficiales y Extraoficiales en competencia: el rol asignado a La Internacional ante el surgimiento de la facción ‘chispista’ en el PC de la Argentina”, Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, 5 (2014), pp. 93-112.

[13La Correspondencia Sudamericana, 31/12/26; La Correspondencia Sudamericana, 15/1/1926; La Internacional, enero de 1928; La Internacional, 4/2/1928.

[14Hernán Camarero, “Contra La Corriente. La Oposición De Izquierda En Argentina, 1929 1933”, Archivos de Historia del movimiento obrero y la izquierda,17 (2020), pp. 15-38.

[15“Manifiesto del Comité Comunista de oposición”, enero de 1930.

[16Laura Prado Acosta, Los intelectuales del Partido Comunista. Itinerario de Héctor Agosti (1930-1969), Raleigh, A Contracorriente, 2015.

[17La Internacional, 28/1/1928.

[18José Stalin, Los fundamentos del Leninismo, Marxists Internet Archive, 1924. Vale señalar que las distintas ediciones de este texto fueron modificando y matizando las lecturas sobre Lenin al calor de los procesos políticos señalados.

[19Según la IC, a partir de 1928 se abría un nuevo momento del capitalismo internacional, la etapa de su desaparición y declive definitivo, marcada por la inestabilidad de la economía y la inminencia de la revolución proletaria. Esta lectura, a su vez, anulaba la distinción entre regímenes democráticos y fascistas y solo se reconocía la existencia de dos campos políticos excluyentes: fascismo y comunismo. Desde este diagnóstico, se sostenía que los sectores medios, la pequeña burguesía, cumpliría un papel reaccionario en las siguientes crisis, a la vez que se repudiaba todo acuerdo político con corrientes reformistas como la socialdemocracia, considerada como una vertiente del fascismo y por eso denominada “social fascista”. La concepción de Frente Único fue despojada de su sentido previo y pasó a concebirse la posibilidad de realizarlo “por abajo”, es decir, producto de un acuerdo con las bases de los partidos reformistas. La Oposición de Izquierda rechazaría esta formulación sosteniendo que si esa opción fuese posible no tendría sentido el concepto mismo de Frente Único, puesto que los Partidos Comunistas podrían pasar a ser la mayoría del proletariado sin enfrentarse a las direcciones socialdemócratas, lo cual implicaba desestimar los vínculos que aún ataban a estas con sus bases. Milos Hájek, Historia de la Tercera Internacional. La política de frente único (1921-1935), Barcelona, Crítica, 1984, pp. 317, 322-323 y 334-335; Michel Dreyfus, Bruno Groppo, Claudio Ingerflom y otros (dirs.), Le siècle des communismes, Paris, Les Éditions de l’Atelier/Éditions Ouvrières, 2000.

[20Sobre este debate, y la posición de José Carlos Mariátegui en particular, ver: Juan Dal Maso, Mariátegui. Teoría y revolución, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2023.

[21Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista, El movimiento revolucionario latino americano: Versiones de la primera conferencia comunista latinoamericana, junio de 1929, Buenos Aires, Revista La Correspondencia Sudamericana, 1929.

[22La Internacional, 25/2/1928.

[23Actualidad, enero de 1933.

[24“Resolución sobre situación y tareas del partido comunista de la argentina”, 25 de marzo 1932.

[25“Informe de la delegación de la Liga Comunista de la Argentina al Congreso Anti Guerrero de Montevideo”, 28 de abril de 1933.

[26Orientación, 10/2/1938.

[27La Internacional, 3/9/1936; Hoy, 17/9/1936; Crítica, 2/5/1936.

[28Hechos e Ideas, septiembre de 1936.

[29Soviet, octubre de 1934.

[30Soviet, enero de 1935.

[31Alejandro Cattaruzza, “Historias Rojas: los intelectuales comunistas y el pasado nacional en los años treinta”, Prohistoria,11 (2007).

[32Raymond Williams, Marxismo y literatura, Barcelona, Ediciones península, 2000.

[33Orientación, 29/4/1937.

[34Eric Hobsbawm, “Introducción: la invención de la tradición”, en Eric Hobsbawm, y Terence Ranger, (Eds.), La Invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002.

[35James Cane, “Unity for the Defense of Culture: The AIAPE and the Cultura Politics of Argentine Antifascism, 1935-1943”, Hispanic American Historical Rewiew, 3 (1997), pp. 443-482.

[36Oscar Terán, “Aníbal Ponce: ¿el marxismo sin nación?”, Pasado y presente, 98 (1983); Néstor Kohan, “Herejes y heterodoxos. Ernesto Giúdici y las diversas tradiciones culturales del comunismo argentino (primera parte)”, Periferias, 2 (1997), pp. 81-100.

[37Jorge Myers, “Rodolfo Puiggrós, historiador marxista-leninista: el momento de Argumentos”, Prismas. Revista de historia intelectual, 6 (2002).

[38Héctor Agosti, Aníbal Ponce. Memoria y presencia, Buenos Aires, Cartago, 1974, p. 123.

[39Dialéctica, abril de 1936.

[40Orientación, 31/8/1938.

[41Ernesto Giudici, Imperialismo Inglés y liberación nacional, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984.

[42Roberto Tortorella, “Argentina: un pasado sin Bastilla. Rodolfo Puiggrós, la historia colonial e independiente y la figura del intelectual revolucionario”, Cuadernos de Historia, 11(2009).

[43Orientación, 11/4/1940.

[44Raúl Larra, Lisandro De La Torre. El solitario de Pinas, Buenos Aires, Colihue, 2001, p. 36; La Hora, 12/1/1940; Luis Sommi, Yrigoyen, Alvear y La Guerra, Editorial Problemas, 1940.

[45La Nueva Internacional, junio de 1940.

[46La Nueva Internacional, junio de 1940.

[47Victorio Codovilla, “¡Listos para defender la patria!”, Informe rendido ante el X Congreso del Partido Comunista; realizado en Córdoba los días 14,16 y 17 de noviembre de 1941, Buenos Aires, Ediciones del Comité Central del Partido Comunista, 1941; Victorio Codovilla, Los deberes de los hombres civilizados ante el momento actual, Buenos Aires, Problemas, 1941.

[48Frente Obrero, Segunda quincena de enero de 1942.

[49Frente Obrero, Julio de 1943.
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Gabi Phyro

Historiador. Miembro del Comité Editorial de Armas de la Crítica