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Red Internacional
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¿Privatización y Vouchers? Lxs trotskistas defendemos la educación pública, gratuita, científica, laica y de calidad

El paquetazo de Javier Milei, que beneficia a los grandes empresarios, marca el inicio de sus planes de cargar el peso de la crisis sobre las espaldas de la clase trabajadora. Sus acólitos bolivianos sueñan con aplicar medidas parecidas en el país. El economista liberal, Antonio Saravia, en su reciente tweet, levanta como bandera la privatización de la educación, acusa a los trotskistas de ser un sindicato que maneja la educación pública y asevera que es corrupta hasta la médula. Lo que no sabe Saravia, o no pretende conocer, es que este modelo educativo que se viene aplicando desde 1988 en Chile -como medida privatizadora del gobierno dictatorial de Pinochet-, en Suecia, en algunos estados de Estados Unidos o en Colombia, no funciona y ha resultado funesto para las hijas e hijos de la clase trabajadora porque profundiza la desigualdad y empeora la calidad de la educación.

Viernes 19 de enero

Foto: meida.lacapital.com.ar

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Privatización y vouchers: dos problemas de fondo

La educación voucher es un modelo de educación que teóricamente tiene como postulados los fundamentos de la liberalización de la educación dentro de las normas del libre mercado de la “oferta y demanda”, lo que conlleva a que se pase de un derecho social a un privilegio individual. Este modelo neoliberal y privatizador funciona bajo el respaldo del Estado. Es el Estado el que paga mensualmente a las instituciones educativas según la cantidad de estudiantes matriculados. Este pago debe servir en teoría para pagar todos los gastos de las escuelas, pero obviamente esto no sucede ya que el “sistema vouchers” que subvenciona las escuelas mediante un bono que recibe directamente del estudiante depende de la cantidad de estudiantes que asistan a las aulas, mecanismo con el que se fomenta la competencia entre las escuelas, pues serán las escuelas que, a través del gasto “compartido” con las familias, garanticen su funcionamiento, es decir, escuelas privadas.

Esta medida supone el arancelamiento total de la educación, pasando a financiarse a través de los consumidores por la vía de un cheque escolar del Estado. Las instituciones educativas públicas compiten de forma directa con las escuelas privadas con fines de lucro, convirtiendo a lxs estudiantes en clientes y a lxs maestrxs en especialistas que brindan un buen servicio al cliente, es decir, ser “rentable” respondiendo a las demandas individuales de los consumidores. La competencia mercantil deja terreno libre a que los dueños de las instituciones educativas sean los que definan el contenido pedagógico, que no será en función del conocimiento científico vigente, sino que estará atado a ser “atractivo” para el “consumidor” y el mercado.

Con este modelo se estaría descentralizando la educación y agravando la situación del sistema educativo. Con un sector público cada vez más degradado y un sector privado donde concurren lxs hijxs de los sectores más acomodados de la población.

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¿Por qué educación luchamos lxs trotskistas?

Creemos rescatable que el señor Saravia al menos sepa que existe una relación entre el trotskismo y la educación pública, pues somos defensores acérrimos de la educación como derecho humano y no cómo servicio, ni negocio. Pero no basta que la educación sea pública, sino que debe ser gratuita, científica, laica y de calidad.

Luchamos por una educación al servicio del desarrollo ilimitado de las posibilidades de la creación humana, en un mundo liberado del trabajo capitalista, por una educación que se asuma como la práctica de la libertad, como un acto de conocimiento, y como una aproximación crítica, creativa y transformadora de la realidad y liberadora de toda forma de opresión y explotación, en perspectiva de cuestionar de raíz la sociedad basada en la desigualdad social, y abrir la posibilidad de conquistar una educación realmente liberadora, que propicia una relación con el entorno social, cultural y natural; y que, al mismo tiempo, favorece vínculos humanos de solidaridad y cooperación.

Luchamos para que las escuelas lejos de ser centros de reproducción de la ideología dominante se transformen en espacios de debate y construcción democrática en la que los, las y les estudiantes, trabajadoras y trabajadores en educación, padres y madres de familia y la comunidad seamos quienes tomemos las decisiones en torno al proceso de enseñanza–aprendizaje.

La escuela por la que luchamos lxs trotskistas no sólo es pública, sino que es laica y científica, no se halla restringida por taras religiosas, sino que busca la verdadera unidad de teoría y práctica. Lejos de replicar caducas ideas moralistas en torno a la sexualidad y la familia burguesa, la escuela por la que luchamos tiene que ir de la mano de la Educación Sexual Integral (ESI) en todos los niveles. Quienes no consideren como imprescindibles estas demandas democráticas básicas, o se pongan en la trinchera opuesta como lo hicieron los dirigentes del POR-URMA y la CTEUB - al oponerse a la educación sexual, junto a la iglesia y sectores conservadores, no son trotskistas.

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La educación debe ser científica, pues el proceso científico y los métodos científicos modernos son herramientas trascendentales para moldear la realidad. La ciencia, comprendida como el estudio sistemático de la realidad, ha permitido los grandes logros de la humanidad, en todas las culturas, en diferentes momentos y lugares. El proceso científico permitió las grandes revoluciones de la historia humana y, cotidianamente, permite la resolución de problemas asociados a la supervivencia de millones de personas y de la naturaleza.

Pero, la ciencia es también hoy la industria capitalista del conocimiento. Industria que crece a pasos agigantados y cuyos fines son dictados por una minúscula élite internacional y llevados a cabo por otra reducida porción de trabajadoras y trabajadores de la ciencia. A nivel mundial, sólo el 1% de la población comprende y trabaja el lenguaje de la ciencia moderna. Sobre este pequeño porcentaje alienado de su trabajo recae la responsabilidad de cumplir las ambiciones de la burguesía internacional. Por esta misma razón es que la educación no sólo debe ser científica, sino que además debe ser gratuita y accesible para el conjunto de la población. Esta es una de las principales formas de arrebatar esta poderosa herramienta de las garras del capital y liberarla para las trabajadoras, trabajadores y los sectores subalternos. Para que la educación, como construcción y transmisión de conocimiento científico, sirva a los intereses de la vida y la humanidad y no del capital.

En este sentido, una verdadera educación científica debe ser anti-dogmática y, por tanto, laica. El estudio sistemático de la realidad, también implica una comprensión crítica de la misma. En el corazón del pensamiento crítico está la duda, aquella que se resuelve por medio de la observación y la experimentación, aquella que incita al razonamiento lógico y la coherencia. Por eso la educación debe ser laica, es decir, independiente de las religiones (que es diferente a anti-religioso), porque toda religión tiene un cuerpo de dogmas, de ideas que no pueden ser cuestionadas y que implican obstáculos para la liberación intelectual y material de la humanidad.

¿Con qué métodos luchamos lxs trotskistas?

Las y los trabajadores en la educación de Bolivia tienen una importante tradición de lucha y resistencia contra el modelo neoliberal y sus intentos de municipalización/privatización en los años 90 y 2000. Durante el régimen de facto de Jeanine Áñez fue el bloque educativo, compuesto por maestras, maestros, estudiantes de secundaria, normalistas, padres y madres de familia quienes tomaron las calles en defensa del derecho a la educación gratuita que fue arrebatado en medio de la pandemia. La brecha entre la educación pública y privada se ahondó aún más, cuando el sector público cerró el año lectivo dejando a millones de niñas, niños y adolescentes sin acceso a la educación, y el sector privado mantuvo clases de forma ‘autofinanciada’.

Estas experiencias reafirman que la única manera de pelear por una educación pública, gratuita, científica, laica y de calidad, es con los métodos de lucha de la clase trabajadora, en un frente único que agrupe sobre la base de la autoorganización y la independencia de clase a la comunidad educativa -estudiantes, maestras, maestros, padres, madres y trabajadores administrativos- y al conjunto de sectores explotados y oprimidos de la sociedad como ser el movimiento de mujeres, el movimiento indígena campesino, el movimiento LGTBIQ+ y el pueblo empobrecido.