La crisis política en Macedonia entra en aguas turbias. Muy peligrosas y amenazantes para toda la región.
Viernes 10 de marzo de 2017
Manifestaciones en el mes de abril. Foto de archivo: Reuters
El presidente Gjorge Ivanov rechazó el miércoles pasado que los social-demócratas formasen un gobierno ya que, según éste, su alianza con los partidos de la minoría albanesa pondría en peligro “la independencia y la integridad territorial” del país. Se trata de un verdadero “veto” inconstitucional a la participación de los partidos albaneses al gobierno, que podría alimentar las tensiones interétnicas, y cuyo único objetivo es preservar el poder entre las manos de los populistas de derecha del VMRO-DPMNE, partido del ex presidente Nikola Gruevski.
La crisis política en Macedonia no es nueva. Ésta conoce episodios agudos desde hace por lo menos dos años con movilizaciones de masas durante la crisis de las “escuchas ilegales” organizadas por el gobierno de Nikola Gruevski en 2015. En 2016 un intento de amnistía para los políticos investigados por haber participado en la organización de las escuchas ilegales provocó manifestaciones populares espontaneas. Entre 2014 y principios de 2015 el país había conocido también varias movilizaciones de estudiantes universitarios y secundarios que lograron hacer retroceder al gobierno que pretendía imponer una medida que desvalorizaba los diplomas. Estas luchas han preparado el terreno para las luchas posteriores.
Es la intervención de la UE que permitió salvar al gobierno de Gruevski y relegitimar su partido completamente empantanado en escándalos de corrupción (por más que el conjunto de los partidos del régimen están involucrados en escándalos de este tipo). Los occidentales patrocinaron la apertura de un proceso electoral que condujo a las elecciones de diciembre último.
Éstas no permitieron que ninguno de los dos principales partidos del régimen ganase suficientes diputados para formar un gobierno. El partido del ex presidente Gruevski encabezó la elección y ganó 51 diputados sobre un total de 120 (49 para los social-demócratas).
El hecho mismo que el partido del ex presidente Gruevski no haya logrado obtener suficientes diputados para formar un gobierno, a pesar de controlar la prensa y diversas instituciones, como la presidencia, expresa la crisis de legitimidad de este partido luego de diez años en el poder.
Salvar una casta política corrupta mediante el nacionalismo reaccionario
En este contexto, la Alianza de los Social-Demócratas de Zoran Zaev lanzó negociaciones con los partidos de la minoría albanesa (25% de la población) para formar un gobierno. Finalmente, la semana pasada, Zaev logró obtener el apoyo de los tres partidos albaneses. Sin embargo, el presidente Gjorge Ivanov rechazó encargar a Zaev de formar un gobierno ya que éste pondría en peligro la “soberanía, la integridad territorial y la independencia de la República de Macedonia”. No está de más recordar que el principal partido albanes, BDI, fue aliado durante años del partido de Gruevski y que como éste se encuentra inmerso en escándalos de corrupción.
El pretexto para que Ivanov tome esta medida inconstitucional fue que los social-demócratas habrían firmado un acuerdo con los partidos albaneses basado en la “Plataforma albanesa”, un documento que plantea las condiciones de los partidos albaneses para participar en un gobierno en Macedonia. Entre los puntos más “controversiales” se encuentra una ley que haría del albanés la segunda lengua oficial de todo el país y no solo en las regiones en donde los albaneses representan más del 20% de la población, como es el caso hoy en día.
Se trata claramente de una maniobra del VMRO-DPMNE y de Nikola Gruevski. No está de más recordar que el principal partido albanes, BDI, fue aliado durante años del partido de Gruevski y que como éste se encuentra inmerso en escándalos de corrupción. El objetivo de esta maniobra es desplazar el debate del terreno de la contestación de la corrupción generalizada del régimen y de las desigualdades sociales y la miseria cada vez más importantes, hacia el terreno de las “tensiones étnicas”.
Es una táctica que Gruevski ya había utilizado alevosamente en 2015 durante las movilizaciones antigubernamentales durante la crisis de las escuchas ilegales. En la época se denunció un ataque terrorista de supuestos “separatistas albaneses” en la localidad de Kumanovo, cerca de la frontera kosovar. La respuesta de las masas fueron enormes manifestaciones contra el gobierno en donde se podían ver banderas de Macedonia junto a banderas albanesas, serbias, búlgaras, etc.
Pero esta vez la situación parece ser diferente. Y esto en gran parte como resultado de la actitud de los social-demócratas y de los partidos albaneses. En efecto, más allá de la justeza o no de las reivindicaciones de los partidos albaneses (cuya realidad entre la población albanesa habría que verificar), todo aparece como un regateo político y como una imposición desde arriba. Esto no hace más que preparar un terreno favorable para que el nacionalismo reaccionario de Gruevski se desarrolle y llegue a tocar una parte importante de la población macedonia.
Al mismo tiempo, la actitud del presidente y de Gruevski puede llevar a que los partidos albaneses y sobre todo la población albanesa cambien de agenda política y comiencen a exigir la autonomía de los territorios en donde son mayoritarios. Como se afirma en un artículo reciente de Balkan Insight: “si el impase persiste, el riesgo es que los albaneses pasen de buscar una asociación de igual a igual con los macedonios a buscar a desarrollar una entidad albanesa en el oeste del país, que los albaneses podrían dirigir en su propio interés”.
Dicho de otra manera, la manipulación de una supuesta amenaza “separatista” por el poder macedonio puede crear realmente una corriente de opinión favorable al separatismo entre la población albanesa de Macedonia puesto que sus derechos democráticos son sistemáticamente denegados por el poder central.
Las potencias internacionales también son responsables
Como ya hemos dicho, las potencias de la UE son ampliamente responsables de la evolución reaccionaria de la situación ya que ellas permitieron que el gobierno corrupto de Gruevski no cayera en 2015 cuando las masas exigían su partida. Como dice Adela Gjorgjioska en el portal LeftEast, la UE “ayudó a legitimar al VMRO-DPMNE permitiéndole negociar su salida frente a las manifestaciones de masa de 2015 y 2016 y de aferrarse al poder durante dos años más”.
Hoy, la UE y los EEUU protestan contra la actitud del presidente Ivanov y llaman al “respeto del Estado de derecho”. La representante de los asuntos extranjeros de la UE, Federica Mogherini, incluso visitó la región la semana pasada para tratar de calmar las tensiones. Pero las presiones occidentales parecen ser cada vez menos efectivas. Es precisamente por eso que todo el mundo teme una escalada de lleve a una situación incontrolable.
En cuanto a Rusia, ésta apoya al presidente Ivanov y al partido de Gruevski frente al supuesto separatismo albanés. El Kremlin no duda en difundir el discurso nacionalista del poder macedonio, desplazando el eje del debate sobre este terreno peligroso y explosivo. Putin y su gobierno buscan en realidad ocupar posiciones en la región para mejorar su relación de fuerzas frente a las potencias occidentales, sobre todo a la UE. Así, Putin demuestra una vez más su carácter reaccionario en la región, dispuesto a alimentar tensiones nacionalistas con tal de proteger los intereses del capitalismo ruso. Y todo esto en un contexto regional en donde existen varias crisis abiertas potencialmente peligrosas.
Ya sea el VMRO-DPMNE de Gruevski, apoyado hoy por Putin pero que supo ser completamente servil a los imperialistas de la UE aplicando por ejemplo su política antimigratoria, los social-demócratas o los partidos albaneses, todos defienden un orden corrupto contra los trabajadores y las clases populares. Todos participaron a su modo a salvar al régimen, y en última instancia, al partido de Gruevski cuando las masas estaban en las calles. Es evidente que si los trabajadores, la juventud y el conjunto de las clases populares no intervienen de forma independiente de todas estas fuerzas, defendiendo sus propias reivindicaciones sociales, democráticas estructurales como la igualdad para todos los grupos nacionales, esta crisis va a ser capitalizada y desviada contra ellos. La historia de los Balcanes ya ha ampliamente demostrado de lo que son capaces las clases dominantes locales y sus patrocinadores internacionales para preservar sus privilegios. Se trata de impedirles imperiosamente de volver a empezar.