Victoria Aguirre está bajo prisión preventiva desde enero de 2015, acusada de no impedir que su ex pareja asesinara a golpes a su hija Selene. Su caso es otro ejemplo de cómo el Estado descarga toda su violencia contra las mujeres y ampara a los femicidas.
Viernes 7 de julio de 2017 12:25
La justicia acusó a Victoria de matar a su hija, la carátula: homicidio agravado por el vínculo. La misma justicia que se encargó de no investigar los antecedentes de violencia sufridos por Victoria; la misma justicia que no ordenó un peritaje sobre su cuerpo marcado a golpes, violado, destrozado.
Victoria está detenida -privada de su libertad hace más de dos años- por haber sobrevivido a un contexto de sometimiento y extrema violencia física y psicológica por parte de su ex pareja, Rolando Emilio Lovera, quien utilizaba a Selene para mantenerla sujeta en la relación. “Te la mato”, la amenazaba.
Por el momento su juicio quedó en suspenso, debido a que desde la defensa se denunció la falta de imparcialidad y el hostigamiento sistemático que sufrió la acusada en todas sus declaraciones.
Victoria y su hija Selene fueron víctimas de violencia física y psicológica. Los puños de Lovera marcaron el rumbo de su vida y de su muerte. Victoria y Selene son víctimas de un sistema que nos oprime hasta matarnos por el solo y simple hecho de ser mujeres. Victoria y Selene están siendo una vez más víctimas de un sistema judicial que criminaliza a las mujeres pobres.
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Lamentablemente, la situación de Victoria es la misma que vienen padeciendo millones de mujeres, en donde las instituciones estatales demuestran ser incapaces de brindar algún tipo de contención o asistencia. Por el contrario, el Estado sólo aparece para revictimizar y responsabilizar a las mujeres, profundizando su condición de vulnerabilidad y aislamiento.
Por eso desde el PTS/Frente de Izquierda en el 2015 se presentó un proyecto de ley para crear un Plan Nacional de Emergencia contra la violencia hacia las mujeres, en donde se denuncia la falta de implementación de la Ley de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres sancionada en 2009, entre otras cosas por el escaso presupuesto destinado para proteger a las víctimas. Además se propone la disponibilidad de licencias laborales y creación de refugios transitorios, cuestiones que son básicas para acompañar y asistir a las mujeres que son maltratadas en el ámbito laboral y/o en su propia casa, como Victoria.
El Estado es responsable
Sabemos que los femicidios son sólo la última expresión de una larga cadena de violencias contra las mujeres, que se legitima y reproduce permanentemente desde el Estado y sus instituciones. El caso de Victoria es otro ejemplo de cómo el Estado, a través del poder judicial, descarga toda su violencia contra las mujeres y ampara a los femicidas. El poder ejecutivo macrista también hace lo suyo, recortando 67 millones de pesos del presupuesto asignado en noviembre de 2016 para el Consejo Nacional de las Mujeres (CNM) y para la implementación del Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres (PNA).
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Mientras los femicidios van en aumento, casos como el de Victoria, Belén, Higui y tantas otras mujeres, se siguen reproduciendo. Pero también crece el repudio masivo y la fuerza de miles de mujeres que continuamos movilizándonos porque queremos erradicar la violencia de género, y desenmascarar tanto al sistema capitalista y hetero-patriarcal, como al régimen político que la sostiene.
El paro internacional de mujeres del pasado 8 de marzo, el segundo año consecutivo en que gritamos #NiUnaMenos, además de las campañas y acciones que venimos desplegando en las calles cada vez que tocan a una de nosotras, son enormes expresiones que dan cuenta de la fuerza y amplitud que está tomando este movimiento de mujeres, y que la organización es una respuesta necesaria y contundente. Tal como sostiene la precandidata a legisladora en CABA, Myriam Bregman (PTS/Frente de Izquierda), el punto es que “miles de mujeres volvimos a la calle y estamos mostrando la fuerza de nuestra lucha. Hemos aprendido a transformar la bronca y el dolor en organización, y lo hicimos porque sabemos que ningún derecho nos será concedido si no peleamos por él”.