Durante tres días, Emmanuel Macron visitó a Xi Jinping acompañado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen. Un viaje que sigue al de Olaf Scholz de Alemania el pasado noviembre y al de Pedro Sánchez del Estado Español a finales de marzo. ¿Cuáles fueron los objetivos de Macron? El objetivo de su viaje había sido anunciado hace varias semanas, por un lado, obtener un compromiso de China para no entregarle armas a Moscú mediante una voz europea unificada. A su vez, este viaje buscó consolidar los acuerdos comerciales de grandes empresas europeas y francesas con China, en sectores clave como la aeronáutica y la energía, en contraste con la política de disociación llevada a cabo por Estados Unidos.
Martes 11 de abril de 2023 12:54
El encuentro entre los dos jefes de Estado fue sobre todo un nuevo intento de Macron de presentarse como el líder de un proyecto de autonomía estratégica en Europa. Acuerdos comerciales, como el anuncio por Airbus de la construcción de una segunda línea de montaje de su nave A320 en su fábrica de Tianjin o la renovación de la asociación entre EDF (empresa de electricidad de Francia) y CGN (China Nuclear Power Corporation), fueron firmados y buscan avanzar en esta dirección. Sin embargo, el imperialismo francés se esfuerza por aparecer como una alternativa a los ojos de los europeos en un momento en que su peso relativo frente a otras potencias es cada vez menor.
Macron y Von der Leyen: un viaje, dos objetivos
Durante varias semanas, Emmanuel Macron había presentado este viaje como una oportunidad para que los europeos se posicionaran con una sola voz frente a China. Enfrentado a una crisis del régimen de la V República y a varias semanas de intensa lucha de clases en su territorio, el gobierno buscaba enviar un mensaje que contrastara con la precipitada cancelación de la visita del rey Carlos III a Francia el 24 de marzo. Sin embargo, la propuesta de invitar a Ursula Von der Leyen en su viaje a China se parecía más a un árbol que intenta ocultar el bosque, dada la intensidad de los debates que recorren varios países europeos sobre este tema, que se vieron reflejados en las críticas a la visita de Olaf Scholz el pasado mes de noviembre.
De hecho, Francia se está posicionando actualmente como la potencia europea que más pretende encarnar una alternativa a la política más abiertamente proestadounidense de ciertos sectores de la burguesía de los países europeos, como los Verdes alemanes, especialmente en contra del "desacoplamiento" preconizado por Biden y Estados Unidos. Aunque los líderes europeos están de acuerdo en la voluntad de no participar plenamente en la política china de desvinculación de Estados Unidos, especialmente en industrias clave, el desacuerdo parece centrarse en el nivel de autonomía que Europa pretende mantener respecto a la política estadounidense.
La visita de Olaf Scholz en noviembre había sido objeto de numerosas críticas en Alemania y Europa, y su presencia en Pekín había abierto una profunda crisis política en el seno del gobierno de coalición, sobre todo frente a las posiciones mayoritariamente atlantistas y escépticas de los Verdes. Para otros, "el despertar europeo hacia China es reciente y aún frágil. Como el de Francia. Es en un momento de gran tensión internacional cuando Emmanuel Macron visita China, con la esperanza de influir en la política rusa de Xi Jinping y obtener contratos para las empresas francesas. Mientras la competencia entre China y Estados Unidos amenaza con convertirse en una confrontación en los próximos años, Francia pretende llevar una voz diferente a la de Washington en su relación con Pekín. "No tenemos las mismas posiciones que Estados Unidos frente a China, porque no tenemos los mismos intereses", resume L’Élysée. París no quiere dejarse arrastrar por el torbellino que se avecina en el Indo-Pacífico y quiere "reconectar" con China después de tres años de paréntesis en las relaciones a causa de Covid.
El deseo de obtener de China una declaración oficial pidiendo un acuerdo de paz y el compromiso de no entregar armas a Moscú parecía ser el objetivo central presentado por Emmanuel Macron. Ursula Von der Leyen, por su parte, emitió una declaración el 30 de marzo antes de su partida a Pekín en la que indicaba que deseaba “poner fuera de riesgo” en lugar de "desacoplar" la relación de la Unión Europea con China, al tiempo que insistía en su escepticismo sobre la voluntad de China de presentarse como un factor determinante en una posible resolución de la guerra liderada por Rusia en Ucrania. En línea con las declaraciones de la Comisión Europea en 2019 de que China es un "rival sistémico", Ursula Von der Leyen adoptó una postura más abiertamente crítica que Francia. Por su parte, Francia se presentó como una potencia más conciliadora debido a sus intereses económicos y geopolíticos en el sudeste asiático, que ya estaban amenazados. Una clara muestra de la creciente marginación de Francia fue la exclusión de la alianza Aukus y el desaire del submarino australiano.
¿Autonomía estratégica europea?
Finalmente, fue un amargo fracaso para Emmanuel Macron. Aunque el gobierno francés llevaba varios días defendiéndose contra la más mínima ilusión de que el presidente de Francia pudiera obtener un cambio en la política internacional de China, la prensa internacional se apresuró a señalar que no era el primer fracaso de Macron, expresión de una crisis más profunda de su proyecto estratégico. Tras la confirmación por parte de Pekín de su voluntad de no comprometerse contra la posible entrega de armas a Moscú, se recordó a la opinión internacional el espectro de un imperialismo francés en declive: el mismo Macron que ya fracasó en la posibilidad de convencer a Donald Trump y luego a Vladimir Putin, tampoco convenció a Xi Jinping.
Como señala Le Grand Continent, "mientras que Macron expresó su deseo de ’hacer entrar en razón a Rusia y volver a la mesa de negociaciones’, el presidente chino se limitó a reiterar sus llamamientos a un ’acuerdo político’ entre Rusia y Ucrania. También hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que "siga siendo racional y mesurada y evite acciones que agraven aún más la crisis": esto incluye la ayuda militar a Ucrania, en particular por parte de Estados Unidos.
Un fracaso que arroja una dura luz sobre el ideal de "autonomía estratégica europea" del que Macron quería presentarse como un factor de avanzada. Con su viaje, Emmanuel Macron pretendía poner de relieve el papel internacional de Francia frente a su declive, expresado en los últimos años por su marginación en el Indo-Pacífico, su repliegue geopolítico en África y la preferencia de sus aliados tradicionales por el armamento extranjero (la compra, por ejemplo, de armamento estadounidense como el caza F35 y la disposición del Gobierno francés a comprar armamento estadounidense y el deseo de Alemania de dotarse de una Cúpula de Hierro al estilo israelí), posicionándose como líder de una Unión Europea que limitaría su subordinación al poder estadounidense. Una perspectiva que explicó este domingo en una entrevista concedida a Les Echos: "nuestra prioridad no es adaptarnos a la agenda de los demás en todas las regiones del mundo.
Se trata de un objetivo especialmente ambicioso en un contexto en el que la creciente oposición entre Estados Unidos y China significa que el imperialismo francés y europeo tienen cada vez menos margen para que se escuche su voz en los asuntos mundiales. El fracaso del viaje de Macron a China es, por tanto, una bofetada a la autonomía estratégica europea. Por supuesto, este proyecto podría evolucionar, en caso de transformaciones considerables en términos políticos, económicos y militares para la UE, pero Francia no parece capaz de encarnar el liderazgo en este terreno como le gustaría a Macron.
El imperialismo francés se enfrenta a las contradicciones de su declive a escala internacional
El imperialismo francés muestra así una vez más su incapacidad y sus límites para poder presentar un proyecto alternativo a la dependencia estadounidense frente a la emergencia del polo chino-ruso. Sin embargo, la política francesa es también una expresión más clara de sectores de la burguesía europea que buscan garantizar un cierto grado de autonomía frente a la política estadounidense en la defensa de sus intereses. Al igual que la guerra de Ucrania es una expresión más clara de la influencia de la hegemonía estadounidense en Europa, la búsqueda de esta autonomía estratégica también implicará una política interna más agresiva, así como la voluntad de consolidar su poder militar, como demuestra el reciente anuncio de un aumento significativo del presupuesto militar francés a través de la ley de programación militar.
Todos estos proyectos están estrechamente vinculados a la mayor agresividad de la burguesía francesa dentro del propio país. Para ellos, la imposición de la austeridad y de reformas autoritarias es parte integrante del proyecto de preservar el lugar de Francia en la escena internacional frente a su actual declive. En el contexto de la lucha de clases y de la crisis de régimen en Francia, declaraciones como las de Emmanuel Macron desde China, dirigidas a atacar a los huelguistas y a los opositores a la reforma jubilatoria, recuerdan que la lucha contra el carácter antidemocrático de las instituciones de la V República es "inseparable de la cuestión del papel internacional de Francia, es decir, de la lucha contra el imperialismo francés", como recordaba en un artículo publicado recientemente Juan Chingo.
Te puede interesar: Francia: frente al autoritarismo del Estado, una respuesta desde abajo
Te puede interesar: Francia: frente al autoritarismo del Estado, una respuesta desde abajo
Este artículo fue publicado originalmente en el sitio Revolution Permanente , parte de la Red Internacional de La Izquierda Diario.