65,8% vs 34,2%. En las boletas el resultado parece ser definitivo. Sin embargo, rara vez se verá de nuevo un resultado en que el presidente sea electo con tal falta de entusiasmo como reflejaron las calles y al alto nivel de abstención y votos en blanco.
Domingo 7 de mayo de 2017 22:33
Foto: Benoit Tessier/Reuters
No fue la falta de insistencia y presión de los canales de televisión, prensa regional y nacional, el “tenor” de los republicanos, el Partido Comunista y hasta Philippe Martínez, secretario de la CGT: el llamado a votar masivamente por Macron, no funcionó. Y eso es una buena señal.
Esta es una buena señal frente a la primera declaración de Macron, poco después de las 21 horas (hora francesa). A pesar de las apariencias, el discurso de victoria de Macron no estaba absolutamente vacío, intentando contentar a todo el mundo: le será fiel a los compromisos imperialistas de Francia, en los campos de operaciones externos y en la lucha contra el “terrorismo”, siempre y cuando sea necesario. Y agradeciendo a quien lo insertó en la política, François Hollande, el presidente más odiado de historia de la V República, que es una forma de decir que va a ser esa política, pero con más potencia, la que intentará poner en práctica.
Es una buena señal teniendo en cuenta las declaraciones de los lugartenientes del nuevo presidente, sus partidarios de última hora, los que se unieron al tren ganador antes de que sea demasiado tarde. Richard Ferrand, símbolo del transformismo en la política, pasó del PS a “En Marcha!” y ser el principal portavoz de Macron diciendo que estaba “deseando actuar para liberalizar la economía, proteger a las personas, reconciliar a los franceses con la política”. No podría ser más claro. De “socialistas” a la derecha, de Vallaud-Belkacem a Le Maire pasando por Royal, todo el mundo hizo lo mismo, hasta Cazeneuve, actual primer ministro, llamando a que la “izquierda del gobierno debe prestar apoyo a Macron”. Pero la crisis del régimen, cuya segunda vuelta electoral fue expresión, está lejos de ser cerrada.
Lo que está en juego la noche del domingo es la cuestión de la mayoría parlamentaria. Muchos sectores más lúcidos de la burguesía, temen que sea tan fuerte como bajo la IV República, es decir, cambiante y quebradiza. Para quien desea gobernar por decreto, se acabó el problema.
Frente al ganador, y con una votación que duplica a la de su padre en 2002, Marine Le Pen, deseó presentarse como la primera oposición. Continuando en la línea del discurso seudo-oficial del Frente Nacional, Philippot tiene la intensión de estar en contra de la “cuestión social” anunciada por Macron en su programa. Consiente que gran parte del problema de su techo de cristal es aprovechar la oportunidad histórica abierta por la fragmentación de la derecha, Le Pen apela a la fundación de una nueva fuerza política, la unión de los patriotas para tener peso en las legislativas. La declaración de Dupont- Aignan afirmando querer listas independientes en el FN para las próximas legislativas, ya ilustra las dificultades que tendrá por delante la candidata del Frente Nacional.
En ambos casos, lo cierto es que la oposición al ejecutivo próximo, sea cual sea su color, tal vez sumamente liberal y anti-popular de la futura mayoría, ya sea homogéneo o compuesto, no puede, en ningún caso, dejarse en manos de la extrema derecha, el peor enemigo de los trabajadores.
Le Pen se da cuenta del hecho de que ha realizado la mejor votación de la extrema derecha en las elecciones y que entre los diez millones de electores que la votaron, no todo el mundo está convencido sobre el racismo y la xenofobia. Dejar avanzar a la extrema derecha sería catastrófico.
La votación de Francia Insumisa en primera vuelta de las elecciones presidenciales, la “extrema izquierda”, pero mucho más moderada, el alto nivel de abstenciones y votos en blanco y nulo en la segunda vuelta, a pesar de la derrota en la primavera pasada, son la representación política y social de la crisis económica que nos quieren hacer pagar para mantenerse con vida.
La cuestión que se plantea hoy es cómo combatir la orientación “macronista”, que ya tiene atisbos similares de cuando Bercy fue electo presidente; cómo hacer para obtener las primeras victorias después del 2006, situación que se explica por más de 35 años de políticas antisociales, y una facción de extrema derecha ha aumentado de entre las clases populares.
El período que se avecina parece difícil por las promesas del ataque maquillados de “liberalización de la economía y el trabajo”, a la vez que por la necesidad de luchar frente a las intenciones de Macron. El próximo periodo se anuncia en línea con lo que ya nos sirvieron, pero mucho más resuelto todavía, con planes socialmente draconianos. Con motivo de la llamada a protesta este 8 de mayo contra el candidato de la banca, de Medef (central empresaria) y del sistema, 69 activistas han recibido una prohibición de manifestarse por parte de la policía, según lo instaurado por el régimen autoritario.
Tan pronto como sea posible, se deberá organizar un sector lo más amplio posible, con completa independencia de los aparatos con los cuales han gobernado la burguesía, llamando a nuestros sindicatos y organizaciones políticas a tomar acciones. No sólo partiendo por estar alerta de los peligros de la extrema derecha, sino también del macronismo que le hace juego.
Llamar a movilizarse para garantizar que no podrán conceder tregua a Macron para que declare un estado de vigilancia social y política. Para planificar cómo vamos a construir la relación de fuerzas en los lugares de trabajo, de estudio y en los barrios, frente al presidente de “En Marcha!” que nos quiere poner en línea.
Estructuras sindicales ya han comenzado a pedir una respuesta de continuidad de las marchas “Ni Le Pen, Ni Macron”, que marcó el 1º de mayo y las manifestaciones en las escuelas. Es en este sentido que se organizó el llamado a este 8 de mayo en varias ciudades de Francia, como en Paris o Le Havre, para preparar la respuesta al próximo gobierno.
Traducción: Francisco Catalán