Mientras el mundo se preparaba para ver el mundial, las Madres de Plaza de Mayo quebraron el silencio que impuso la dictadura cívico-militar-eclesiástica sobre la desaparición forzada de personas.
Daniel Lencina @dani.lenci
Sábado 19 de noviembre de 2022
Fotomontaje: Daniel Lencina
El jueves 1 de junio de 1978 a las 15 empezaba a rodar el balón en la cancha de River. Era el partido inaugural del Mundial, disputado entre Alemania Federal y Polonia.
No era la primera vez en la historia que un evento deportivo tendría uso político, los nazis hicieron propaganda sobre las “bondades” de su gobierno usando los Juegos Olímpicos en 1936. En Argentina llegó el turno a la Junta Militar presidida por Videla, Massera y Agosti que ocuparon el palco de honor junto al presidente de la FIFA Joao Havelange y el cardenal de Buenos Aires Juan Carlos Aramburu.
Como parte de la ceremonia inaugural habló el dictador Jorge Rafael Videla. En su discurso dijo: “pido a Dios nuestro señor que este evento sea realmente una contribución para afirmar la paz”. Mientras esas palabras resonaban en el estadio, a escasos metros la picana no se detenía en la ESMA y desde sus oscuros calabozos se escuchaban los goles y el fervor popular.
Sin dudas una de las páginas más valientes, heroicas y desafiantes de la historia la escribieron las mujeres en Argentina, las Madres de Plaza de Mayo. Despectivamente, más de un medio masivo de comunicación las nombraron como “las locas de la plaza”. Sin embargo, ellas no se detuvieron y en su ronda de los jueves alrededor de la pirámide central de la plaza, reclamaban la aparición con vida de sus hijos desaparecidos desde que se inició el gobierno de facto el 24 de marzo de 1976.
Mientras toda la prensa internacional estaba en Núñez cubriendo el primer partido del Mundial, un grupo de periodistas, entre los que se destacaron los de la televisión de Holanda, fueron a la Plaza de Mayo. Allí, las madres aprovecharon para denunciar a viva voz, ante los ojos del mundo, los crímenes de la dictadura.
Sus voces contienen mucha tensión, emoción y bronca. Una gran carga de lucha política se libraba entre las denuncias y las preguntas del periodista de Holanda.
“¿Dónde están?”, se preguntaron. Y ellas mismas respondieron: “Mi hija estaba embarazada de cinco meses cuando se la llevaron, mi nieto tuvo que haber nacido en agosto del año pasado, hasta ahora no he podido saber nada de él”; “allanaron cuatro veces mi casa, me llevaron y torturaron para que dijera dónde estaba mi hijo”.
Mientras las madres iban denunciando los crímenes del terrorismo de Estado, la cámara hacía un primer plano de la enorme lista de desaparecidos confeccionada por ellas mismas. “Ya no sabemos a quién recurrir, consulados, embajadas, ministerios, iglesias, en todas partes se nos han cerrado las puertas. Por eso les rogamos a ustedes, son nuestra última esperanza”.
Las imágenes a todo color en la TV de las madres denunciando eran una novedad. A los dos días de la entrevista, los testimonios se emitieron por la televisión holandesa y desde allí empezaron a recorrer todos los rincones de Europa. Las Madres de Plaza de Mayo habían logrado lo impensado y lo imposible se volvió real: quebraron el silencio, vencieron a la prensa cómplice de la dictadura.
Afiche internacional: campaña de boicot al Mundial Argentina 1978
El 10 de noviembre de 2001, en su partido de despedida como futbolista en la Bombonera, Diego Maradona dijo que “el fútbol es el deporte más lindo del mundo y porque se equivoque uno, no tienen que pagar todos. La pelota, la pelota no se mancha”. Si bien D10GO se refería a su historia personal, la metáfora es válida para pensar retrospectivamente el Mundial de 1978. En esa edición la pelota sí se manchó, y con sangre.
De las dos copas del mundo que ganó Argentina, la del ‘78 no es algo de lo que podemos sentir orgullo. De lo que sí podemos sentir orgullo, admiración y aprender es que, incluso en las condiciones más difíciles que nos toquen, siempre se puede apelar a tomar la palabra, a tomar partido, tal como lo hicieron las Madres aquel jueves 1 de junio de 1978.
Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.