Un 21 de junio, hace 494 años, muere en Florencia, Nicolás Maquiavelo. Reproducimos en nuestro espacio de Tribuna Abierta el artículo de C. Ernesto Peñaranda, presentado originalmente para el segundo número de la revista académica “Pensamiento Político” de la Universidad Franz Tamayo (Junio-2021), en homenaje a su obra y una crítica al "moralismo político".
Martes 22 de junio de 2021
Introducción
El 21 de junio de 1527, Nicolás Maquiavelo muere en Florencia, dejándonos en sus obras escritas un conjunto de reflexiones y pensamientos que trasformarán radicalmente los análisis de relaciones de poder y que influenciarán en un sinfín de intelectuales de distintas corrientes ideológicas.
Para la conmemoración de los 494 años del fallecimiento de Maquiavelo, muchas cosas se han dicho y escrito sobre sus obras, algunas, tratando de vincular el texto con su contexto, es decir, viendo su obra como la expresión de determinadas circunstancias históricas que el autor asume y aborda desde una perspectiva particular [1]; y otras limitadas, por no decir reduccionistas, inspiradas en el prejuicio moral, religioso o metafísico.
Desde hace siglos, distintas tendencias políticas e ideológicas, a través de ciertas posturas filosóficas y científicas, han construido una imagen negativa y de rechazo contra Maquiavelo, representándolo en el lenguaje popular como “maquiavélico” o “maquiavelismo”. En las siguientes líneas, haremos un breve abordaje sobre este tema desde una perspectiva crítica.
Sobre las cuatro formas del maquiavelismo
Antonio Gramsci, haciendo referencia al prefacio de Le Machiavélism escrito por Charles Benoist (1907), señalo que:
“Hay maquiavelismo y maquiavelismo; hay un maquiavelismo verdadero y uno falso; hay un maquiavelismo que es de Maquiavelo y otro que algunas veces es de sus discípulos, pero más frecuentemente de los enemigos de Maquiavelo; son ya dos, o mejor tres maquiavelismos: el de Maquiavelo, el de los maquiavelistas y el de los antimaquiavelistas. Pero he aquí un cuarto: el de quienes jamás leyeron una línea de Maquiavelo, y se sirven inoportunamente de los verbos, sustantivos y adjetivos derivados de su nombre. Es por ello que Maquiavelo no debería ser considerado responsable de todo aquello que después de él se complacieron en hacerle decir, el primero o el último recién llegado.” (Gramsci, 2012: 45).
Veamos lo que plantea cada una de ellas, empecemos por el final:
La cuarta forma de maquiavelismo se expresa, aparentemente, desde el “sentido común” como un rechazo espontaneo, pues, lo maquiavélico es asumido acríticamente como sinónimo de maldad, tiranía y vileza, todo esto sin haber leído o saber quién es Nicolás Maquiavelo.
Esta forma aparentemente espontanea se manifiesta de esa manera por su relación con la tercera forma de maquiavelismo , es decir, aquellas formulaciones “teóricas” hechas por los antimaquiavelistas que fundamentan sus posiciones contra Maquiavelo bajo prejuicios morales, religiosos y/o metafísicos [2] expuestos en definiciones tendenciosas y generales que han constituido el “sentido común” dominante.
El Diccionario Enciclopédico Larousse (2007) define lo maquiavélico o maquiavelismo como “adjetivo de astuto o hábil para conseguir algo con engaño y falsedad […] Política desprovista de moral […] conducta retorcida y sin escrúpulos”.
Para el Breve Diccionario Político (Oníkov y Shishlin, 1983), el maquiavelismo es un “modo de conducta, sobre todo, en política, cuando en aras de alcanzar los fines planteados se consideran válidos y justificados todos los medios, hasta los más pérfidos, astutos y crueles”.
En el Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales (Ossorio, 2003), señala que el maquiavelismo plantea que “[…] cual cualquier acto de gobierno se justifica por la ‘razón de Estado’; es decir, por la finalidad de gobernar, prescindiendo de los conceptos del bien y del mal, de la justicia o de la crueldad, ya que lo único que cuenta es el éxito definitivo, aun cuando para lograrlo haya que simular, dañar, aplicar sanciones injustas, robar y matar. En otros términos, el fin justifica los medios”.
Para el Diccionario de Términos Socio/Políticos (Serrano, 1977), señala que El Príncipe de Maquiavelo es “[…] conocido como un ‘código de la tiranía y decálogo del despotismo’, donde expone como norma de gobierno la conveniencia del príncipe, hoy llamada razón de Estado”.
Desde otra perspectiva, la segunda forma de maquiavelismo , Louis Althusser señala:
“Se sabe que nada más conocerse, El Príncipe provocó las más violentas condenas por parte de aquellos que Marx llama ‘los profesionales de la ideología’, las gentes de la religión y de la moral, por razones que le han valido a Maquiavelo el raro privilegio de producir un adjetivo, el de maquiavélico. No es un adjetivo de pertenencia (bien por su obra, bien por su pensamiento, como se dice kantiano), sino de cualidad, y además ‘infamante’ […]” (Althusser, 2014: 65).
Para el Diccionario de Sociología (Del Acebo, Ibañez y Brie, 2006), “[…] por más que algunos autores identifiquen el Maquiavelismo con la razón de Estado, no significa lo mismo; aún cuando el termino haga referencia a Maquiavelo, éste no lo entendió así.”
El Diccionario de Política (Bobbio, Matteucci y Pasquino, 1997), “[…] esa expresión [maquiavelismo] constituye en el lenguaje común un testimonio de la reacción que continúa suscitando en la conciencia popular la doctrina de Maquiavelo y de la tendencia a considerarla como una enseñanza inmoral”.
Para el Diccionario Filosófico (Rosental e Iudin, 1975), “el mérito histórico de Maquiavelo, indico Marx, estriba en haber sido uno de los primeros en examinar el Estado con ojos humanos e inferir de la razón y de la experiencia, no de la teología, las leyes del mismo”.
Pero ¿En qué se caracteriza la primera forma de maquiavelismo ?
En prefacio de los Discursos Sobre la Primera Década de Tito Livio, Maquiavelo señala que:
“Todo descubrimiento es tan peligroso para su autor como para el navegante la búsqueda de aguas y tierras desconocidas; no obstante, estoy determinado a abrir una nueva vía, por la que sin duda valdrá la pena marchar.” (Maquiavelo, 2000: 27).
¿En qué consiste esta “nueva vía”? En El Príncipe, Maquiavelo lo expone claramente:
“… Siendo mi propósito escribir cosa útil para quien la entiende, me ha parecido más conveniente ir a la verdad efectiva de la cosa que a su imaginación.”(Maquiavelo, 1985: 72).
Así, lo que Maquiavelo pretende exponer en su obra es la “verdad efectiva” [3] sobre el poder, es decir, la base material del análisis de relaciones de fuerza que permiten el ejercicio del poder en determinadas circunstancias y considerar los medios apropiados para conquistar, mantener, expandir y prever los posibles escenarios en los que se pueda perder las condiciones favorables para el ejercicio del poder [4]. En ese sentido, no todo fin requiere cualquier medio para ser realizado o justificado [5], un político debe medir estratégicamente que medios son los idóneos o pertinentes para lograr su objetivo bajo un análisis de las circunstancias concretas en las que se desarrolla determinado escenario [6].
En ese sentido, la política no puede estar definida por la moral ni la religión, pero en ningún momento esto significa que prescinda de ellas; al contrario, Maquiavelo es claro al señalar que la política define la moral y las creencias de las personas y que por este motivo son elementos a tomar en cuenta [7].
Así de claro, concreto y directo es el pensamiento de Maquiavelo, que en una sociedad como en la que vivimos, donde lo “políticamente correcto” prima sobre el conocimiento, se hace menester una lectura crítica, es decir, política, para que al igual que el fantasma del comunismo, Maquiavelo pueda ser convocado en el presente para conmocionar el moralismo político y transgredir al orden establecido cuando se haga necesario.
A modo de conclusión...
Por todo lo dicho hasta este punto, se puede identificar una de las paradojas más grandes de la historia del pensamiento político: Un autor que para comprender la “verdad efectiva” sobre el poder se vio en la necesidad de tomar distancia de las representaciones imaginarias de la moral y la religión, pero termino siendo juzgado por aquellos valores y prejuicios de los que trato de separarse para comprender su objeto de estudio.
Ante este tipo de percepciones, la salida es una sola, debemos volver a Maquiavelo, conocer su obra para cuestionar o rectificar a sus intérpretes, si es necesario, y derrotar a sus enemigos con la finalidad de transformar el “sentido común” que se encuentra presa en las generalidades tendenciosas del moralismo político.
Bibliografía
– Althusser, L. (2004). Maquiavelo y Nosotros. Madrid: Ediciones Akal S.A.
– Althusser, L. (2007). Política e Historia: De Maquiavelo a Marx. Buenos Aires: Katz Editores.
– Bobbio, N.; Matteucci, N. y Pasquino G. (1997). Diccionario de Política. México D. F.: Siglo Veintiuno Editores S.A.
– Del Acebedo Ibáñez, E. y Brie, R. J. (2006). Diccionario de Sociología. Buenos Aires: Editorial Claridad.
– Diccionario Enciclopédico Larousse (2007). México D. F.: Ediciones Larousse.
– Gramsci, A. (1994). La Política y el Estado Moderno. México D.F.: Distribuciones Fontamara S.A.
– Gramsci, A. (2012). El Príncipe Moderno (Apuntes sobre Maquiavelo, política y teoría del partido de la clase trabajadora; extractos de los Cuadernos de la Cárcel). El Alto: La Riel Editores.
– Maquiavelo, N. (2000). Discursos Sobre la Primera Década de Tito Livio. Madrid: Alianza Editorial.
– Maquiavelo, N. (1985). El Príncipe. Madrid: Cátedra.
– Oníkov, L. y Shishlin, N. (1983). Breve Diccionario Político. URSS: Editorial Progreso.
– Ossorio, M. (2003). Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales. Buenos Aires: Editorial Heliasta.
– Rosental, M. y Iudin, P. (1975). Diccionario Filosófico. URSS: Editorial Estatal de Literatura Política.
– Serrano Gómez, M. (1977). Diccionario de Términos Socio/Políticos. León: Editorial Everest S. A.
*Este artículo fue publicado originalmente en el sitio web: Práctica Teórica y Lucha Ideológica y puede leerse aquí.
*El artículo fue originalmente presentado para el segundo número de la revista académica “Pensamiento Político” de la Universidad Franz Tamayo (Junio-2021).
[1] “El Estado que Maquiavelo espera del Príncipe para unificar Italia bajo una monarquía absoluta no es el Estado en general (que corresponde a ‘su concepto’), sino un tipo de Estado históricamente determinado, requerido por las condiciones y las exigencias del capitalismo en sus comienzos: es un Estado Nacional.” (Althusser, 2004:49). “Un Príncipe que dará una forma nueva a la materia existente, que deberá partir de la materia existente, que deberá modelarla. El antiutopismo de Maquiavelo se manifiesta en esta preocupación realista: la unidad nacional se hará con los hombres tales como son, con la materia italiana tal como es, a partir de su realidad y de su diversidad caótica misma. No es la proyección de una utopía sobre una materia, sino la búsqueda de la inserción del plan político en la materia misma, en las mismas estructuras políticas existentes.” (Althusser, 2007:201).
[2] Estas percepciones jamás perdonaran a Maquiavelo el haber expuesto la falsedad de sus argumentos o, al menos, ponerlos en tela de juicio, vale decir, aquellos planteamientos que suponen que el poder tiene su fundamento en los valores morales de la sociedad (“bueno o malo”), religiosos (“voluntad divina” sobre la voluntad de los hombres) o en alguna esencialidad pura, inmutable y preexistente en el hombre (la “razón” o el “espíritu humano”) destinada a cumplirse incuestionablemente.
[3] En un sentido análogo, Baruch Spinoza, en su Tratado de Reforma del Entendimiento,señalara “…la verdadera ciencia procede de la causa a los efectos” (Spinoza, 2000: 76).
[4] “El conocimiento objetivo de la cosa, que él trata, la política, es decir, la práctica política, es lo novedoso que aporta Maquiavelo, quien romper con lo que antes que él reinaba sobre los espíritus: una representación imaginaria de la política, una ideología política.” (Althusser, 2004: 47).
[5] ¿El “fin justifica los medios”? En ninguna parte de El Príncipe de Maquiavelo, aparece tal cita de forma textual. Esta es una interpretación antojadiza y popularizada por los “interpretes de Maquiavelo”. La única referencia histórica de esta frase se remonta a Napoleón, que en la parte final de su copia del libro de El Príncipe, estampo dicha conclusión.
[6] Pues no se trata solamente del uso de la fuerza o la violencia, “Aquellos que simplemente quieren ser leones, no entienden nada” (Maquiavelo, 1985: 88).
[7] “No es preciso que un príncipe posea todas las virtudes citadas, pero es indispensable que aparente poseerlas. Y hasta me atreveré a decir esto: que el tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el aparentar tenerlas, útil. Está bien mostrase piadoso, fiel, humano, recto y religioso, y asimismo serlo efectivamente: pero se debe estar dispuesto a irse al otro extremo si ello fuera necesario. Y ha de sentirse presente que un príncipe, y sobre todo un príncipe nuevo, no puede observar todas las cosas gracias a las cuales los hombres son considerados buenos, porque, a menudo, para conservarse en el poder, se ve arrastrado a obrar contra la fe, la caridad, la humanidad y la religión. Es preciso, pues, que tenga un inteligencia capaz de adaptarse a todas las circunstancias, y que, como he dicho antes, no se aparte del bien mientras pueda, pero que, en caso de necesidad, no titubee en entrar en el mal.” (Maquiavelo, 1985: 90).