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Red Internacional
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Debate. Máquinas de escritura y escrituras para la revolución

Hace algunos días Alejandra Castillo escribió un texto en el que desarrolla las vías para alterar el orden neoliberal en las universidades y, particularmente, en la academia. Acá debatimos con algunos de sus planteamientos.

Lunes 19 de agosto de 2019

El valor de las editoriales y escrituras que escapan de la academia es indiscutible. Su existencia ha hecho posible la proliferación de discursos y debates negados por el pensamiento directivo de la universidad moderna.

En Chile cientos, si es que no miles, se aferran a editoriales de izquierda, críticas o simplemente a la auto gestión para publicar, difundir y contra argumentar ideas que, salidas desde la academia, parecieran irrefutables.

Esta idea sustancial del texto elaborado y publicado por Alejandra Castillo es una realidad. Sin embargo, hay algunas preguntas abiertas que apuntan tanto a la naturaleza de estas escrituras divergentes como al curso de su desarrollo. ¿Quiénes son esos sujetos de escritura? ¿Qué representan o qué en sí mismos expresan? ¿Dónde se sitúan y cómo se relacionan entre sí?

Para Alejandra Castillo son máquinas de contra escritura, su acción sería de resistencia a las imposiciones neoliberales de la indexación. Ubicadas al margen de la Universidad neoliberal, cabría esperar, gracias a ellas, la alteración de sentidos comunes que hoy mantienen la creación ideológica al servicio del mercado.

Althusser definía la Universidad y, en general, las instituciones educativas, como aparatos ideológicos del Estado. Quedándonos con esta definición y buscando ir más allá, ¿cómo explicar el surgimiento de movimientos sociales en su seno o la presencia de grupos políticos que, desde la izquierda, impugnan el modelo Universidad Empresa, sus lógicas y mecanismos de operación? ¿Las impugnan realmente o son solo estas maquinas de contraescritura, caóticas, anárquicas y diversas las que han logrado realizar efectivamente un ejercicio crítico?

Hace algunos años atrás, en mi calidad de estudiante, un profesor nos decía que estábamos indefectiblemente influidos por las lógicas del neoliberalismo, en el orden de lo planteado por Alejandra, no cabría en nuestra cotidianidad espacio para la critica de lo real o, simplemente, para el pensamiento alternativo. Nuestros enemigos subterfugios: los celulares, la música escuchada a través de audífonos de todo color, el aislamiento social en pleno cardumen. ¿Estamos condenados? ¿Porqué continuar educando a personajes determinados por la era millenial? Las contra escrituras mostrarían una vía de escape a la catástrofe social y, por tanto, una vía para la creación filosófica y artística y, en su avance, horadarían el pensamiento hegemónico.

Sin embargo la forma en la que se desarrollan esos discursos "contra hegemónicos" no asegura que el contenido vertido en las millones de páginas escritas cuestione el status quo, tampoco su existencia asegura un crecimiento lineal y progresivo del pensamiento crítico pues cualquier alteración, dependiendo de su contexto, podría ser eventualmente rearticulada. Para escapar del funcionalismo que otorga la imagen de "máquinas de contra escritura" es necesario develar los factores que actúan en las instituciones educativas más allá de su lugar en la sociedad.

Las instituciones educativas se encuentran tensionadas, constituidas y atravesada por la interacción entre sus condiciones materiales (explosión demográfica y educativa, precariedad neoliberal en el caso de la Universidad Pública), los sujetos que la configuran (estudiantes, trabajadores, intelectuales, entre otros) y su función social general (producción ideológica), interacción de la que emergerán sus contradicciones, develando sus límites y sus condiciones de superación.

Toda escritura independiente nace de la pugna entre los actores que componen la institución educativa y de las implosiones de las condiciones materiales de la universidad cuando estas se han vuelto anacrónicas o no responden a las necesidades reales de amplios sectores de la población. Así sucedió con la reforma universitaria del 67’, única salida posible ante el aumento estratosférico de la matrícula; y con los movimientos estudiantiles del último siglo, donde el neoliberalismo va acompañado con la precariedad de la educación pública.

La escritura ronda estos procesos, sus actores emergen de las disputas por nuevos proyectos que necesariamente deben imponerse para responder a la necesidades y fenómenos reales y materiales. Es evidente la influencia de un sentido de época que cruza todos los ámbitos de la vida, pero la escritura alternativa no puede pensarse sin establecer las contradicciones que posibilitan su origen: las necesidades materiales, su contexto, los procesos de la lucha de clases y las pugnas políticas de actores de carne y hueso en disputa por diferentes proyectos educativos. Su lugar, entonces, no solo podría encontrarse al margen de la academia, también podría amenazar, en tanto expresión de esas peleas intestinas, con la transformación del conjunto del modelo educativo. Es la sombra del 2006, del 2011, del mayo feminista y de las movilizaciones docentes.

La propuesta de Alejandra Castillo no sólo deja en la nebulosa el origen de aquellos textos críticos y el contexto de su proliferación, también su contenido. Bastaría con que se sitúe al margen del modelo neoliberal universitario para adquirir su carácter contraescritural. Pero ¿es suficiente su ubicación espacial para adquirir un cariz crítico?

En su artículo Castillo plantea que “en tiempos en que la pregunta de Lenin ¿Qué hacer? casi no tiene respuesta, que las editoriales independientes “hagan” ya es un gran mérito”. Con esto, su objetivo es reafirmar el poder que tendría en sí misma la posición al margen de las escrituras que quiebran con las reglas de elaboración académica poniendo, a su vez, en cuestión la figura del “revolucionario profesional” quien siempre desestimaría el poder de estas máquinas de contraescritura por su déficit estratégico. Para la académica el problema de la estrategia ya no ofrece respuestas al presente y todo contenido estaría subordinado a la ruptura con los medios de circulación y creación de pensamiento establecidos.

La reflexión anti estratégica de Castillo y su esfuerzo por situar la reposición de estos
problemas como una disputa masculina, anticuada y servil al poder está muy lejos de explicar y, por tanto, incentivar la escritura crítica y los motores históricos de sus contradicciones y desarrollo.

Resumiendo, si bien compartimos la necesidad de la existencia de prácticas escriturales por fuera de la academia y sus imposiciones neoliberales, cuestionamos que éstas sean definidas y revindicadas como un ejercicio ahistórico, por fuera de su contexto y de los sujetos en pugna; la relevancia de su posición al margen (sin disputa) por sobre el contenido de elaboración y, desde aquí, su carácter antiestratégico.

Cuando ya es más que un hecho el fin de la pasividad y del nihilismo noventista con la emergencia de imponentes movimientos sociales que llegaron, como el movimiento estudiantil, a impugnar el régimen político; en un momento donde se puede aprovechar la tecnología para la difusión de las ideas revolucionarias y para la transformación del conjunto de las estructuras de la Universidad Empresa y de la sociedad capitalista y patriarcal en la que se enmarca; conformarse con la resistencia, al margen y sin disputas se vuelve no sólo mezquino, sino que un camino impotente para enfrentar el capitalismo neoliberal que hace uso de todo lo que está a su alcance para mantener su dominio.

Si bien el problema de la estrategia es una necesidad frente a la resistencia sin posibilidad de victoria, es claro que vivimos un momento donde ésta ha pasado ha segundo plano. En el libro de Emilio Albamonte y Matías Maiello titulado "Estrategia Socialista y Arte Militar" se conceptualiza al rededor de este problema trayendo a colación el "trauma epistemológico" que devino tras la derrota de la comuna de París.

En estos tiempos la "reestructuración de la teoría de la revolución proletaria en las nuevas condiciones histórico-sociales" es todo un desafío. Uno de los esfuerzos más serios para reelaborar una respuesta leninista del Qué Hacer para los tiempos de la era millenial es La Izquierda Diario, que en Chile es impulsada por el Partido de Trabajadores Revolucionarios y que ya alcanzó un pic de 700mil visitas en nuestro país. Además, hoy se encuentra en 7 idiomas y 11 países con altos índices de difusión, mostrando en la práctica que los problemas de la estrategia revolucionaria no sólo son necesarios sino que son actuales y posibles de ser transmitidos, compartidos y desarrollados hacia amplios sectores de masas, tendiendo un puente desde la subjetividad actual hacia el problema estratégico de la construcción de partido para la revolución obrera y socialista.