Los chistes machistas se han transformado en un clásico que provoca la risa de grandes y chicos. Detrás de estas “humoradas” se esconde un mensaje que naturaliza y refuerza la violencia contra las mujeres.
Lunes 8 de agosto de 2016
Risas. Complicidades. Aclaraciones. Nos dicen que no hay que confundirse, que “Marta volvé, no te fajo más” es un chiste; y de los chistes hay que reírse porque de los contrario se está malhumorada, se es poco inteligente, se está indispuesta (léase “en esos días”) o “mal cogida”.
El día laboral para las trabajadoras administrativas de una oficina del Mercado Central de La Plata, comienza con el jefe haciendo uno de esos “chistes”: “A ver quién se agacha primero?”, dice, y la abundante platea masculina responde con risas partícipes y miradas condescendientes.
Hay diferentes tipos de chiste, pero en particular me interesa el que es utilizado como mecanismo de violencia (sin que, a veces, el que lo pronuncia y se jacta de su ingenio) lo haga con una alevosa intencionalidad machista. Estará el lector que sugiera que en estas líneas se exagera, se polariza, habrá también el que lo niegue y otros que se identifiquen.
Las bromas durante la jornada de trabajo, en una reunión entre amigos, en las canciones que escuchamos, en los programas de televisión, en un grafiti o ahora muy comúnmente a través de WhatsApp y Facebook, son poderosos mensajes que impunemente, la mayoría de la veces, logran ser "escuchados" porque tienen un auditorio que los festeja, son tolerados socialmente. Actúan como una cobertura “amable”, “simpática”, “sutil” e “indirecta” para expresar algo “políticamente incorrecto” (sea machista, misógino o xenófobo), y de esta forma conseguir que quien lo enuncia no quede expuesto.
Los chistes machistas, misóginos y xenófobos expresan en su contenido ideología y naturalizan y refuerzan una situación de opresión. No es una violencia accidental, aislada. Por eso es necesario pensar estas “humoradas” como parte de los prejuicios y estereotipos machistas que provocan comportamientos agresivos, los cuales se originan y reproducen en diversos ámbitos como los medios de comunicación, la escuela, familia, amigos, en la calle, en la literatura que leemos, en la publicidad que consumimos.
La realidad cotidiana, según las estadísticas, indica que (sin exagerar) sólo en Argentina muere asesinada una mujer cada 30 horas por violencia de género. Hasta ahí una cifra que a muchos les parecerá lejana, difusa, un número. El cuerpo inerte de una mujer asesinada es la prueba fáctica de un crimen que avala el concepto de propiedad: “la maté porque era mía”. Cacho Castaña, canta alegremente a sus seguidores: “Si te agarro con otro te mato” y la platea estalla en júbilo. Este hombre no incita directamente al femicidio, ni significa que él y sus admiradores vayan a concretarlo. No. Es más complejo que la acción - reacción.
Hay cientos de mecanismos que avalan socialmente al patriarcado: uno es el chiste machista. Como decía el psicoanalista vienés Sigmund Freud: “Todo chiste, en el fondo, encubre una verdad”.