Con huelgas y ocupaciones de fábricas, los obreros salían a luchar junto a los jóvenes. No querían pagar la crisis de los capitalistas. Exigían menos horas de trabajo por el mismo salario, entre otras revindicaciones.
Sábado 13 de mayo de 2017 10:15
Francia. Mayo de 1968. Obreros y estudiantes desafiaron al poder. Pusieron en jaque a toda la burguesía francesa y a sus instituciones; el parlamento, los sindicatos, las universidades, la iglesia, las fábricas.
La poderosa unión de obreros y estudiantes hizo temblar a los capitalistas en Francia. No sólo eso, abrió la puerta a una serie de ascensos revolucionarios en varios países del mundo.
Los jóvenes desafiaban al imperialismo, repudiaban en las calles la guerra de Vietnam y la propia actuación de Francia frente Argelia. También cuestionaban la academia universitaria y el dogma en la educación. Querían demostrar que la universidad estaba pensada para beneficiar a una clase social, a los empresarios y poderosos; entonces, querían ponerla al servicio de los trabajadores.
A este movimiento se sumaron también los trabajadores. Luego de “La noche de las barricadas” del 10 de mayo, inician, el 13 de mayo, un enorme movimiento huelguístico por toda Francia que mostrará su poderosa fuerza y un gran avance en su toma de conciencia como clase.
Las barricadas serán el punto de reunión donde se encontrarán jóvenes obreros y estudiantes luchando codo a codo contra la represión.
Huelga general y toma de fábricas
El 13 de mayo de 1968 se convoca la primera huelga general, con una masiva movilización que impactó. Las propias centrales sindicales (CGT, CFDT, FO, etc.) no tuvieron más remedio que convocarla porque se imponía entre las bases; no solo en apoyo a las movilizaciones estudiantiles, sino también por sus propias demandas.
La burguesía quería descargar la crisis sobre los trabajadores y el pueblo. Los planes no eran muy distintos a los que se escuchan en estos tiempos; “¡menos aumento de salario!”, “¡más horas de trabajo por el mismo salario!”, “¡menos horas con reducción salarial!”, “¡hay que subir la edad jubilatoria!”, “¡recortar beneficios sociales!”, ¡tenemos que despedir a más de 2000 trabajadores!
Los trabajadores estaban despertando, quería luchar contra los planes de ajuste. Por eso la huelga no fue sólo el 13, sino que se fue extendiendo a los largo de los días en muchas ramas de la industria. Durante las semanas que siguieron en mayo y junio, Francia estuvo completamente paralizada por un movimiento de entre 5 y 7 millones de huelguistas (algunos hablan de 10 millones).
Sud-Aviation (líneas aéreas) y Renault-Cléon (autopartista) fueron algunas de las luchas testigo en aquellas jornadas de huelga. Por ser fábricas tan importantes en cantidad de obreros y en la producción, animaron a otros trabajadores a salir a sumarse a la huelga.
Los trabajadores textiles, los químicos, metalúrgicos, portuarios, azucareros, de la alimentación, entre otros, se sumaban al movimiento huelguístico.
Sus reclamos eran muchos, pero en todas las fábricas resonaba el rechazo al aumento de la edad jubilatoria (querían que siguiera siendo de 60 años), reducción de horas de trabajo a 40 horas semanales sin reducción salarial, igual salario por igual tarea y la derogación del decreto sobre la participación en las ganancias de los trabajadores.
40 horas de trabajo sin reducción salarial
"A pesar de la traición de las autoridades sindicales contra los ritmos infernales, por nuestras 40 hs. ¡Luchemos!"
Este reclamo fue una de las banderas principales de la lucha de los trabajadores franceses.
La jornada laboral de 8 horas diarias, 5 días a la semana, se había conseguido en Francia en 1936, después de un masivo movimiento huelguístico bajo el gobierno del frente popular liderado por el socialista León Blum.
Pasado los años los obreros llegaron a finales de la década del 60 trabajando en condiciones terribles, perdiendo muchas de sus conquistas. Las jornadas laborales se volvieron extenuantes. La precarización laboral también avanzó. Por ejemplo, las obreras textiles trabajaban jornalizadas por día, se presentaban en la puerta de la fábrica a diario y ahí mismo les decían si las necesitaban o no, sólo cobraba aquella que lograba conseguir el puesto del día. Volvían a su casa, cuidaban de su familia y al otro día, a la madrugada, se disponía a pasar por la misma situación.
Mientras tanto, miles trabajaban jornadas extenuantes y eran amenazados con la baja de salario por menos horas de trabajo y con despidos. Los patrones querían hacerlos pagar la crisis. Más desocupados y menos trabajadores pero más explotados, con peores condiciones de vida.
Cualquier semejanza con la actualidad no es pura coincidencia.
Los obreros franceses ya tenían su experiencia; para conseguir sus demandas, había que luchar.
“¡Reducción del tiempo de trabajo!” “¡Menos horas de trabajo por igual salario!” “¡Más tiempo con nuestras familias!” “¡Derecho a tiempo para formación profesional!”
Gritaban los obreros. Y se disponían a conseguirlo.
Hacían paro. Ocupan fábricas. Echaban o tomaban como rehenes a los gerentes. Se movilizaban con los estudiantes. Se defendían con barricadas. Iban a las universidades. Estaban despertando.
La lucha también era de (por) las mujeres trabajadoras…
Ellas también fueron protagonistas, salieron masivamente a la huelga. Era la primera vez que las mujeres se sumaban así al movimiento huelguístico, a la par de sus compañeros. “Los actores del movimiento subrayan también la importancia de la movilización femenina. Este discurso da cuenta de que la huelga alcanzó a sectores y regiones que hasta el momento estaban al margen de toda actividad reivindicativa” (“Cuando obreros y estudiantes desafiaron al poder”, CEIP)
En la un informe del sindicato podía leerse “huelga del personal del vestido de la región de Lorient, 100% de huelga, durante 7 días, las mujeres de este establecimiento fueron a la huelga (…) Ellas estuvieron espectaculares durante la huelga, marcharon desde su fábrica hasta la ciudad con pancartas (o sea 4 km). Participaron masivamente de las reuniones y manifestaciones organizadas hacia la sede del sindicato” (Ídem)
No sólo garantizaban la huelga, sino que extendían el movimiento, convencían a otras obreras, muchas de ellas eran activistas, algunas delegadas. “Las obreras de Belleteste ayudan a varias fábricas vecinas a ir a la huelga, organizan una larga marcha hacia el centro y participan de las iniciativas elaboradas por la CGT en la sede del sindicato” (Ídem).
Además, imponían sus propias reivindicaciones.; querían cobrar el mismo sueldo por la misma tarea, exigían condiciones de estabilidad laboral y seguridad social. Muchas mujeres pasaron de ser simples trabajadoras y amas de casa a asumirse como dirigentes, como en la fábrica Yema en la ciudad de Beçansenot.
La unidad se forjaba también entre hombres y mujeres. En un reportaje hecho a un huelguista, publicado en Jeunesse Ouvrière, podía leerse: “A las mujeres les cuesta ir a la huelga. Esta vez salieron todas. Cuando se ocupó la fábrica, a la noche, ellas volvieron a sus casas. Los hombres comprendieron ‘es normal, nuestro lugar está aquí’. [...] Estamos cabeza a cabeza, y ya no hay lugar para las quejas que teníamos. ¡Esto tiene que continuar!” (Ídem).
A fines de mayo se firmaron los acuerdos de Grenelle, pero en muchas fábricas la huelga siguió, con represión y un joven muerto como en la Renault. No se consiguieron todas las demandas, pero ya nada sería igual. Ni en Francia ni en muchas partes del mundo.
Te puede interesar: Mayo Francés: las paredes de París andaban diciendo….
Ana Sanchez
Nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1984. Docente y miembro del PTS. Colaboró con la edición de Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia, de Ediciones IPS. @soyanitasanchez