Martes 16 de abril 20:14
Por Lucho Molina Foto: @romyguillon
Un recital atípico de los que se ven hoy en día, dónde abundan las pantallas gigantes, dónde la escenografía tiene una preponderancia a la misma altura que el artista en escena.
Para nada estoy en contra de los buenos espectáculos que utilizan las nuevas tecnologías y la combinación audiovisual forma el show. Pero ésto fue diferente. Pese a que se llevó a cabo en un estadio moderno, lleno de luces led y plagado de propagandas comerciales, con las escaleras bien señaladas, los baños cómo si fuera los de un shoping y la cerveza a 8 mil pesos!!! La furia de Mustaine metió a todo el auditorio en un DeLorean directo a los 90.
Bajo una intensa llovizna deambulaban miles de remeras negras, chalecos y tachas buscando un súper chino, un kiosko o una pizzería.
Los salvajes riff de "The sick, the dying and the dead" movieron la mampostería del Movistar Arena, anunciando que Los enfermos, los moribundos y los muertos que estaban ahí adentro, habían despertado. Y así, uno tras otro, sacando todo el punk que tiene adentro ésta mega banda, fueron sonando los mejores temas de su repertorio. Countdown to Extinction, seguido por Rust in Peace fueron los álbumes elegidos como plato principal de la noche. Ni "In My darkes hour" ni "A Tout le Monde" lograron bajar la velocidad ni arriba ni abajo del escenario. La "Sinfonía de la destrucción" y el rito ya popularizado en varias ciudades del mundo, empezó a sonar y el público estalló en un solo coro que gritaba el "aguante Megadeth" que hizo vibrar todo el predio para luego desembarcar en una extensa y veloz versión de "Peace Sells", preguntado al público "¿quien la compra?" en estos convulsivos tiempos donde la maquinaria de guerra está en marcha.
En un breve intervalo, vuelve al inmenso escenario el rayo de luz apuntando a un Mustang ya con la camisa blanca a medio abrochar, cargando una exclusiva Gibson V con los colores de la bandera argentina para meterse de lleno en Holy Wars, donde dejó un clima de satisfacción a cada uno de los presentes.
El saludo cálido de cada integrante de la banda hacia el público y la alegría de haber vivido un recíproco e íntimo momento mostraba el final.
Al encenderse las luces, comenzó a sonar My Way versión Sid Vicius, todos esperaban que se reprodujera aquel desenlace,...pero no sucedió y la gente volvió a marchar bajo la intensa llovizna de la noche.