Martes 26 de diciembre de 2023 20:34
Y un día el león fue elegido rey de la selva. Las cebras, las gacelas, los búfalos y los antílopes aplaudían el resultado de una elección que les había parecido muy justa. Las cebras habían sido convencidas con el argumento de que las gacelas estaban comiendo demasiada hierba y, de seguir así, pronto se acabarían todo el alimento. A las gacelas, por su parte, les pareció conveniente que la mesa del león fuera abastecida con una mayor cantidad de búfalos. Los búfalos nos están dejando sin pastos de qué alimentarnos, decían preocupadas. Los búfalos consideraban que los antílopes estaban abusando de las hierbas. Y los antílopes, a su vez, culpaban a las cebras. Unas y otros se denunciaban mutuamente, pero todas y todos estaban contentos con la coronación del león. Al día siguiente habló el rey. Mi ley es la ley del más fuerte y es natural que así sea. Para acabar con el problema de los pastos, exijo que sacrifiquen una cebra, una gacela, un búfalo y un antílope por día, y me los acerquen, bien adobados, al palacio real a las 12:30 horas. Allí tendrá lugar diariamente la reunión de gabinete en la que la hiena, la serpiente, el águila y yo, el león, resolveremos los problemas que aquejan a la selva. Mi ley es la ley del más fuerte y es natural que así sea. Los animales se miraban preocupados. El león nos había dicho que su plato favorito eran las gacelas, decían las cebras. Nosotras habíamos entendido que a partir de ahora se alimentaría sólo de búfalos, se quejaban las gacelas. Los búfalos decían que el problema eran los antílopes y que por eso el león tenía que comerse a los antílopes, y estos últimos responsabilizaban a las cebras. Al cabo de tres meses llegó el otoño. La población de la selva se había reducido considerablemente, y los pastos también. Desde el palacio, el rey exigió duplicar los sacrificios. Mi ley es la ley del más fuerte y es natural que así sea. Las cebras están muy flacas, las gacelas son puro hueso, los búfalos son piel y cuernos, la carne de los antílopes es seca y desabrida. Para acabar con el problema de los pastos, exijo que ahora sacrifiquen dos cebras, dos gacelas, dos búfalos y dos antílopes por día, los más gordos que encuentren, y me los acerquen, bien adobados, al palacio real a las 12:30 horas. Allí tendrá lugar diariamente la reunión de gabinete en la que la hiena, la serpiente, el águila y yo, el león, seguiremos resolviendo los problemas que aquejan a la selva. Mi ley es la ley del más fuerte y es natural que así sea. Los animales que seguían con vida se mostraron más preocupados que antes, pero volvieron a obedecer en silencio. Al cabo de tres meses llegó el invierno. La población de la selva era menos que la mitad al principio de esta historia, y ya no quedaban pastos frescos, sino tan solo raíces medio congeladas y cortezas. El león exigió triplicar los esfuerzos. Mi ley es la ley del más fuerte y es natural que así sea. Las cebras ya no son ni la mitad de lo que eran, las gacelas ya no me tapan una muela, la carne de los búfalos y los antílopes no rinde. Para acabar con el problema de los pastos, exijo que ahora sacrifiquen tres cebras, tres gacelas, tres búfalos y tres antílopes por día, los más corpulentos que encuentren, y me los acerquen, bien adobados, al palacio real a las 12:30 horas. Allí tendrá lugar diariamente la reunión de gabinete en la que la hiena, la serpiente, el águila y yo, el león, seguiremos de forma incansable resolviendo los problemas que aquejan a la selva. Mi ley es la ley del más fuerte y es natural que así sea. Los animales estaban cada vez más preocupados, pero bajaron la cabeza y obedecieron una vez más. Tres meses después llegó la primavera. Los pocos animales que quedaban pudieron ver cómo comenzaban a surgir brotes verdes. El rey y su consejo se entusiasmaron porque empezaron a imaginarse que las cebras, las gacelas, los búfalos y los antílopes volverían a engordar y recobrar el tamaño y el sabor que tenían al principio de esta historia. No obstante, embriagado por sus propias ensoñaciones y por una gula insaciable, el rey exigió cuadruplicar los sacrificios. Mi ley es la ley del más fuerte y es natural que así sea. Las cebras y las gacelas siguen flacas, los búfalos y los antílopes también. Para acabar de una vez por todas con el problema de los pastos, exijo que ahora sacrifiquen cuatro cebras, cuatro gacelas, cuatro búfalos y cuatro antílopes por día, los más gordos y rechonchos que encuentren, y me los acerquen, bien adobados, al palacio real a las 12:30 horas. Allí tendrá lugar diariamente la reunión de gabinete en la que la hiena, la serpiente, el águila y yo, el león, continuaremos resolviendo los problemas que aquejan a la selva. Mi ley es la ley del más fuerte y es natural que así sea. Los pocos animales que quedaban con vida, hartos del sacrificio que se seguía exigiendo de ellos, decidieron trabar las puertas del palacio con candados, cuyas llaves fueron destruidas y reducidas a polvo. Las cebras, las gacelas, los búfalos y los antílopes decidieron hacer las paces y compartir el alimento que, según pudieron constatar a partir de entonces, siempre había alcanzado para todos. Nadie sabe bien qué pasó dentro del palacio. Dice la leyenda que primero la hiena, la serpiente y el águila se confabularon contra el león, lo destrozaron y se alimentaron de sus restos. Después el águila y la serpiente se comieron a la hiena. Al poco tiempo la serpiente picó al águila y se alimentó de su cadáver. La serpiente, aquejada por el hambre, se retorció sobre sí y empezó a engullir su propia cola hasta desaparecer por completo. El palacio, abandonado, fue tomado por la selva hasta desaparecer detrás de la frondosa vegetación.