El presidente Javier Milei ha iniciado su primera visita oficial al Estado de Israel. El aval al genocidio contra los palestinos y el alineamiento con Estados Unidos.
Martes 6 de febrero 20:11
Mientras en Argentina el gobierno, con la complicidad de gobernadores y diputados colaboracionistas de los partidos de la oposición patronal, buscaba aprobar el brutal ajuste en curso, pero recibió un primer revés al no lograr avanzar con la Ley Ómnibus en la Cámara de Diputados, y las fuerzas de seguridad se aprestan para una nueva jornada de represión, el presidente Javier Milei ha iniciado su primera visita oficial al Estado de Israel, donde permanecerá tres días.
Las imágenes que han comenzado a circular en los medios lo muestran emocionado hasta las lágrimas, rezando en el muro de los lamentos. Pero el viaje del presidente obviamente no se agota en su dimensión místico-mesiánica, que de todos modos existe (los macabeos, las “fuerzas del cielo”, el cumplimiento de una “misión divina”, en fin).
En una muestra de noventismo tardío, Milei ha adoptado como política exterior el alineamiento automático con Estados Unidos -una reedición senil de las “relaciones carnales” de Menem cuando estaba en auge el “Consenso de Washington”. El combo se completa con la alianza incondicional con el Estado de Israel, cuyo primer artículo de fe es la promesa de trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén, lo que equivale a legitimar la ocupación israelí y a avalar las políticas de expulsión del pueblo palestino. En esto Milei sigue la receta de otros exponentes de la extrema derecha, entre ellos Donald Trump y Jair Bolsonaro.
En los cuatro meses que lleva la guerra en Gaza, las fuerzas israelíes asesinaron al menos a 27.585 palestinos -entre ellos 11.500 niños/as y 8000 mujeres. Además, hay 67000 heridos y 8000 desaparecidos. La destrucción de la infraestructura civil es casi total, no quedaron en pie hospitales, refugios, escuelas, viviendas. Y casi dos millones de personas fueron desplazadas por la fuerza.
Como denunció en su intervención en el congreso argentino el diputado del FITU, Christian Castillo, en el contexto de esta masacre y ante el fallo provisorio de la Corte de Justicia Internacional que consideró “plausible” que Israel esté cometiendo actos de genocidio contra el pueblo palestino, hace aún más repudiable este alineamiento incondicional de Milei con el gobierno de Netanyahu, cada vez más aislado en el terreno internacional y cuestionado en la política doméstica.
Pero más allá del impacto simbólico, Milei es apenas un sirviente menor de “Occidente” y ni siquiera influye en las decisiones políticas de países de América Latina, enter ellos Brasil, México o Colombia- que en su gran mayoría han decidido votar en contra del estado de Israel en organismos como Naciones Unidas.
El imperialismo norteamericano, el principal aliado y sostén financiero y militar del estado de Israel, es cómplice del genocidio que está perpetrando Netanyahu: le dio licencia para matar en nombre de un supuesto “derecho a la defensa”, vetó las resoluciones de Naciones Unidas que tímidamente planteaban un cese del fuego, aunque sea temporario para que ingrese la ayuda humanitaria, y haciéndose eco de una denuncia del gobierno israelí, le quitó el financiamiento a la agencia para refugiados de Naciones Unidas, de la cual depende en gran medida la supervivencia de la población palestina.
El presidente norteamericano, Joe Biden se ha mantenido incondicional del gobierno de Netanyahu y sus socios de ultra derecha -los partidos religiosos y los colonos-, mostrando el carácter estratégico de la alianza. Esto a pesar de que su política proisraelí le está haciendo perder apoyo electoral.
Pero a la vez, la política de Biden es bajar la intensidad del conflicto, con la colaboración de Arabia Saudita y otros aliados en el mundo árabe, para evitar que se desarrolle la dinámica hacia una guerra regional, lo que llevaría nuevamente a Estados Unidos a involucrarse directamente con tropas en el Medio Oriente.
Este intento diplomático que incluye la demagogia de reponer en el horizonte la “solución de dos estados”, hasta ahora ha resultado infructuosa. El gobierno de Netanyahu, que trabaja explícitamente para el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, no solo reafirma su objetivo militar de “exterminar a Hamas”, sino también expone sin disfraz que el plan no es ni siquiera un régimen de apartheid sino una “solución final”: la expulsión de los palestinos no solo de Gaza sino también de Cisjordania.
La situación es cada vez más compleja y crece la probabilidad de que Estados Unidos (y algunos aliados como el Reino Unido) se vea arrastrado a una nueva guerra en Medio Oriente, esta vez contra Irán. A los bombardeos en Yemen contra los hutíes, que atacan barcos comerciales en el Mar Rojo, se han sumado los ataques a unos 85 blancos de milicias aliadas de Irán en Irak y Siria, luego de que murieran tres soldados norteamericanos en una base en Jordania.
La pérdida de liderazgo del imperialismo norteamericano profundiza la polarización política al interior de Estados Unidos, recargada por la temporada electoral. Biden se encuentra bajo la presión interna de la oposición republicana-trumpista cada vez más radicalizada, que oscila entre el guerrerismo y el aislacionismo, haciendo equilibrio entre no quedar débil o pasarse de la raya y abrir nuevos frentes.
La masacre del estado de Israel en Gaza y la complicidad de los gobiernos occidentales llevaron al surgimiento de un poderoso movimiento de solidaridad internacional con el pueblo palestino, que pese a la represión y las acusaciones de antisemitismo por exponer los crímenes del estado sionista, se viene movilizando masivamente en Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos y en otros países.
Objetivamente, el fallo provisorio de la Corte Internacional de Justicia ha sido una reivindicación del principal motor de este movimiento antiguerra: detener el genocidio a cielo abierto que está cometiendo el estado de Israel en Gaza. Si bien la CIJ dio un veredicto provisorio -es decir, no se pronunció sobre el fondo de la acusación de genocidio que presentó Sudáfrica contra el Estado de Israel- admitió la denuncia por considerar “plausible” que las fuerzas israelíes estén cometiendo actos de genocidio contra el pueblo palestino. Entre las medidas de prueba que tomó la CIJ están obviamente los más de 25000 asesinados. Pero también consideró en principio plausible la intencionalidad (junto con la ejecución el otro elemento clave del crimen de genocidio) tomando declaraciones de los diversos funcionarios del gobierno de Netanyahu, entre ellos el actual ministro de relaciones exteriores, Israel Katz, que cuando era ministro de infraestructura al inicio de la guerra, ordenó dejar a la franja de Gaza sin agua ni energía (“hasta que desaparezcan del mundo” dijo).
Katz fue el encargado de recibir a Milei en el aeropuerto, al que le dio una cálida bienvenida e incluso le dedicó un “viva la libertad, carajo”.
Volviendo al fallo, fue relativamente contradictorio porque si bien la CIJ ordenó que Israel tomara medidas para cesar esos actos genocidas, increíblemente no exigió un cese del fuego a Israel. Además, tiene sobre todo un carácter simbólico, ya que si bien es vinculante, no hay recursos para obligar a su cumplimiento efectivo.
Sin embargo, como plantea Raz Segal -reconocido especialista en el Holocausto y genocidio- ha significado el fin de la impunidad de la que ha gozado Israel, que históricamente cubrió sus crímenes invocando el “derecho a la legítima defensa”, empezando por la “Nakba” de 1948, es decir, la limpieza étnica del pueblo palestino. En síntesis, el “genocidio incremental” la categoría con la que el historiador Ilan Pappé ha definido la política colonial sionista, ha devenido en un genocidio hecho y derecho. Y el gobierno de extrema derecha de Javier Milei, junto con Estados Unidos y un puñado de incondicionales, es su cómplice.
Claudia Cinatti
Staff de la revista Estrategia Internacional, escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.