Milei viene teniendo un “éxito” que no es ninguno de los que se habla hoy en la “conversación pública” (como la llamaban los macristas en su momento). Esto es: en los medios de comunicación, en las redes sociales, en lo que se rescata del debate y que, en última instancia, ayuda a moldear eso que llamamos la “opinión pública”. Ese “éxito” no es ni en los resultados económicos (que son un desastre en toda la línea, después me voy a referir a eso); ni en la política, en el sentido de fortalecer a su coalición o a sus referentes (de hecho, ahora está en guerra con su vice: Victoria Villarruel); ni tampoco en la “batalla cultural”: los temas que agitaron la semana pasada en el lanzamiento de Fundación Faro, evento en el que habló Milei o luego —el fin de semana— en el acto con presumida estética facha que hicieron en San Miguel y que generó mucho escándalo, para mí siguen reducidos a minorías (casi a sectas) que forman parte del sistema de confusión y de agite en el dispositivo libertariano. El “éxito” al que me refiero está vinculado a la imposición de los términos del debate y básicamente a dos operaciones: En primer lugar, una más básica que es agitar fantasmas y tempestades que presuntamente acechaban al país en general y a la economía, en particular (que inflación “viajaba” al 17.000 %, que la pobreza era casi del 100 %, que la recesión ya era un hecho), y después presentar los pésimos resultados de su programa económico como un “éxito” que evitó todos esos desastres y es más, trajo beneficios. Ahora, lo peor no es la artimaña que construye el oficialismo para intentar mostrar lo malo como bueno o los fracasos de la política económica como si fueran éxitos, sino en que algunos referentes políticos o comunicacionales, lo crean. Y eso se vincula, con una segunda operación, no se si tan pensada o digitada por el Gobierno (no creo que sean tan “genios” de la comunicación como ellos se autoperciben), pero que logra cierta eficacia. Esto es desmembrar o fragmentar el debate sobre los resultados de la política económica del Gobierno. Separar cada ítem y evaluarlo en sí mismo. Entonces ¿qué te dicen? Te dicen: “Bueno, pero ¿vos no le reconocés un éxito a Milei en la desaceleración de la inflación?” o planteada de manera más perversa todavía: “¿A vos no te parece bien que baje la inflación? Y claro, es una pregunta que formulada así no acepta un “no” como respuesta. Porque la forma correcta de plantear el interrogante sería: ¿A vos te parece bien bajar la inflación después de haberla llevado por las nubes en diciembre del año pasado y dinamitando los ingresos (salarios, ahorros y jubilaciones) de todo el mundo? O ¿mediante la imposición de una caída histórica de la actividad que derrumbó el consumo y la inversión? Obvio, esa pregunta es imposible que acepte un “sí” como respuesta. Algo parecido sucede con lo que llaman el “ordenamiento fiscal”. Se pregunta: ¿A vos no te parece que había que ordenar las cuentas fiscales y terminar con el déficit? Cuando la forma precisa debería ser: ¿Vos estás a favor de ordenar las cuentas fiscales bajando impuestos a los ricos y que el grueso del ajuste recaiga sobre los jubilados y jubiladas? Lo mismo podría formularse con la baja del dólar. A propósito de esto, la última emisión de #FallaDeMercado, el programa que que conduce Jairo Straccia en C+ (el canal de Youtube de Cenital) es muy ilustrativo de las contradicciones que trae “planchar” el dólar como hace el Gobierno en términos de riesgo de una nueva devaluación o de salida de dólares del país cuando la borrachera financiera termine como terminan todos veranitos financieros. Entonces, acá se presenta un problema más global: es des-politizante, es decir, es no político, transformar el balance de la gestión de un Gobierno (de cualquier Gobierno) en un concurso de sumas y restas en el que algunos ítems tiene pulgar para arriba y otros pulgar para abajo, como en las redes sociales: la baja de la inflación “me gusta”, le doy like, aprobado, pero la recesión “no me gusta”, desaprobado. Justamente no, la inflación se desaceleró básicamente a fuerza de recesión. O, el equilibrio fiscal me gusta, pero el ajuste a los jubilados no me gusta, cuando el equilibrio fiscal se alcanzó (por ahora), esencialmente a costa del ajuste a los haberes jubilatorios (y de otros ajustes). La orientación económico-política se tiene que tomar como un conjunto, como un todo. Y la hoja de ruta de Milei para el reseteo del país, tomada como un todo, es reaccionaria de punta a punta. Separar la discusión, desmembrarla es una concesión conceptual a la narrativa del Gobierno. Ahora ¿por qué es importante hacer esta distinción? Bueno, primero porque ayuda a clarificar en la discusión general ante una estrategia —que ya conocemos de este Gobierno— que es aportar siempre a la confusión general y a las hipérboles, a las exageraciones de sus presuntos “éxitos”. Pero, por otro lado, porque puede determinar, guiar una ubicación política frente al Gobierno. Es decir, aquel que tiene la lógica de “sumas y restas” será más propenso a distintas formas de colaboración, de “reconocer” que en algunos ítems está haciendo “las cosas bien”. Esto, incluso, tiene buena prensa: no sos intransigente, reconocés cosas. Todo es muy lindo, pero es falso porque no estás reconociendo verdades, sino que estás entrando en la trampa de esconder los medios a través de los que se alcanzó ese “buen resultado”. En esa cae gran parte de la oposición: ya sea porque colabora directamente en el Congreso o porque “reconoce” conceptualmente algunas ideas centrales que esconden otras. Tuve la oportunidad de espiar algunos resultados de un trabajo de opinión pública (un trabajo amplio de como 10 mil casos) cuyas conclusiones generales están aún en proceso de elaboración y en una de las preguntas se interrogaba sobre la conformidad de los votantes del balotaje con respecto a lo que habían votado: Milei perdía algunos puntos, pero había conformidad; sin embargo, en los votantes de Sergio Massa, había muchos (pero muchos) disconformes con la práctica, la actitud y los posicionamientos del peronismo. Y creo que tiene que ver con esto: con que los opositores “de base”, “de a pie” por decir así son cada vez más opositores y la superestructura opositora es, de mínima, un limbo. Entonces, parte de la “batalla cultural” (tan de moda en estos días) es política y es económica (esa es otra separación artificial: la cultura no es independiente de la economía política) y tiene su fundamento en evaluar la orientación de conjunto que en el caso de Milei es reacción en toda la línea.