Siempre hasta el socialismo, Anita. Siempre en la calle. Siempre en la calle con el arte. Siempre tu arte con la clase obrera.
Domingo 18 de marzo de 2018
Anita siempre atrevida e impertinente. Anita es fuego. Estaba hecha de fuego, que se encendía con cada injusticia, con cada atropello. Ese fuego con el que quería barrer toda la miseria y la opresión. Se rebeló en su vida, se paró y enfrentó con una valentía inmensa las que a ella misma le tocó vivir. Y abrazó las ideas troskistas hace ya muchos años como la estrategia para la Revolución. Así con mayúsculas, porque así le gustaba hablar de la revolución obrera cuando se le encendían los ojos de amor y rabia. La revolución y el arte. Dos cosas que no concebía jamás aisladamente.
Más de una vez, en discusiones y charlas entrañables en las que no nos poníamos siempre de acuerdo, me dijo que Trosky sostenía que el arte y la cultura son un frente de lucha, y escritores y artistas son sus soldados. Aunque ella le gustaba decir “son sus luchadorxs”. Y fue una de esas luchadoras incansables, que se encendía y con el rostro hacia adelante afirmaba y reafirmaba que el arte era una herramienta invaluable e imponente, llena de fuerza para acompañar y reforzar nuestra lucha. Y se desveló conspirando y creando su arte disruptivo para cachetear la realidad, sus poesías irreverentes y llenas de vida, viscerales en su voz. Contra los milicos y los curas, contra los patrones y sus partidos. Por José, por Ismael, Paulina, con las mujeres, las tortas, los putos, las travas. En las tomas de tierras, con los obreros en el Ingenio San Juan, acelerando el paso para intervenir toda la movilización junto a sus escritorxs en marcha con sus lanzas. Porque el arte es un arma y tenía que estar en la calle.
Hoy nos tocó decirle hasta siempre, y duele, yo no sé cómo escribir lo que duele. Pero si sabemos que las revolucionarias no mueren, se multiplican. Por eso miles Anita. Porque son imprescindibles.