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Mondelez: cuando las Oreo vienen rellenas de (trabajo) basura

Lucho Aguilar

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Mondelez: cuando las Oreo vienen rellenas de (trabajo) basura

Lucho Aguilar

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"Hacemos Oreo a morir" dice un obrero de Kraft sobre la Autopista Panamericana. El corazón industrial del país se vio sacudido por una protesta que parece reunir lo que fue y lo que viene. Una crónica sobre cómo se rellenan las cuentas bancarias de Mondelez a fuerza de precarización y fraudes laborales. ¿Qué está en juego para la clase trabajadora?

“No podemos tolerar que familias queden en la calle, que nos aumenten los ritmos de producción, que hagan envasar a compañeras embarazadas de 5 meses mientras golpean sus panzas con las cajas por los altos ritmos de producción. No aguantamos más”.

Todavía es de noche en Henry Ford y Panamericana. El rostro de Stella Cabral se ilumina por los flashes de las cámaras de TV. Sus manos tiemblan, pero no sueltan el cartel escrito a mano: “Basta de precarización!”.

“Son los de Kraft otra vez”, le dice un playero de la estación de servicio al cliente mientras señala la ruta. “Estamos nuevamente en la Autopista Panamericana” arranca la periodista mirando a cámara.

Como un recuerdo del futuro, el kilómetro 35 se convierte una y otra vez en un espejo de la Argentina capitalista.

A morir

“Hacemos Oreo a morir, dos líneas, 24 horas, 7 días a la semana” dice Juan en medio del piquete. Hace un rato salió de la fábrica, la misma que pisa todos los días de la semana. “Entro el domingo a las 22 y salgo de franco el sábado siguiente a las 6. No tengo vida social, estoy el revés de todo y van 20 años… el cuerpo me pasa factura”.

Pablo lo escucha. Vive lo mismo hace años, pero hoy están ahí porque todo lo que cuentan empieza a ponerse peor todavía. “Firmaron un acta interna Rodolfo Daer, la comisión interna y la empresa. ¿Qué pasó? Aumento de velocidades, flexibilización, contratados, cambios de puestos de trabajo o de sector, negociaciones individuales de tus condiciones. Eso pasaba con Menem y pasa ahora en 2023. La flexibilización se está llevando adelante aunque el gobierno diga que no pasa”.

Así va echando luz sobre lo que está pasando en Mondelez. En los últimos 5 años se perdieron en la planta Pacheco unos 800 puestos de trabajo. Como en otros lugares, hay quienes se fueron por arreglos, por despidos o se jubilaron. Pero la empresa no reemplazó esos puestos. Solo unas pocas tareas fueron automatizadas. Lo que hizo fue poner en marcha su ambiciosa fórmula Oreo de la flexibilización: sostener y aumentar la producción a costa de acelerar los ritmos de trabajo, avanzar en la flexibilización y la tercerización.

De los prestados a los referidos

Aunque los gerentes de Mondelez tienen una eterna pasión por aumentar la explotación obrera, la pandemia marcó un salto. Siguieron el consejo de sus manuales de marketing: “cada crisis es una oportunidad”.

“La empresa recurrió a una nueva figura no contemplada en la Ley de Contratos de Trabajo: el préstamo de personal. Trescientos cincuenta jóvenes fueron obligados a firmar licencias sin goce de sueldo por casas de comidas rápidas como Burger King, Starbucks y McDonalds. Fueron ‘prestados’ sin ningún derecho. Luego de 7 meses se los despidió. Esos mismos puestos fueron ocupados por trescientos nuevos trabajadores contratados, esta vez familiares de nuestros compañeros”.

La denuncia la hacen Javier “Poke” Hermosilla, Julio Tévez, Juan Centurión y Stella Cabral, que trabajan desde hace más de 20 años en la planta y militan en la Agrupación Bordó, opositora a Rodolfo Daer.

Así la empresa fue “inventando” nuevas categorías de trabajadores. La clave era que tuvieran derechos y sueldos "a la baja". A los "prestados" le sigueron los “referidos”. Son familiares de los efectivos, todos jóvenes, contratados por algunos meses. Pueden ser 3, 6 o hasta 10. ¿Después? Quedan en la calle.

Desde la pandemia ya van seis tandas de 300 trabajadores y trabajadoras que entran para ser descartados unos meses después.

Como le cuenta uno de ellos a La Izquierda Diario, “no tenés estabilidad laboral, no podés proyectar. Es como que estás en el aire. Lo mismo con las tareas que te van dando. Vas de un sector a otro. La mayoría no dice nada porque tienen miedo. Los delegados no hacen nada: están avalando la flexibilidad laboral. Queremos que nos devuelvan nuestros puestos, son contratos fraudulentos”.

Del fraude a la reforma laboral de hecho

¿Cómo funciona el fraude? Lo explica Federico Rovensk, abogado del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH). "La empresa utiliza ilegalmente el modo de contratación ‘a plazo fijo’, por 3 o 6 meses, cuando debe contratar ‘a tiempo indeterminado’, lo que comúnmente se llama efectivos. ¿Por qué? Porque las tareas que hacen los contratados son las mismas tareas que los efectivos. Son tareas ‘normales y habituales’, como se llaman. ¿Qué se ahorra la empresa? La indemnización, la antigüedad, no tienen derecho a recategorización ni días de vacaciones. Tampoco tienen derechos gremiales”.

Así va formando un régimen laboral que entrelaza distintas formas de precarización. Casi un tercio de los 2.000 operarios de su Planta Pacheco son “trabajadores de segunda”. Al menos 300 están tercerizados en tareas de limpieza, mantenimiento, comedor, depósito o seguridad. Otros 300 van rotando por temporada en un régimen de contrato basura.

Pero además, la empresa utiliza esos avances para golpear sobre los efectivos. El acuerdo del sindicato y la interna avaló la posibilidad de que la empresa pueda obligarlos a realizar tareas en otros sectores de la fábrica.

Como había advertido la Bordó, no defender a los contratados hizo que la empresa se envalentonara. Presiona a las embarazadas para que dejen las tareas livianas que les corresponden, presiona a quienes arrastran problemas de salud. El departamento médico se convirtió en una policía sanitaria que niega enfermedades, rechaza certificados y diagnósticos de médicos particulares.

Los gerentes recorren con una pregunta amenazante: ¿en qué estás dispuesto a colaborar?

Daer, como el resto de los burócratas sindicales, dice que “colaborar” es la manera de conservar esas conquistas como si fueran “privilegios”. Que los pibes tienen que pagar “derecho de piso”. Mondelez muestra lo contrario: cada avance patronal más temprano que tarde termina golpeando a todos y todas.

Amasando ganancias, de Pacheco a Chicago

La flexibilización laboral tiene el objetivo de aumentar la explotación obrera, fuente esencial de la ganancia capitalista. Hay muchas formas. Desde el aumento de las horas extras y los ritmos de trabajo hasta la división del colectivo obrero entre quienes tienen conservan determinadas condiciones y quienes están contratados, tercerizados o “prestados”. A eso apunta la fórmula Oreo y parece que le está funcionando a Mondelez.

Martín Fernández, trabajador del turno tarde, cuenta que “la empresa está vendiendo mucho. Además es una de las principales formadoras de precios. Un 25 % de la producción está dedicada a la exportación. Ahora tienen un nuevo contrato con Israel pero desde acá se abastece Paraguay, Uruguay y ciudades de Chile y Brasil. En el 2022 tuvo ingresos, a nivel internacional, por 32 mil millones de dólares. El Cono Sur hace un aporte importante a esas ganancias”.

Los datos de Mondelez Internacional confirman que Latinoamérica es el área que más aumentó sus ganancias: 30 % el último año. Si uno tiene en cuenta que buena parte de los sueldos gerenciales son bonos por resultados de la compañía, se imagina la sonrisa de los gerentes de Pacheco o San Pablo.

Los de Chicago (EE. UU.), en cambio, no parecen tan conformes. En la última negociación paritaria la empresa propuso eliminar el plus por fin de semana, el bono por asistencia perfecta y el pago de horas extras después de ocho horas, además aumentar la contratación de trabajadores temporales. Con esa gran idea generaron la primera huelga después de 52 años. Obreras de 10 plantas hicieron paros y piquetes contra la fórmula Oreo versión yanqui.

Otras veces las noticias llegan de México o Venezuela. Es que, dentro de su estrategia global, cada área de Mondelez Internacional busca todas las formas de maximizar sus ganancias en una “sana competencia”. Cueste lo que cueste. Amasando a quien haya que amasar.

La multinacional eligió Argentina, entre otras cosas, por la ventaja de estar cerca de las materias primas y pagarlas en pesos. Igual que los sueldos. Cuenta Martín que “cuando entré hace unos años mi salario en dólares era de 1.200. Hoy estoy en 650. Cayó un 50 %. Si la devaluación pega un salto, va a caer mucho más”. Hoy un obrero del turno mañana o tarde cobra 220.000 pesos. Un 50 % más si labura de noche. En cambio si está tercerizado apenas llega a los 110.000 pesos (300 dólares). Ese robo empuja a "meter extras" para compensar el salario perdido. 12 horas todos los días. "Oreo a morir" como dicen en la Pana.

Según calculó Pamela Bulacio, obrera de Kraft y economista, en solo 3 turnos de la línea Oreo (24 horas) la empresa factura el monto necesario para pagar los salarios mensuales de todo de ese sector.

En total, en la planta se producen al año 80.000 toneladas de galletitas y bañados. No solo Oreo. También otras marcas masivas como Club Social, Cerealitas, Variedades, Terrabusi, Pepitos, Express, Milka, Cadbury. La reforma laboral viene en paquetes de todos los colores.

Pero además Mondelez eligió Argentina porque, como cualquier gran multinacional, sabe medir a los gobiernos no por sus discursos o relatos, sino por sus medidas. Como dice Stella, “la empresa hace lo que quiere, pasa por encima de las leyes laborales y desde Relaciones Laborales de la fábrica nos responden que a ellos ‘nadie los para’. Hace más de 70 días le pedimos al Ministerio de Trabajo que intervenga, le presentamos 400 firmas, pero nunca nos contestó”.

El caso Oreo podría generalizarse a lo que pasa en el capitalismo argentino. Como reflejó una impactante estudio de CIFRA, un observatorio económico de la CTA, entre 2016 y 2022 hubo una transferencia de ingresos del trabajo al capital de aproximadamente 87.000 millones de dólares. En criollo: el reparto de la riqueza generada es apropiado cada vez más por la clase empresaria. Pero lo que acá interesa marcar es que esa tendencia es mucho más profunda en la gran industria. Según el mismo estudio en ese sector fue donde más creció ese robo. Las obreras y obreros industriales pasaron de quedarse con el 41 % de la riqueza generada a quedarse con el 29 %.

La fórmula Oreo multiplicada por cien.

Todos Juntos con la Embajada

El “nadie nos para” es discutible y tiene una historia.

Te lo resumo así nomás.

Terrabusi, la precuela de Kraft y Mondelez, fue la punta de lanza para la flexibilización laboral de los 90. Su equipo de abogados, encabezado por Daniel Funes de Rioja, firmó con Rodolfo Daer el primer convenio flexibilizado del menemismo: el 244/94 del Sindicato de la Alimentación.

Sin embargo, los obreros y obreras de la planta Pacheco también se hicieron fama de cuestionar el “nadie nos para”. A Daer durante años le costó hacer pie en la fábrica. Una de las huelgas más emblemáticas fue la del 2009. La empresa quería obligarlos a trabajar sin condiciones de higiene en medio de la Gripe A. La rebelión incluyó un paro de 38 días con toma de fábrica, un centenar de despidos y la consolidación de un activismo que luego ganaría la comisión interna en medio del fenómeno del sindicalismo de base. Era la Agrupación Bordó, impulsada por el PTS y activistas combativos.

Pero aquella lucha marcó otro hito: la capacidad de los gobiernos locales para arrodillarse ante la Embajada norteamericana y sus empresas. Cristina Kirchner (presidenta), Daniel Scioli (gobernador) y Sergio Massa (intendente de Tigre) hicieron todo lo posible para derrotar la lucha. Desde los despachos del Ministerio de Trabajo hasta el Departamento de Policía. El desaparecido diario Crítica tituló magistralmente aquella política: “Yanquis sí, marxistas no”, jugando con una vieja máxima peronista.

La comisión interna surgida de aquella lucha fue una de las referencias del sindicalismo de izquierda durante mucho tiempo. En el año 2010 los diarios llamaron “Efecto Kraft” a las luchas que buscaban romper el techo salarial del gobierno.

¿Por qué esta historia? Por un lado, para saber que Mondelez ha sido muchas veces un laboratorio de flexibilización laboral. También para entender el rol de los gobiernos de turno. Pero además porque el malestar que recorre la fábrica y el corte del viernes 14, que contó con importantes apoyos como los del Suteba de Tigre, la recuperada Madygraf, la Interna de GPS y centros de estudiantes de varias universidades, muestran que los golpes y los años no pudieron borrar una tradición de lucha que vive en muchos trabajadores y en la militancia de la Bordó.

Como dijo Cabral sobre la Panamericana: “Ya vivimos un conflicto en 2009, donde pudimos ser la voz de muchos sectores que peleaban contra los ataques patronales. Si lo tenemos que volver a hacer, lo vamos a volver a hacer”.

Esa imagen a la autopista era un viaje al pasado. De aquellos cortes de Kraft, la 60, Lear o el neumático, con gendarmes caranchos y el helicóptero de Berni. Pero también al futuro. Porque como dijo Julio Tévez, “hay que seguirla, tenemos que coordinar a los sectores que están peleando, ocupados y desocupados”.

Para no quedar en la calle, hay que tomar la autopista.

Lo que está en juego

El corte y la denuncia de las obreras y obreros de Mondelez no es un conflicto más. Como decíamos antes, son recuerdos del futuro. Ante la crisis capitalista que recorre el mundo y golpea más aún en nuestro país, la lucha de clases vuelve a emerger. Así como en Francia el gobierno sube la edad jubilatoria, acá crece el ajuste y los candidatos patronales prometen a los dueños del país que le van a dar una vuelta de tuerca. Sea con reformas laborales por ley o por gremio, con devaluaciones o ataques al salario, con más precarización.

Los carteles que iluminaban los flashes sobre la Pana eran un mensaje que atravesaba los vidrios de la gerencia de Kraft para reflejarse en los de la Unión Industrial y la CGT. Pero también, con la enorme repercusión mediática, para mandarle un mensaje a toda la clase trabajadora.

El malmenorismo del Gobierno, el sindicato y la comisión interna, de negociar salarios y derechos para “conservar el laburo”, le abren el paso a las empresas y los planes flexibilizadores de la derecha. Hay que poner a la clase trabajadora de pie. La clase que produce y mueve el mundo. Desde las galletitas “más ricas” hasta los autos que salen a pocos metros de allí.

No solo para frenar a los precarizadores. También para pelear por una salida de fondo, como plantea el PTS en el Frente de Izquierda y su militancia obrera. Si en Kraft se redujera la jornada laboral a 6 horas, 5 días a la semana, como planteó Nicolás del Caño en su saludo arriba de la Pana, se podrían generar más de 600 puestos de trabajo con derechos. Un turno más. Y quienes se gastan la vida en esas líneas ganarían 15 horas cada semana para dedicarlas al ocio, a la familia, al descanso.

Hay que poner a la clase trabajadora de pie para reorganizar el país desde abajo.


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Lucho Aguilar

@Lucho_Aguilar2
Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.